"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

jueves, 28 de octubre de 2010

Ghost writer (epílogo)


         Ya estaba acabado el "gongoriano" tema, cuando Vicenç Navarro publica esto en Sistema Digital. Ojalá pudiera escribir con la precisión, seriedad y claridad con la que lo hace el Profesor y Maestro Navarro, pero ¿a qué el argumento es el mismo?

La Amenaza Fantasma III

III 

¿Quién crea el dinero?

          Cómo y quién produce el dinero es algo que se utiliza en los documentales “de terror” (tipo “dinero es deuda”) como “gancho” para captar la atención de los televidentes porque tiene la ventaja de que une algo casi “esotérico” con las clásicas “teorías de la conspiración” que aquejan al noventa por ciento de este tipo de documentales, así como la falta de rigor histórico aquejan, paradójicamente, a la mayoría de la novela histórica... En fin, ¡qué se le va a hacer!

             El primer “productor de dinero” como hasta un niño sabe es la fábrica de hacer billetes (y monedas). Esa fábrica tradicionalmente estaba en manos del Rey, luego en manos del ejecutivo y, relativamente reciente, en manos de un poder “independiente” del ejecutivo (los bancos centrales, llamense así, o reservas federales o como se quiera). Esta separación, por cierto, no es baladí, como veremos, si llegamos algún día, a leer el final de esta serie de posts.

