"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

domingo, 20 de junio de 2010

The answer, my friend, is blowin' in the wind

         Levanto la cabeza un momento de mis quehaceres “fin de curso” para dar dos pinceladas respecto qué mundo queremos, por lo menos el que suscribe este blog y alguno de los que, por los comentarios, se ve que están en la línea.

         Un sistema económico supone una forma de producir y una forma de distribuir (repartir) lo producido así que vamos por partes:
         ¿Qué modo de producir queremos? Teniendo en cuenta que en la producción interviene (y va a seguir interviniendo sea cual sea el sistema económico) capital y trabajo, y siendo éste último el que aporta valor a lo producido, lo que queremos es que el beneficio, ganancia o como se quiera denominar de la producción vaya al trabajador y no a remunerar al capital, más allá de su coste de reposición. Para esto ayuda mucho (de hecho es fundamental) que el propietario del capital no espere beneficio por su aportación al proceso productivo, para lo cual lo mejor es que pertenezca a todos, o por lo menos a los trabajadores. También es esencial para evitar el colapso que se produzca lo ecológico y socialmente necesario, por lo que sobre esas directrices debe dirigirse la producción.
         ¿Qué modo de distribución queremos? Uno que entregue los bienes y servicios a quién socialmente más lo necesite, no a quién tenga capacidad económica para comprarlos. No queremos que se destinen litros de leche para que un puñado de “pijas ricas” se laven los pies con ellos, sino que queremos que vayan a los niños que se mueren de hambre en el tercer mundo. Por eso el mercado no nos sirve: queremos un sistema social de distribución de bienes y servicios.
        Y sí... efectivamente... Eso que queremos tiene un nombre: SOCIALISMO.

miércoles, 16 de junio de 2010

Credit bang

          Aunque se explique mil veces, hay evidencias que siguen negándose otras tantas. El origen de esta crisis, como todas las del sistema capitalista, no está en ningún problema del crédito, sino en un exceso de producción: el capitalismo siempre “produce demasiado” y cuando el mercado no puede absorber tanto producto, hay que “achatarrar”, tirarlo, mal venderlo, o lo que sea, y de nuevo volver a empezar...

           El crédito (¡qué fluya el crédito!) no es la solución; es más, el crédito es parte del problema: ¿Por qué? Ahora lo veremos.
            La existencia de crédito (“poder prestar dinero alguien a alguien”) afecta a las dos caras de la economía, la producción y la distribución de bienes y servicios:

    • En la cara A del “elepé”, la producción, poder acudir al crédito tiene la ventaja de que puedes disponer de capital (ajeno) para producir bienes en mayor escala que si tuvieras que pagartelo tú solito con tus propios recursos. Si no existiera crédito, llamémoslo “crédito a la inversión”, no podría comprar más cabezas de ganado, otra planta secadora de tabaco, un camión más, un nuevo local para abrir una nueva tienda... Luego la existencia de crédito (capital que se traspasa de unas manos a otras buscando la mejor “postura” posible) contribuye enormemente a que la actividad de producción aumente, incluso por encima de los límites de absorción de mercancías por el mercado.

    • En la cara B del “elepé” de la economía, la distribución de bienes y servicios, la existencia del “crédito al consumo” permite al consumidor con su capacidad de compra derivada de sus rentas ya exhausta, levantar la cabeza, coger un poco de aire, y consumir un poco más. De esta forma la demanda de bienes y servicios aparece artificialmente “hinchada”, incluso en algún momento, por encima de lo que la economía puede producir.

           Pero “el dinero tiene miedo”. Como certeramente apunta Rosa Luxemburgo (una de las mejores estudiosas del papel del crédito en la economía) "abandona el intercambio allí donde éste sería aún indispensable y, apareciendo ineficaz e inútil allí donde sigue existiendo algún intercambio, reduce al mínimo la capacidad de consumo del mercado”.

         Y, agarrando el rábano por las hojas, todos los tontos del pueblo (Gobiernos, patronal y sindicatos) en busca del crédito perdido, como si de encontrarlo, todos nuestros males hubieran terminado. ¡Lo que hay que hacer para seguir negando el carácter consustancial al capitalismo de las crisis!

sábado, 12 de junio de 2010

Twin Peaks

         Entre los parecidos del blog de mi hermano (oilcrash) (*) y el mío, está la afirmación de que en algún momento futuro se producirá el colapso de la Humanidad: en el caso del “peak oil” o, en general del agotamiento de recursos, el colapso de la Sociedad se producirá por la falta de esos recursos, especialmente por la falta de recursos energéticos. En mi caso, el colapso que anuncio es el colapso económico de la Humanidad: el colapso del capitalismo.

