"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

miércoles, 10 de febrero de 2010

¡Haz que parezca un accidente!

         Se nos pretende hacer creer que el mundo financiero (y el económico en general) no se mueve gracias a los hilos que manejan unos pocos. No sé que visión se puede tener de los mercados financieros pero, por un momento, cierra los ojos e imagínatelo: ¿a qué se parece más? ¿al rastro donde un montón de oferentes y demandantes rebuscan entre calcetines, calzoncillos, medias y tangas o a un circulo reducido de personas sudorosas, en un ambiente saturado de humo, jugando una partida de poker?. Si en tu imaginación los mercados financieros se parecen más al segundo escenario que al primero, está claro: eres un conspiranoico.

          Pero, pese a lo que digan, los mercados financerios siguen siendo un antro oscuro (formalmente aséptico e informatizado, eso sí) donde no se cumple ninguna de las reglas del mercado de competencia perfecta, a saber:

          En primer lugar no hay pluralidad de oferentes ni de demandantes: como otro día explicaré mediante determinados productos "de destrucción masiva" una única mano puede vender o comprar lo que no es suyo mediante contratos de opciones y futuros o mediante el préstamo de valores, consiguiendo, de esta forma alterar el precio de las cosas.
 
         En segundo lugar no hay transparencia en las trasacciones. A título de ejemplo ¿alguien sabe lo que es una venta de acciones "fuera del horario de mercado"?: la que se realiza cuando el mercado ha cerrado a un precio convenido entre las partes siempre que se trate de grandes paquetes de acciones y de grandes accionistas.

         En tercer lugar no existe información alguna de lo que se compra o se vende. De esto no hace falta poner ejemplo desconocido alguno, basta citar los paquetes financieros construidos con las hipotecas subprime y otras yerbas.

          Por último y a diferencia de lo que sucede en el "rastro" no hay ni rastro de policía (ni local, ni autonómica ni Guardia Civil) que vigile qué es lo que se vende y si la mercancía está o no averiada, o si, directamente, como en el "top manta" es ilegal.
 
         En este escenario, llamado por algunos "mercado de competencia perfecta", ¿es extraño que surgan contubernios, conchaveos, o directamente mafias que impongan su voluntad en el mercado y que decidan a quién hay que encumbrar o hundir? Si alguno todavía sigue cantando las excelencias de este tipo de mercados, le invito a que acuda a cualquier subasta pública de bienes en un juzgado y que descubra, de primera mano, las excelencias de la figura del "subastero".

          Así pues será conspiranoico, ingenuo o simplemente imbécil el que se atreva a denunciar cualquier asociación gangsteril de este tipo y se expondrá a ser ridiculizado por un periódico come el Financial Times, que, como sabemos, su capital social está íntegramente repartido, por partes iguales, entre todos los habitantes de las favelas de Rio de Janeiro, dirigido por un representante democráticamente elegido por los habitantes del Reino Unido, que se financia sólo con las aportaciones voluntarias que hacemos los ciudadanos europeos, y que, es obvio decirlo, no mantiene interés ni implicación alguna con el mundo financiero.

          Conspiración, conspiración... Pero si el primer conspiranoico de la historia fue aquel profeta tan venerado llamado Adam Smith cuando habló de "la mano invisible del mercado".

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