           Este productor mete papel y tinta en la máquina y salen billetes. Si se pusieran a hacer billetes a troche y moche y luego los lanzaran desde aviones sobre pueblos y ciudades, la abundancia de dinero estaría garantizada y la hiperinflación también aunque sólo perjudicaría a los que no han podido salir a la calle el día de tan magno acontecimiento. Si se repartieran en proporción a lo que cada uno tiene en la cartera o en el banco habría hiperinflación pero como la del caso primero (primera repetición avisada). Si por el contrario una vez emitidos, los billetes se arrojan al fuego, nos quedaríamos como estábamos (aunque habría que cesar a alguien). Si en la imprenta de la esquina se dedicaran a emitir billetes y los hicieran iguales que los de la fábrica “oficial” serían encarcelados (y los billetes destruidos) y si los hicieran con otras denominaciones (“bricoeuros”, “copaeuros”, “churros”...) y luego los repartieran, no afectarían para nada a la producción, abundancia o escasez del dinero. ¿En nada? Ya veremos...
           Luego el primer tipo de dinero, el billete sólo lo fabrica alguien “revestido de poder para ello”, tiene poder para ahogar en la escasez o en la abundancia a todo el producto y además, según se reparta puede jeringar a algunos y beneficiar a otros. La cuestión del reparto es importante porque según se emiten no se regalan, se entregan cuidadosamente a quién los necesita o mejor dicho, se “prestan” a quién los necesita, a cambio de una promesa de devolución y, naturalmente, un tipo de interés. De ahí el “tándem” “fábrica-banco central” que se utiliza en todos los Estados modernos. Esto se puede decir hoy pero no se podía decir hace tiempo cuando el Rey o el ejecutivo ordenaba imprimir los billetes que le daba la gana para pagar sus vicios y si no se habían inventado los billetes, ordenaba acuñar nueva moneda rebajando la cantidad de metal precioso que contenía.
          El segundo tipo de dinero, por origen histórico no es el dinero bancario, del que luego nos ocuparemos, sino el “dinero comercial”. Cuando alguien vende un producto y no consigue un cobro inmediato es fácil que sea porque el comprador se lo deja “a deber”. Poco falta para que esa deuda se ponga en una tablilla de arcilla (los economistas de hoy dirán que se ha “titulizado”) y se convierta en una “pistola” que puesta en su día delante de la cara del deudor, sea quién sea el que la empuñe, obligue al deudor a hacer frente al pago de los que debía, sin que la policía ni nadie pudiera objetar nada, salvo que el deudor no quisiera pagar, en cuyo caso, se le descuartizaba, para que escarmentara y no se le volviera a ocurrir comprar algo si no tenía dinero para ello. Estas tablillas proliferaban por aquí y por allá y se podían intercambiar como si fueran dinero, porque de hecho representaban un derecho de crédito frente a alguien. Además eran más cómodas de transportar que el dinero en efectivo, sobretodo porque los primitivos tenían la mala costumbre de utilizar como unidad monetaria básica aquella del metal más cutre que encontraban, que valía poco y encima pesaba mucho. Para viajar y eso, era más cómodo llevar la tablilla del deudor que residía en el pueblo que se pensaba visitar y una vez allí realizar el cobro... En fin, todo esto se fue profesionalizando y se creó una especie de “corresponsalías”, como una especie de “banca comercial” que, casaba las operaciones de aquí y de allá, pero que todavía no cobraba intereses, aunque sí seguramente comisiones.
          Estos efectos comerciales son también dinero, o sucedáneo del dinero, en cuanto que se aceptan como instrumento en lugar de aquél. Pero a diferencia del billete (o la moneda) no son creados por el “estado”, sino por los particulares. Y por cierto, no por la banca, sino por Pepito Pérez: Si Pepito Pérez va al ikea a comprarse un sofá que vale 300 euros y no le da la gana sacarlos de la cartera (pero los tiene) y consigue en el ikea que no los tenga que pagar hasta dentro de tres meses, firmará un “papelín” diciendo lo que debe: se irá a casa con el sofá y los 300 euros en el bolsillo y mientras ikea (o “muebles emporio”, me da igual) andará por ahí con el papelín como si fuera dinero: lo usará para pagar parte de sus compras, o para hacer nuevas compras, lo llevará al banco a descontar para pagar las nóminas... Durante esos tres meses la economía (si no existiera más) “circulará” con 600 euros: los 300 oficiales en forma de billete y los 300 del papelín con la firma de Pepito Pérez. La masa monetaria se habrá doblado sorpresivamente, para después del trimestre, cuando “nosesabequién” enseñe el “papelín” a Pepito, éste abra la cartera y de ahí saque los 300 euros, otros trescientos euros, los de la nómina del mes (trabaja para Diaz Ferrán), los otros ya los gastó en bares. Conviene reparar que si, cuando Pepito fue al Ikea hubiera llevado la cartera vacía y por eso tuvo que comprar a plazos, el dinero comercial se hubiera creado igualmente.
         Finalmente llegamos al dinero “bancario”, el que asombra a los documentalistas conspiranoicos. Dinero presta el que lo tiene (sea suyo o de otro): el prestamista (de dinero, de carros, de almazaras, de aperos...) ha existido siempre, lo que se ha discutido a lo largo de la historia es sobre la legitimidad (sobretodo moral) de, prestando dinero, exigir a cambio más dinero (intereses). En cualquier caso esto es una discusión que ahora no nos atañe: lo cierto es que dinero presta el que lo tiene y presta hasta el límite de lo que tiene. Esto es rigurosamente cierto si estamos hablando sólo de billetes y monedas, pues a medida que se va vaciando el saco (o la caja fuerte) llegará un momento en que no haya ni billetes ni monedas y, en consecuencia nada que prestar. Pero como vimos anteriormente ya hemos descubierto el instrumento para que los particulares puedan crear dinero: las obligaciones de pago futuras. Siendo así, nada impide al prestamista, en vez de físicamente entregar la cantidad de billetes y monedas que el prestatario demanda, entregarle un papel en el que él mismo (el dueño del dinero) se reconoce obligado a pagar una determinada cantidad a la vista al portador del papel en cuestión, a cambio, es de suponer, de otro papel, “en el sentido contrario” en el que el prestatario se obliga a pagar a un determinado vencimiento una cantidad aún mayor, o al menos la misma, si andamos con prejuicios morales. Como además es gente de solvencia (tienen dinero y por eso lo prestan) ese papel será aceptado casi en cualquier sitio, sin olvidar que es más ligero y se transporta mejor y no se deteriora tanto como el metal acarreado de un lugar a otro. Nace así el dinero bancario, que realmente es lo mismo que el dinero comercial excepto porque ha desaparecido el “subyacente” (“la pérdida del subyacente” en todo el capitalismo financiero será nuestra ruina), es decir, la operación comercial que le dio sentido. A partir de aquí sí, ya podemos aceptar que el prestamista, al ver que no todos los receptores de los papelitos en los que él aparece obligado al pago, y obligado “a la vista” acuden “a por el dinero” y, lo que es más, aquellos papeles circulan de unas manos a otras sin que se ejecute la obligación, es normal que “se crezca” y empiece a emitir una cantidad de papeles superior al numerario que, efectivamente, guarda en sus arcas, y que, con la experiencia, calcule cuál es la cantidad de billetes y monedas que realmente le vienen a pedir, y “ajuste” el importe de sus préstamos a esa cantidad. Esto, inevitablemente conlleva que el prestamista haya prestado una cantidad muy superior a la que tenía y que el dinero creado y circulando sea muy superior a la que correspondería si hubiera apartado en su caja fuerte la parte de dinero que había ido prestando vía papelitos, en cuyo caso la masa monetaria no hubiera aumentado: se habrían cambiado monedas y billetes por papelitos, nada más.
          Todo este negocio se basa en la confianza que la sociedad tiene en que el prestamista (al que todavía no hemos llamado banquero), pague “a la vista” sus deudas(*). De hecho lo que vende es “confianza”, una variante del “humo” menos tóxica para los pulmones pero más para el bolsillo. Con el nacimiento de la banca “moderna” esta confianza se refuerza, no se sabe muy bien por qué, toda vez que las quiebras bancarias has sido reiteradas y desastrosas a lo largo de toda la historia del capitalismo; pero lo cierto es que se refuerza, quizá con la idea de que puesto que recogen depósitos y a la vez prestan, la solvencia de unos garantiza el cobro de los otros. Y por supuesto, al recibir dinero, la capacidad para prestar, que ya estaba sobredimensionada en el prestamista como vimos hace un momento, todavía aumenta más.
        A estas alturas podemos distinguir, en todo el dinero creado, dos tipos según su creador: el dinero “público” y el dinero “privado” y éste último puede tener un origen comercial o financiero. La denominación “pública y privada” no nos sirve porque cuando el Estado compra gasolina para los vehículos del desfile del Día de la Raza y lo deja a deber, previa firma de un “papelín” ese papelito es dinero (dinero comercial) pero ha sido creado por el Estado. Podríamos por tanto llamar a los tipos de dinero: “oficial” (monedas y billetes) y “resto” y en ese “resto” distinguir entre “dinero comercial” y “dinero financiero”, que junto con la primera categoría “dinero oficial” forman un lenguaje que yo, más chulo que un ocho, me acabo de inventar para tratar de explicar, no el origen (que ya lo hemos hecho) sino la abundancia, escasez o equilibrio del dinero “versus” las demás clases de mercancías. Pero eso no será hoy, sino ¡mañaaaaaana! (o más bien después de este puente).

