"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

lunes, 27 de diciembre de 2010

Boxing Day



         El pensamiento lineal del capitalismo ha impuesto una forma de pensar entre el “ganao”, que, aparte de curiosa, es divertida: si cambiamos una cosa por otra, la segunda tiene que ser mejor (obviamente) y mejor “en todo” (¡ja, ja, ja!).



          En los anuncios se nos mete por los ojos este “conceto” a todas horas, que choca una y otra vez con la realidad: en el mundo “de verdad” una cosa es mejor que otra en algunos aspectos, igual en otros y peor en otros más, pero lo que cuenta en un cambio es que “en conjunto” la cosa nueva “es mejor” que la anterior, aunque en algunos aspectos hayamos perdido respecto a lo que teníamos.



           El asunto no es baladí pues no sólo implica una mentalidad “multidimensional”, más rica de la que el actual “sistema económico-político-militar” se puede permitir, sino que, de hecho, supone un factor de inmovilismo que si bien en todas partes es malo, en nuestro país es, además, de “juzgado de guardia”: ante cualquier cambio, el conservador/inmovilista disecciona lo nuevo hasta encontrar un aspecto en el que lo antiguo era mejor y, a partir de su descubrimiento desacredita “en globo” la mejora. Y así seguimos aquí como en tiempos de la Reconquista. 



            Algún lector, de la rama “buenista”, “bambi” o “disney”, sea progresista o conservador, me contestará diciendo que se coja lo mejor de lo antiguo y de lo nuevo: el problema es que el “pack”, como el “güindos siete”, es indivisible...



             ¡Pobres conservadores! En sus vidas privadas no actúan igual: “los más ligeros de cascos” cambian una por otra continuamente: siempre buscando la que está más buena, aunque la anterior sabía cocinar, la otra fregar y la de más allá lavar y planchar y “la de ahora” no sabe hacer “la o con un canuto”... En fin, ¡miserias de la burguesía! Y, mientras tanto, ¡A abrir los regalos!

jueves, 23 de diciembre de 2010

La Amenaza Fantasma: epílogo



Epílogo: Efectos:

          La hiperinflación, a mi entender, como todo fenómeno crítico, se produce de forma intempestiva (como una tormenta o un cabreo) y ahí es dónde radica su poder destructivo: un crecimiento de los precios de las cosas de un 1000% diario, durante una década, supone una adaptación de la economía a ese hecho sin consecuencias traumáticas: simplemente se indexarían todas las remuneraciones de los factores a esos precios diariamente (con claúsulas de compensación) y, a efectos nominales todo seguiría igual.

          Imaginemos que nuestro gobierno nos obligara, cada mañana, antes de salir de casa, a añadir tres ceros a cada billete que tengamos en la cartera, mientras los bancos hacen lo mismo con los saldos de nuestras cuentas (deudores y acreedores), los deudores y acreedores, hacen lo mismo, los comercios igual...

         Lo verdaderamente doloroso en este caso es que la “indexación” no sea perfecta (y nunca lo es porque mientras los productos del supermercado se pueden reetiquetar cada hora, las pensiones no se van a revisar cada minuto) con lo que unos ganan y otros pierden: y pierden siempre los “pobres”: los que en su bolso tienen dinero y no bienes y los que fundan su sustento (y el de sus familias) en una retribución monetaria periódica (salario). De ahí que muchos economistas consideren la inflación como un impuesto sobre el dinero en efectivo, y un impuesto, por cierto, regresivo, pues son los más pobres los que, lo poco que tienen, normalmente es lo que llevan en la cartera (o en la cartilla de ahorros)(*).

           Es posible que una acción concertada, como la que cada día se produce por parte de los poderosos a través de los Bancos Centrales tratando de controlar la inflación para evitar que sus activos patrimoniales (dinero que otros les deben) se deterioren indirectamente suponga un beneficio para el “paria de la tierra”. No debe sorprendernos: ya Marx dijo que pobre era el sino del obrero: cuando la economía crece ( y el capitalista se enriquece) al obrero le va mal, pero cuando la economía se desmorona al obrero le va bastante peor.

(*) No siempre: ahí está el caso de las ancianitas con su piso en propiedad, o su casa en el pueblo, cobrando la pensión mínima.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Aterriza como puedas y IV


        Las estimaciones sobre los daños económicos del "plantón" de los controladores aéreos en el puente, suponen, según las lenguas mediáticas unos mil millones de euros. Para dar fe de la importancia de la magnitud, y teniendo en cuenta que todos sabemos echar cuentas sobre la leche, el pan o la gasolina, pero pocos sobre magnitudes elevadas, recurro siempre al mismo truco: supongo el P.I.B. español en un billón de euros, luego cada punto de P.I.B. corresponde a 10.000 millones de euros. Esto quiere decir que la gracia de los controladores ha supuesto una caída de una décima de nuestro P.I.B., algo económicamente más importante que la pérdida de unas vacaciones en Eurodisney, por más que la niña llore porque se ha quedado sin el autógrafo de "mikimaus". En su lugar podremos darle el de Mackiemesser: que se lo hagan llegar los de "callejeros" o los del "comando actualidad".



         Convertir esos mil millones de euros en puestos de trabajo es algo que se puede hacer, como todo en la economía, echando mano al arte de birbibirloque, que, en estos pagos, se llama un sistema "recartiano"(*) Si el afectado es el sector turístico, podemos pensar que son actividades "de gran valor añadido" esto es, como el café en el bar: al tío le cuesta treinta céntimos y nos lo pone a 1,20€. Los costes de "fabricación" de esos servicios dejados de prestar, serán de ese orden, pongamos unos trescientos millones. De esos trescientos millones, seguramente no menos de 200 corresponderán a gastos de personal, porque son actividades "intensivas de mano de obra", que es una forma fina de decir que hay mucho currito aplicado a ellas. Doscientos millones es el sueldo de unos 1.000 controladores; si cada controlador gana lo que diez trabajadores "normales"(**), ya tenemos los empleos perdidos por su absentismo laboral: 10.000 criaturitas a la puta calle. 



          ¿Debemos creernos esos datos? Diversas razones aconsejan desconfiar de ellas: en primer lugar son estimaciones del propio sector, "de parte": y ya sabemos que, en este país, y desde el Gran Capitán, el que no llora no mama. Así que "de picos, palas y azadones, en vez de cien, pongamos, mil millones".



         La segunda razón para desconfiar tiene que ver con que "a río revuelto, ganancia de pescadores": unos pierden y otros ganan: los bocadillos del bar del aeropuerto desaparecen, los hoteles de Barajas llenos, carreras de taxis hiperkilométricas... Los bienes y servicios que por un lado desaparecen, por otro lado dan paso a otros distintos, que, obviamente, ni se computan, ni se declaran (ni a los medios, ni al fisco).



         Y finalmente hay que tener en cuenta que lo que el pasajerito ocioso no gasta en ese puente ya lo gastará en navidades. Y aquí llegamos al punto clave: el turista que ve frustrada sus expectativas de ir en globo por la Capadocia, gastará ese dinerito en acudir al (atestado) cotillón de fin de año en el madrileño Círculo de Bellas Artes, y todavía tiene para unos churritos en San Ginés; y de esta manera, lo que iba a generar bienes y servicios en el país del turco, se "gasta en casa" (una aproximación castiza al concepto de PIB). Puesto que, como dije en el primer post de la serie, este puente era sobretodo "muy español", hay que creer que una parte de los bienes y servicios que se iban a producir y que se "abortaron" con el conflicto laboral iban a ser producidos en otra parte y ahora, mira tú, van "a dar a luz", en nuestro P.I.B. y no en casa del vecino.



            Y esto me da una idea para solucionar la crisis, que corro a explicar a mi jefa: ahora que están militarizadas las torres de control junto con los bichos que hay dentro: ¿qué tal si probamos a cerrar el espacio aéreo "de o hacia" el exterior y dejamos abierto sólo el nuestro, el de los vuelos "domésticos"? y si ya puestos ¿sólo dejamos aterrizar aviones y que ninguno despegue? Así dicho parece una chorrada, pero...¿y aplicado a otras cosas? Vuelve el mercantilismo... por lo pronto, estas Navidades... ¡consuma productos españoles! (fabricados en la China y traídos de contrabando para El Corte Inglés).








(*) De Recarte; no confundir con Ricardiano (de David Ricardo). El método aplicado por este (d)emérito economista (Recarte, aclaro) se parece al juego de palabras que hacíamos de críos: ¿en que se parece una vaca a una bola? En que la vaca de leche, de la leche se saca la nata, de la nata la mantequilla, de la mantequilla no se saca nada, el que nada no se ahoga, el que se ahoga es un bruto ,Bruto mató a César, César está en Roma, Roma está en Italia, Italia está en el mundo y el mundo es una bola. Este método científico se aplica mucho en economía, y ¡ay! me temo que en el resto de las ciencias también. 