           No sé cuál de los dos será primero. Como se ve en el blog hermano, al poderse cuantificar las reservas (o existencias) y los ritmos de consumo de los recursos, parece posible calcular cuándo pasará eso. En el caso del colapso del capitalismo (anunciado tiempo antes de que se empezara a utilizar de forma masiva el petroleo como fuente de energía) los cálculos temporales son mucho más difíciles. El capitalismo ha sufrido ya varias crisis y de ellas ha salido (en absoluto indemne) con “tuneados” más o menos profundos. Si ésta es o no la última, ya se verá: en cualquier caso, si no es ésta, será la siguiente, y si no la siguiente... Y si no, lo más seguro es que sobrevenga el colapso por falta de recursos. Igualmente, el sistema económico resultará inviable para la supervivencia del Ser Humano: A fin de cuentas a la víctima le es indiferente saber si fue el veneno, la cuerda, el candelabro, la pistola o el cuchillo lo que acabó con su vida.
              A la existencia de colapso en el horizonte, sea el que fuere, lo llamamos “condición objetiva”. Saber que nuestro futuro está amenazado no es suficiente: para que esto no ocurra, además, hay que hacer algo: se necesita una “condición subjetiva”: darnos cuenta de que el colapso está ahí y tomar las riendas para evitarlo.
              Y ahí reside el fracaso de ambos blogs: no hay condiciones subjetivas para cambiar el curso de los acontecimientos: en el caso del futuro sin petroleo, los sujetos de la sociedad que deberían acometer el cambio, están entre distraídos y optimistas con la idea de que ya inventarán algo los científicos que nos permita seguir con esta “vida del gocho” (comer y domir) que nos cascamos la burguesía occidental.
                Y en el caso mío, tampoco hay condiciones subjetivas: la publicidad (ese medio que, como dice Chomski, es el equivalente en democracia, a la violencia física en la dictadura) tiene adormecido al personal; los medios han adoctrinado a la gente en el pensamiento único: estamos ante el único sistema económico posible, que, además, es eterno, y para nosotros (el primer mundo) relleno de bienestar y satisfacción.
             Pero, aunque las condiciones subjetivas no se hayan desarrollado, la realidad (el colapso) está ahí, y es muy tozuda. Cuando llegue, será tarde para lamentar lo que no se ha hecho.


(*) O el de Quim nomorechollo)

jueves, 10 de junio de 2010

El salario del miedo

          Bajo la idea de que el blog (a diferencia de los mercados) se autorregula, soy reacio a recomentar las aportaciones de los lectores, para que no se convierta esto en “la Noria”, y porque muchas veces las contradicciones en las que incurren en sus planteamientos son tan notorias que cualquiera las puede detectar con la simple lectura del comentario (y no personalizo para evitar nuevas “huelgas de opinión” de quién, por otro lado, esta observación no va con él).

            Pero hay una opinión interesante (y equivocada) de un lector y empresario (rara combinación) que sí merece un comentario, toda vez que, en algún momento, iba a ser objeto de desarrollo en este blog: la pretendida subida de los salarios a lo largo de la historia, “incluso por encima del IPC”, lo que ya da una idea de la confusión entre lo monetario y lo real que tiene el autor.

