"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

viernes, 30 de abril de 2010

Griego. Completo. También domicilios II

         Visto el post anterior, como resultado del “juego de mesa” (Disidencia, letra de "Pasen y vean") llamado capitalismo financiero, el mundo se divide en acreedores y deudores. Mientras que el bando de los acreedores es más o menos homogéneo (son los que tienen el capital financiero y lo han “invertido”) el grupo de los deudores es heterogéneo: aquí tenemos a los endeudados por el juego, a los que han tenido que pedir prestado para poder vivir, a los que han comprado un piso con hipoteca, y también, como no, a los gobiernos que hoy tienen más gastos que ingresos y que no les alcanza, con esos ingresos, para cubrir sus compromisos. Une al grupo de los deudores el haber tenido en su momento una necesidad (más o menos censurable) que no han podido atender con sus propios recursos y que, consciente o inconscientemente, han tenido que endeudarse.

           Endeudarse no es gratis. Históricamente, en teoría lo era, porque las religiones cristiana y musulmana prohibían lucrarse prestando dinero y consideraban indigna la profesión de prestamista, que entonces se llamaba usurero, con independencia del interés al que prestara el dinero. En la práctica, como sucedía con la prostitución, la usura existía, sólo que estaba confinada a un sector religiosa, étnica y socialmente apartado de la sociedad: los judíos.
          La reforma religiosa europea introduce un cambio de planteamiento que era necesario para poder entrar, de pleno en el capitalismo: la admisión del préstamo con interés. En realidad las cosas suceden al revés, al igual que por el calor y la presión el agua brota con fuerza de los geissers, la fuerzas económicas en desarrollo, encorsetadas por el modelo religioso, acaban rompiendo ese corsé y exigiendo otro más cómodo. En poco tiempo a la Iglesia Católica, tan puntillosa con la reforma en el mantenimiento del rito, no le hace, en cambio, ascos al nuevo culto al interés, y también se sube al carro, eso sí, al igual que todos, recomendando moderación en el tipo y magnanimidad en el prestamista.
          La traslación jurídica de esta realidad tardará tiempo todavía en producirse. Se requiere reconocer el contrato de préstamo y establecer los derechos y obligaciones de cada parte. Todavía el código civil napoleónico es tibio en estos aspectos, lo que hace que nuestro actual Código Civil, que es ya bastante más que centenario, no atienda prácticamente a este tipo de negocios: se habla de cesión de bienes “fungibles”, de los que se debe devolver igual cantidad, una teoría general sobre a quién pertenecen los “frutos”, pero no se sabe muy bien si se está hablando de dinero, de peras o de aceite. Estas cosas se reservan a la legislación mercantil, una legislación “más sucia” destinada a comerciantes, ladrones y gente poca fe. Hoy en día, resulta curioso explicar, en una Facultad de Derecho cómo los economistas y banqueros calculan el interés (y el descuento) mediante la fórmula del interés compuesto, mientras que, en el mundo jurídico (civil, pero también administrativo y tributario), el único interés previsto es el interés simple, y más divertido es saber que el palabro con el que en Derecho se llama al interés compuesto es “anatocismo”. Todo lo demás, cae en la categoría de los “contratos innominados”.
          Más interesante es saber cómo ha evolucionado la superestructura jurídica en materia de derechos y obligaciones para adaptarse al capitalismo financiero. Atrás quedan los tiempos en los que, como en “el Mercader de Venecia” el prestamista profesional es caneado en los Tribunales de Justicia con razón o sin ella. El modelo económico actual requiere una escrupulosa delimitación de derechos y obligaciones de las partes y sobretodo tiene que definir quién manda en la relación. Y como no podría ser de otra manera, “the winner is”... el acreedor.
             Los primeros tiempos siempre son tiempos de excesos: la prisión por deudas, todavía benévola frente al romano descuartizamiento o esclavización “trans tiberim” del deudor incumplidor. Una vez que la cosa se asienta, el acreedor, la parte fuerte, se consolida en la garantía de sus derechos (empezando por el más controvertido, el del cobro del interés) protegiéndose frente al moroso mediante exigencias de pago puntual, acciones ante los Tribunales, reintegros de gastos y costas, vencimiento anticipado del resto de sus obligaciones, rescisión de determinadas ventas hechas... Y otorgando al deudor un único derecho: el de resignarse. Ni siquiera los procesos concursales (en los que el deudor pide “tiempo muerto”, o un perdón parcial) están pensados en beneficio del que debe y no puede pagar, sino en el principio histórico de no matar la gallina de los huevos de oro o, por lo menos, no hacerlo hasta que no entre en la menopausia(*).
              Este es el escenario jurídico económico en el que nos movemos: un acreedor poderoso, con todos los medios de su parte y un deudor sumiso, al que sólo queda aceptar la que se le viene encima. El acreedor puede decidir no sólo si quiere o no prestar su dinero, sino también a quién quiere prestárselo y a qué tipo. Y una vez firmado el contrato sabe que todo el Derecho le ampara(**). Y como quiera que la gente se endeuda por necesidad y no por vicio (todo lo más por estupidez), los deudores tendrán que aguantarse y pasar por el aro, sean individuos que quieran tener una vivienda, sean Estados que necesiten mantener sus estructuras. Por si fuera poco y al igual que sucede entre la dialéctica capital-trabajo, mientras que un capitalista puede vivir un tiempo sin necesidad del obrero (viviendo de lo que tiene acumulado), un obrero no puede vivir sin “su” capitalista, porque se muere de hambre; al igual, digo, mientras que el poseedor de un capital financiero puede sobrevivir sin prestárselo a nadie, el necesitado de un préstamo que precisa para vivir, no podrá permanecer mucho tiempo sin que alguien se lo conceda, sea en las condiciones que sea.



         (*) En mi opinión las leyes concursales están inspiradas en las conductas antiguas de los salteadores de caminos: mataban a los viajeros para luego robarles, de forma que no pudieran delatarlos. Se dieron cuenta que la clientela bajaba (básicamente porque no repetían), por lo que decidieron simplemente robar y dejarlos con vida, sabiendo que así tendrían ocasión de desplumarlos más veces. Las leyes concursales tratan también de salvaguardar la vida del concursado, para poder seguir disfutando de su zumo más veces.



        (**) La consideración de un contrato como “leonino” por los tribunales de justicia es de una rareza estadística similar a la de encontrarse un billete de 500 euros en el suelo, en medio de la Gran Vía.

jueves, 29 de abril de 2010

Griego. Completo. También domicilios I

          Una aproximación a las causas y consecuencias futuras de la convulsión en los mercados de deuda puede explicarse, de forma irónica, como hice en el post huevos de oro , pero también puede hacerse de una forma más técnica (y más pesada), como me propongo realizar ahora, aunque ello suponga utilizar más de un post, con el objeto de no aturdir al personal. Análisis más ligeros, desacreditaciones o alabanzas a Zapatero, a Merkel, a S&P, a Grecia, a la UE... podéis encontrarlos fácilmente en otros blogs. En idioma gili-bursátil, diré que les dejo a ellos el “análisis técnico” y yo voy por el “análisis fundamental”.