(**) Y podría mantener a veinte pensionistas, con lo que se desvela la falacia de que con mucho jubilado no se puede sostener el sistema público de pensiones: basta con que los pocos trabajadores activos que queden ganen como los controladores: así que ya sabemos... ¡a mejorar la rentas salariales!, ¡a repartir mejor la riqueza!.

martes, 21 de diciembre de 2010

¡A la cola!


   
          Todo aquél que haya tenido que recurrir a la Justicia en este país, sabe que, a su lado, la agilidad de un caracol es felina: un problema con el vecino, un cliente que no paga, un accidente de tráfico... demanda, traslado a las partes, oposición a la demanda, alegaciones, proposición y práctica de prueba, aplazamientos, vista oral, sentencia, recursos, ejecución... Con razón, en el foro, se ha acuñado la sentencia: “justicia demorada, justicia denegada”.



          Pues bien, mientras los ciudadanos “de a pie” esperamos largas colas a la puerta de la discoteca judicial, “los vips”, entran por la puerta de al lado, sin colas, sin esperas, sin moscones ni gentes molestas...¡Como Dios manda, en una democracia como la nuestra!



          ¿A quién debemos tanto honor?¿Quién es esa gente bien tan respetable? La niña de papá, que, a golpe de talonario familiar, primero quiso ser (mala) Directora de Cine y luego (peor) Ministra, ejerce de gorila-portera a la puerta del juzgado: ¿Usted quién es?, ¿a qué viene?:



          ¿A denunciar unos malos tratos?¿Han atracado a su hijo a la salida del colegio? Espere en la cola por favor, a que le llegue el turno, en el juzgado de instrucción número ochenta y tres de los de Fuenlabrada. ¡Ah! ¿qué viene de la Sony, de Buenavista, de la Fox, de parte de Cerezo o de Ramoncín(*)? Pase, por favor, por aquí (dice con una sonrisa, agachando la cerviz), le tenemos reservado la sala VIP (la Audiencia Nacional), de momento tómese una suspensión y en cuatro días lo tiene resuelto, ¡No hay de qué!¡Faltaría más!


         Evidentemente, en la sociedad adquisitiva en la que vivimos todo el mundo tiene derecho al producto del trabajo (del suyo o del ajeno, eso da igual), a la defensa de la propiedad “privada” de lo que ha arramblado, sean obras de arte, medicamentos o llaveros, pero, for favor, no se cuele: ¡Ministra! Ese, ese, el del “barbur”, ¡le he visto! ¡que se cuela, Ministra, que se cuela!...








(*)Me encanta cuando se expresan con sinceridad: la “industria” cultural, “contenidos”, “productos culturales”. Ellos mismos se delatan: yo ya sospechaba que lo que producen no es arte (el verdadero artista raramente se preocupa del garbanzo) sino otra cosa: baratijas, vendible, excrecencias del capitalismo, como las vuvucelas, o las “pogüerbalans”.

domingo, 19 de diciembre de 2010

X Factor



          Se atribuye a Edison la frase de que un genio de compone “de un 1% de inspiración y un 99% de transpiración”. Difícilmente de un personaje tan “rata”(*) se puede esperar que nos diera “de gratis” la fórmula completa: de hecho a la fórmula la falta añadir “unas gotas de excentricidad” o si se quiere llamar así “de locura”.


           Y son esas gotas de locura las que sirven para que la sociedad, el “saber convencional” como lo denomina Vicenç Navarro, pueda desacrecitar, zaherir y humillar al genio inconveniente hasta hacerlo desaparecer del “candelabro/candelero” de la excelencia del conocimiento burgués actual.


           ¿Quieren ejemplos? Uno muy cercano y ¡ay! sólo para iniciados: Miren a los hermanos Sevilla y, conociendo la fórmula, díganme quién es el genio y quién el payaso.



(*)Con tropecientas mil patentes registradas, con la fundación de la multinacional General Electric (esa que, actualmente fabrica sus bombillas, bastante malas por cierto, en Hungría, con esa ge y esa e tan barrocas), podrido de dinero como resultado de sus invenciones... no podía entender como su coétaneo, Roentgen, donara a la Humanidad su invento, los rayos X, sin cobrar nada a cambio.

martes, 14 de diciembre de 2010

Aterriza como puedas. Intermedio

           Escribe atinadamente un lector (tengo pocos pero muy inteligentes, esto ya va a parecer “La Codorniz”), lo siguiente, a propósito de “er tema” del mes: “Yo no defendería tan acérrimamente a un colectivo que gana tanto dinero, pero comparto plenamente el fondo del artículo”. 

         Carles, tengo la misma sensación agridulce que tú: considero que los generadores del conflicto son los controladores (impresentables), pero me preocupan tres cosas:
           - La "trivialización" de un estado excepcional, previsto en la Constitución, como si no tuviera importancia, no pasara nada, o no fuera con nosotros: es un estado excepcional que afecta a TODOS los españoles, no sólo a los controladores. Estoy seguro que, en el futuro, situaciones como las que ha vivido Grecia o Francia, se resolverán en España con declaraciones de estado de alarma (o más): esto nos coloca en la "segunda división" de las democracias europeas.
            - Que se declare "con carácter preventivo", por si acaso, no sea qué: ¡tiembla Bush, que vamos a superar lo de Guantánamo!
         - Que, hoy, por ejemplo, se proceda a privatizar la gestión de varios aeropuertos: suena a "doctrina del shock": una crisis, real o percibida como tal, es una oportunidad para realizar un cambio económico o social (M.Friedman).
           - Sorprende la posición de los nacionalistas: no tienen memoria de los estados de excepción que han padecido no hace tanto tiempo como para que los hayan olvidado. Tomo nota, porque, al parecer, con tal de que las cosas funcionen, el Estado de Derecho es secundario. Cuando resucite Aznar y empiece a suspender competencias autonómicas no tendrán legitimidad para protestar: al igual que la socialdemocracia en lo económico, la habrán perdido.

          Pero al parecer todo esto da igual: se muere un “cantaor” y “to's” pendientes... o del Galgo: otra cosa igual. Evidentemente tengo para mí cómo funciona esto del deporte de élite (o elite, como corregiría mi hermano), pero ¡cuidado! “palabra de Guardia Civil” no es “palabra de Dios”(*), ni tampoco sentencia firme... Aunque, como escuché ayer en “la noche en 24 horas” a un habitual cantamañanas(**): en un lado está la presunción de inocencia y en el otro está la actuación de un cuerpo muy acreditado, profesional y merecedor de una gran solvencia en sus actuaciones... Y ¿sabéis lo peor?: Anasagasti, invitado a la tertulia, asentía.


(*) Insisto: “el peor enemigo del Estado de Derecho es la policía”, dijo Russell en sus Memorias y Reflexiones... Russell, ¡joer! ¡Casi un revolucionario! ¡Lo que hay que ver!, ¡lo que ha retrocedido el mundo!.
(**) El mismo que antes había soltado que esas preocupaciones por la procedencia del estado de alarma eran florituras de salón, y que creía que ninguno de los críticos con la medida dormirían intranquilos temblando por sus derechos y libertades: ¡y luego decimos que los de Sálvame no son periodistas serios!

lunes, 13 de diciembre de 2010

Aterriza como puedas III


3.- Factor político.

(Alta política, la “baja” ya se la dejamos a los políticos)
          En las asignaturas del tipo “políticas públicas” y otras yerbas se estudian dos modelos de toma de decisiones: uno basado en la planificación, atribuida a Herbert Simon, se denomina racionalismo, y presupone un conocimiento total y absoluto de la información necesaria para la toma de decisiones, una identificación de todas las opciones posibles, el examen de todas las consecuencias de todas esas opciones y la elección de la opción que más se adecue a una serie de valores y objetivos establecidos. Algunas derivadas de este modelo son, la existencia de valores absolutos, la necesidad de grandes herramientas para poder obtener y analizar un conjunto muy elevado de información, y probablemente la necesidad de implantar una planificación central. La dificultad de implantar este modelo en la práctica hace que se le considere un modelo normativo (“lo que se debería hacer”), más que un modelo descriptivo (“lo que realmente se hace”).
          El otro modelo se denomina incrementalismo, y su adalid es Charles E. Lindblom. Se trata de un modelo basado en un examen de sólo algunas de las opciones, renunciando a un conocimiento absoluto de la información, opciones y consecuencias de las decisiones. Se analizan un conjunto pequeño de opciones que difieren unas de otras sólo en aspectos marginales. En consecuencia nunca se adoptan grandes decisiones que supongan un punto de inflexión en una política determinada, sino que se van adoptando decisiones que producen pocas alteraciones, en un proceso de comparaciones sucesivas limitadas. La implicación de los valores tampoco es la misma; los valores pierden el carácter para definir una buena política y la piedra angular pasa a ser el acuerdo: una política es buena si suscita el acuerdo de las partes. Este modelo se considera más descriptivo que normativo, porque indudablemente refleja mejor lo que, en la práctica, acontece en las democracias occidentales, pero también tiene un componente normativo interesante: es lo que sus defensores creen que se debería hacerse en cualquier democracia.
          Conviene saber que detrás de estos modelos subyacen profundas diferencias ideológicas: se formularon en los años 50, en plena “guerra fría” y se daba a entender que el modelo racionalista se apoyaba en las economías planificadas (como la soviética, pero, ¡ojo!, también se consideraba en ese grupo a la francesa), mientras que el modelo incrementalista parecía el propio de la democracia y de la economía estadounidense.
            Tampoco está mal saber que este modelo incrementalista, del que algún lector (Hank) ya se habrá rendido a sus encantos, se denomina “ciencia de salir del paso” (“muddling through” la denomina el propio Lindblom), o “irse por las ramas” y seguramente habrá variantes más castizas del tipo “pan para hoy, hambre para mañana”, “andar a la que salta”, “tente mientras cobro”... Las decisiones tomadas siguiendo esta escuela saldrán “hechas un churro”, no por el número sino por la morfología de ese grasiento producto.
            Con lo que sabemos del conflicto de los controladores, su génesis, las decisiones políticas tomadas hasta la fecha, etc, etc, etc... responden a la perfección al modelo “incrementalista”. Y creo que esto es una demostración más de quién sigue esta técnica, más tarde o más temprano, acaba recibiendo “una manita”.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Aterriza como puedas II

