Con la tradicional manía
que tenemos la humanidad en general y los españoles en particular
para concretar en animal, vegetal o cosa la causa de nuestros
problemas (“la Merkel”, “la pertinaz sequía”,
“la burocracia”, “los políticos”, “la pérfida Albión”,
“ZP”...) por fin hemos encontrado la causa de
todos los quebrantos del solar patrio: “el euro”.
Se está abriendo un
debate (en la izquierda, la derecha no debate, impone, como bien se
ve con el gobierno de Rajoy) sobre la posición a adoptar
respecto de “la bicha”, digo, “el euro”
y sobre si debemos de salirnos de la modestamente llamada “moneda
única” o no. En este debate se llega a confundir los males
propios de esa moneda (el euro) con los de la política monetaria que
lleva aparejada, de forma que se puede caer en el error de que,
eliminando el euro pero manteniendo la misma política monetaria,
nuestros problemas se solucionarían y, a “sensu contrario”
inferir que si mantenemos el euro pero cambiamos su política
monetaria no habremos avanzado gran cosa. Ambas posiciones son
equivocadas.
¿Cómo vino el euro
al mundo (es decir aquí, a Madrid, digo a España)?
El euro es la moneda que
circula entre los países que alcanzan la Unión Monetaria Europea
(U.M.E.), que implica el cumplimiento de unos parámetros
presupuestarios con ignorancia absoluta de otras cuestiones
(económicas y sociales) que pueden seguir “manga por hombro”
sin que ningún portero de discoteca te niegue la entrada al recinto:
una vez que te cambias los calcetines (cumples el nivel de
endeudamiento y de déficit (y el de inflación que se exige a la
entrada)) ya puedes entrar sin problemas a un local donde se mezclan
skins, negros, ultras de diversos equipos, anarkas, kikos,
abertzales, fachas... y dónde se espera que convivirán en perfecta
armonía, sin agredirse ni aprovecharse los unos de los otros, por el
simple hecho de que todos llevamos los calcetines del mismo color.
¡Ni siquiera un mísero arco detector de metales en la puerta!
“Ejpaña”
no podía quedar fuera del club. Aunque en ese momento Aznar
hubiera fichado a la bruja Lola y hubiera visto el futuro, que
es nuestro presente, no hubiera podido tomar otra decisión, porque
en ese momento, para un país tradicionalmente aislado, acomplejado,
con la idea implantada en su subconsciente de que “África
comienza en los Pirineos”, haber dicho que no al euro,
hubiera supuesto un desastre parecido al del 98. De hecho yo, con mi
tradicional pesimismo, intuía una catástrofe parecida a la del la
Guerra de Cuba, basada en la superstición de que a este país los
fines de siglo le sientan bastante mal; agobio que se me pasó en
cuánto vi las trampas que se hacían en éste y en otros países
(Francia con la “externalización” de hospitales
para que no computarán en el déficit, Alemania con otros servicios
públicos, nosotros con la gestión de infraestructuras ferroviarias
y con la prorrata de IVA en las subvenciones (copiada de los
galos)...) para entrar en la discoteca, y cómo los porteros hacían
la vista gorda hasta llegar a dejar entrar a Grecia que... ¡llevaba
calcetines blancos!
La facilidad de acceso a
la moneda única unida al hecho de que haber quedado fuera era un
quebranto psicológico insoportable para un país acomplejado como el
nuestro, hizo imposible decir “no” con la valentía
e inteligencia con la que, por ejemplo, actuaron los ingleses, y
algunos otros países que por estar en el centro geográfico de
Europa y vivir como dios, no afectaba a su condición de europeos
plantarse.
perdon pero yo no estoy acomplejado en nada... el que lo este es su problema...
ResponderEliminarel euro es una porqueria yo no quiero ceder mi soberania monetaria a nadie¡¡
es como si en tu casa mandara el vecino... que le pegen una patada al euro ya¡¡ pero ya¡¡
Europa y el euro son un kaos actualmente, eso esta claro.
ResponderEliminarLo que no me queda tan claro, es, que papel esta jugando el amigo americano en todo este desaguisado.
Si bien es cierto que los europeos nos bastamos y sobramos nosotros solos para hundir nuestro "proyecto común" (usease neoliberalismo para todos), me gustaría saber que relación tienen de verdad la city y wall street en todo este marasmo financiero que recorre el viejo continente.
Yo es que de natural, desconfió siempre de los anglo-sajones.