(*) Sobre los subterfugios para no hacerlo, conviene leer a A. Smith: el más empleado en aquellos tiempos consistía en obligar al que quería cobrar del banco a aceptar moneda pequeña como pago, de forma tal que se eternizaba la transacción, se hacía difícil de contar y exigía la tenencia de un carro de al menos dos bueyes para poder retirar el dinero “del cajero automático” de entonces. De ahí que una Ley inglesa prohibiera a los bancos pagar cantidades por encima de un determinado importe con moneda pequeña.
 

miércoles, 27 de octubre de 2010

La Amenaza Fantasma II

II
Causas de la (hiper)inflación:

         Primera.- La causa más trivial por la que se puede producir la hiperinflación es porque, de golpe nuestro gobierno nos obligara, cada mañana, antes de salir de casa, a añadir tres ceros a cada billete que tengamos en la cartera, mientras los bancos hacen lo mismo con los saldos de nuestras cuentas (deudores y acreedores), los deudores y acreedores, hacen lo mismo con sus derechos y deudas, los comercios igual... Nada habría cambiado pero los precios de las cosas estarían mil veces más caros que ayer en términos monetarios: eso sí tendríamos mil veces más cantidad de unidad de cuenta en forma de billetes para comprarlo. Se demuestra así de forma evidente que lo importante del dinero no es su denominación, sino el poder de compra que representa. Pero esta causa de hiperinflación no se plantea más que en los tebeos explicativos de cómo funciona el sistema económico. Este caso primero, con ser tan tonto, va a ser repetido otras veces en la serie, lo que demuestra que a veces las simplezas son muy útiles para entender las cosas y que este post ya está escrito en su totalidad y que si lo fracciono es para no aburrir hasta a las ovejas. Pero, de momento, vamos a otras causas más serias.