(Ya lo que queda es más ligero que el de ayer)

2.- El factor mediático: 

          Según las estimaciones de AENA, el abandono injustificado del puesto de trabajo de los controladores afectó a unos trescientos mil pasajeros. Bajo la suposición de que todos ellos fueran españolitos, estaríamos hablando de un colectivo perjudicado de apenas el 0,7% de la población total de este país. Conviene poner este dato en valor, junto con el hecho de que, todos los días, en los Metros y cercanías de las principales ciudades de este país, se mueven más de diez veces esa cantidad de viajeros; con dos diferencias importantes respecto del grupo anterior: un menor poder adquisitivo y una razón distinta para tomar el medio de transporte: ir a trabajar, no ir de vacaciones(*).
          Pero el interés mediático de esta gente es mucho mayor que el que despertaría, por ejemplo, un caos en las cercanías debido a una nevada, o una huelga salvaje en el metro, aunque el número de personas afectadas por estos contratiempos sea más numeroso. Los medios, siempre tan sensibleros y tan alejados de la realidad, venden "carnaza" y que mejor carnaza sensiblera, que mostrar a familias y familias que ven frustradas sus vacaciones, su "eurodisnei", su Cancún... ¡Cómo aguantan los pobrecitos, horas y horas, durmiendo en el suelo, sufriendo penalidades...! con una abnegación que sin duda despliegan también en otras causas, quizá más pobres, como ir al trabajo, estudiar con sus hijos, cuidar de sus ancianos...
         Lógicamente, en los primeros momentos, los “tonisgarridos” o “yemasniergas” que en el mundo han sido, es normal que se centren, con su “vocación de servicio público” en recoger testimonios de afectados, que, unánimemente, muestran su enfado, mientras reclaman lo que ellos llaman “información”, pero que en realidad quieren decir “solución” o, más bien, “su solución”. Pero lo que ya difícilmente tiene un pase, es que los mismos medios, sigan día tras día, mostrando los mismos “testimonios humanos” y que se incorporen, en calidad de expertos, personajes de la talla de Belén Esteban o los hermanos Matamoros (Hermann o Benito, no los distingo). La guinda la puso el miércoles Comando Actualidad, donde pudimos ver la tragedia de una pareja valenciana, “pobrecicos” ellos, que pensaban casarse en Las Vegas (¡mola mazo!, ¡eh!), y que, acompañados de su parentela, en número de una treintena (todos ellos con su correspondiente huella de carbono al hombro), tuvieron que quedarse en tierra, demostrando que, al menos en este caso, los controladores habían cumplido el papel del “Tío La Vara”.
           En la otra parte, la “barra brava” de los controladores, tampoco puede presentar ejemplares más mediáticos: un portavoz sindical con pinta de pijo guaperas, que parece primo hermano de Ricardito Bofill, una "monja opusina de tous" al borde de un ataque de nervios... ¡Si parecen sacados del imaginario que tenemos en la cabeza al pronunciar la palabra “controlador”!.
         Y todo esto, qui prodest?: Subida de la audiencia televisiva, periódicos vendidos como nunca, ingresos publicitarios a mansalva: es la noria de lo mediático: ¡ánimo! Solo quedan trescientas vueltas.


(*) Mira que lo había dicho el último día en clase: “este año, con la crisis, en vez de ir a zascandilear por Londres, iremos a zascandilear por la Gran Vía”. Los que siguieron mi consejo se salvaron de la ratonera.
 
 

jueves, 9 de diciembre de 2010

Aterriza como puedas I


         A petición del público interesado voy a escribir una serie de post dedicados a los “interesantes” efectos del abandono del puesto de trabajo de los controladores aéreos el pasado viernes, inicio del puente de la Inmaculada, puente genuinamente español, porque en el concurren dos de nuestras fiestas más “cañís”: la del sometimiento a referéndum de la Ley de “amejoramiento” del Estado nacido el 1 de abril de 1.939, que aquí llamamos Constitución, por un lado, y la del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, dogma por el que la “españolidad” estuvo batallando durante siglos hasta su adopción por Pío Nono (el Papa, no el pastelito). Por ello mismo, el puente es furiosamente español y ello supone a la vez, una doble ventaja de cara a la “imagen exterior” y a los “sectores afectados”, como veremos en otros post.

          Analizar con rigor los efectos implica detenerse en, al menos cuatro aspectos (jurídicos, mediáticos, económicos y políticos), lo que supone un post más largo que los de AMT, lo que, en mi opinión, hace el “producto” ininteligible: por ello voy a trocear el post en cuatro bloques, empezando por el jurídico, que es el que corre más riesgo de que otro bloguero se adelante en las opiniones y que parezca que le he copiado.

            1.- El factor jurídico.

         Debemos considerar los siguientes aspectos:

         En primer lugar, la actuación de los controladores no debe calificarse como huelga pues no cumple ninguno de los requisitos, ni formales ni materiales, de su definición. Se trata, antes bien de una ausencia injustificada del puesto de trabajo o de negativa (si se personaron) a desarrollar sus funciones. Ante una conducta así, de carácter individual, procede la aplicación del Estatuto de los Trabajadores con las consecuencias que en el mismo se prevén (descuento de haberes, causa de despido procedente...) Cosa distinta es que se pudiera establecer un concierto de voluntades, instigación... que pudiera revestir algún tipo de ilícito penal, en lo que no voy a entrar, salvo para decir que estos últimos extremos deberán ser enjuiciados ante un juez o tribunal de ese orden jurisdiccional.

           Pero lo más jugoso en materia jurídica ha sido la declaración del “estado de alarma”. Este estado “excepcional” se “menciona” en el artículo 116 de la Constitución, junto con los de excepción y sitio: y digo se “menciona”, pero no se regula, porque, inmediatamente después la Constitución se remite a una Ley Orgánica, precisamente para su regulación. Este artículo 116 lo que hace es decirnos quién tiene que convocarlos y los efectos que en las Instituciones Constitucionales despliegan: por ejemplo y curiosamente “no podrá procederse a la disolución del Congreso mientras estén declarados algunos de los estados comprendidos en el presente artículo, quedando automáticamente convocadas las Cámaras si no estuvieren en período de sesiones” (art.116.5), con lo que ya sabemos que, mañana, ZP no puede disolver las Cortes y convocar elecciones.

            Este artículo 116 debe ponerse en conexión con el artículo 55 de la Constitución que nos indica los derechos y libertades fundamentales que pueden ser suspendidos en determinadas circunstancias. Esas “determinadas circunstancias” son dos: por un lado la declaración de los estados de excepción o de sitio (55.1) y por el otro, para determinadas personas “en relación con las investigaciones correspondientes a la actuación de bandas armadas o elementos terroristas”. Este segundo supuesto (recordad la famosa “Ley antiterrorista” vigente cuando yo estudiaba en la Facultad) no viene al caso, pero sí el primero de los supuestos, en los que el lector habrá visto ya que figuran los estados de excepción y de sitio, pero no el estado de alarma, “ergo”, el estado de alarma NO PUEDE suponer la suspensión de ningún derecho fundamental.

          A continuación, la pregunta inmediata es saber qué derechos pueden ser suspendidos. El propio artículo 55.1 nos los señala: “Los derechos reconocidos en los artículos 17, 18, apartados 2 y 3; artículos 19, 20, apartados 1, a y d, y 5, artículos 21, 28, apartado 2, y artículo 37, apartado 2”. Estos derechos son:

    *

      El derecho a la libertad y la seguridad (17), por el que nadie puede ser detenido sino es de acuerdo a la ley, por un plazo máximo de 72 horas y debiendo ser informado de sus derechos, no estando obligado a declarar y contando siempre con la asistencia de abogado (estos tres últimos derechos no se pueden obviar en el estado de excepción).