            Aquí, por cierto, hablaremos de la evolución REAL de las rentas salariales.
          Voy a argumentar en tres órdenes: aplicando el sentido común, describiendo la teoría, y, finalmente, contrastando datos. Empezaré por el primer punto que, por escaso, es normalmente el más difícil de explicar.
           Lo que dicta el sentido común: Antonio, en su recontestación, precisamente aplica este sentido, tan extraño entre los mortales. Dice: “Cuando yo era niño lo típico era que trabajaba el padre y se pagaba la hipoteca y se vivía. Ahora, lo típico es que han de trabajar los dos y a ver si llegamos a fin de mes. Más claro retroceso del poder adquisitivo es difícil de encontrar...” y, efectivamente, “lo clava”; sólo le falta añadir que encima tienen jornadas laborales “por hache o por be” cada vez más largas, que marchan de casa a las siete u ocho de la mañana y que no regresan hasta las nueve de la noche: los más afortunados logran ver cinco o diez minutos a sus hijos. Esto no es una estampa dickensiana, es lo que sucede todos los días en cualquier gran urbe del mundo occidental.
         El club de fans de Abadía Retuerta(*) dirá que en el pecado llevan su penitencia porque si no se les antojara tener de todo y vivir a todo trapo no tendrían que trabajar tanto. Pero lo cierto es que el ser humano siempre aspira a vivir dentro de la sociedad que le rodea, de acuerdo con el desarrollo humano de esa sociedad. Evidentemente si fuera desnudo, viviera en la copa de un árbol y no tuviera necesidad de comunicarse, no necesitaría prácticamente trabajar, pero si quiere formar parte de una Sociedad con un elevado índice de desarrollo humano la cosa cambia. Y, para ello, tienen que trabajar los dos, tragar con jornadas maratonianas, renunciar a tener hijos... pues la alternativa es acabar saliendo en algún capítulo de “Callejeros”. Como en su día comentó el filósofo Santiago Alba Rico, acusar de egoísmo a los matrimonios que no han querido tener hijos o han tenido pocos es de una bajeza moral sin límites (además de cornudos, apaleados).
           Lo que dicta la teoría: el capitalismo, por definición, tiene que conseguir siempre vender más barato, para lo cual no le queda más remedio que producir cada vez más barato (¡Qué bien!, diría Hank). Para producir cada vez más barato no hay más remedio que “abaratar” las “máquinas y los obreros” (para simplificar), que es lo que se emplea en la producción (las mercancías que entran al proceso productivo ya fueron fabricadas antes por máquinas y personas). En ambos casos (“maquinas y obreros”) el abaratamiento se puede hacer o comprándolos más barato o “estrujándolos” más. En concreto y por lo que se refiere a las máquinas, los avances tecnológicos son aliados del capitalismo (pero no en el sentido que piensas con la “chuminez” de tu Ipad) que permite inventar máquinas que producen más unidades por hora, con menor consumo energético, con mayor vida útil...
           Por lo que respecta a las “personas” (sí, sí, los trabajadores también son personas), que además son obreros, la forma de abaratar es también la misma: o consigo que hagan más cosas por unidad de tiempo que las que hacían antes o les pago menos cada día. Y en este dilema estamos, porque un “aumento de productividad”, palabra tan bonitamente empleada por las fuerzas conservadoras (declaradas o vergonzantes como nuestro gobierno) implica NECESARIAMENTE una reducción del precio del trabajo, vulgo “salario”. Otra cosa es que el obrero no lo note, o incluso lo agradezca, porque si le dan un PC y una hoja excel, y si sabe usarla, podrá sumar muchas más cantidades que “a mano” y con menor esfuerzo físico e intelectual. Pero el resultado final es que, recibiendo el mismo sueldo y haciendo ahora muchas más sumas, su retribución por unidad de producto (cada suma) ha bajado: vamos que hace el trabajo que antes hacían dos, por el precio de uno.
            Este ejemplo es especialmente bueno porque permite hacer una disgresión sobre “el aumento de la productividad” tema tan manido. En primer lugar se ve que para que ese fenómeno se produzca se necesita de una combinación de factores humanos y materiales: en primer lugar el capitalista ha tenido que comprar y poner a disposición del obrero un PC, después ha tenido que enseñarle el manejo. Finalmente una vez que ya se desenvuelve con la hoja de cálculo, despedirá al otro empleado que hacía las sumas, pues ya es suficiente con uno.
             Si el capitalista, en lugar de invertir en esos medios, siguiera manteniendo el cálculo de sumas “como siempre” la empresa acabaría cerrando por no poder afrontar la competencia de otras empresas que sí invirtieron en el proceso de modernización tecnológica: como consecuencia los dos obreros al paro. Luego el incremento de productividad es malo para el paro, pero la pérdida de productividad es todavía peor. Así se mueve la clase trabajadora en el capitalismo, siempre debatiéndose entre lo malo y lo peor.
             Existe una última alternativa, que podríamos llamar “a la española”: consiste en seguir con papel y boli haciendo sumas y, ADEMÁS, rebajar el sueldo a los “sumadores” para compensar el mayor coste por unidad (“cada suma”) de esta empresa de cálculo frente a sus competidoras.
           La opción de comprar el PC e instruir al trabajador y la de rebajar el sueldo y seguir “a mano”, son, en realidad equivalentes: en el primer caso el obrero adiestrado produce el doble por el mismo sueldo; en el segundo caso los dos trabajadores producen lo que uno adiestrado y en consecuencia cobran la mitad que antes. Esto se debe a que el tiempo medio empleado por unidad de producto (“suma” en este caso) y lo que el capitalista retribuye (a coste de reproducción de la fuerza laboral, nunca por su valor) es el tiempo medio empleado en una tarea, que, al haber disminuido, se paga menos. Así y sólo así funciona el capitalismo y, como a la vista salta, no hay posibilidad alguna de que las retribuciones a los trabajadores suban “por razón de la mayor productividad”. Es triste pero es así: la culpa es del proceso de producción de bienes y servicios capitalista. “Es el capitalismo, estúpido” habría que decir.
            ¿Por qué, pese a todo, pudieran subir las rentas salariales? Porque el coste de reproducción de la fuerza del trabajo no es el mismo en los trabajadores que sólo sirven para tirar de un carro, que en los que te operan los ojos con cirugía laser: en el primer caso con un poco de alfalfa y orujo está el asunto despachado; en el segundo se necesita más cuidado para que no se estropeen: hay que echarles de comer tortillas deconstruidas o platitos de ibéricos; tendrán que leer el "Marie Claire" y hacer que parezcan más finos e interesantes para que no se depriman y se corten las venas: manicura, depilación integral, "burberrys " y "lacostes", a poder ser con la banderita de España en las costuras de los cuellos y mangas... Además son menos en número, algo ha costado formarles y que ahora se pierdan es como si se muriera “Fifí”. ¡Da una penita!