          El primero de la serie, éste, se centra en las causas originarias de todos estos problemas: el análisis de la infraestructura económica. Los siguientes se centrarán en dos superestructuras relevantes al caso: la jurídica y la ideológica. Por último veremos las consecuencias que tales estructuras y relaciones producen. Prometo ser lo más ameno posible, pero no garantizo nada.
            En época precapitalista, el dinero servía como instrumento para facilitar el intercambio de bienes. El fabricante de levitas (*) acudía al mercado, vendía una levita y con el importe obtenido compraba una biblia. El vendedor de biblias vendía un ejemplar al sastre y con el dinero obtenido compraba una botella de aguardiente. La ventaja de utilizar el dinero en lugar del trueque es obvia: facilita los intercambios exactos de bienes que no tienen el mismo precio (restando o suplementando la cantidad de dinero correspondiente) y además permite diferir compras y ventas al momento preciso, sin tener que cargar con las mercancías a todas partes y sin miedo a perder las perecederas. Es la conocida ecuación M-D-M en la que el dinero (una clase especial de mercancía) es un “puente de paso” entre una mercancía (la que produzco) y otra mercancía (la que necesito): en el ejemplo, la mercancía que produzco es la levita y la que necesito es la biblia para calmar mi sed espiritual. A su vez el vendedor de biblias vende lo que produce (biblias) y compra lo que necesita para calmar su sed espiritual (el aguardiente). El incipiente capital de entonces buscaba producir bienes para venderlos en los mercados y obtener así los beneficios. Parte de esa producción era agrícola en cuyo caso el capital empleado eran las tierras.
          El capitalismo supone un paso cualitativo: el dinero y su dueño acuden al mercado para incrementar su cantidad, para reproducirse y tener crías: el capitalista compra mercancías, por ejemplo levitas, esperando venderlas, posteriormente a un precio mayor, cuando llegue el invierno. Igualmente otro capitalista acude al mercado para comprar biblias, esperando venderlas a mejor precio, cuando llegue el momento vaticinado por mi hermano en su blog (colapso). La ecuación es ahora D-M-D, o como dice una estrofa de una canción del grupo radical “Disidencia”: “lo que ahora se compra/ para más tarde vender”. Tampoco tuvieron que descabezarse mucho los capitalistas porque esta es la base del comercio desde tiempo de los fenicios, por lo menos en lo que se refiere a vender mercancías “en otros sitios”. El proceso de acumularlas para venderlas más tarde, cuando haya escasez de ellas, es también antiguo, y, obviamente, es la génesis de la especulación.
           Pero el capital, siempre pendiente de obtener su máxima rentabilidad, considera que lo de ir al mercado a comprar es bastante sucio, lento y enojoso, por lo que desarrolla fórmulas alternativas para conseguir los mismos efectos sin “mancharse”. A su alcance tiene la tradicional “industria de la usura” (el préstamo con interés), estigmatizada en tiempos precapitalistas, ahora sacramentada con tres o cuatro hisopazos de todas las iglesias cristianas. De esta manera se presta a alguien un capital (normalmente numerario) y se espera sentado a que te lo devuelva con el correspondiente añadido derivado del interés pactado: limpio y cómodo.
          En un estadio más evolucionado el capitalismo descubre también las bondades de las compras y ventas a futuro, con las que ya no se hace preciso tener que comprar o vender físicamente las mercancías: basta con decir que las vas a comprar dentro de tres meses a un precio determinado (100) y decir que las vas a vender a otro precio superior (110) ese mismo día o poco despues. Siempre debes encontrar a otra persona que coincida contigo a la inversa (que quiera vender dentro de tres meses esas mercancías a 100 y comprarlas a 110). Como no hay nadie tan tonto para ello (aunque se me ocurren varios candidatos a la vista del ebay) lo normal será acudir a personas distintas que sí tengan interés en hacer, cada una, una parte del trato (posiblemente porque, a su vez, esperan obtener beneficios con otras contrapartes) De esta manera consigo el D-M-D sin tener que andar moviendo carros y carretas, tranquilamente desde casa. Sigue estando el fastidioso problema de tener que “soltar la pasta” aunque, enseguida me doy cuenta de que realmente no me hace falta tener todo el precio de las mercancías. De hecho no tengo porque tener dinero: llegado el momento basta con llegar al vendedor, decir “dame las mercancías, espera un momento, te dejo a mi hijo en prenda, es sólo un momento”, salir zumbando hasta el puesto del comprador, venderle las mercancías, cobrar, volver a la primera tienda, pagar la cuenta, recuperar al hijo, subirnos a la “fregoneta” y asunto concluido. En el bolso los 10 (millones de) euros de beneficios.
          El problema es que, de camino para hacer el “bisnes” el crío repara en que esa misma mercancía con la que voy a jugar, se vende en plaza por 80. De saber eso no hubiera firmado una obligación de compra a 100, hubiera esperado al día, hubiera comprado la mercancía a 80, hubiera ido al comprador con esa mercancía, y se la hubiera colocado a 110 quiera que no (ese pacto sí lo habría firmado). Otro día me pasará que esa mercancía, llegado el momento, tiene compradores a 150, pero que yo, por haber firmado la obligación de vendérsela a ese “pájaro” a 110, me veo imposibilitado de venderla a otro cliente, que me la hubiera pagado a un precio mayor.
          Como perdiendo se va aprendiendo en los siguientes contratos pondré una claúsula que diga “las compraré (o las venderé), si me da la gana”, es decir, me reservo la opción de hacerlo o no, en función de como vea el mercado ese día. Asistimos al nacimiento de las opciones. Esta claúsula añadida no es gratis, tiene un pequeño coste. Con el tiempo me daré cuenta de que mejor que andar con la furgoneta y con mi hijo en prenda de acá para allá, es mejor endosar los contratos al vendedor y al comprador y que entre ellos se apañen, previo pago, eso sí, de mi margen correspondiente.
           La ventaja de estos dos sistemas (futuros y opciones) solos o combinados es que, aparte de no requerir almacenes ni camionetas, tampoco requiere dinero, o al menos, grandes cantidades (recuerdo la existencia de la prima de las opciones y futuros), con lo que yo puedo apostar “a lo grande” con tal de cubrir las primas o dicho de otro modo puedo “traficar con talegos, pagando sólo el precio de las posturas” (y me autocensuro la explicación de la frase, cada uno que entienda lo que quiera). Tampoco es nuevo el producto: futuros y opciones tuvieron su origen como forma de asegurar la venta y compra de las cosechas, permitiendo, incluso anticipar el importe de las mismas para que el agricultor pudiera comprar semillas, abonos, aperos... que sólo podría pagar cuando recogiera los frutos. La habilidad del capitalismo no está en la invención, sino en la perversión: es capaz de “reciclar” cualquier instrumento y convertirlo en la antítesis de lo que debería ser: probad a darles la batería de un coche y te devolverán una picana (esta vez casi me autocensuro).
          ¡Bienvenidos al capitalismo financiero!

          Como el capital, igual que la grasa en los michelines, tiende a acumularse de forma indeseada y como la avidez del capitalista no tiene límites, cada vez se apuestan cantidades mayores, se utilizan como “subyacente” cualquier clase de mercancía (incluso acciones, bonos, deuda pública...) y se amplía el número de juegos disponibles, con sus correspondientes reglas y premios, todo ello encaminado a tratar de obtener una mayor tasa de rentabilidad. Y todo ello en este casino global, pomposamente llamado “mercados financieros”. Y al igual que en los otros casinos, los personajes que por allí pululan habitualmente, corresponden a lo menos recomendable de la sociedad. Eso sí, tienen dinero y, lo que es peor, capacidad de influencia sobre nuestras vidas.
           Mientras apuran en un último trago su vaso de whisky, babeando la punta de sus pestilentes habanos, bien sea en asépticas salas decoradas con suelos de marmol, fuentecillas y jardines zen, bien sea en sucios tugurios de densa atmósfera formada a partes iguales por tabaco, sobaquina y olor a pies (estos tipos frecuentan tanto unos garitos como otros), deciden qué país debe caer y cuántos tienen que morir, pasar hambre, quedarse sin pensiones, sin sanidad o sin escuela, para llevarse el bote con su póquer de damas, o su escalera de color (negro).



          (*) Con esta explicación ahorro a los lectores acudir a El Capital, al que alguno de ellos jamás se acercará, debido a nosequé prejuicios. El ejemplo (levitas, biblias, aguardiente) es el mismo para que sirva de barniz cultural, (cultura “trivial pursuit”) a ese tipo de lectores.

miércoles, 28 de abril de 2010

Soap!