          Segunda.- La escasez de productos: es la causa que se alega para justificar un futuro espectro de hiperinflación por una parte de la comunidad científica no económica: si los recursos son cada vez más escasos, la gente se peleará por ellos, y la forma de pelearse por ellos en el mercado, no es otra que ofrecer más dinero a cambio de ellos (*). El razonamiento es impecable y, desde luego, la escasez explica el comportamiento de los precios de determinados productos en todos los tratados de economía política desde hace siglos (el clásico caso de los diamantes, que en la naturaleza son escasos**) y, probablemente, si algún día el agua, la arena o el aire fueran escasos, sus precios subirían notablemente: así es de esperar que suceda con el petroleo.
           Pero esta explicación es solamente parcial para determinados productos y no parece que pueda explicar un proceso hiperinflacionista global en todos los productos y en el mismo momento: se irá trasladando gradualmente a los precios a medida que esos productos más escasos se vayan incorporando al proceso productivo (y en tanto en cuanto no existan productos sustitutivos). En el caso del petroleo es indudable que su escasez (y finitud) supondrá un encarecimiento de los productos que son transportados hacia el consumidor, de los transportes de mercancías y personas, de los productos agrícolas que se abonan o tratan con derivados de esa materia... Pero será, insisto un proceso gradual, no por ello menos doloroso, ni ¡ojo! exento de sobresaltos.
          Entre estos sobresaltos está siempre presente, la especulación, que ésta sí, puede generar procesos similares a la hiperinflación: una escasez artificialmente creada de productos (mediante el acaparamiento) para conseguir una subida artificial de precios (el efecto del acaparamiento del dinero lo veremos más tarde). De hecho, la especulación, históricamente, ha servido para crear procesos inflacionistas y aún hoy, los países que concentran la distribución en pocas manos y privadas (como es el caso de España) se encuentran entre los más inflacionistas de su entorno. Un movimiento especulativo de este tipo sí puede abarcar una gran cantidad de productos y hacerlo, además, a la vez, por lo que el efecto hiperinflacionista parece asegurado.
           Tercera.- Abundancia de dinero: es el escenario simétrico al anterior. Puesto que el dinero sólo es una mercancía más (que sirve para facilitar la circulación de bienes y servicios), para que un proceso hiperinflacionista se produzca sólo es cuestión de tocar alguno de los dos platillos de la balanza: o que aumente el precio de las cosas o que baje el precio del dinero. En la causa anterior vimos si era posible generar hiperinflación mediante el aumento “natural” del precio de las cosas (creo que no) o mediante el aumento “artificial” del precio de las cosas (creo que sí). Ahora le toca al otro platillo: generar un proceso inflacionista mediante una bajada del precio del dinero. Si seguimos considerando que un elemento sustancial en el precio de las cosas es su escasez, y creemos que el dinero es una “cosa más” entonces si es escaso su precio subirá (y en proporción a él bajará el precio de las demás cosas) y si es abundante su precio bajará, y en proporción a él aumentará el precio de las demás cosas, con lo que llegamos al punto central de esta causa de hiperinflación: la abundancia de dinero. Resulta además que esta causa, hasta el momento, ha sido el origen de todos los procesos de hiperinflación que en el mundo han sido, con lo cuál es la que deberíamos tener en cuenta más en serio para certificar si la profecía de la hiperinflación en el horizonte resulta cierta.
           ¿Y cómo se consigue que haya abundancia o escasez de dinero? El dinero es como cualquier otra mercancía, por ejemplo, el carbón, la diferencia es que “sí sabemos” claramente como se produce el carbón (arrancándolo de las entrañas de la tierra) y también sabemos “cuando hay abundancia” de carbón (cuando hemos extraído más del que se necesita) y “cuando hay escasez” de carbón (cuando hemos obtenido menos del que hace falta) y cómo se solucionan estos “desequilibrios” (produciendo más o menos). Pero, con el dinero, “ese gran desconocido”, no tenemos por lo regular, ni pajolera idea de cómo se produce (los economistas sí), ni cuando es abundante o escaso (esto no lo saben ni los economistas), ni, por supuesto, cómo se consigue el equilibrio (esto no lo saben ni los premios Nobel). Si a esto unimos que el dinero, para ciertas corrientes económicas, tiene poderes mágicos sobre el comportamiento de la sociedad, o simplemente es un fetiche al que adorar como solución de todos nuestros males, el “cacao maravillao” está asegurado. Pero para que se enfríe un poco habrá que esperar a otro post.



(*) Si se quiere apostar por el sentido común y la supervivencia de la raza humana es evidente que un recurso no suntuario tremendamente escaso debería ser nacionalizado. Con eso no se evita su agotamiento, pero sí el uso racional hasta su liquidación.
(**) También, como descubrieron los utilitarias, un bien es caro si, además de escaso debe ser útil. Un meteorito es algo escaso pero también es de poca utilidad, por lo que no es caro: otro clásico de la economía: el caso del meteorito.

martes, 26 de octubre de 2010

La Amenaza Fantasma I


Prólogo

            Cuando para contentar de nuevo a la aficción y hacer el blog un “poquito” más serio empecé a poner en limpio las ideas sobre la amenaza de una inminente hiperinflación, no me imaginaba que me iba a enrollar hasta el extremo de unas veinte páginas. Sí tenía claro que quería ser lo más ameno posible (para no perder a todos mis lectores) y que precisamente por  esto no debía ser un trabajo de investigación sino de divulgación. 

         Para ello hay que renunciar a los tecnicismos en primer lugar y en segundo lugar, a las citas (en ese sentido el manual del sector público de Stiglitz es magistral: no hay bibliografía al final de cada tema y las citas se suceden de treinta en treinta páginas) y, lo que es más doloroso, también hay que simplificar conceptos, lo que implica, necesariamente, aumentar la imprecisión. A diferencia de los trabajos de investigación en el que se lee, se aprende y se anota dónde se ha leído; los trabajos de divulgación exponen un conocimiento (una forma de ver las cosas) aprehendidas acá y allá, que ahora sería muy farragoso volver a rebuscar(*). Por último, no hay que olvidar que mi idea de un blog es el de una herramienta de propaganda, por lo que (casi) todo debe sacrificarse en torno a este objetivo... Bueno, y ¡al tema! Que diría Aragonés:

I

             Un fantasma recorre el mundo: el de la escasez del dinero: o no lo hay, o no se presta; los tipos de interés de los Bancos Centrales al 0% son demasiado altos. Sólo queda regalar el dinero, o pagar a la gente porque se lo lleve.
           Y mientras tanto otros tantos agoreros llevan años proclamando un nuevo fantasma: el de la hiperinflación, apoyándose siempre en argumentos que son parcialmente (pero sólo parcialmente) ciertos: que si la escasez de materias primas, que si los bajos tipos de interés aumentan la cantidad de dinero en circulación, que si en Estados Unidos se está dando a la máquina de hacer billetes para pagar los planes de estímulo de Obama... Pero, mientras tanto, el fantasma de la hiperinflación se resiste a manifestarse entre nosotros.
          Aunque el concepto de inflación (y de hiperinflación) está claro (“una subida continuada de los precios de las cosas” y “una subida continuada y exagerada de los precios de las cosas” en el segundo caso), las causas que la originan no siempre están claras, ni tampoco cuándo se desata, ni cuáles son las medidas al uso para combatirlas. De hecho, no debe ser muy fácil conocer todo esto cuando el mundo occidental estuvo sumido durante más de dos décadas en lo que se llamó la “stagflation” (estancamiento + inflación) sin saber cómo salir del atolladero. No pretendamos por tanto, que aquí, el listillo que garabatea en este blog (yo mismo) vaya a dar la solución al problema. Pero podemos ver algunas cosillas (lo que inevitablemente, ¡horror! Implica un nuevo post “por capítulos”: ¡cómo los odio!).
            Lo primero que tiene que quedar claro es que se considera que una situación de moderada inflación es positiva para la economía, como lo es la brisa que empuja a los veleros de los ociosos que en este momento están navegando por la mar, mientras tú estás leyendo este blog (a lo mejor en el trabajo). Peor sería que las cosas mantuvieran eternamente sus precio y mucho peor que, encima bajaran ¿por qué?


          Como explico en clase cuando llega el tema en cuestión, un escenario en el que yo sé que las cosas van a bajar de precio, mañana, pasado o al otro, supone que yo espere a esos días para realizar la compra, viendo como, cada día que pasa, mi poder de compra aumenta. Para qué voy a comprar un coche, una lavadora, o un piso hoy, si dentro de un mes estará más barato (¿os suena?): de esta forma la economía se atasca y las únicas compras que se realizan son las estrictamente necesarias (si, por ejemplo, se me ha estropeado la lavadora). 

         En ese estado “permanente” (“día de la marmota”) de “día previo al inicio de las rebajas” , nadie se acerca a los comercios y todo el mundo prefiere tener entre sus posesiones el dinero antes que los bienes. No hay economía que pueda soportar esto: las fábricas y los comercios cierran, el desempleo aumenta... Por eso aunque las "marujas", los "abueletes" y el resto de los mortales se quejan de lo que suben las cosas y les gustaría mantener los precios de “amar en tiempos revueltos”, lo mejor que pueden hacer los economistas, es no hacerles caso.

           El escenario inflacionista, por simetría con el anterior, cualquier lector podría dibujarlo: si las cosas valen más cada cierto tiempo, no se puede retrasar la compra, porque, con el mismo dinero en la mano podremos comprar menos cosas, o cosas de menor valor: el dinero en las manos y no las cosas es lo que “quema” y todo el mundo tratará de tener en su patrimonio, la menor cantidad de dinero posible y el mayor número de cosas posibles, incluso, si el escenario es muy inflacionista, para ir vendiéndolas a medida que se necesite. Esta situación inflacionista, si es moderada, “espolea” al comprador para que realice sus compras con celeridad y ayuda a la producción de bienes y servicios porque, normalmente, van a encontrar demanda. De ahí las predicadas bondades de una inflación, repito, moderada.

          Pero el tema que nos ocupa no es la “inflación moderada” o “brisa”, sino la inflación descontrolada, hiperinflación o “huracán kondor de las inflaciones”. Tendremos que esperar al próximo post para ver sus causas.
 


(*) Pero sí hay un artículo que me interesa citar: a su debido tiempo.

lunes, 25 de octubre de 2010

Águila Roja

          Dicen los eruditos que los valores de un pueblo se pueden conocer a través de sus cuentos populares. Eso sería antes: ahora los valores de la sociedad se conocen por sus series de televisión.

          En la que arrasa los jueves por la noche entre los televidentes con alguna neurona viva (entre los que las tienen todas muertas indudablemente gana “Gran Hermano”), la acción, cuando escribo esto, se sitúa en una revuelta popular en la que unos cuantos campesinos han “okupado” el Palacio de la Marquesa, reteniendo contra su voluntad a nobles y lacayos.
           Acepto, por imperativos del guión, que liquiden en primer lugar a los lacayos, puesto que se trata de figurantes, más fácilmente reemplazables que las estrellas, cuyo caché es mayor. Lo más gordo es que se presenta a los asaltantes como a una panda de psicópatas movidos por deseos entre sádicos y carnales, que se aprovechan de su momentánea posición de fuerza para vengarse de las injusticias a que fueron sometidos por nobles y (no lo olvidemos) también por los lacayos: de esta forma, desviando la atención a los aspectos “sucios” de una revuelta, se ampara un “statu quo”, se identifica enseguida al malo de la “peli” y se consigue que, cuando finalmente aparezca el Águila Roja, espada en ristre para degollar a todos los malos y salvar a los nobles, cuente con la general aprobación del público televidente.
           ¡Qué pena! Todos esperamos en las revoluciones que, a las puertas de palacio, se presente un pelotón de uniformados con metralletas y, al frente un joven intelectual de gafitas redondas, estrella roja en la gorrita, con los galones de teniente, al menos de “su” ejército o partido, pistola en mano, declarando, como en la canción de Manu Chao: “Estas instalaciones están ahora bajo control del Gobierno de la República Democrática Saharaui”, y, en su lugar se presenta una panda de indeseables, primos de los que salen en Viridiana, matando y violando a todo lo que se pone a su alcance.¡Qué decepción, esta revolución!
            Pobre Maestrillo: toda la serie predicando para que el pueblo tome conciencia de su situación y se levante contra sus opresores y, ahora que por fin le hacen caso, todo se va al traste por una cuestión de etiqueta.

viernes, 22 de octubre de 2010

Perro flaco

          Hoy un “post” no culterano, para contentar a la afición.