                Lo que dictan los datos: Bueno, vamos a ver si se cumple la teoría según la cuál las rentas salariales no pueden crecer en el capitalismo, o si lo hacen, nada tiene que ver con la productividad. Si miramos los “Employment outlook” de la OCDE, por ejemplo el de 2.007(**), vemos que en los países de la OCDE los salarios subieron una media anual del 1,8% entre 1.995 y 2.005 y del 0,7% en los cinco últimos años del periodo analizado, muy por debajo de la inflación en esa zona en ese periodo (***).

            Por si los lectores liberales no se han percatado, existe una falsa contraargumentación, articulada por ese gran sabio neoliberal, que en El País del 22 de julio de 2.007, la expone de la siguiente manera: "Si hay un padre que trabaja y gana 2.000 euros y su hijo está en paro, el salario medio en la familia es de 2.000 euros. Si su hijo empieza a trabajar y cobra 1.000 euros, el salario medio pierde una cuarta parte. Por tanto, una bajada en el salario medio es claramente compatible con un aumento de la renta general"(****)

          Pues precisamente eso, Perico: aunque el porcentaje de las rentas salariales aumenta en tu “renta general” también se está produciendo un ajuste a la baja de las rentas salariales por virtud del cuál los nuevos obreros entran “a precios de mercado de la fuerza de trabajo”, es decir, pagados, en el mejor de los casos, como mil euristas: los trabajadores antiguos perviven algo mejor pagados porque, a diferencia del caso de los “fabricantes de sumas” que vimos antes, el empresario no puede bajarles el sueldo: pero sí puede cerrar la empresa y abrir otra y recontratarles a mitad de precio, o puede esperar a que se jubilen y coger a “guajes” a mitad de precio, o esperar a que el Gobierno le facilite el despido de los que tiene... o cualquier cosa, antes de comprar un PC, un excel y darles la formación...
           En cualquier caso, los datos son tozudos: los salarios, aquí y en la China Popular, están ligados en sentido INVERSO (inverso, sí, Hank, inverso) a la productividad mundial (la de todos los países y ramas de actividad): cuánto mayor sea, menos cobraremos los trabajadores; así es de paradójico el sistema económico que defiendes.

(*) El chiste se me ha ocurrido ahora. No sé si me lo ha inspirado su ojo con los problemas reales de la economía o los vapores etílicos con los que parece que se inspira. ¡Eso sí, buen vino, de Ribera!
(**) No voy a revelar los trucos tipo “rincón del vago” de este blog.
(***) En España los salarios descendieron un promedio anual de -0,5% durante el primer período y de - 0.3% durante el segundo período y siguen haciéndolo en posteriores informes a pesar de este Gobierno “tan” socialista.
(****) Si este es el listo, ¿qué podemos esperar de la tonta?

miércoles, 9 de junio de 2010

Gruyère

         En Alemania, otro gobierno conservador, como el nuestro, anuncia un recorte de gasto social desconocido en la Historia del esa República Federal. El mar desatado del liberalismo golpea contra los pilares del Estado de Bienestar en toda Europa(*), cuyo derrumbe ya sólo es cuestión de tiempo. 

         Abandonada la ruta hacia el socialismo, la socialdemocracia y los sindicatos habían quedado relegados a un papel pasivo pero igualmente importante: el de diques de contención de la marea capitalista. Despojadas del carácter de fuerzas revolucionarias, asumían un papel defensivo, de mantenimiento de las conquistas sociales. Ahora está en juego la resistencia al esfuerzo de los materiales con los que están hechos.
          En el Estado germánico el Partido Socialdemocrata y los sindicatos han anunciado movilizaciones contra el plan de la "Thatcher teutona". Veremos de qué material están construidos aquellos diques de contención. Y recemos para que no estén hechos con la misma pasta que los sindicatos y partidos socialistas de aquí, porque, de lo contrario, la inundación de injusticia y miseria que va a anegar al continente será histórica.

(*) Mientras tanto en EE.UU. se aprueba un programa de gasto social sanitario, insuficiente pero desconocido en esas latitudes (o más propiamente longitudes).

martes, 8 de junio de 2010

Citizen K. y el paro. Episodio 10

          El regreso de Ciudadano K. Después del “éxito” de la implantación de internet en Chiquitistán no fue el esperado: efectivamente tuvo un ascenso, un ascenso por las escaleras de la sede del INEM de su barrio. Ahora ya estaba la parejita completa en el paro.