    *

      El derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen (18), que supone la inviolabilidad del domicilio y el secreto de las comunicaciones.

    *

      La libertad de residencia y circulación por territorio nacional (19).

    *

      La libertad de expresión y de comunicación (20), sin posibilidad del secuestro de medios salvo por el poder judicial (recordad el caso del jueves y su portada “real” o, mejor dicho, “principesca”).

    *

      El derecho de reunión y manifestación (21).

    *

      El derecho de huelga (28.2).

    *

      El derecho a recurrir al conflicto colectivo (37.2).


          Todos los demás derechos constitucionales no pueden suspendidos bajo ningún estado “excepcional” y, reitero, el estado de alarma no permite suspender ningún derecho constitucional.

           Si descendemos a la Ley Orgánica a la que remite la Constitución, la L.O. 4/81 de 1 de junio (promulgada apenas cuatro meses después del intento de golpe de estado, como certeramente indicó esta mañana un diputado nacionalista), vemos que son los artículos 4 a 12 los que regulan el Estado de Alarma, que para el legislador es el estado previsto para las siguientes cuatro circunstancias:

a.-Catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones, incendios urbanos y forestales o accidentes de gran magnitud.

b.- Crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves.

c.- Paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos 28.2 y 37.2 de la Constitución, y concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo.

d.- Situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad



           De la simple lectura, a nadie se escapa que el estado “parece pensado” para catástrofes naturales como, también esta mañana, señaló Rosa Díez, y como acertadamente le “chivaría” su correligionario, eurodiputado y experto en Derecho Administrativo (aparte de profesor mío) Sosa Wagner, el apartado c de ese artículo, que el (cada vez más) miope de Erkorekave” como aplicable al caso, no lo es, porque requiere una circunstancia, huelga o conflicto colectivo, que, como animal de compañía podemos aceptar que es este conflicto, pero ADEMÁS, requiere que “concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo”, lo que no parece que sea el caso, porque o bien tenemos un cataclismo (a o b), o un cataclismo agravado por conflictos (c) o, como mucho, un conflicto que deje a la ciudadanía sin pan que llevarse a la boca (d).

          Si se traga que “esto” es causa de un Estado de Alarma, la consecuencia para los funcionarios y trabajadores al servicio de las Administraciones, es que “quedarán bajo las órdenes directas de la autoridad competente en cuanto sea necesario para la protección de personas, bienes y lugares, pudiendo imponerles servicios extraordinarios por su duración o por su naturaleza”. Pero si miramos un poquitín más abajo, vemos, en el artículo 12.Dos que “En los casos previstos en los apartados C) y D) del artículo cuarto el Gobierno podrá acordar la intervención de empresas o servicios, así como la movilización de su personal, con el fin de asegurar su funcionamiento. Será de aplicación al personal movilizado la normativa vigente sobre movilización que, en todo caso, será supletoria respecto de lo dispuesto en el presente artículo”. La concurrencia o no de lo previsto en el apartado c de ese artículo 4 es el nudo gordiano de la cuestión.


            ¿Y si no obedecen? El artículo 10 da la respuesta: “El incumplimiento o la resistencia a las órdenes de la autoridad competente en el Estado de Alarma será sancionado con arreglo a lo dispuesto en las Leyes”. Y luego sigue, “Si estos actos fuesen cometidos por funcionarios, las autoridades podrán suspenderlos de inmediato en el ejercicio de sus cargos, pasando, en su caso, el tanto de culpa al juez, y se notificará al superior jerárquico, a los efectos del oportuno expediente disciplinario”, pero estos tíos no son funcionarios. Sigue el apartado tres: “Si fuesen cometidos por autoridades, las facultades de estas que fuesen necesarias para el cumplimiento de las medidas acordadas en ejecución de la declaración de Estado de Alarma podrán ser asumidas por la autoridad competente durante su vigencia”, pero estos tíos tampoco son autoridades, con lo cual sólo nos pueden valer las consecuencias del primer apartado: Sanción de acuerdo con la Ley.


           ¿Y qué Ley es esa? ¿El Código Penal?, ¿El Código de Justicia Militar?,¿El Código Lioco?, La intención del Gobierno, es, desde luego, la inclusión de estos “jichos” en la Jurisdicción Militar. Para poder hacer esto, el Real Decreto 1673/2010 de 4 de diciembre, en el que se declara el Estado de Alarma, (en adelante “el Decreto de marras”) en su artículo 3 indica que “todos los controladores de tránsito aéreo al servicio de AENA pasan a tener, durante la vigencia del Estado de Alarma, la consideración de personal militar a los efectos de lo previsto en el artículo 10.Uno de la citada Ley Orgánica y en consecuencia, quedan sometidos a las órdenes directas de las autoridades designadas en el presente real decreto, y a las leyes penales y disciplinarias militares, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 8.5 de la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre”. ¡Vaya! Otra Ley Orgánica entra en juego: ¿y que dice? Veámosla, pero antes quiero que el lector haga una prueba de agudeza visual y detecte varias “cosas raras”. Este es el texto del artículo 3 del Decreto de marras:

            “En virtud de lo dispuesto en los artículos 9.Uno y 12.Dos de la Ley Orgánica 4/1981 en relación con el artículo 44 de la Ley 48/1960, de 21 de julio, sobre Navegación Aérea, todos los controladores de tránsito aéreo al servicio de AENA pasan a tener, durante la vigencia del Estado de Alarma, la consideración de personal militar a los efectos de lo previsto en el artículo 10.Uno de la citada Ley Orgánica y en consecuencia, quedan sometidos a las órdenes directas de las autoridades designadas en el presente real decreto, y a las leyes penales y disciplinarias militares, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 8.5 de la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre”.

           La que salta a la vista es que se cita una Ley ¡de 1.960!, la de Navegación Aérea, cuyo artículo 44, citado en el Decreto dice, textualmente, “Sólo podrá autorizarse a Corporaciones, Entidades o particulares que tengan la nacionalidad española la instalación de aeropuertos o aeródromos privados que habrán de reunir los requisitos que previamente determine, en cada caso, el Ministerio del Aire. Todos ellos se someterán a las servidumbres que se establezcan, y a efectos de movilización dependerán de la Jefatura Militar Aérea en cuya demarcación se encuentren”. Es difícil no pensar que esta parte de la Ley pueda estar en vigor después de la Constitución, no sólo por la inexistencia del Ministerio del Aire, sino también por la “sumisión” total a ese Ministerio.

           Lo segundo que salta a la vista es que el artículo aparece “capado”: termina con “lo dispuesto en el artículo 8.5 de la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre” y falta indicar el título de esta ley, que no es otro que “de Código Penal Militar", con lo que se quiere ocultar el título de esa Ley Orgánica, para que “pase desapercibida", o, lo más probable, "para no acojonar en exceso".


          El artículo 8 del Código Penal Militar, por llamar a las cosas por su nombre, dice que "A los efectos de este Código se entenderá que son militares quienes...5.-Con cualquier asimilación militar presten servicio al ser movilizados o militarizados por decisión del Gobierno" y, en consecuencia, se les somete a esa jurisdicción militar. ¿Y eso vulnera o no vulnera Derechos y Libertades Fundamentales? Volvamos a echar un ojo a la Constitución.


           En la Carta Magna, existen dos artículos clave, para “desfacer el entuerto": en primer lugar está el artículo 24 que dice que “todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley”, que, entre los civiles, no parece que sea el Militar, con lo cuál, al poner a esos “desgraciaos” bajo jurisdicción militar, parece que estamos conculcando un derecho que, además, no es de posible suspensión por no estar mencionado en el artículo 55 de la Constitución. Pero, ¡cuidado!, el artículo 30, específicamente habla de “nuestras obligaciones militares". Amén del Servicio Militar Obligatorio suprimido por el Sr. Aznar, este artículo dice, en su texto completo lo siguiente:

"1. Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España.

2. La Ley fijará las obligaciones militares de los españoles y regulará, con las debidas garantías, la objeción de conciencia, así como las demás causas de exención del servicio militar obligatorio, pudiendo imponer, en su caso, una prestación social sustitutoria.

3. Podrá establecerse un servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general.

4. Mediante Ley podrán regularse los deberes de los ciudadanos en los casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública
”.

          El cuarto párrafo del artículo 30 es esencial para la comprensión del problema: ahí está el germen de una posible militarización o movilización: ¿y tenemos una Ley (ni siquiera hace falta que sea Orgánica) que regule los deberes de los ciudadanos en casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública? La estamos “peinando”; pero, mientras tanto, lo más parecido que hay, es la antecitada Ley Orgánica 4/81 de 1 de junio, de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio, y esa Ley, en su artículo 12.Dos, como antes vimos, dice: “En los casos previstos en los apartados C) y D) del artículo cuarto el Gobierno podrá acordar la intervención de empresas o servicios, así como la movilización de su personal, con el fin de asegurar su funcionamiento. Será de aplicación al personal movilizado la normativa vigente sobre movilización que, en todo caso, será supletoria respecto de lo dispuesto en el presente artículo” Luego entonces, SIEMPRE QUE EL ESTADO DE ALARMA ESTÉ CORRECTAMENTE DECLARADO PORQUE CONCURRAN LAS CIRCUNSTANCIAS LEGALES PARA LAS QUE ESTÁ PREVISTO, podrá ponerse a los controladores, bajo jurisdicción militar. 

