"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

viernes, 10 de agosto de 2012

¿Hay alternativas? y IV


¿Hay alternativas ideológicas?

        Llegamos a la “crème de la crème” de la superestructura: la ideología. ¿Hay alguna ideología distinta de la ideología dominante? “Ecoooooooooo, eco, eco, eco”. Yo, desde luego, no oigo ninguna: todo vacío a mi alrededor.

         Como hemos visto en capítulos anteriores de la serie, no hay espacio tanta “alternativa”: de hecho, el que existan una, diez, cien, mil alternativas ya demuestra que ninguna de ellas es alternativa, sino una demostración mas (¡y van...!) del individualismo capitalista en la que cada hombre tiene una ideología propia, personal y que, casualmente, todas ellas, tan distintas, se parecen las unas a las otras como gotas de agua, si hacemos abstracción del piercing, el slogan de la camiseta y la longitud del cabello.

              Es hora de rescatar la idea de que a una ideología dominante (y a un sistema económico, y a un modelo productivo) le corresponde UNA ÚNICA ALTERNATIVA, no cientos: el juego ideológico y filosófico no es la “pocha”, es el ajedrez. Así que ya se sabe, “blancas o negras”: ni siquiera hay sitio para el tinto de verano.

           La ideología dominante es la que, en cada momento, corresponde (emana) del sistema económico dominante: en este caso del capitalismo. La ideología que ahora impera es la del individualismo, la falsa idea de libertad, la falta de respeto a los derechos humanos y el paripé de democracia representativa. Como corolario de todo esto cada uno puede hacer lo que quiera siempre que no perjudique al otro, falacia discutible tanto en lo abstracto (a veces hay que hacer cosas que perjudican a los demás como “ahostiar” al rico Epulón para que pueda comer Lázaro) como en lo concreto (no rige para todos), uno se tiene que desnudar en un aeropuerto a cambio de dormir tranquilo sin que nadie tire la puerta de su casa (salvo que exista peligro contra la seguridad nacional) y se considera cumplido el deber y derecho democrático votando cada cuatro años a uno de los dos candidatos impuestos por el régimen estatal que te corresponde.

          Si es cierto que los partidos encauzan las ideologías, entonces ya tenemos la prueba del 9 de que no hay ideología, pues todos, absolutamente todos los partidos “en presencia” rezuman la misma ideología: la del sostenimiento del modelo (económico, político, social) existente. Para muestra un botón: el pasado domingo “El País” publicaba una encuesta en la que se trasluce algo que “en la calle” se ve claro: el desencanto de la ciudadanía con sus “sacerdotes políticos”: dan la espalda a los partidos “de gobierno” pero tampoco parecen caer en el regazo del resto de los partidos: ¿por qué? Porque no los ven como alternativa alguna: el sectarismo de IU, preocupada no de aumentar sus bases coqueteando con sectores de izquierdas sino de acreditar el pedigrí del más antiguo militante para, cuando se llegue a la tierra prometida, (en Extremadura parece que ya se ha llegado) repartir la mejor parcelita de terreno que haya a los “fieles del primer momento”, acredita que se ha convertido en una pieza más de un sistema. Y así todo...

          ¡Hay alternativas!¿Hay alternativas? Esto es como las meigas: nadie las ha visto, pero ¡Haberlas, haylas! El consuelo que me queda es que, a lo mejor, no las estamos buscando en el lugar correcto. A lo mejor si miráramos hacia Latinoamérica...


P.D. Me voy de vacaciones, a disfrutar de las últimas de 24 días hábiles. El año que viene o no habrá días o no habrá dinero con qué disfrutarlas... ¡O las dos cosas a la vez!

martes, 7 de agosto de 2012

¿Hay alternativas? III


¿Hay alternativas institucionales?

           Las “institutio” romanas, las instituciones por las que nos regimos, nos comportamos, nos relacionamos: el derecho, los órganos de dirección política, la Unión Europea, el euro (en su faceta jurídica), los Tratados, El Congreso, la Monarquía, La Iglesia... Toda esta superestructura (tejado) sobre la que los movimientos alternativos han decidido que es por dónde empezar a actuar.

    El capitalismo nos deja, como subproducto, probablemente necesario para su supervivencia, pero, como el aparato excretor, formalmente aborrecido, los Estados, la democracia representativa, las elecciones, el derecho, la propiedad privada... Alguna de estas cosas no son propiamente inventos del capitalismo pero el propio capitalismo los ha readaptado para su siniestro juego.

       ¡Algo huele a podrido en el sistema! Eliminemos lo podrido, la manzana “pocha”, la oveja negra, el garbanzo del mismo color y todo volverá a funcionar bien, incluso mejor: los ciudadanos seremos, en verdad, dueños de nuestras instituciones y de quién nos dirigen y así podemos conducir a la sociedad hacia un mañana de paz y de progreso (limitado, probablemente, por las fronteras de mi estado, nación, nacionalidad, barrio o comunidad de vecinos).

         El infantilismo que subyace a esta postura o es bienintencionado o está directamente a sueldo de vergonzosos intereses. Nada desea más el capital que empecemos la casa por el tejado, a ser posible discutiendo sobre si la Moncloa debería tener visillos o bastan con las cortinas de láminas de oficina. Nada le gusta más a este sistema asqueroso que andemos pendientes de limpiar sus cacas (o, al menos adecentarlas para que parezcan rubíes) sin cuestionarnos por qué ese inmenso culo nos caga encima.