          - “Una persona con mi capacidad y conocimientos, enseguida encuentra un nuevo empleo” pensó K. “El mercado laboral, como todos se autorregula, otros lo pasarán mal porque son unos vagos e inútiles, pero yo, yo, yo...
            - “Mejor será que tramites la prestación por desempleo, por si acaso”, le dijo su mujer, “Mírame a mí, también era una “supermegadiseñadora divina de la muerte” y aquí me tienes, ya casi seis meses y muerta de asco”.
             Ciudadano K. Presentó currícula, movió hilos, acudió a entrevistas, pero nada...¿Cómo podía ser eso? Un día K. mientras estaba leyendo “El Mundo”, la respuesta llegó a sus ojos: ¡Claro!, ¡Las rigideces del mercado laboral!: seguramente si se rebajara el coste del despido, los costes laborales, se crearía empleo: es que el patrón no contrata gente porque es muy caro.
           El Gobierno de travestis ideológicos que dirigía el país de K. acabó por secundar esas propuestas: por Decreto se plegó a los mandatos de la patronal... pero nada, K. seguía sin encontrar empleo.
           - “Mira, querido lameculos del patrón mío”, dijo su economista de cabecera, “El paro, al igual que la inflación o el desequilibrio son fenómenos normales en la economía de mercado. Incluso, algún “compi” mío diría que son fenómenos deseados por el mercado, que encuentra, con el paro, un ejército de reserva de trabajadores que permiten al empresario encontrar mano de obra más barata. Incluso sin llegar tan lejos, creo que comprenderás que los “recursos humanos", como todos los recursos se emplearán si se necesitan. Por cierto ¿quieres una “supermegaconsola3000” por mil euros?"
         - “No, deja, con una ya tengo bastante”, contestó K. recordando el amargo episodio de la maquinita.
           - “Pues lo mismo sucede con cualquier fábrica, tienda, negocio... Lo que no se necesita no se compra, por más que se flexibilice el empleo o, en el caso de bienes de inversión, bajen los tipos de interés. Si un camionero tiene su camión parado la mitad de los días, no creo que quiera comprar un segundo camión para que esté en el garaje los días pares y los impares también. Por esa misma razón, la peluquera que está media mañana leyendo el “¡qué me dices!”, no va a contratar una ayudante, aunque la pueda despedir sin indemnización”. Esto es lo que sucede justamente en épocas de crisis: la producción no se vende, en consecuencia no se produce y si no se produce no se necesitan medios de producción: paro de máquinas y ¡ay! de personas”.
              - “Pero los que sobran en un sector podrían pasar a otro...
            - “¡Ah ya! Lo de los cañones y la mantequilla, la frontera de las posibilidades producción, las relaciones de sustitución... ¡Qué bien quedan en las pizarras de las Facultades!¡Qué poquito se parece a la realidad!¿Tú has visto convertir una granja de cerdos en un parador de turismo?¿a un albañil de cincuenta años en un pastelero?¿Puede Ferrán Adriá acabar remendando zapatos? En el mundo real los factores de producción no se transmutan por arte de magia en lo que nos interesa, es más no se transmutan en absoluto: “si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta”, como ya ves, es cosa de los cuentos de hadas”.

             Valorando sus opciones “de empleabilidad” K. calculó que, en este país puesto que para lo único que había trabajo era para la hostelería y la construcción, realizó unos cursillos sobre lo primero y, esta vez, sí, encontró empleo: como cocinero en un Mac Donalds (vamos un “McJob”). Al menos estaba en una empresa “de los suyos”, de los que mandan en el mundo.

lunes, 7 de junio de 2010

Kunta Kinte

        Un esclavo y un trabajador asalariado se parecen en una cosa y se diferencian también en otra: ¿la libertad? Veremos. 

           ¿En qué se parecen? En que ambos dependen de su persona, de su fuerza de trabajo para sobrevivir. Sin ella se convierten en objetos sin valor, y son "apiolados" sin piedad: en un caso por el amo mediante un tiro de escopeta, en el segundo, muriéndose de hambre (para evitar eso se conquistó el Estado de Bienestar).
         ¿En que se diferencian?¿En la libertad? No, no: hay algo mucho más evidente. El esclavo, al ser propiedad del amo, se le cuida para que sea útil, con independencia de que en ese momento se precise de su trabajo. Se procede al igual que con un caballo: se le da de comer todos los días, se le limpia, cepilla... y, sin embargo, sólo es montado algunos días, a capricho del amo. El resto del tiempo no se le "licencia", ni se le dice que "se busque la vida". Justo lo contrario de lo que sucede con el trabajador asalariado: sólo se le contrata mientras hay necesidad de su trabajo: si no hay necesidad de él, simplemente se le manda a casita, para que coma "de las que rugen", que dicen en los pueblos de Castilla.
              Por eso no sorprendió el hecho de que, abolida la esclavitud en los Estados Unidos, las condiciones de vida de los ciudadanos (la plena ciudadanía tardaría todavía siglos en llegar) de raza negra descendieron dramáticamente: aumentó la mortandad infantil, los supuestos de desnutrición, enfermedades... Así se documenta en "El Capital", aunque conviene recordar a los lectores más ignorantes que eso no quiere decir que su autor añore los tiempos de esclavitud o proponga un retorno a esa época, "felizmente superada", como explica el propio Marx: lo que sucede es que el amo trataba mejor al esclavo, que el patrón(*) al trabajador. Esto sigue siendo así porque el capitalista se despreocupa (y así debe ser para que todo funciona) de los medios de producción que no necesita. ¿o es que acaso es él el guardián de su hermano?: de la misma manera que al vendedor de helados le trae "al pairo", para su negocio, lo que pase con el algodón o las reservas de lignito, al capitalista le trae sin cuidado el destino de la mano de obra que no emplea.