          Curiosamente, la Constitución, tan garante en el artículo 55 de los Derechos y Libertades Fundamentales, permite la alegre militarización de “to'quisqui” y el sometimiento a una jurisdicción, sabiendo que, según Marx (Groucho) “la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música”. Con esto se demuestra, lo que indiqué al principio del post: Que esta Constitución es un “amejoramiento” de las Leyes Fundamentales del Movimiento.

“Es lo que tengo que informar, mi teniente”

jueves, 2 de diciembre de 2010

Wikilicks

          Gracias a las filtraciones de "güiquilis" ya sabemos en qué consiste la jornada laboral de los diplomáticos: la mitad del tiempo se la "tiran" en el bar, con un "solisombra" en la mano, leyendo los periódicos y escuchando a la parroquia, y la otra mitad haciendo de "chicos tarantino". Sin tiempo apenas para degustar un "ferreroroché", en casa de Isabel, quizá para no distraer a su marido de la mortaja económica que nos está tejiendo. 

          En el caso español también sabemos que se confirma la tesis de Llamazares (antes LLamazares) de que nuestro Gobierno siempre "pone el intermitente a la izquierda y gira a la derecha" (práctica automovilística frecuente en la patria chica del gran ZP) no sólo en materia económica, sino también en TODAS las materias: una cosa es el ruido, y otra las nueces, "rojo de maricler, salmón de expansión"(*)
          No sorprende, por tanto, que el chulapo madrileño que, de día pasea por Ventas, de noche, en la sordidez de un portal de Montera, arranque de su garganta, con un gargajo, los restos biológicos del americano impasible (lo siento, AMT, son exigencias del guión). No sorprende, pero escandaliza (¡lo ves!, exigencias del guión). 
           Sí sorprende que la gente no se haya dado cuenta hasta ahora de esta conducta política: pase por los "paniaguados" y los "pesebreros"... ¡pero los demás...! Si en el primer Consejo de Ministros, hace seis años y pico, ya enseñó la patita: "hay que luchar ferozmente contra el fraude fiscal, por lo que he nombrado, para dirigir la Agencia Tributaria a....¡Pedroche!" (risas) A Luis, no a Cristina, aclaró (más risas)... 
           (*) Mañana, sin ir más lejos, se presentan unas medidas económicas que podría firmar el mismo Hayek; pero "de buen rollito, ¡eh!, muy de izquierdas".

martes, 30 de noviembre de 2010

La Amenaza Fantasma IX

IX.- Bisolgrip

        ¿Y si todo esto falla? Todavía contamos con Superman. Como saben bien mis lectores, sostengo que el mundo se divide en dos tipos de gente: los que “tienen” dinero (en el bolso o lo han prestado) y los que “deben” dinero: los primeros son los que, actualmente, dominan el mundo.

        Los que tienen dinero controlan los poderes políticos y también los económicos, entre ellos los bancos centrales y no van a permitir que el dinero pierda valor de ninguna de las maneras. Por ello mismo, actualmente, todas la políticas giran en torno a evitar el peligro de un “repunte inflacionista” aunque no se vea ninguno por el horizonte: aparentemente nos dirán que sus políticas económicas van encaminadas a la recuperación, pero realmente están “a lo otro”.
          Entonces, si no hay riesgo de hiperinflación: ¿por qué nos asustan?,¿quién lo hace?
          Qui prodest? es la pregunta que nos deberíamos plantear para contestar a esas otras preguntas: ¿a quién beneficia meter miedo?¿a quién beneficia asustar a la gente con una gripe? A los que venden vacunas contra la gripe.
          Pues sí: al igual que sucedió con la “fiebre del pollo” o con la “gripe del gocho” (hábilmente mutada en este país, y sólo en este país, para proteger esa rama de la industria alimentaria, de la que somos punteros) el asustador nos quiere vender algo: en este caso lo que se nos quiere vender son más medidas neoliberales: reducción del tamaño del Sector Público hasta poderlo ahogar en una bañera.
             Lo hacen por dos razones: en primer lugar porque quieren quedarse con la parte del negocio “de lo público” y, al igual que la mafia, actúa “limpiando” barrios de competidores, antes de que caigan bajo su influencia. En segundo lugar, como he advertido en otros posts, porque son “los amos del dinero”, los que en estos momentos tienen los bolsos llenos, sin saber que hacer con esa pasta o, ¡ay! Lo tienen prestado: en cualquier caso lo que menos desean en este mundo es que el dinero empiece a perder valor, por lo menos hasta que no hayan encontrado una “mercancía alternativa” en la que colocarlo o hasta que los deudores se lo hayan devuelto.
          La vacuna son los “recetazos” que nos aplican para la zona euro desde la Unión Europea, y en concreto, desde el Banco Central (repasad la mención que se hizo al principio de la serie sobre su “independencia” y “a qué intereses sirven” los bancos centrales): políticas fiscales(*) restricitivas y políticas monetarias “teóricamente” expansivas (tipos de interés “aparentemente” bajos) pero, en la práctica también restrictivas porque no se crea dinero “ni a tiros”, porque, como hemos vistos en la serie, no se presta, no se compra, no se vende, “no se mueve una hoja”.
          Y en los “iuesei”: ¡misterio a la orden! En aparencia sus políticas fiscales son más expansivas que las de la vieja Europa, sin pasarse demasiado, o, por lo menos lo fueron hasta las legislativas de noviembre. Su política monetaria estos días parece convulsionada por la decisión de cambiar billetes por bonos ("monetarizar la deuda"),  sobre cuyos efectos nadie se pone de acuerdo, y sobre lo que habrá que escribir una secuela...(**)
           Pero, en cualquier caso, el enfermo parece lo bastante muerto como para no sufrir fiebres inflacionistas. El tiempo me dirá si tengo o no razón, pero como veremos en el epílogo (siguiente y último capítulo de este post), lo mejor que nos puede pasar es que la tenga. Por si acaso llevo esperando varios domingos a ver si “Nostrapacus” anuncia el inicio de un proceso hiperinflacionista para poder quedar tranquilo.

           (*) Política fiscal no tiene que ver directamente con los impuestos, tiene que ver con el ingreso y gasto público. Quizá sería más apropiado hablar de “política presupuestaria” y no “política fiscal”, pero el anglosajón manda. Una política fiscal restrictiva quiere decir contraer el tamaño del presupuesto (ingresos y gastos), no bajar los impuestos: ¿queda claro, Soraya?

          (**) Mientras el ala dura de los republicanos reclama un dólar fuerte: ¿quién ganará en la lucha?

lunes, 29 de noviembre de 2010

Er derbi

         Las dos ideas sobre los que se asienta el análisis económico de Marx, son, por un lado afirmar que la tasa de ganancia del capital es decreciente y por el otro señalar la acumulación creciente del capital (*). Son las dos caras de una misma moneda puesto que, si la tasa de ganancia del capital es decreciente sólo queda “estrujar” más al trabajador, apropiándose de mayor cantidad de plusvalía, o bien aumentar la cantidad de capital para que, aunque porcentualmente la ganancia sea menor, en términos absolutos se mantenga. 

         A lo largo de la Historia el capital siempre ha utilizado las dos, pero lo cierto es que el capital se acumula cada vez más “en mayores dosis y en menos manos”.
          Dentro de un par de horas se reeditará la versión del “partido del siglo” que se repite dos veces al año. El mogollón de puntos que separa a los dos primeros clasificados del resto de la tabla parece suficiente demostración de que el capital se concentra en cada vez menos manos(**), dejando sin opciones (más que las de cerrar e incorporarse al mundo del proletariado) al resto de los equipos...
          Y eso porque el fútbol es un juego en el que se precisan dos escuadras: si no fuera así con un sólo equipo de “elite” tendríamos suficiente: ¿Madrid o Barça?

          (*) Es la opinión de todos los economistas clásicos, Marx lo que hace es “ponerla en valor”, una forma fina de llamar al “plagio descarado”.
          (**) Si se mira la serie histórica de trofeos ganados, los resultados están todavía más claros.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Anatomía de Grey

         En los primeros días de clase y tras explicar el modelo de economía eficiente que “supone” la economía de mercado, pregunté a los alumnos cuántos de ellos creían que los medios de producción no deberían estar en manos privadas, sino en manos públicas: sólo dos alumnas, de una clase con unos sesenta alumnos presentes, levantaron la mano en señal de acuerdo con la propiedad pública de los medios de producción.