          Primer guión: el marido llega a casa. Se encuentra a su mujer en la cama. Las sábanas están revueltas. Hay un calcetín en el suelo. Huele a colonia de hombre. El marido pregunta: "¿qué ha pasado aquí?" La mujer contesta: "nada, cariño". El marido dice: "¿no me estarás engañando con otro?" La mujer contesta: "¿yo?¡no! ¡Yo no he sido!, ¡nadie me ha visto!, ¡no puedes probarlo!" Firma el guión Maravillas Rojo (no existen)

           Segundo guión: el marido llega a casa a las dos de la mañana, medio borracho. Se encuentra a su mujer en la cama con otro. El marido la interpela: "¡zorra!¡me la están pegando con otro!" La mujer contesta: "¡Claro! Porque tú no cumples con tu obligación como marido. Estás todo el día fuera, de copas con tus amigotes y a mí me tienes a dos velas. Por eso me he tenido que tirar al butanero". Firma el guión Carlos Ocaña (reformas laborales).


          Tercer guión: la mujer llega a casa y se encuentra a su marido en la cama con otra. La mujer grita: "¡Cabrón!¡follando con otra en mis narices" El marido sale de la cama, se arrodilla a los pies de su mujer y suplica: "¡Por favor! ¡Perdóname!¡Es la última vez!¡te prometo que no te voy a ser nunca más infiel!" Firma el guión José Luis Rodríguez (tocar techo).

             Mirad, ya no pido que solucionen el problema del paro: me conformo con que su política de comunicación no parezca que está escrita por José Luis Moreno. Sobretodo por los millones de tragedias humanas que hay detrás de las cifras del paro.¡Creo que se merecen algo más serio!

martes, 27 de abril de 2010

Cretinismo parlamentario

          Como había anunciado, algo ligero y divertido para hoy:

          Entre las patologías políticas cabe destacar una “peculiar enfermedad que desde 1848 viene haciendo estragos en todo el continente, el cretinismo parlamentario, enfermedad, que aprisiona como por encantamiento a los contagiados en un mundo imaginario, privándoles de todo sentido, de toda memoria, de toda comprensión del rudo mundo exterior”. 

          Así, textualmente, se recoge en “El dieciocho Brumario de Luis Napoleón Bonaparte” de nuestro queridísimo Carlos Marx.
           Casi doscientos años después, seguimos sin encontrar la vacuna.

lunes, 26 de abril de 2010

Carta con respuesta II

          Respecto del post apocalypse now! Quim escribe un comentario de una gran calidad y con el que no puedo estar más de acuerdo, salvo en un punto que luego diré.

         El comentario de Quim, dice así:
        “El nivel de planificación que necesita una comunidad depende de su tamaño: La planificación que necesitaban las comunidades cazadoras-recolectoras eran menores que las de las sociedades agrícolas del neolítico, y así sucesivamente. Lo mismo le sucede a una empresa: un artesano (como era mi padre) no necesitaba el mismo nivel de planificación que una multinacional. Errores en la planificación (cuando lo que ha lugar no se corresponde con lo que se tenía en mente) en una multinacional, a menudo se traducen en pérdidas multimillonarias y en un redimensionamiento de la misma. Así que el nivel necesario de planificación en una sociedad de 9.000.000.000 de seres humanos (una de las predicciones de la ONU para el 2060) no ha de ser el mismo que en una sociedad de 1.000.000.000 de seres humanos (principios del s. XIX).
        Pero planificación no significa infalible planificación. Cuando aún me batallaba con el acné, siempre pensaba: "Si es que, cualquier error de planificación en un país tan vasto como la Unión Soviética significa un desastre de proporciones impensables para alguien que viva en un país 'pequeño' como España". ¿Así que, os imagináis las consecuencias en errores de planificación a escala planetaria?
         Así que combinando ambas premisas, se llega a la conclusión que una humanidad incontrolada demográficamente requiere un mayor nivel de planificación y, que como el sistema nunca será infalible, estamos condenados a desastres (un día u otro) cuyas consecuencias pueden poner en entredicho la viabilidad del sistema.
          En resumen, NO HAY SISTEMA INFALIBLE que pueda salvarnos mientras no se reduzca el nivel de población.
         Pero hay que recordar que, EN EL PEOR DE LOS CASOS, la carencia de combustibles fósiles, implica la desaparición de internet y demás herramientas de la globalización. Y nunca tendremos un centralización planetaria de la toma de decisiones (ni por tecnócratas ni por nadie). La ausencia de las fuentes de energía que han permitido la explosión demográfica conlleva IMPLICITAMENTE una redimensión del sistema”.
          Efectivamente, en mi opinión, no puede haber una economía ni una sociedad perfectamente planificada, por más que se produzcan avances en las técnicas de planificación (informáticas, estadísticas, de toma de datos...) y de toma de decisiones(*). Sencillamente es demasiado complicado. Suponer que existen medios para ello es otra manifestación del optimismo tecnológico que tanto combatimos.

          En esto se ha demostrado que el mercado con su “mano invisible” funciona mucho mejor, pues no necesita de un “politburó” para la toma de decisiones. El problema es que el mercado funciona bien, en términos de eficiencia económica en situaciones de recursos naturales inagotables (como parecían al economista del siglo XIX). Desde luego, donde no funciona es en términos de equidad (término económico similar a justicia, (re)distribución o, salvando las distancias solidaridad). Tampoco funciona bien cuando se presentan determinados fallos, que serán objeto de desarrollo en otros posts.
          Que nadie busque en este blog una defensa de un sistema de economía central planificada, que ni la propuso Marx, ni tampoco sus “secuaces”(**). En mi post simplemente apuntaba que esta sociedad planificada (un nuevo fascismo tecnocrático que está al llegar) va a ser la solución “oficial” del sistema económico en presencia.
           Particularmente soy partidario de un principio (económico, político, social, de gestión) que yo mismo denomino “de abajo a arriba y de dentro a fuera”: las decisiones deben tomarse en el ámbito más cercano a la persona o en el conjunto mínimo de personas y sólo si no pueden asumirse habrá que “saltar” al siguiente nivel de decisión. Si mi comunidad de vecinos pudiera asegurar las necesidades de defensa, educación o seguridad, por ejemplo, no necesitaría que esa decisión se tomara en un ámbito mayor (Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Estado). Por el mismo principio no me resulta creíble la solidaridad con los senegaleses mientras “ando a tortas todos los días con mi mujer, los hijos, los vecinos y los compañeros de trabajo”. Se empieza por lo más cercano y se sigue por lo más lejano.
         Este principio enlaza con el “principio de subsidiariedad”, con el “principio de autodeterminación”, con el “principio de autogestión”, “principio de autonomía educativa”, “soberanía alimentaria”, “democracia participativa”, “alterglobalización”... y debe ser corregido, en su caso, por los criterios de equidad pertinentes para evitar que todo se convierta en “comunas blindadas, islotes de insolidaridad”. Por eso me resultan acertados los comentarios de los blogs de Quim (Se acaba el chollo) y de Antonio (Oil crash) cuando, ante un colapso en los recursos, establecen como posible solución (o como único remedio) el favorecer las redes sociales más cercanas, buscando la suficiencia y economía de recursos en ellas: la sostenibilidad de las comunidades y el decrecimiento. Ésta no es, desde luego, la solución “oficial”, que se basa en una “huida hacia adelante”, pero está en línea con lo propuesto en el Foro Social Mundial, y, más antiguamente es lo que Marx en sus Manuscritos económicos y filosóficos afirmaba: “cuanto menos eres, cuanto menos exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada” y “lo que el economista te quita en vida y en humanidad te lo restituyen en dinero y riqueza, y todo lo que no puedes lo puede tu dinero”.
           Finalmente, mi punto de discrepancia con Quim: me resisto a pensar que en el mundo “sobren personas”. Quizá sea un prejuicio moral, religioso o ideológico (derivado de las peleas Marx vs. Malthus sobre el tema), pero creo que hay suficientes recursos para todos. Lo contrario me sigue sonando a lo que Marx, en la obra antes citada decía que para el capitalista “hay demasiados hombres”.