               Como veremos en un futuro capítulo del culebrón "citizen K." esa situación es también un fallo de mercado: el paro (no sólo de personas, también de otro tipo de recursos) y sólo se corrige mediante conquistas sociales (jubilaciones, prestaciones por desempleo) que ahora, al menos en nuestro país, están amenazadas por quiénes nos gobiernan.
            ¿Y la libertad?¿dónde queda la libertad del trabajador asalariado?: muy sencillo, en que si tocas el botón con el número 5 ves "telecinco" y si pulsas el 6 ves "la sexta".

        
      (*) Amo, patrón, pastor, señor... son sinónimos: "El señor es mi pastor /aquel señor/ el del bigote" dice una estrofa de una canción de ese grupo que tanto gusta al lehendakari: convendría que le entraran algunas de sus ideas en la cabeza, aunque sea empezando por donde dice uno de sus más conocidos trabajos.

viernes, 4 de junio de 2010

Corpus Christi

          No hay futuro para la Humanidad fuera del socialismo, o sea, compartir los bienes de la tierra y los frutos del trabajo humano. El socialismo es la única manera de crear un marco civilizatorio verdaderamente humano, digno y feliz.

jueves, 3 de junio de 2010

Citizen K. y la selección adversa. Episodio 9

          La oportunidad de un ascenso para Ciudadano K. por fin había llegado. Su empresa necesitaba un responsable para emprender el negocio de internet en la República de Chiquitistán. K daba el perfil: “teleco”, responsable, con experiencia en la empresa y disponibilidad para viajar, ahora que, con la crisis, su mujer estaba insoportable.

       - “En Chiquitistán están muy atrasados. Queremos ser la primera empresa que preste el servicio de conexión a internet por banda ancha a sus ciudadanos. Necesitamos que te encargues de todo: instalaciones, política de precios... Te espera un buen ascenso si lo haces bien. Ya hablaremos”.

          Tenemos ya instalado a K. en un hotel de la capital de ese país hasta hace poco desconocido para él (y para nosotros), dando instrucciones a su equipo:

          - “La idea es empezar con un precio adecuado al nivel de renta de este país: ¿Qué tal 15 rials?

          El precio parecía el adecuado: los clientes empezaron a llegar. Los informes técnicos no eran tan favorables:

         - “Ahora que tienen internet todo el día, muchos clientes dejan el ordenador conectado permanentemente, y eso nos está consumiendo bastante ancho de banda”.

         - "Entonces subiremos el precio. Desde mañana 30 rials al mes, nuevo precio".

        Con la subida de las tarifas algunos clientes se dieron de baja, pero a cambio vinieron otros: “lo comido por lo servido” pensó K., “incluso aunque haya menos, si pagan más, mejor, podremos ofrecerles un internet de calidad"
 
      El siguiente informe técnico tampoco era muy gratificante: el ancho de banda estaba más saturado porque ahora los clientes habían descubierto el “P2P” y le daban todo el día a la mula cuando no al torrent. Nuevas inversiones para mantener el servicio y nuevos precios: 100 rials al mes, para compensar el mayor uso.

           Con esta nueva política la mayoría de clientes abandonaron el servicio. Los que quedaban instalaron torres de ordenadores para aprovechar el ancho de banda: el pirateo al que se dedicaban estos clientes ya no era “para uso particular” sino para grabar y vender en el top manta. Esto desencadenó una nueva maniobra de K. Para subir los precios y compensar las nuevas inversiones: y así en una carrera hacia el infinito los precios de la conexión pasaron de 100 a 1.000, de 1.000 a 10.000 rials... hasta que sólo quedó como cliente una banda internacional de gangsters que suministraba películas pirateadas a todo el resto del Universo universal.

       - "¿Por qué me pasa esto a mí?", preguntó K. "¡Yo sólo he aplicado las reglas del mercado! He subido los precios para asegurar el beneficio y siempre he contado con clientes dispuestos a pagar el precio, y sin embargo ahora me veo con un montón de inversiones, un solo cliente y dudo que el proyecto sea rentable..."

         De nuevo su economista de la guarda, le dio su explicación:

         - “Mira, tontín, lo que te está ocurriendo es un fallo de mercado, denominado “selección adversa”. A estas alturas te debes estar dando cuenta de que el mercado presenta tantos fallos que casi va a ser mejor tirarlo a la basura...”

      . “¿Y en que consiste eso de la “selección adversa”?”, dijo K., más que nada por curiosidad.