           Esto demuestra el minoritario apoyo que la sociedad burguesa occidental presta al socialismo, pues precisamente en eso consiste el socialismo: no en votar a ZP o al PSOE cada cuatro años, sino en pretender que los medios de producción sean “socializados”, esto es que desaparezca la propiedad privada en la titularidad de esos medios y que sea reemplazada por una titularidad de toda la sociedad sobre los mismos.
           Si en un programa del tipo “tengo una pregunta para usted” un ciudadano preguntara a nuestro Presidente (O a Carme, o a Elena, o a Trini, o a Alfredo, o a Miguel...) que es “para él” ser socialista, seguramente contestaría que “para él” ser socialista es creer en la democracia, en España, en la selección de fútbol, en la paz, en el entendimiento, el progreso, el respeto a los demás, al medio ambiente, a los pajaritos, en la convivencia, “tralará, tralarito”... pero no les arrancaríamos la única respuesta que define a alguien como socialista: que cree y persigue lograr una economía en la que los medios de producción sean públicos. Con esto se demuestra que toda esta gente hace mucho tiempo que dejó de ser socialista, para pasar a ser otra cosa (¿qué cosa? Está por descubrir).
           Se me dirá, justificando su deserción, que no hacen otra cosa que representar a la sociedad, una sociedad que, como en mi clase, apenas cuenta con un 2 o 3% de “verdaderos” socialistas “teóricos” (no voy a escarbar más en la “práctica” no sea que me quede sin ninguno).
          Pero no está perdido: las conciencias y las voluntades de las personas y de las sociedades (que son algo más que la suma de sus individuos) cambian, y lo hacen por tres vías: por los ojos, por el corazón y por el culo:
           Por los ojos porque mediáticamente se consigue que las personas piensen de una determinada manera y actúen como tales. El problema que tenemos los socialistas es que no contamos con un aparato mediático capaz de transformar las mentes de los ciudadanos: es muy caro y por eso mismo está en las manos de los poderosos. Por aquí poco podemos hacer.
           Por el corazón, porque cerca de este órgano se pone la cartera. Y ahí sí que nos duele. Mientras hay “alfalfa” nadie se cuestiona nada: pero cuando falta el “forraje” nos volvemos todos más críticos. El día que la gente vea que vive peor que hace unos años, o que sus hijos jamás van a poder alcanzar el bienestar de sus padres (ni irse a Cancún de luna de miel), entonces las cañas se volverán lanzas y se cuestionará todo: ese “todo” incluye el sistema económico, el reparto de la riqueza y el concepto de propiedad privada, especialmente si ese empobrecimiento de la mayoría de la sociedad lleva aparejado el enriquecimiento aún más de una minoría que ya hoy nada en la abundancia.
         Por el culo, porque, muchas veces un ligero pinchazo en esa parte, obra maravillas en el cambio de voluntades. A lo mejor es lo que la sociedad necesita: “un pellizquito para echar a volar”.
           Y puestos a hablar de objetos punzantes con los que incentivar, por la retaguardia, el cambio de mentalidad de las masas, conviene recordar, una vez más, (en este blog no es la primera vez que aparece) la famosa máxima de Bonaparte: “la revolución es una opinión que ha descubierto las bayonetas”.

martes, 23 de noviembre de 2010

La Amenaza Fantasma VIII

VIII.- Cosas de casa.

          Los chinos, como todo bicho viviente en este sistema capitalista, colocan su dinero donde les reporte mayor beneficio: parece claro que en primer lugar ese sitio son sus propias empresas, visto como vemos su despegue económico. Pero cuando ya no hay sitio para colocarlo allí, el segundo mejor lugar parece ser en papeles que te devuelven lo puesto más un interés dentro de un tiempo. Esto es ideal porque no habiendo ahora “hueco” en el mejor destino, en el futuro puede haberlo, aporta seguridad y además retribución. 

          La deuda pública norteamericana es el mejor destino porque, denominada en dólares, evita los costes de transacción ya que, si recordamos, lo que tienen los chinos entre manos son dólares. Si todo va como hasta ahora (crecimiento de la economía china) cuando esta deuda vence, ese dinero “no se necesita” en el sentido de que los “huecos” que se han abierto en el mejor lugar para colocar el capital ya han sido, de nuevo, cubiertos con el propio capital acumulado desde que se compró la deuda. Como no se necesita, se vuelve a comprar deuda para esperar “a que ese dinero haga falta” ¿Hará falta alguna vez?.

           El caso recuerda el de las ancianitas, jubilados, funcionarios... que invirtieron sus ahorros en el negocio filatélico: lo que invertían (a altas pero no excesivas rentabilidades) era su “sobrante”, algo que no necesitaban hoy pero que algún día “por si acaso” convenía tener. Ese “por si acaso” nunca llegaba por lo que eran fáciles de convencer para que renovaran el dinero depositado en esas entidades e, incluso lo aumentaran con nuevas aportaciones. Lo que es claro es que ese dinero “no lo necesitaban”, es decir “no sabían darle mejor empleo” y, en este caso lo confiaron a una panda de sinvergüenzas, exactamente igual que los chinos, con la diferencia de que estos “otros” sinvergüenzas tienen portaaviones(*). Conviene también recordar que el “crack” de Fórum/Afinsa, no se debió a que, de repente, la gente necesitara el dinero (sería curioso ver lo que hubiera sucedido ahora, en épocas de crisis) sino a la intervención preventiva (“ma non troppo”) del Estado.


           Si los escenarios económicos sitúan el crecimiento de la economía china durante al menos hasta la mitad de este siglo, está claro que el problema no es tan inminente.


          El segundo miedo, el de una acción maquiavélica (no económica) para soltar deuda o dinero americano y hundir el mundo tampoco parece posible. Estamos acostumbrados a ver en las películas gente que comprando y vendiendo manipula los precios y consigue un beneficio. Si damos por sentado que Fumanchú actuando así debería obtener un beneficio(**) deberíamos repasar las diferencias entre el especulador (el de las películas) y el acaparador (más real).


La base para obtener beneficios en un proceso especulativo consiste en colocarse siempre en la posición adecuada en “la fila de la caja del Carrefour”: si jugamos a que los bienes (por ejemplo acciones) suban de valor, nos ponemos los primeros y compramos cuando todavía no han subido; y vendemos también los primeros, cuando todavía no se han caído. Si jugamos a que bajan, nos ponemos los primeros a la hora de vender (cuando todavía no han caído de precio) y los primeros a la hora de comprar, cuando todavía no han subido.


          Lo que interesa destacar es que un especulador necesita a otras personas en la cola, pues sus beneficios están fraguados con las pérdidas de los demás sujetos de la fila que o bien vendieron tarde o compraron pronto, o vendieron pronto o compraron tarde...


          Pero un acaparador no funciona así: un acaparador compra todo el producto (o su mayor parte) y genera una situación de escasez, para ir dando salida al producto “poco a poco” porque si no lo hiciera así no obtendría beneficios. Esa es precisamente la posición de China, la de acaparador (no especulador) de billetes y bonos de los “yuesei” y por eso mismo no puede soltar ahora de golpe toda su mercancía (como si lo haría el especulador) porque se arruinaría.


           Realmente no hay que dar tantas vueltas para darse cuenta de que China no puede ser un causante “financiero” (recalco, otra cosa es su hambre de recursos) de una hiperinflación jugando con sus bonos y billetes de dólar: puesto que en otros posts hemos visto que la inflación perjudica al acreedor y beneficia al deudor: pues gracias a ella al primero se le debe menos dinero, o se le debe un dinero que vale menos, mientras que el segundo tiene que pagar con un dinero que también vale menos y siendo China el primer acreedor de los Estados Unidos, es suicida que juegue una baza que le perjudica.

         De hecho esa es la tesis del artículo de Dean Baker (economista y codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington) publicado por “Le Monde Diplomatic” en su número del pasado mayo: “¿Y si China deja de comprar dólares?", único artículo sobre el “tema chino” citado en este post, para no aburrir al personal.



(**) Pero estos sinvergüenzas sí que saben gastar ese dinero: el problema es que ese dinero ya lo gastaron hace tiempo, por ejemplo en la Guerra de Iraq (vid. Stiglitz, J. La Guerra de los tres billones de dólares. Taurus. 2.008)

(*) Al igual que el personaje de Talleyrand en la obra teatral “La cena” le dice a su antaño enemigo, Fouchè: “Ganemos batallas, perdamos batallas, pero ganemos siempre dinero”.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Epitafios

          He estado pensando en sustituir la cabecera de este blog, la frase de Karl Marx “El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía”, por la siguiente: “El gobierno civil, en tanto esté instituido para la protección de la propiedad, en realidad está instituido para la defensa de los ricos contra los pobres

           El autor de esa frase es anterior, en varias generaciones, a Marx, lo que demuestra que ni siquiera en esto era original: el marxismo no es otra cosa es el devenir racional y coherente del pensamiento económico (otra cosa es que, muchas de sus aportaciones estén hoy día plenamente vigentes). Por cierto el autor de esta segunda frase es.... ¡Adam Smith, naturalmente! ¡Qué dorada época en la que los autores escribían al dictado de su propia conciencia y no al servicio de los intereses de una ideología o de un poder económico!
       Por cierto, si buscamos un epigrama histórico para defender la redistribución de la riqueza, ¿Qué tal ésta?: “La riqueza es como el estiércol; sólo es buena si está esparcida”. ¡Dios salve al consejero de Jacobo I!

lunes, 15 de noviembre de 2010

La Amenaza Fantasma VII


VII.- Las novias de Fumanchú

          Si los “chinos” compran deuda, con lo cual están financiando los déficits (públicos y privados) de los demás: ¿Quién no te dice que mañana dejen de hacerlo (o amenacen con ello) y hundan nuestro sistema económico?