          En estos días en que la meteorología nos brinda cambios de temperatura de más de veinte grados en un solo día, las clases trabajadoras, que van temprano a trabajar, se debaten entre el dilema de salir abrigados de casa y volver achicharrados, o salir a “cuerpo gentil” para volver a casa confortablemente.

           Y en esto, los trabajadores se dividen en dos grupos: los “ahorradores” que afrontan un sacrificio presente (pasar frío por la mañana) a cambio de un beneficio futuro (volver cómodamente a casa) y los “derrochadores”, que prefieren un beneficio inmediato (no pasar frío de momento) a costa de un mal futuro (asfixiarse de calor a partir de media mañana). Lo que sí parece claro es que estar a gusto en todo momento es imposible.


            Tenemos así un sencillo ejemplo de toma de decisión “económica” con todos los factores esenciales de este tipo de decisiones: imposibilidad de tenerlo todo, análisis coste-beneficio y, finalmente, elección entre una serie de opciones posibles.


           Hablo de los trabajadores porque, desde luego, este problema no afecta ni al señorito que sale de casa a la una de la tarde a tomar el “vermú”, ni al que pasa del coche oficial / coche de empresa a la moqueta del Ministerio / sede del Consejo de Administración. Este último sólo conoce una temperatura, lo que le permite zascandilear de un lado a otro sin andar pendiente de las prendas de abrigo (como no sea para una inauguración).

            Y así, el trabajador, a cuenta de tanta subida y bajada de temperaturas, tanto abrigarse y desabrigarse, agarra toda clase de catarros, constipados y gripes, que suponen pérdida de días de trabajo, lo que, tras la reforma laboral, se convierte en causa de despido. No, si ya lo cantaban los clásicos: “Pobrecito 'del' obrero. / Que no tiene ni p'al sombrero”.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Punch & Judy (toma buena)

          Y por haberme pillado el toro, hoy... doble post.
 
          El terremoto político de hoy, el cambio de Gobierno, será la comidilla de todos los analistas y de las tertulias “salsa rosa serias”: personajillos por aquí, personajillos por allá... Yo me reservo para el análisis fundamental (con una buena dosis de pimienta, eso sí), que se resume en dos líneas:

          - La política económica neoliberal se mantiene: esto es indiferente al cambio de gobierno porque se dicta por persona distinta del que la copia. José Luis, Elena, Miguel o Cristina son los copistas que escriben “al dictado” de voces que están fuera del Gobierno (y probablemente del país). Aunque los copistas hubieran cambiado, el guión sería el mismo. Pero ni siquiera se han tocado los floreros: La Ministra y Vicepresidenta ahí sigue, al igual que los dos “comisarios” del poder económico en la mesa: Miguel y Cristina. Cae Beatriz(*).
         - Pero el neoliberalismo necesita otra “pata”: el neoconservadurismo. De hecho neolib-neocon es un "pack indivisible" que se vende en los supermercados del capitalismo, llamados Estados Occidentales. Y ahí Alfredo juega el papel que necesitamos. El modelo del pensamiento liberal globalizador, no lo olvidemos, es China: paraíso de la economía de mercado, sin libertad de ningún tipo. Con el "toque Rubalcaba" (indistinguible ideológicamente de Mayor o de Acebes) España se incorpora al selecto club de los países gobernados por neoliberales de corte fascistoide: Holanda, Francia, Italia y, por lo que se escuchó el domingo, Alemania.

          El nuevo Gobierno supone añadir a los planes económicos neoliberales (congelación de pensiones, elevación de la edad de jubilación, reforma laboral, copago...), los planes políticos neoconservadores (persecución de inmigrantes, control policial, identificación de titulares de móviles, restricciones a la libertad de culto, violaciones de derechos humanos en los C.I.E's, actuaciones como las de El Cabanyal...). De hecho, hoy el gobierno de ZP se parece más que nunca al de Sarkozy: recortes sociales y palo y tentetieso, a cargo del dúo Elena y Alfredo.

          Y la mayoría de la gente algo más contenta: a fin de cuentas, en todos los países occidentales, los ministros de la policía son siempre los más valorados en las encuestas; y en el país del “vivan las ca'enas” mucho más.