         - “A ver K. ¿Tú te harías un seguro por el riesgo de ser atacado por un león? Seguramente, salvo que seas domador en un circo, me dirías que no. La aseguradora se encuentra con que el colectivo interesado presenta un mayor riesgo que la universalidad de personas a las que va dirigido. Esto la empuja a subir el precio del seguro, pues seguramente va a tener que pagar más indemnizaciones respecto a las primas que si todos hubiéramos suscrito ese seguro. Inmediatamente después los domadores que actúan diligentemente y que no han tenido un accidente en su vida, verán que no les compensa seguir pagando un seguro y dejarán de hacerlo. No así los domadores  temerarios, negligentes y, especialmente, los domadores borrachos: estos seguirán pagando el seguro. Aumentarán las indemnizaciones y la compañía tendrá que subir las primas... y así en una espiral irresistible hasta que el último asegurado sea Ángel Cristo...

         - “Pues lo tienen claro, porque Ángel Cristo creo que ya falleció... Yo por lo menos tengo a mis únicos clientes, los del “gang del chicharrón”..."

            En ese momento desde el hotel se oyeron la sirenas de varios furgones de policía: dentro iba toda la clientela de Ciudadano K.

miércoles, 2 de junio de 2010

Golem

          Casi me da un patatús hace dos años, cuando, en la fiesta de la patrona del Colegio de Abogados, el orador invitado, una de las pocas personas que ha tenido el honor de pasar por los tres poderes clásicos del Estado Constitucional, se despachó con una frase del tenor de "El Estado es un invento creado para garantizar los derechos de los ciudadanos": ni siquiera se molestó en disimular con "El Estado de Derecho" (risas), "El Estado Democrático" (más risas) o "El Estado Social y Democrático de Derecho" (¡jua!,¡jua!,¡jua!)... No, no; simplemente dijo "El Estado" y se quedó tan ancho. 

             El pobre y peligroso ignorante tal vez no vaya tan desencaminado: El Estado efectivamente es un invento (un invento relativamente moderno) creado para garantizar los intereses de ciertos ciudadanos: he ahí la "pequeña" diferencia. Mediante el Estado estos ciudadanos e intereses, desde la atalaya del gobierno del que inmediatamente se apoderan, se protegen de ataques interiores mediante la policía y de ataques exteriores mediante el ejército. Y todo esto lo realizan en un periodo de tiempo que para muchos empieza en el siglo XV, para otros en el XX y para algunos todavía no ha empezado.
             Como las bandas mafiosas, al principio se pelean unos con otros para repartirse los barrios. Una vez que el negocio está repartido, vienen los conchabeos, pero siempre con una mano en la pistola: al final la banda más fuerte se impone y, o bien se queda con toda la ciudad, o bien exige tributo a las bandas menores, que continúan operando como una sucursal del "big brother".
         Una de estas bandas que hoy llamamos Estado, se formó terminada la Segunda Guerra Mundial, basada en una idea que debería ser motivo de reflexión: los pueblos o naciones sin Estado son machacados sistemáticamente por los Estados "en presencia" (como gustan decir los internacionalistas, "de derecho", aclaro), "ergo" si un pueblo alcanza la condición de Estado, sus problemas de supervivencia se acabarán. Y puede ser cierto, pero como Fausto, vender el alma al diablo tiene su precio: acabar siendo como uno de ellos.

martes, 1 de junio de 2010

La abadía del crimen

       ¡Queridísimos hermanos! ¡Pecadores! ¡La avaricia os ha corrompido!(*)¡Arrepentíos! Quisisteis vivir por encima de vuestras posibilidades y ahora recibís el castigo divino. No os contentasteis con vuestras comidas humildes, su cocidito diario, sus croquetitas, sus espinas rebozadas... y, en cuanto pudisteis exigisteis chuletillas de lechazo, solomillo, foie... Incluso en vuestra osadía dejasteis de cocinar y os fuisteis a comer a restaurantes, a quitarnos el sitio a nosotros. ¡Sobretodo vosotras, mujeres, abandonando el hogar, para irse a trabajar fuera como pendones!¡Qué aprendan de mí! Ahí estoy, tan pancho, en San Quirico, tocándome los cojones, mientras mi querida esposa dirige al servicio: ¡Eso es una buena ama de casa!