          Si los “chinos” tienen “mogollón” de dólares acumulados en los sótanos de su Banco Estatal: ¿Quién les quita para que mañana suelten todos esos dólares, inunden el mercado de dinero con ellos y generen un proceso inflacionista de “cágate lorito”?
          Estos son nuestros dos grandes miedos. Para explicar por qué no pasará ninguna de estas dos cosas recurriré a dos figuras comprensibles para cualquiera: el caso “afinsa/fórum filatélico” por un lado y el caso “de las colas del carrefour” por el otro. Con tan peregrinas herramientas vamos a analizar estos dos miedos.
          Miedo a dejar de comprar deuda: la deuda que compran los chinos es básicamente deuda pública norteamericana, porque es la que les resulta más interesante no sólo en cuanto a tipos de interés sino también por la moneda empleada. Esta compra es la que preocupa a los autores del “sindrome de china” en términos de inflación, asociados a “movimientos” monetarios (*). Esta preocupación es doble: por un lado si dejan de comprar deuda pública “yanki”, al Tesoro de Estados Unidos no le quedará más remedio que o reducir sus necesidades de endeudamiento, o, lo que es más probable, buscarse otros compradores de deuda, para lo que tendrá que “mejorar las condiciones de su deuda”, algo que se consigue aumentando su interés. Con esto “robará” clientes a otros títulos de deuda (privados pero también públicos de otros Estados), lo que obligará a estos últimos a “mejorar” a su vez sus condiciones en una espiral de subida de los tipos de interés de consecuencias imprevisibles. En ese escenario el malévolo chino con una sonrisa, retuerce su bigote con sus largas uñas.
          Miedo a vender la deuda que tienen en sus manos: La primera consecuencia deriva de que bien he dicho “vender”, no regalar, lo que implica recibir algo a cambio: si lo que se recibe son bienes (**), esta deuda se ha convertido en “dinero financiero” y como resultado, al menos durante un tiempo convivirán en la masa monetaria los dólares que los chinos pagaron para comprar la deuda y esos mismos títulos de deuda que se utilizaron como medio de pago de los bienes que se recibieron a cambio de la deuda. Si lo que se recibe a cambio son “billetes verdes” y éstos se almacenan en las catacumbas del Banco Central Chino, la masa monetaria se mantiene aún cuando en el mercado los billetes escasearán (“dinero legal” o “dinero monetario” como lo hemos llamado) y los títulos de Deuda Pública abundarán (“dinero financiero”) lo que es un problema porque para las transacciones comerciales éste no es un sustitutivo perfecto de aquél.

          Finalmente hay que recordar que lo primero que pasa cuando al mercado llegan muchas fresas es que el precio de las fresas baja (hace unos cuatro años incluso te las regalaban a la salida del supermercado): cuando de pronto llega mucha deuda pública norteamericana al mercado, éste se inunda de esos papeles y bajan de precio. Para conseguir que vuelva a subir se necesita que alguien la “elimine” del mercado: que la compre y la destruya: ¿quién va a hacer esto? La Reserva Federal; ¿cómo lo va a hacer? Cambiando sus dólares por deuda. ¿Y si no tiene dólares? Tendrá que darle a la máquina de hacer billetes. ¿Qué pasará entonces? Que nos inundaremos de dólares con los efectos inflacionistas fáciles de advertir, mientras el perverso chino sonríe, echando volutas de humo mientras fuma un cigarrillo enganchado a una larga, larga pitillera.

          El segundo miedo es que “abran las compuertas” donde almacenan sus dólares e inunden el mercado. Los efectos son parecidos a los del caso anterior con algún atajo: si con ese dinero (que no regalan, repito) compran cosas, habrá más dinero y menos cosas (inflación); si compran deuda habrá menos deuda en el mercado y más dinero, y, en cualquier caso mucho billete por el mundo y pérdida de capacidad de compra de ese billete, que es la otra cara que siempre hemos visto de la inflación. En todos estos casos no hace falta que la Reserva Federal saque sus dólares de sus cajas fuertes o le de a la máquina de imprimir dinero porque ya lo han hecho los chinos por ellos.
          Dicho esto ¿el miedo es real? Lo veremos después de la publicidad.



          (*) Los otros, el que compren el local de la esquina o la fábrica de quesos del pueblo no les preocupa.

         (**) Aunque no se intercambien inmediatamente los unos por los otros Habrá un proceso Deuda-billetes-bienes, aunque esos billetes no se lleguen a ver físicamente (se compensen mediante anotaciones en cuenta)

viernes, 12 de noviembre de 2010

Temple Bar

          Viajé a Irlanda, hace unos cinco años, en plena ebullición económica. El avión tuvo que hacer una "parada técnica" en el aeropuerto de Manchester debido a que, por congestión del aeropuerto de Dublín, había permanecido mucho tiempo dando vueltas "en espera" y no tenía combustible. Cuando finalmente llegamos al aeropuerto de destino ví, desde la ventanilla, como se "aparcaba" el avión "a mano", dirigido por un tío en chándal. Advierto que viajaba con Iberia: si hubiera sido con Ryanair seguramente lo hubieran "aparcado" a patadas.

           La visión de Dublín fue decepcionante: a la tradicional dejadez y sensación de suciedad de las gentes y locales "del norte" (frente a lo que nos pretenden hacer creer), además vi (en plena época del "milagro irlandés" repito) mendigos pidiendo a las puertas de los supermercados: chavales jóvenes, con el pelo rapado, y, esto es importante, de piel blanca. Las cosas funcionaban "regulín regulán": no había autopistas, las carreteras eran "cutres de narices", y un trayecto de cuarenta kilómetros bien podría llevarte fácilmente más de una hora.

           En una especie de "mezcla de metro y cercanías" que tenían estaban empezando a poner tornos que, por supuesto, todavía no funcionaban; los trenes, es obvio decirlo, salían y llegaban cuando les daba la gana. Los pubs se pasaban las normas "por el forro" y, a diferencia de los ingleses, podías entrar tranquilamente con un niño de seis años: con lo único que parecían algo estrictos era con el tabaco.

         Tampoco era el proverbial pueblo simpático que sale en las películas: obras aquí y allá que parecían no avanzar ni terminarse nunca, de día y noche borrachos tirados por la calle (y no sólo en Temple Bar); en el Trinity jóvenes holgazaneando, como es propio de todas las Universidades del mundo; de noche las calles iluminadas insuficientemente; en algunos casos (en los soportales del edificio del Banco de Irlanda) iluminadas con velas: las de una vigilia en apoyo a De Juana, por entonces, "echao", en huelga de hambre. La Irlanda rural era todavía más deprimente; sobretodo si ibas un domingo: gente de casa a misa y de misa a casa en "galochas" o como quiera que se llamen allí; siendo "el Día del Señor" te las veías y te las deseabas para poder encontrar un sitio donde comer...

          Mi impresión de ese país era que su grado de desarrollo humano estaba próximo a la "Galicia profunda" y a la mayor parte de Portugal (Santiago, Coruña, Aveiro o Lisboa están más desarrollados), y que, al final, Dublín sólo valía para largar a los chavales un año en un Erasmus a que se lo pasen bien y le den a la lengua. Por cierto, a la vuelta el avión salió con cuatro horas de retraso.

          Siempre me sorprendió que ese país fuera el modelo de desarrollo de la globalización: las impresionantes cifras del "dieconomist" o del "fainancial" no se dejaban ver en mejoras materiales por ningún lado. Recuerdo que incluso en un seminario de fiscalidad internacional comenté ese "gap" entre lo publicado y lo real, con escepticismo y desaprobación general (y, ¡ay!, ministerial): será que vamos a hoteles distintos, pensé.

          Ahora se ve que ese desarrollo (basado en el "dumping" fiscal por cierto) era artificial; es un paso: para mí no era artificial, era inexistente... Excepto, seguramente para unos pocos... pero, por lo que vi, indudablemente ni siquiera vivían allí.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Patito feo

          “La empresa privada es más eficiente que la pública”, el mantra que repiten continuamente “los del pensamiento único” a través de sus medios de comunicación (que son todos) y desde todos los púlpitos y cátedras del mundo mundial.