           ¿Y de verdad sobran? Si sobran, ¿por dónde cortamos?

          Lo siento, me ha quedado un post demasiado sesudo. No es mi estilo. El próximo será corto y divertido.



(*) Es la vieja lucha entre el modelo de racionalismo de Simon (http://en.wikipedia.org/wiki/Herbert_Simon) y el gradualismo de Lindblom (http://en.wikipedia.org/wiki/Charles_E._Lindblom) en el ámbito de la teoría de las decisiones públicas.

(**) Conviene recordar que Lenin, en el plano teórico, consideraba que el fin último de la revolución comunista era la desaparición del Estado

viernes, 23 de abril de 2010

Apocalypse now!

          La visión apocalíptica pero real que proclama mi blog hermano (o mi hermano en el blog, según se combinen las palabras) oilcrash tiene ya una solución “oficial”.

           José Luis Sampedro (Barbarie ) dice que vivimos en una época de barbarie de la que saldrá un nuevo orden mundial: una dictadura tecnocrática, que racionará los bienes y servicios de forma que no se produzca el caos anunciado. Arrinconará a la economía de mercado, pero no creará una sociedad más justa por ello, ni tampoco será criticada porque sus defensores saldrán de las mismas filas de los que hoy abanderan la libre empresa. Los poderosos aceptarán ceder formalmente el poder a cambio de tener asegurada la supervivencia y, no lo olvidemos, seguir siendo unos privilegiados. Esto ya sucedió con el Tercer Reich, ¿o es que alguien sostiene que se creó por razones distintas que para proteger el capital alemán amenazado?, y ahora sucederá a escala planetaria. Nos dirán cuánto podemos consumir, establecerán decretos ordenando “dos coches por escuadra, tres pleiesteisions por compañía...” y a muchos (los que sobran) los condenarán a la muerte mediante guerras injustas o simples hambrunas. Así se habrá salvado a la raza humana.
            Cuando llegue el momento, la pregunta del millón será ¿por quién tomar partido?

jueves, 22 de abril de 2010

Desvelados

        Advertencia previa: este post va en sentido contrario a la sabiduría convencional sobre esta cuestión. Quiero dejar claro, con carácter previo, que, en mi opinión, TODAS las religiones son instrumentos de explotación del sentimiento de trascendencia que tenemos parte de los seres humanos. También son un atraso en el progreso de las civilizaciones y, la Historia lo ha demostrado, además son un peligro para la convivencia. Pero hay lo que hay: instituciones imperfectas para un mundo imperfecto.

             Como si éste país no tuviera problemas más importantes o más urgentes, retorna un clásico de la intolerancia: el velo islámico. ¿Alguna aproximación sensata al debate? Me extrañaría encontrarla(*).

              Y todo parece sencillo aplicando el sentido común. En primer lugar hay que descartar toda esa pamema sobre que el velo islámico es símbolo de sumisión de la mujer (como sí lo es, por cierto, el burka, un invento preislámico, probablemente todos los velos islámicos son, paradójicamente, preislámicos): el velo aparece, en ésta y todas las culturas más bien asociado a un símbolo de pureza, o, por lo menos de recato. Todavía no he oído a nadie que identifique el velo que la novia lleva el día de la boda con un símbolo de sumisión al marido (aunque todo se andará).
            Pero el velo islámico, en sus múltiples variantes (velos), sí es un símbolo religioso, señal de respeto a Mahoma. Ignoro mucho (más bien todo) sobre la religión islámica. Confieso que tengo un Corán en casa, pero he sido incapaz de leerlo: demasiado místico para mi gusto y, lo que es peor: soy incapaz de comprender algunos de sus conceptos porque, probablemente tengo ya una mente muy conformada al modelo occidental y es muy tarde para adaptarla.
           Lo que sí conozco más es mi religión y, también, “la teoría general de las religiones”. En una religión están casi siempre presentes, en sus fieles, al menos dos rasgos esenciales: dar testimonio de la fe y predicar la fe a los demás (en el caso del judaísmo, una religión étnica, este elemento está ausente).Un Estado de Derecho que se considere plural y democrático debe respetar estas dos manifestaciones religiosas, sin tomar partido por ninguna de las religiones que profesen sus ciudadanos. Estas dos manifestaciones se compadecen además, formidablemente, con dos derechos reconocidos en cualquier Carta Magna: el derecho a la propia imagen en el caso de testimoniar su fe, y el derecho a la libertad de expresión, en el caso de querer predicarla. En un Estado de Derecho a nadie se le puede negar el derecho a propagar su fe, como tampoco sus ideas políticas. Eso sí, por el contrario, el Estado no puede promover ni favorecer religión o ideología alguna.
              Como todos los derechos, estos también, tienen sus límites. Tradicionalmente en materia religiosa, la propagación de la fe es lo que mayores encontronazos ha tenido con el espacio laico y plural que debe tener una sociedad avanzada: se ha tratado de evitar que la propagación de una fe se realice de modo violento o que se aproveche cualquier instancia oficial (la escuela, el ejército...) para hacer proselitismo de una religión. Ahora, como novedad, aparece una discusión sobre la otra faceta del “feligrés” militante: el dar testimonio de vida … (cristiana, judía, islámica, budista...) Ese testimonio de la fe se manifiesta en actos públicos o privados, pero también, en una determinada apariencia personal. Esta apariencia personal, (que va desde las levitas, barbas y sombreros de los judíos ortodoxos, hasta las sotanas de los curas y las tocas de las monjas) debe respetarse excepto si ocasionan un peligro físico para los que les rodean, lo que no suele ser el caso, salvo quizá, las puntas de unas tocas que gastaban unas monjas (las Siervas de María) hace tiempo. El velo islámico no parece estar en este último caso. También pueden ceder, éste y todos los demás atuendos religiosos por razones de seguridad, de la misma forma que hay que quitarse la chaqueta al pasar por el control del aeropuerto. Y por supuesto, también si se va al médico y éste tiene que reconocer al paciente; o si hay que vestir uniforme (incluso judicial) y poco más...
        La discriminación por llevar velo islámico probablemente se pueda clasificar en el tipo ilícito del artículo 511 del Código Penal, y más si con motivo de esta discriminación se priva a una ciudadana, del derecho a la educación previsto en el Texto Constitucional, sin que se justifique en el cumplimiento de un código escolar de conducta porque, que yo sepa, estas normas no derogan la Constitución. Asociaciones defensoras de los Derechos Humanos están ya actuando en este sentido contra el atropello que se ha cometido en estos días en un Colegio Público de Madrid.
          Evidentemente las mujeres que llevan velo islámico están dando testimonio de fe de acuerdo con su religión. Y eso, ¿por qué nos molesta tanto? ¿No será porque su religión es distinta a la nuestra? Y en concreto, por lo que respecta a los cristianos ¿no tendrán envidia al pensar que los únicos jóvenes que llevan una cruz al cuello son los góticos?

(*) Los países anglosajones son mucho más tolerantes en estos aspectos. ¡Qué suerte!.

miércoles, 21 de abril de 2010

La flauta de Bartolo II

          Hace unos días os propuse el siguiente dilema extraido del último libro de Amartya Sen, "La idea de la justicia":

          "Tenemos tres niños y una flauta. Cada niño quiere quedarse con la flauta. El primer niño alega como motivo para obtenerla el hecho de que es el único de los tres que sabe tocar la flauta. El segundo niño nos indica que él es el más pobre de los tres, que no tiene ningún juguete (los otros dos sí tienen) y que la flauta sería para él el único objeto de diversión con el que puede contar. El último niño nos dice que fue él el que estuvo fabricando la flauta, durante meses, y que ahora, esos otros usurpadores se la quieren quitar". ¿A quién damos la flauta?