(*) Por la casa dicen que ahora tendrá tiempo de preparar el terreno a su “compi”, por si pierde también las elecciones de 2.012, para que, al menos, le toque un buen registro. ¡De nuevo reverdece el  ARBOl que tanto tiempo acogió a ambos tortolitos! Pero no es cierto: en principio, la Genovesa queda de Secretaria de Estado. Ya veremos por cuánto tiempo, después de todo, las ratas son siempre las primeras en abandonar el barco.

El Cossío (tomas falsas)

     Mi manía de escribir "por adelantado" los posts, guardarlos y después ir publicándolos en cómodos plazos, me ha jugado una mala pasada. Este era el post de hoy:

           De todas las artes de Cúchares nuestros políticos parecen abonados a la del Don Tancredo: que lo vamos a hacer, ¡se ha puesto de moda!

           El líder de la oposición lleva años componiendo la figura: ¡Duerme, Mariano, duerme! Despertarás gracias a un beso en la boca de tres o cuatro desesperados que, con su voto te llevarán a la Moncloa.

            Nuestro Presidente también se apunta al tancredismo: aguantando hasta el final, porque ¡oye! Los milagros ocurren: ahí está él (o Letizia) para corroborarlo (*): la situación económica puede dar un brusco giro, las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, los votantes, como el viejo amor, pueden reverdecer sus anhelos ante el talante del jefe, los pajaritos cantan, las nubes se levantan...

           Los dirigentes de los dos sindicatos del régimen, exhaustos de los esfuerzos de la huelga general, guardan reposo en cama (¿alguien los ha visto recientemente?) esperando que el Parlamento apruebe la reforma de la edad de jubilación y de las pensiones, se publique en el B.O.E. y entonces y sólo entonces, cuando sea Ley, representar otra “charlotada”, ¡y a por la siguiente vuelta de tuerca!
          Y entre tanta estatua, el toro del neoliberalismo, tan campante por la plaza, corneando a diestro y siniestro a los pobrecitos ciudadanos que, como en aquel veraniego concurso del “Grand Prix”, tenemos que servir de bolos, quietos, en el medio de la plaza, esperando que pasen los minutos.



(*) ¿Quién le iba a decir a él, una mañana fría de febrero, cuando levantaba la tapa del váter de la habitación del destartalado Hotel Inglés para echar la primera meada del día, que, a la vuelta de unos añitos, acabaría siendo Presidente del Gobierno? ¿Quién le iba a decir a ella, la noche del día en que firmó los papeles del divorcio y todo quedó repartido, que su destino era ser la Reina de España? Los milagros, como los de la películas de “Jolivud”, existen.

martes, 19 de octubre de 2010

Mercados eficientes y naranjas de la china y III


          Tercero.- La eficiencia en la combinación de productos, parece, para los economistas clásicos, que no se alcanza con la planificación, dónde un “gran timonel” (*) dice qué producir y en qué cantidades. Así siempre estaremos a expensas de lo que cree que es mejor para todos un sanguinario tirano tipo Stalin, o un presidente zangolotín tipo ZP, según se tercie(**). En el mejor de los casos la planificación conduce al famoso chiste que se contaba entre los funcionarios de la extinta Unión Soviética: “la fábrica de guantes de la mano izquierda ha cumplido al 100% los objetivos de producción del plan quinquenal, pero la fábrica de guantes de la mano derecha lo ha hecho aún mejor: ha cumplido el objetivo de producción al 500%

          El mercado, al parecer, no tiene esos problemas: produce lo que la gente quiere y en las cantidades que la gente quiere. Pero esa “gente” ¿quién es?, ¿de dónde es?, ¿a qué dedica el tiempo libre?... Como vimos en el primer post de la serie, no estamos hablando de “to'quisqui”; estamos hablando de aquellos que tienen “guita”. Esos son los que deciden qué se produce y cómo se produce, mediante un procedimiento (comprar) que se parece a un proceso electoral en el que el principio “one man, one vote” se ha sustituido por el de “one buck, one vote”: traducido al lenguaje de este blog, “un pavo, un voto” teniendo en cuenta “que hay unos pocos pavos con muchos votos y muchos pavos sin derecho a voto”.

        Este mecanismo automáticamente supone que no se produzca nada para quiénes no tienen “papeletas”, que tampoco se produzca nada que podamos conseguir “por la patilla” sin abrir la cartera (bienes públicos) y que incluso aunque tengamos “papeletas” y queramos gastarlas, éstas no sean suficientes (aunque sean de color lila) (***), pues no todo consiste en algo tan trivial como fabricar helados de chocolate o de vainilla.

          En definitiva planificar la producción producirá ineficiencias o no (depende básicamente de las capacidades del gestor) pero, probablemente, salvará a la Humanidad: lo dicho, una minucia.