           La realidad es otra. La empresa privada, como la chicas del cole en la edad del pavo “se creen las más guays”: “Aquí mandan las divinas” simplemente porque nadie se atreve a decirlas nada, y pobre de la que “les cante cuatro verdades”: queda “desajuntada” de todos los “tuentis”, “mesenyers” y “feisbuks” que en el mundo han sido.
            Por eso mismo la gente no critica a las empresas privadas y sí a “lo público”: porque criticando a las primeras no va a cambiar nada (y, si acaso, te caerá “una manita de hostias”), mientras que criticar a las segundas sí (repito sí) supone un cambio en sus conductas.
           Como todo en este post, la idea está plagiada de quién sabe más que yo:

         “En efecto, podríamos observar entre paréntesis que la opinión corrientemente expresada por el mundo de los negocios de que es más probable que un servicio público pase por alto al consumidor parece ser justamente lo contrario de la verdad. El verdadero peligro es que sea demasiado flexible y sacrifique los intereses permanentes del servicio a la demanda de un abaratamiento inmediato. La protesta instantánea contra la “ineficacia” el “desperdicio” y la “tiranía burocrática” con la que se recibe la propuesta de subir los precios hecha por cualquier servicio nacionalizado es en sí misma la mejor prueba de la protección del consumidor, que ofrece la propiedad pública. En la industria privada, los precios de la ropa, el calzado, la comida y docenas de otros bienes ha subido en más de un 160 por 100 entre 1.914 y 1.921, y nadie llegó más que a refunfuñar de vez en cuando. En cambio, la propuesta de Correos de subir las tarifas telefónicas, causó una ola de indignación en el mundo de los negocios. Como saben por propia experiencia los usuarios de los trenes suburbanos y metropolitanos, ciertas compañías de ferrocarriles venden habitualmente plazas inexistentes en vagones de tercera; y si, muy en contra de su voluntad, el desafortunado viajero pasa a un vagón de otra clase, se le cobra el exceso de tarifa de que la insuficiencia de sus medidas le ha hecho deudor. Si los ferrocarriles estuvieran nacionalizados, la Prensa resonaría con las protestas contra la incompetencia del Estado y la práctica censurable de los funcionarios. Como están en manos privadas no se oye ni un murmullo. La explicación es sencilla. La política de una empresa pública puede ser modificada por la crítica; la de un negocio privado, no. Se considera que la primera está actuando incorrectamente si presiona al consumidor; al segundo se le tendría a menudo por muy excéntrico si no lo hiciera”(*).

               Tawney dixit, y lo dijo ¡en 1.921! ¿Anticuado, Hank?, ¿ya no es así?: Cambiad trenes por banda ancha de tropecientos megas, o simplemente por tener luz en Cataluña, y contadme.
          ¿Os imagináis a Q. y a A. repitiendo visita, estas Navidades, a la sede de El Corte inglés, para que no derroche recursos energéticos en su cortilandia de los cojones?


(*)Tawney R.H. La Sociedad Adquisitiva. Edición castellana de Alianza Editorial. Madrid. 1972 (pp. 127-128)

martes, 9 de noviembre de 2010

La Amenaza Fantasma VI

VI.- Una china en el zapato.

          Lo primero que hay que resaltar es que China no es más que otra “economía de mercado”: no es un Doctor No (en este caso Fumanchú) ni una única empresa estatal dirigida por una especie de Mao: su tejido económico es un conjunto de empresas, en un régimen parecido a la propiedad privada, por lo que “China” no actúa de forma distinta a cualquier agente económico del sistema capitalista: no tiene ningún interés en destruir el mundo, ni la raza blanca, ni imponer un régimen político... Trata de “vivir del chollo” igual que todos sus “compis” del mangoneo económico mundial.

          Dicho esto conviene destacar que sus empresas (más o menos privadas) están sometidas a un “dirigismo” estatal desconocido en occidente, por lo que, sin olvidar la esencia antes comentada, actúan de una forma mucho más uniforme y, si se quiere, más al dictado de Pekín, que sus homólogas en otros Estados (*), por lo que concebir esta pluralidad de sujetos como uno solo no es tanto disparate.
          Como bien sabemos, las empresas chinas venden más de lo que compran (¡vaya descubrimiento! esto lo hacen todas) y venden al exterior en su conjunto más de lo que compran (esto ya no lo podemos predicar de todo el mundo), bien sea porque tienen un mercado interior subdesarrollado o porque a los demás “nos ha hecho la boca un fraile”: el caso final es que, como resultado de su actividad comercial, obtienen un beneficio en forma de papel moneda, que de momento, como en las recetas vamos a reservar (sabiendo que está ahí).
            En sus compras y sus ventas las empresas chinas utilizan la moneda del imperio: el dólar. Algunos dicen que porque les da la gana: les conviene puesto que su mercado interior no es en dólares sino en su moneda local, lo que supone que los inputs que se localizan dentro del país y, en concreto, la mano de obra, se “compren” mucho más baratos y eso “mejore” el precio de venta del producto. Otros autores indican que “no les queda más remedio” toda vez que todas las transacciones internacionales deben realizarse en esa moneda, que es la única respaldada por la “sexta flota” (y por la cuarta y por la quinta...): esto por cierto sucede “aquí y en la China Popular” (**), aquí un poco menos gracias al euro, pero poco menos.
           Luego independientemente del resultado de su balanza comercial China necesita un “stock” de dólares para que su máquina de producción funcione: a medida que su máquina crezca este “stock” de dólares debe ser mayor de la misma forma que al aumentar el número de máquinas de una fábrica, aumenta la cantidad de aceite necesario para su engrase. Este creciente “stock” de dólares juega un papel “antiinflacionista” (es un dinero que desaparece del mercado por lo que el precio del dinero sube y el de las demás mercancías baja) relevante.

            En el otro platillo de la balanza deberíamos poner, claro está que una economía como la China en crecimiento, pelea por los recursos y los encarece, lo que supone un proceso inflacionista. De los dos efectos este último es, con seguridad mayor, pero nos remite a la causa de la inflación reseñada en los primeros capítulos (escasez de materias) que ya discutimos.
             Comprando y vendiendo en dólares el beneficio obtenido, que antes reservamos, lo es también en dólares. ¿qué hacen los chinos con esa acumulación de dólares? Pues lo mismo que los demás:
           Una parte de ellos se utilizan para remunerar factores: los factores internos se remuneran en la moneda local, por lo que antes hay que pasar por el Estado para convertir los dólares en yuangs. A partir de ahí los dólares quedan en manos del Gobierno Chino y empiezan las películas tipo James Bond que más adelante analizaremos.
            Otra parte se utiliza para aumentar la capacidad productiva, con las mismas consecuencias que en al caso anterior: si la máquina se compra al exterior se paga en dólares y punto. Si se adquieren terrenos o se encarga la construcción de una nave se paga en moneda local, previo paso por el Banco Estatal y listo.
             Y, finalmente, al resto se le busca algún otro tipo de “utilidad”: se puede salir a comprar empresas fuera de China, locales, terrenos... Pero, para lo que nos preocupa, lo más interesante es lo que sucede cuando chinos y Gobierno Chino mantienen lo que tienen en “dolares” o lo cambian por “dinero financiero” (deuda).
             ¿Por qué nos preocupa? Porque como pensamos en los chinos en términos de Fumanchú sospechamos que con estas dos armas pueden destruir la civilización occidental: ¿Cómo?. Lo veremos en el siguiente post.





          (*) Que también lo hacen, en una extraña simbiosis Gobiernos-Empresas, que como en la Santísima Trinidad (en este caso "Binidad") son dos personas distintas y, a la vez, una. De ahí que muchos autores no les guste el término “multinacional” sino que prefieren el de “transnacional”: estas empresas tienen un “homeland” y luego están extendidas por el resto del mundo, pero, resulta claro, tienen “patria” y todos los defectos que esto conlleva (bandera, fanatismo...)

            (**) Conviene acabar con la “pamema” de ciertos libros de texto, sobretodo en el ámbito contable, que dicen que al vender al exterior se cobra en la moneda del cliente y al comprar al exterior en la moneda propia o viceversa: al comprar y vender en el interior se usa nuestra moneda y al comprar o vender al exterior, se usa la moneda “universal”: el billete verde y, un poco el euro, cuyo éxito no viene como moneda de intercambio universal sino como moneda única de un mercado interior muy grande.
 

lunes, 8 de noviembre de 2010

State of Play




         Siempre que leo o veo las entrevistas que le hacen a este tipo, tengo la sensación de que lo que tengo delante del papel o de la pantalla es, sin duda un “Hombre de Estado”, pero tengo mis serias dudas de que también tenga delante a un “Buen Hombre” y mucho menos a un “Demócrata”. Después de todo no es mal resultado: al menos González saca un uno de tres; sus sucesores ni eso...

          Se dice que el sueño de la razón engendra monstruos, por lo que seguramente el sueño de la razón de estado engendrará criminales...