           LLegó el día de desvelar el misterio de la flauta: "The winner is...". Pues ¡depende del jurado!.
            
           Si el que decide es un "utilitarista", según Sen, irá para el niño (en el libro es niña) que sabe tocarla, porque es quién puede maximizar su bienestar con la flauta. Pero, a continuación, plantea que habrá utilitaristas que consideren que el bienestar de esa pequeña sociedad se aumenta dando la flauta al más pobre, porque el bienestar que le produce tener un único juguete es mayor. 

            Un "igualitarista radical" daría la flauta, sin duda, al que menos tiene, independientemente de que haya tenido oportunidades para conseguir juguetes por otros medios. Finalmente un "libertario" (que es como en Estados Unidos se denomina a una facción del ala más derechista del Partido Republicano) considerará la flauta como propiedad privada ("sacrosanta") del niño que la fabricó. Esta misma postura, indica el autor, sería sostenida por un "marxista", atribuyendo al trabajador el fruto de su trabajo. Pero reconoce Sen que un marxista también podría sostener la postura del propio Marx, que desconfiaba de la atribución de propiedad (privada al fin y al cabo) al productor: un Marx maduro concibió un principio que, en mi opinión, es esencial y que Sen recuerda en su libro: "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad". En función de ese principio no le cobro a mi hijo el alquiler de su cuarto, ni le hago pagar con su trabajo el coste de los libros de texto que le he comprado. 

          En conclusión: no hay una única decisión justa, todas son relativamente razonables por lo que el destino de la flauta dependerá de quién tenga que tomar la decisión. Con esto, Amartya Sen pretende demostrar que no existe una única idea "de lo justo" ni existen "instituciones de Justicia Universal" en el sentido que señalaba Kant(*). Es más, incluso aunque tuviéramos un "Tribunal Constitucional" para la cuestión de la flauta, compuesto por personas afines a las corrientes de pensamiento expuestas, ese tribunal no llegaría a un consenso. Con lo cuál plantea otra idea interesante: para tomar una decisión no es preciso convencer a todos, de hecho van a seguir existiendo, diferentes opiniones y tensiones no resueltas. Así lo recoge el autor en su libro. 

           Por el contrario es posible identificar, por todos, las injusticias: en el caso de la flauta, romperla o quedarmela yo, serían, sin duda soluciones injustas. Igualmente, Sen señala que en la Historia de la Humanidad, ha habido decisiones consideradas injustas "absolutamente": la esclavitud, el genocidio del pueblo judío... Más recientemente, Amartya Sen incluye entre las decisiones injustas la guerra de Irak. 

               ¿Y en España, qué? En España no tenemos estos problemas: la flauta será... de quién diga el lider de mi partido. ¡Faltaría más!



(*) Amartya Sen, recuerdo, Premio Nobel de Economía, distingue, en la Ilustración, dos corrientes distintas: la de los que creen en instituciones de justicia universal y los que ven en la justicia un proceso inacabable de continua mejora. En el primer grupo incluye a Hobbes, Rousseau, Kant y más recientemente a Rawls. En el segundo grupo, al que él se adscribe, incluye a Adam Smith, a Condorcet y a Marx. ¿Por qué los clasifica así?: para eso hace falta leerse el libro. Y sí, Javier y Sara, esto es lo que habría que enseñar en una Facultad de Derecho (aunque fuera de una Universidad Pública)

martes, 20 de abril de 2010

Esta casa es una ruina

          Entre las nuevas medidas para arreglar esto (si es que esto tiene arreglo) está la apuesta por la rehabilitación. El argumento es aparentemente perfecto: los que antes construían viviendas ahora rehabilitan: juego suma cero, o como dice un pesadísimo humorista, “las gallinas que entran por las que salen”.

          Pero lo cierto es que no se construían las viviendas que se necesitaban,¡ qué va!: se construían muchas más, porque la vivienda y en general los inmuebles, se habían convertido en un activo financiero especulativo: por eso mismo se generó la burbuja inmobiliaria y esa fue la causa de nuestra pretendida y falsa riqueza. Realmente se hicieron tantas que ahora sobran (parque de viviendas ). Me tendrán que explicar cómo se consigue especular con las rehabilitaciones como se hacía con las viviendas, para así hacerme creer que el nuevo negocio va a absorber el empleo del negocio anterior; pero creo que va a ser difícil. Y mejor que sea así, porque, de lo contrario, estaríamos asistiendo a una nueva burbuja, y ya estamos para pocas pompas, como no sean fúnebres. Si sólo nos quedamos con las rehabilitaciones “necesarias” hay que reconocer que campo hay, pues, según el Ministerio de Vivienda, el parque edificado en España son unos 25 millones de viviendas, de las cuáles la mitad supera los 30 años de antigüedad y cerca de 6 millones superan los 60 años . El problema es que si los hogares no pueden ya ni reemplazar un televisor sin TDT por otro con el decodificador ¿quién puede pagar entonces una rehabilitación, por necesaria que sea?
           Y puestos a rehabilitar, ¿por qué no empezamos por alguno de nuestros políticos y gobernantes? Lo puede hacer cualquier “paleta” porque, total, sólo se trata de echarles otra mano de cemento en sus jetas.

lunes, 19 de abril de 2010

Carta con respuesta

Un querido lector, a mi post sobre el Aniversario de la República ( Aniversario ) comenta lo siguiente:
          "Hola, acabo de llegar a este blog y veo un alto nivel de cantamañanismo.
           Yo soy republicano y si quisiera acotarme, como muchos de los que campan por aquí y por allá, diría que me acerco más a lo liberal por lo que, posiblemente, tú me llamarías "de derechas".
           En mi opinión, mientrar sigamos asociando en este páis el término "república" con la tricolor, el PC, el socialismo o el comunismo como posturas políticas, los republicanos, los de ningún color y los tricolor, estaremos perdidos y no tendremos posibilidad de nada.
             Yo, con todo y con eso, SÍ QUIERO UNA REPÚBLICA, pero no la tercera ni asociada al pasado ni rescatando emblemas ni simbología del pasado.
          ME DA IGUAL MANTENER LA BANDERA y hasta el ESCUDO, sin corona o con laureles. Lo que no quiero es la república que algunos quieren, como algo compensatorio o revanchista, sino nueva, sin ordinal de turno sin mente de vuelta atrás.
República no es sinónimo de primer-paso-a-la-dictadura-del-proletariado ni de resdistribución de bienes.
        Sí, el peak oil es un problema y sí hay que repensar el modelo económico, pero REPENSAR significa volver a pensar no copiar y pegar de lo anterior, cualquiera que sea ello.
Fdo: Un republicano liberal (de derechas, para que me entiendas)"

           
Gracias, querido lector, por refutar mi teoría sobre la inexistencia (o invisibilidad) de los republicanos "de derechas".  Aquí estás tú para demostrar que mi teoría era incorrecta. Quizá deberías leer el párrafo en el que digo que la República es "un proyecto que no es de izquierdas ni de derechas; es sobretodo un proyecto de regeneración democrática". Creo que en eso coincidimos. No hace falta abrir "el biscaretti" para darse cuenta de que la República no es más que una forma de organización del Estado, como podría serlo la monarquía hereditaria, la aristocracia, o la monarquía electiva (repasa el concepto, propio de los visigodos, que igual lo encuentras interesante). Lo que sí verás en el blog es que "mi" idea de República es, evidentemente, de izquierdas y federal, ¡Qué lo vamos a hacer!, ¿"Cantamañanismo"? Más bien libertad de opinión. 