          Las Instituciones capitalistas propias o adaptadas no son útiles para una sociedad no capitalista, al menos como están: en algunos casos necesitarán transformación, en otros casos directamente tendrán que ir a la basura sin reciclado posible: el invento de los Estados es la primera de estas cosas que no tienen arreglo se mire por donde se mire y que sólo sirve para excitar las más bajas pasiones, encender los ánimos y encabronar al personal. Detrás, y sin posibilidad de arreglo, se sitúa el derecho a la propiedad privada, el derecho laboral y el mercantil... Algunas cosas, como esta mierda de democracia que padecemos podrá ser aprovechada, pero haciendo un tuneo digno de cierto programa de la MTV.

         La cuestión es por dónde empezar. ¿Por el tejado?¿por las cacerías del rey?¿por la república? Tengo para mí que los empresarios cavernícolas españoles van a seguir exprimiendo a sus “conciudadanos” (con los que comparten colorete rojo y amarillo comprado en los chinos en los eventos deportivos) con Borbón, con Austria o con la república, luego parece que hay que “picar más abajo”: y, efectivamente, hay que picar más abajo para sanear la cloaca: hay que picar en la entraña del capitalismo, sea este catalán, madrileño, parisién o neoyorquino.

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Hay alternativas? II


¿Hay alternativas en lo financiero?

         Lo “financiero” es una parte de lo económico, es el sistema circulatorio de la economía real. Pero como quiera que el capitalismo no obtenía la tasa de ganancia esperable por su capital (que por una serie de catastróficas desdichas resulta ser decreciente) decidió empezar a alimentarse (en ese apetito desmedido que ayer vimos que se conoce como la “reproducción ampliada”) con su propia sangre (o más bien con la de los demás): ¿Dónde se pueden conseguir tasas de rentabilidad del 6, del 18, del 30 o 50%? Desde luego no fabricando productos, operando a pacientes, comerciando con peluches, o haciendo carreteras. Esas tasas de ganancia sólo se obtienen en un sitio: en el casino: había, por tanto, que abandonar la vieja idea de aumentar el capital lanzando al mercado una serie de bienes y servicios que retornaban, una vez enajenados en más dinero del que se puso, y crear un nuevo lugar donde lanzar capitales y retornarlos en mayor cuantía: el “casino financiero” que por un lado permite apostar fuerte prácticamente contra cualquier cosa (los seguros) o comerciar con posiciones deudoras o acreedoras (créditos y deudas) generadas o no en el tráfico mercantil. Y en esas estamos.

        ¿Hay alternativas? La verdad es que veo también una pléyade de ideas, sugerencias, ocurrencias y simplezas difíciles de digerir. Las “alternativas” también se dividen en “remendonas” y “rupturistas”. Entre éstas últimas las hay francamente divertidas como las que pretenden la desaparición del dinero o el crédito sin más, quizá aplicando la misma receta que, en medicina, aconseja al paciente con cáncer de sangre desangrarlo para que siga viviendo. El dinero, el crédito, la letra de cambio, el pago o cobro a futuro, los bancos y los prestamistas no son instituciones capitalistas, y probablemente sean necesarias bajo cualquier sistema económico, como no sea el de las primitivas sociedades de cazadores-recolectoras. Lo que hay que hacer es reconducir la economía financiera y someterla a la economía real: si la economía real es el capitalismo habrá que someter al sector financiero a las necesidades del capitalismo productivo, pero eso no es suficiente.

           Existen al menos dos aplicaciones que el sector financiero tiene para el capitalismo productivo que también son muy discutibles: el capitalismo productivo se ha basado, durante décadas, en el sector financiero para engañar a los trabajadores permitiéndoles adquirir un conjunto de bienes y servicios por encima de sus salarios reales: de esa forma el empresario se ha ahorrado costes salariales, pues nunca ha tenido que pagar al obrero la cantidad necesaria para que este pudiera adquirir todos los productos que sus “compis” (y él mismo) lanzaba al mercado. De esta falsa ilusión de que el trabajador occidental era más rico que nunca, en parte porque vive de prestado en parte porque las cosas están más baratas porque se fabrican en régimen de esclavitud en el tercer mundo, el sector financiero (no especulativo) es también responsable.

         En segundo lugar, el capitalismo productivo entiende que los instrumentos financieros facilitan la conversión del ahorro en inversión, de forma que se pueden, mediante procesos de acumulación (los ahorros de muchos pequeños pueden propiciar una gran inversión) y de desplazamiento (se puede trasladar fácilmente los ahorros desde el domicilio del ahorrador hasta el lugar dónde se necesita realizar la inversión) favorecer el desarrollo económico. Pero se olvida que, con ello, se favorece la acumulación del capital en menos manos (grandes inversores) y se deslocaliza la financiación que acude a realizar las inversiones más rentables que pueda haber en el mundo, desatendiendo la cercana menos rentable en términos económicos aunque posiblemente más rentable en términos sociales. El capitalista español, envuelto en la “estanquera”, coloca su dinero en inversiones en Marruecos o en Perú, en actividades con mayor rentabilidad, a despecho de los más de cinco millones de desempleados, compatriotas suyos, a los sólos efectos de corear en una fuente, “¡yo zoi, ejpañol, ejpañol, ejpañol!

           La falsa solución de una alternativa “sólo financiera” (banca pública, prohibición de operar a corto, tasa Tobin...) a la situación económica actual muestra aquí su cara más falaz: lo que falla no es “lo financiero”, es el capitalismo, estúpido, el capitalismo.