         ¡Qué pronto os cansasteis del ganchillo, de las agujas de punto, de los patrones del Burda y del Telva, del pingüin esmeralda...! ¡Claro! los señoritos querían comprar ropa en las tiendas, ¡y de marca! Y cada año una chaqueta, ¿dónde se ha visto?¿Y los remiendos? ¿qué ha pasado con las rodilleras y las coderas?¿y los quioscos donde junto a las novelitas de Corín Tellado y de Lafuente Estefanía, también se cogían puntos a las medias?¿Y ese sonido tan hermoso del hogar con el ruido de la aguja de la Singer y el ronroneo de la correa que une rueda y pedal? ¡Todo a tomar vientos! Mi sastre se va a jubilar y ahora no sé que haré sin un batallón de modistillas dispuestas a "coser para afuera". ¡El acabose!
             ¡Cómo esto, todo! Parecía que os había hecho la boca un fraile. Y los pobres empresarios fabricando cosas inútiles sólo para colmar vuestro insaciable apetito. Y como no os alcanzaba el sueldo y nosotros para vicios no damos pero sí prestamos, nos vimos obligados a dejaros parte de nuestro dinero, que, con sus intereses, ahora os hacéis los remolones para devolverlo, violando el sacrosanto principio de la propiedad privada.
            Y a los señoritos no les bastaba con esas inocentes diversiones y entretenimientos tan baratos y entrañables: echar la partida en el bar, la quiniela, seguir los partidos por la radio, emperifollarse y salir de paseo las tardes de los jueves y domingos, si acaso comprar un barquillo. ¡No, hombre, no! Había que ponerse a viajar, sin ton ni son, como pollo sin cabeza. ¡Y cuánto más lejos mejor! Antes, si hacía calor, la gente como vosotros se iba a refrescar al Jarama, no a Cancún. Todavía recuerdo cuando viajé por primera vez a los Estados Unidos, en 1.957, cuando tratábamos de poner en marcha ese gran proyecto, el IESE. Entonces, amigos míos, se viajaba por algo: ¡Y no viajaba cualquiera, por supuesto! Sólo viajábamos la gente importante ¡Éramos petirrojos que volábamos de un lado a otro para volver al final siempre a casa, aunque fuera con restos de carmín en los cuellos de las camisas! Ahora, ni en Bussiness nos abandona ese olor a tufo del turista en chanclas que va atrás en los aviones, como ganado.
            ¡Y venga lavadoras, y lavaplatos, y termomixes y microondas! No entiendo para que queréis todos esos tratos inútiles. Cuando era pequeño la "Sofi" (como cariñosamente la llamábamos en casa) se encargaba de todo eso, y todo lo hacía a mano. Y no se la caían los anillos: es más lo hacía agradecida, y no creo que fuera porque la dejáramos el jueves tarde libre, o porque la pagáramos unas pesetillas, ¡Qué va! Lo hacía por amor.
            Y ahora ¿qué pasa? La "Sofi" ya se jubiló y tambien la "Juli", "Enriqueta" y su hija, la "Juani" un poco retrasada ella, pero siempre dispuesta a dejar los suelos de San Quirico como los chorros del oro. ¡Qué vida le hubiera esperado a esa desgracida si no la hubiéramos acogido en nuestra familia como una más! Y ahora, ¿qué? Ni en San Quirico se encuentra otra cosa que hispanas o rusas para atender un hogar tan modesto como el mío. ¡Claro! ¡Como ya no os apetece trabajar, desecháis esos empleos, tan gratificantes, tan entrañables, trabajos de día y noche, en los que la retribución es lo de menos!¡Ahora todo el mundo quiere ganar dinero, ser empresario, ser rico...!
              De las escuelas mejor ni hablar: se ha perdido la disciplina, el respeto a la autoridad, al profesor... ¡qué digo al profesor, al "maestro" que ese es el término que mejor define tan sagrada profesión! Siempre atento con la regla, o con una vara recogida del campo en primavera, todavía recuerdo a Don Mateo: a la mínima distracción un capón, un tirón de orejas, o un varazo bien dado, nos devolvía al maravilloso mundo del esfuerzo y del estudio. Del estudio del latín, del catecismo, de la F.E.N., de la lista de los reyes godos y de esas cosas, que son las que verdaderamente importan. Y mis hermanas, ¡qué bordados!¡qué bien cantaban villancicos en Navidad, tocaban el piano cuando había visita y cómo arreglaban los ramos de florecillas en el mes de mayo! Todo ese encanto femenino se lo han cargado hoy la Pajín, la Aido y otras golfas como ellas.
          Poco a poco, nos íbamos preparando para la Universidad, una universidad en la que no entraba cualquiera, como ahora: ¡Qué va! Aún recuerdo la primera promoción que con orgullo apadriné en mi querido IESE: todos chicos espabilados, grandes emprendedores, con apellidos compuestos, dos o tres Grandes de España: la genética victoriosa de una raza sublime: la española.

         Y todo ese mundo de hadas, con vuestros vicios, con el consumo desenfrenado, con el querer ser más que los demás, os lo habéis cargado. ¡Os creíais los reyes del mambo! Pero no visteis, cegados por vuestra incultura y desenfreno, que éste es un país pobre, y que sólo podemos vivir bien tres o cuatro. Os lo digo en todos mis libros, en tono cariñoso, amable, sentado sonriente en mi sofá (como Risto Meijide) con mi fiel amigo al lado: sin crispación, porque no soy un radical y porque en la Obra pensamos que es mejor la persuasión que la violencia. Pero cómo no aprendéis, y sobretodo no queréis volver a este Edén que era vuestra patria, hemos tenido que llamar a los mercados, para que os lo expliquen de otro modo.

(*) Diría que "la avaricia te vicia" pero la empresa del eslogan no me paga por ello.