          ¿Y la tuya? ¿Cuál es? Quizá un pequeño test, como los que propongo a mis alumnos,  te ayudaría a clarificar tus pensamientos:

           1.- ¿Mantendrías en "tu" república la idea de un "Estado SOCIAL  y Democrático de Derecho" (Art.1 de la Constitución del 78) y de un sistema tributario "PROGRESIVO" (donde pagan proporcionalmente más los que más tienen, art 31 del mismo texto)?

           2.- ¿"Tu" república se basaría en los valores de la Ilustración y de la Revolución Francesa y en concreto en los valores expuestos en el lema "Igualdad, Libertad, Fraternidad"?


            3.- ¿Consideras la Segunda República una experiencia valiosa en la Historia de España? 

            4.- ¿Mantendrías como mínimo los niveles de autogobierno actuales de las Naciones de España (hoy llamadas Comunidades Autónomas)? 
            5.- Al igual que Einstein decía que el científico "era un enano a hombros de gigantes", ¿crees que la Historia es también un gigante a hombros del cuál debemos levantar nuestros proyectos sociales?  
             Si las repuestas han sido mayoritariamente "NO", lo siento ¡No puedo ayudarte! Es más, tu idea de República me parece peor que la Monarquía actual. Pero no te ofendas, no es obligatorio leer mi blog: por lo menos te agradezco que sigas leyendo el del "peak oil" y que estés concienciado con ese problema. La preocupación por los seres humanos, ya llegará con el tiempo, ¡no te desanimes!
 

sábado, 17 de abril de 2010

Jauría

Los graves sucesos de “El Cabanyal” me han traído a la cabeza una vieja, viejísima canción de Kortatu (Cartel en el casco viejo de Bilbao), que dice así:

Míralos, ahí están!
Te da igual, di que no!
Míralos, ahí están!
Te da igual, di que no!
Cambia de acera cuando les veas venir,
sal de los bares, si ellos están ahí,
si ves parar a alguien
no te cruces de brazos,
Detente, forma grupos.
Manifiesta tu rechazo.
No les queremos,
vamos a hacerles ver
Que no les quieres.
Hazles saber”.

           De los perros(*) que repartieron palos no espero reflexión alguna. Pero de sus amos, especialmente si son políticos sí. No sé si se habrán percatado por qué tantos ciudadanos pacíficos, “de ley”, tienen tan pésima imagen de la policía española. A lo mejor es por cosas como éstas, por las que, hasta los del fútbol internacional ya saben que la policía española es la más violenta de Europa (UEFA ). Pero quizá al Señor Peralta le guste, como a su antiguo colega de Málaga, ser considerado “el carnicerito de El Cabanyal”).

            Tampoco quiero pensar qué hubiera pasado si los apaleados hubieran sido militantes del PP... Por cosas como éstas empezaron una guerra civil...


(*) Esta denominación no viene del independentismo vasco. Es anterior, si hemos de creer a Vázquez Montalbán que en su libro Autobiografía del General Franco, pone en boca de Doña Carmen Polo la consideración de las fuerzas del orden como “los perros que guardan nuestras fincas”.

jueves, 15 de abril de 2010

El asno ilustrado

          Con la seriedad y rigor que le caracterizan, el incombustible Luis María Anson nos cuenta (Las cartas sobre la mesa)(*) en la edición de El Mundo de 4 de abril de 2.010, que Zapatero ha otorgado una “última dádiva, que ha causado general e injustificado escándalo, es otorgar 53.500 euros, es decir, 60 millones de pesetas” a una ONG que actúa en la República Democrática del Congo. La precisión matemática del académico es impresionante y deja la Real Academia Española, por lo menos, a la altura de la Royal Society británica. Tal hazaña sólo puede ser emulada por un diario de la altura del de Pedro J. que compite e con el mismo New York Times en la calidad de sus correctores de pruebas, que, de existir, seguramente, tendrán un contrato de los que sus íntimos amigos Domínguez o Díaz Ferrán nos quieren imponer.

            Pero lo verdaderamente bochornoso es saber en qué se han dilapidado ese “mogollón” de euros, que es lo que ha escandalizado al académico, maestro de ética. ¿para desalojar unas cuantas aldeas a tiro limpio?, ¿para hacer una estatuilla a algún jefecillo local?, ¿para abrir nuevos mercados a la coca-cola?¡Qué va!: el destino de esos eurillos era para “sufragar la corrección del pie zambo congénito” ¡Acabáramos!¡Intolerable!
             Y puestos a ponernos colorados... Ante esta noticia y opinión, y una vez echadas las cuentas, ¿sólo tendría que abochornarse Anson?
             Pero él como si nada, “a su bola”: a seguir pensando que los progres, rojillos de mierda, son unos ignorantes, incultos y sin valores... Y el coro de payasos a reírle las gracias.

(*) Doy fé que corresponde a la versión  impresa: ese domingo lo leí en el Café del Ruiz en Malasaña. Luego tuve que pedir una manzanilla porque se me revolvieron las tripas.

miércoles, 14 de abril de 2010

Aniversario

         Hoy, 14 de abril se celebra el 79º (septuagésimo noveno, a ver si Federico se entera que la incultura en España ha sido siempre cosa de la derecha) aniversario de la proclamación de la Segunda República, a día de hoy, el único proyecto ilusionante de democracia que ha conocido este país. Un proyecto, además, que no es de izquierdas ni de derechas(*); es sobretodo un proyecto de regeneración democrática.

          Proyectos de regeneración este país ha conocido muchos: Jovellanos, Costa, Ganivet, Azaña, Largo, Maeztu, Ortega... Y más recientemente el tímido impulso democratizador de nuestra Transición, la victoria del Partido Socialista en 1.982, el de Zapatero en 2.004... Incluso Aznar tuvo la desfachatez de presentarse como el gran regenerador de la democracia en España... y efectivamente, casi consiguió... regenerarla para siempre.
          Todas la iniciativas recientes se han ido desinflando (la de la Segunda República la desinflaron a golpes), de forma que hoy, el único proyecto regenerador que queda es el de conseguir una Tercera República para España, basada en los valores de la Segunda, de tan trágico fin para muchos.
          Probablemente a la mayor parte de la gente todo esto le dará igual. Pero al que no le dé, al que crea que “otra democracia es posible” hoy es un buen día para hacer algo, para poner de manifiesto su esperanza: colgar un saludo republicano del blog o del “feisbuk”, reivindicando la fecha, un cartel, una pintada (ayer he visto un buzón de correos con la tricolor, aprovechando el amarillo corporativo de esa, cada vez más privatizada, empresa): no sé, cualquier cosa que haga ver que somos muchos los que esperamos un cambio.


(*)¿Dónde están los republicanos de derechas?¿Se habrán exiliado de nuevo a Guinea con Trevijano?¿Estará Pedro J. esperando sacar tajada de todo esto?

martes, 13 de abril de 2010

La flauta de Bartolo I

         En su último, interesante (y también pesado) libro(*), el Premio Nobel de Economía Amartya Sen pone el siguiente ejemplo: Tenemos tres niños y una flauta. Cada niño quiere quedarse con la flauta. El primer niño alega como motivo para obtenerla el hecho de que es el único de los tres que sabe tocar la flauta. El segundo niño nos indica que él es el más pobre de los tres, que no tiene ningún juguete (los otros dos sí tienen) y que la flauta sería para él el único objeto de diversión con el que puede contar. El último niño nos dice que fue él el que estuvo fabricando la flauta, durante meses, y que ahora, esos otros usurpadores se la quieren quitar.

         En tal situación... ¿a quién le daría la flauta?
Dependiendo de su contestación, quedará adscrito a alguna corriente de pensamiento económico: igualitarista ecońomico, utilitarista, utilitarista hedonista, libertario pragmático, libertario de derechas, o marxista. Piénselo durante unos días, discutiremos la respuesta y extraeremos la moraleja que Sen nos quería enseñar y la que se puede aplicar en estos lares. Y piense también que la política y la economía hacen extraños compañeros de cama...


