"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

lunes, 15 de marzo de 2010

El becerro de oro

         Si hubiera que buscar un icono del sistema capitalista-consumista, éste sería, sin duda, el motor de explosión. Difícilmente se encuentra una mercancía, el automóvil particular, que contenga, todos los valores éticos (y estéticos) del sistema: 

         La propiedad privada total, de uso y disfrute exclusivo de quién quiera y pueda comprarlo; el carácter de bien privado puro: rivalidad en el consumo y exclusión (si lo tengo, no lo tienes tú); el instrumento  por excelencia de ostentación social y económica (más grande, más potente, más caro), de degradación ecológica (agotamiento de reservas, contaminación, destrucción del medio ambiente con carreteras y autopistas) e individualismo (todos juntitos en caravana, pero dentro de nuestra burbuja, sin mezclarnos los unos con los otros). 

          El poder del lobby de la automoción es impresionante: desafío al lector a que encuentre un sólo medio escrito que no dedique semanalmente unas páginas o suplemento al "mundo del motor". Todo esto sin olvidar las ayudas públicas al sector, que se mantendrán hasta que de los pozos petrolíferos se extraiga la última gota de combustible. 

           El motor de explosión...¡Ése es nuestro dios!

           Pero faltaba un acto litúrgico que visibilizara nuestra comunión con esta mercancía: Afortunadamente llega la Formula 1, brindándonos los domingos (El día del señor) nuestra misa (bi) semanal a través del instrumento mediático por excelencia: la televisión. 

           El pasado domingo empezó el año litúrgico: organizado por una estructura corrupta (¿recuerdan Valencia?) formada por los más ricos del planeta (con un filonazi al frente). 

            En los salones de las casas y en los bares, todos los españolitos alentaban a un mercenario domiciliado en algún paraíso fiscal. Todo el país vibra ante el circo del "antideporte": un espectáculo contaminante y ruidoso en el que el esfuerzo lo hacen los motores y en el que se juntan envidias, venganzas, enfrentamientos y odios, por supuesto, dentro del mismo equipo. Y todo ello patrocinado por los grandes poderes económicos: bancos, tabacaleras, bebidas alcohólicas, fabricantes de coches... 

           En el día de la resaca, todos los medios llevan a portada la victoria del piloto fiscalmente ex-español y premio Príncipe de Asturias. Todos, sin excepción alguna: a los medios conservadores les conviene, a los medios progresistas... ¡pero si uno de ellos tiene los derechos de retransmisión! ¡Acabáramos!. 

            Y, al que se opone a este "circo de la Fórmula Uno", una ración de lo que mejor se sabe hacer en este país: ¡Antiespañol! ¡Hereje! ¡A por él! ¡A la hoguera!

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