(*) La idea de la justicia. Taurus. Madrid 2.010

lunes, 12 de abril de 2010

Huevos de oro

Como no sabía dónde invertir mi enorme fortuna, tuve que recurrir, una vez más, a mi asesor personal.
- Lo que ahora se lleva es invertir en granjas.
- ¿En granjas?- pregunté yo, con gran incredulidad.
- Sí, en granjas. De cerdos, concretamente. Pero no en cerdos con jamones. No, en esos no. Se lleva invertir en esos países que los anglosajones llaman, con su fino humor, P.I.G.S: Portugal, Italy, Greece and, finally, Spain.
- ¡Ah! ya. Lo que antes era el Club Med.
- Sí. Pero es que ese apodo era poco insultante. Les sienta mejor el de cerdos: después de todo son pueblos que, aparte de haber creado la civilización occidental, no han hecho nada de provecho.
- ¿Y en que consiste ese negocio?
- Te explico. Son países donde la crisis ha diezmado los ingresos de sus presupuestos. Se encuentran, de repente, con un desequilibrio fiscal, un déficit: siguen teniendo gastos, pero dejan de tener ingresos. ¿Me sigues?
- Sigue, sigue...
- Vamos, que les hace falta dinero. Tienen dos opciones para conseguirlo: o se lo cogen al contribuyente que lo tiene, subiendo los impuestos a los más ricos, o lo piden prestado. Lo primero está descartado: de Berlusconi no te digo nada... De los demás, aunque se llaman “socialistas”, ya sabes, en confianza, a tí te lo puedo decir...Son... de los nuestros...
- Vale. Entonces sólo les queda pedir prestado, ¿y?.
- Pues ahí es dónde puedes invertir...
- ¿Renta fija? No sé, los tipos están muy bajos... Poca rentabilidad.
- ¡Ahí está el truco, hombre! Ten en cuenta que el dinero lo tenemos nosotros, y no se lo vamos a prestar a cualquier precio, ¡no, hombre, no! Primero tenemos que hacerles creer que son pura basura, que no valen para nada, que no son de fiar. Así, cuando luego se lo prestemos, será como haciéndoles un favor, y al tipo que nos dé la gana. Es como cuando llegas a casa y le das una hostia a tu mujer... Al cuarto o quinto día ya la está esperando, se cree que se la merece... ¡jo!, ¡si es que lo que no inventemos los capitalistas!
- ¿y si es verdad que no son de fiar y no nos lo devuelven?
- ¡Tonterías! Eso no pasa nunca. ¡Ni Chávez tiene güevos para dejar de pagar la deuda pública! Nadie les volvería a prestar ni un euro... Los gobernantes antes dejan morir a sus ciudadanos que dejar de pagar la deuda. Además, estos países están en el euro y la Unión Europea no puede dejarlos tirados... Y, si todo falla, hay esta el “efeemeiiii”, para prestar en último recurso, para que puedan pagar nuestras inversiones... Lo que te digo: ¡Seguro al cien por cien! Lo de Federico, Recarte, Estapé, Montoro y todos esos es para montar bulla, es lo de la hostia a la parienta que te decía antes...
- pero...
- ¡Déjame, déjame, que ahora viene lo bueno! Como se lo prestamos a altos tipos de interés, la carga financiera de la deuda aumenta, y eso va haciendo aumentar sus gastos de forma que no se van a poder recuperar ni hoy ni nunca, porque no van a poder generar ingresos suficientes que equilibren la balanza de nuevo: recortarán gastos sociales, desmantelarán hospitales y bajarán las pensiones... pero da igual, porque lo que ahorren de allí lo tendrán que pagar de más en intereses y así estarán entrampados eternamente, tendrán que pedir más préstamos y pagar más intereses... ¡Ja, ja, ja!¡Es como un mileurista con una hipoteca a cincuenta años!¡Para troncharse!...
- Entonces... ¡Habéis inventado la gallina de los huevos de oro!.
- Efectivamente. Por eso te decía que el “bisssnessss” que se lleva ahora es el de las granjas: de cerdos y de gallinas. ¿Y sabes que es lo primero que se necesita para tener una gallina de los huevos de oro? Pues eso, tener una gallina ¿y como se hace una gallina? Pues a base de estar asustando todo el día al personal: que si el país se va al carajo, que si con más déficit nos hundimos, que si no hay marcha atrás... así se hace una gallina ¡sí, señor!.
- Vale. Me has convencido: ¡compra deuda pública!: doscientos millones de euros en Portugal y otros doscientos en Grecia... ¡Pero para Zapatero ni un puto euro, que me he enterado que quiere quitarle el emule al crío!

domingo, 11 de abril de 2010

La gota que colma el vaso

          Cuando los pozos de petróleo no den más de sí, cuando se expriman las últimas gotas de ese preciado líquido y se extraigan los últimos litros de gasolina disponibles para la Humanidad, ¿a qué creen que se destinarán? Les puedo asegurar que no, desde luego a una ambulancia que lleve a un paciente a un hospital, ni para calentar una escuela en invierno. Ni siquiera para mover un blindado del ejército norteamericano por tierras de Afganistán. ¡No! ¡qué va!. La última gota de gasolina se utilizará probablemente para mover una moto de agua, para un paseo en ferrari por la Riviera Francesa, para arrastrar unos metros un yate en Puerto Banús, o para alguna “pijada” similar. Eso seguramente, pero, ¿por qué?

           Porque la distribución de los bienes y servicios en el sistema capitalista la realiza el mercado, y el mercado sólo atiende a la regla de la oferta y la demanda: el que más dinero está dispuesto a pagar se lleva el producto, los demás esperan: si hay más, podrán comprarlo a un precio más bajo. Si no hay más se quedan mirando. El que no tiene dinero, ese se queda siempre “de mirandola”, haya o no haya productos, e, incluso, puede quedarse mirando cómo se destruyen los “excedentes”, antes de recibirlos “por la cara” (H&M). El para qué se utilice el bien o servicio en cuestión, al mercado le trae al pairo.
            Si sigue habiendo economía de mercado, no cabe duda que cada vez que se vaya agotando un recurso, los últimos empleos de estos recursos no serán los más lógicos, ni los más beneficiosos para la sociedad, ni los que aumenten en mayor medida la felicidad de sus individuos (principio utilitarista de interesantes consecuencias)... Será más bien para lo que decida el que los compró, el que pagó por ellos.

           Con esto se ve que la economía de mercado (un hombre, X votos monetarios) no sólo es incompatible con la democracia (un hombre, un voto), sino también con un futuro de escasez de recursos.

sábado, 10 de abril de 2010

Varela killed the Garzon star


         La dialéctica nos enseña que el devenir no es otra cosa que una lucha de contrarios, un juego de contradicciones. Por más que se oculte o disimule una contradicción, ésta acaba, más o menos tarde, por aparecer de nuevo, y allí estará hasta que se resuelva.

          El caso de Garzón, ese mal juez, pésima persona y amenaza para el Estado de Derecho, ha sacado a la luz la contradicción de nuestro Sistema Democrático. España es una “democracia incompleta”(*); no es otra cosa que un Estado fundado el primero de abril de 1.939 y “amejorado” por la Constitución de 1.978. En consecuencia su ordenamiento jurídico es el propio del Estado del treinta y nueve y, como tal, reaccionará brutalmente contra cualquier cuerpo extraño que en él se aloje. No me sorprende, por tanto, nada de lo que pasó , ni de lo que pasará en los siguientes meses.
          Lo que sí es sorprendente es que se hable de “transición modélica” cuando no fue así, o que se diga que el actual Estado es heredero de la Segunda República, algo que, a todas luces, resulta increíble. Ahora todas esas contradicciones salen a la luz. El actual Estado español es un árbol que hunde sus raíces en el “Movimiento Nacional” y con cuyos frutos podridos nos desayunamos todos los días: hoy con una nueva humillación a las víctimas del fascismo, mañana con el sostenimiento de una monarquía corrupta, pasado con el freno al desarrollo de un Estado federal...
           No es posible resolver el problema ni con cien, ni con mil garzones. Se requiere una iniciativa política y social para extirpar este Estado del treinta y nueve y crear otro que enlace, éste sí, con el modelo de Estado del 14 de abril de 1.931. Pero me temo que esa iniciativa es imposible: los partidos políticos existentes, aunque en algunos casos usurpen las siglas que dieron vida al Estado republicano, en realidad son parte del Estado postfascista. La sociedad no se preocupa de estas menudencias, sino de cosas más importantes como la nariz de la Esteban, o el derbi de esta noche.
           Lo único interesante de este caso, es que es un ejemplo que explica por qué muchos no queremos ser españoles: no por que seamos separatistas ni por ganas de fastidiar; simplemente es porque tenemos el estómago sensible y no estamos dispuestos a comulgar con las ruedas de molino con las que se ha construido ESTA España.


(*) Extraordinaria definición acuñada por el Profesor Vicenç Navarro.

jueves, 8 de abril de 2010

Dream Team

          Adivina, adivinanza. ¿Quién pudo haber contado este chiste?:

          “Pedro Solbes, Rodrigo Rato y Carlos Solchaga formarían el mejor gabinete de crisis para hacer frente a la situación económica”. Tienen quince segundos para adivinarlo.
            Quince, catorce, trece... Antes de que acudan corriendo a wikiquote, piensen: ¿podría ser Díaz Ferrán? ¿MAFO?, ¿Pedro J.?, ¿Espe?...

            Frío, frío, el autor de esta sandez no es otro que... Jordi Sevilla (*), ex-ministro y profesor de economía de nuestro Presidente. Es posible que, si preguntáramos a su alumno, nos contestaría lo mismo; después de todo él fue la “cara boba” de ese “putsch” (**) que el neoliberalismo económico dió en el PSOE en su 35º Congreso, mediante la llamada “nueva vía”.
             La frase, sobretodo, vale como muestra de por qué, en España, ni hay un gran partido de izquierdas, ni se le espera.


(*) La frase aparece recogida en la página 2 del número 123 de Diagonal. ¡Ah! Qué no se lo creen, porque es un periodiquillo de rojos. Bueno, pues busquemos una fuente más fiable; ¿qué tal ésta?: cuatro . La frasecita originalmente se recoge en esa gran revista científica económica que es la biblia de gente como Sevilla: el “Vanity Fair”, pero podría haber sido en cualquier otra revista crítica de opinión en las que exponen su sabiduría estos dirigentes: Elle, Marie Claire, Cosmopolitan... Al menos hay que agradecer que no diera su exclusiva en la columna dominical que tiene en el pesebre de Pedro J.



(**) En otro post desarrollaré la teoría del golpe de mano por el que estos tipos consiguieron hacerse con el mando del partido.

miércoles, 7 de abril de 2010

Una vieja carta

          La típica “lecturita” vacacional (*) revela joyas como ésta:

         “La situación del país, mala, malísima. El crédito, a tierra. La riqueza rústica y urbana, menguando prodigiosamente. Los negocios, perdidos, y no sé quién se salvará de este conflicto. Yo hago prodigios por salvar la 'Peninsular'; pero te aseguro, querido Juan, que ni como ni duermo. Bien puedo decir que paso los peores días de mi vida. Nadie paga, porque nadie tiene para pagar. Si vendes, nadie compra, ni aun cuando des la cosa por el cincuenta por ciento de su coste. La España ha llegado a una decadencia grande, y yo, como buen español, desearía que hubiese medios hábiles para levantar el prestigio y dignidad de este pueblo, que merece mejor suerte. No habiendo grande abnegación, grande desinterés, grande patriotismo en todos los progresistas y demócratas, podemos decir que hemos contribuido todos al aniquilamiento de España
           La carta fue escrita por Madoz el 12 de enero de 1.867 y se dirigía a Prim, mientras ambos preparaban ese golpe de estado que aquí se conoce como “Revolución del 68”. En ella se revelan dos cosas: en primer lugar que las crisis en el capitalismo son periódicas y recurrentes; en segundo lugar que “los de arriba” siempre piensan que la culpa de estas crisis son de “los de abajo”: que si no somos abnegados, que si hemos perdido la dignidad, que si queremos demasiado Estado de Bienestar, que si somos desidiosos, nos falta patriotismo... sin olvidar el papel de los que siempre están ahí para romper España... Vamos que las crisis las provocamos los españoles sólo por fastidiar.

          Por cierto, “La Peninsular” de Madoz era una empresa de seguros. Ignoro si también tenía una agencia de viajes. Se cumpliría así la famosa frase de Marx en su “Brumario”: la historia se repite dos veces: la primera en forma de tragedia, la segunda en forma de farsa.



(*) FONTANA, J. Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX. Ariel. 2ª Edición. Barcelona 1.975.

martes, 6 de abril de 2010

El bonometro

          Las inversiones, las infraestructuras que el Sector Público realiza siempre se hacen “para mejorar la calidad de vida del ciudadano”: si se construye una línea de AVE, si se abre una nueva estación de metro, o se dota de un parque o una guardería a un barrio, siempre se hace en pro de los habitantes de la zona, y especialmente, de los usuarios de esas instalaciones, que si son de carácter social (transporte público, ambulatorios, colegios...), habrán de ser los más desfavorecidos.

            Pero, ¿es esto realmente así? Prácticamente desde Adam Smith sabemos que cualquier infraestructura favorece, económicamente, al terrateniente o propietario del terreno, mediante un aumento del valor de sus bienes inmuebles.
            Pongamos el caso de un barrio de Madrid, donde, ahora, por vez primera llega el metro. Es un barrio humilde y seguramente los políticos nos venderán la idea de que, con la llegada del subterráneo, los habitantes del barrio tardarán menos en llegar a sus puestos de trabajo, podrán llegar al centro más rápidamente... Al poco tiempo empezaremos a ver en los anuncios por palabras que los alquileres en esa zona se ofrecerán ahora como “magníficamente comunicados”, “a sólo cinco minutos del centro”, “con todas las equipaciones”.... y si comparáramos estos anuncios con los de hace un año, también veríamos como las rentas que los propietarios exigen son mayores. A la hora de renovar los alquileres los dueños exigirán una renta mayor, porque el barrio ha aumentado de categoría y vivir allí debe pagarse más: los inquilinos que no puedan pagar esa nueva renta serán desplazados hacia barrios más marginales, a los que, todavía, no llega el metro.
            Otro tanto sucederá a la hora de vender esos pisos: la propiedad se cotiza más porque las dotaciones del barrio han mejorado: el que quiera vender ahora su piso se encuentra con que puede pedir más dinero por él porque está mejor comunicado. En la contraparte habrá gente que pensaba comprar un piso en esa zona pero que ahora ya no puede hacerlo porque se ha puesto “de moda”, demasiado cara.
          Todo ello, se ve, supone un beneficio para los propietarios de los inmuebles: ante cualquier infraestructura ellos son los primeros beneficiarios, antes que los usuarios, mediante un aumento del valor de su patrimonio. Como no son tontos ellos dirán que no, que los servicios se cobren al que va a usarlos, no a ellos que, en algunos casos no residen ni en el barrio, y en otros no usan tales infraestructuras.
            En conclusión: las infraestructuras deben hacerse, claro está, pero son los propietarios de los inmuebles “de alrededor” los que deben pagarlas. ¡Entérese Señora Presidenta! Y, en vez de subir el bonometro, pruebe a hacer pagar algo a los propietarios.