(*) Me refiero, claro está, a Henry Ford: “Todo el mundo puede tener un Ford, con tal de que sea negro”
(**) Con la importante ventaja de poder reemplazar a éste último por otro parecido en un proceso electoral.
(***) Por lo que debemos rezar para que en la familia no caiga nadie con una “enfermedad rara” cuya cura requiera un gran presupuesto en investigación y desarrollo. En breve veremos al ciudadano K. envuelto en este problema.

lunes, 18 de octubre de 2010

Mercados eficientes y naranjas de la china II

         
          Segundo.- La eficiencia en la producción parece que tampoco se alcanza en una economía planificada, donde, ya se sabe, las empresas públicas se dedican a la holganza y el despilfarro. En la economía de mercado esto no es así: como prueba de ello no hay más que darse una vuelta por el barrio para ver viviendas a medio hacer y otras terminadas que no se venden “ni a tiros”, tasas de desempleo en el 20%, ropa en las tiendas que se destroza antes de tirarla al contenedor, productos que caducan y van directos al mismo contenedor, pernoctaciones que se estimaban en el 80% para el puente y que se quedan en el 30%, coches que se achatarran porque no se venden... Nuestro país es, en estos momentos, un parque temático de lo que es vivir en la frontera de las posibilidades de producción y de la eficiencia en la utilización de recursos que ofrece la economía de mercado.

           Pero existe otro error mayúsculo en la forma de ver la eficiencia en la producción, al modo del economista: como la orquesta del Titanic, para que una economía sea eficiente ha de permanecer siempre “a tope”, no debe ser posible producir una cantidad mayor de un bien sin reducir la de otro, así hasta el momento inmediato anterior al colapso, por falta de recursos: estaremos produciendo helados “a todo trapo” hasta el crítico momento en que ya no haya leche (a lo mejor porque se nos han muerto las vacas) y, a partir de este momento, a devastar otro recurso natural hasta extinguirlo: eso sí que la economía siga “a todo lo que dé”, hasta que no quede nada a nuestro alrededor.
           Esta miopía de los economistas respecto a la consideración finita e insustituible de ciertos, o de todos, los recursos naturales todavía no se ha corregido, y al paso que vamos, creo que antes se acabará el mundo que esta gente se opere de la vista. No hay más que ver que las voces que sabiamente advierten de estas catástrofes (crash oil) suelen ser de científicos y no de economistas (y señalo “a posta” la diferencia entre científicos y economistas).

            La planificación de la producción, quizá genere ineficiencias, pero, al paso que vamos, puede ser que salve al planeta: un detalle también sin importancia.

jueves, 14 de octubre de 2010

Mercados eficientes y naranjas de la china I


          En los manuales de Hacienda Pública “ortodoxos”, y aunque sus autores sean algo discrepantes con el “pensamiento único”, se pueden leer cosas como estas: “Los economistas consideran tres aspectos de la eficiencia necesarios todos ellos para que haya eficiencia en el sentido de Pareto. En primer lugar, la economía debe lograr la eficiencia en el intercambio, es decir, los bienes deben ir a parar a las personas que más los valoren. Si a mí me gusta el helado de chocolate y a ti el de vainilla, yo debo recibir el de chocolate y tú el de vainilla. En segundo lugar, debe haber eficiencia en la producción. Dados los recursos de la sociedad, no debe ser posible producir una cantidad mayor de un bien sin reducir la de otro. En tercer lugar, la economía debe lograr la eficiencia en la combinación de productos de tal manera que los bienes producidos sean los que desean los individuos. Si estos valoran mucho el helado en relación con las manzanas y si el coste de producir helado es bajo con relación al de las manzanas, debe producirse más helado”(*). Así explica Stiglitz lo que es la eficiencia del mercado para acabar concluyendo el tema con la siguiente frasecita: “Por tanto en los mercados competitivos ideales, se satisfacen las tres condiciones para las que haya eficiencia en el sentido de Pareto”.

            Pero, en el mundo real y los mercados reales ¿pasa ésto? Vayamos con cada una de las tres condiciones básicas de eficiencia propuestas por este autor.
En este post, para no ser cargante, vemos la primera y en los dos siguientes las demás:
          Primero.- Eficiencia en el intercambio. En un modelo de economía planificada, el órgano burocrático de turno me dice qué debo consumir, e incluso me facilita la correspondiente cartilla de racionamiento con los productos y cantidades que, por cierto, serán bastante similares a las de mi vecino aunque nuestros gustos sean distintos: aparte del helado de chocolate, me han metido helado de vainilla, de fresa (que odio) e, incluso han tenido la descortesía de incluir legumbres y verduras, productos del pasado, que son perseguidos en las economías de mercado y relegados a los últimos estantes de las grandes superficies. Esto, la cartilla de racionamiento, a cualquier ciudadano occidental, le resultaría odioso y contrario a su libertad personal.
        El mercado, sin embargo, se comporta mucho mejor: si a mi me gusta el helado de chocolate voy y compro helado de chocolate, y el vecino que se compre el helado de vainilla y que desaparezcan de una vez de la vista las lentejas y las lombardas. El principio de eficiencia en el intercambio se cumple así, a costa de un detalle “insignificante”: tener en el bolsillo dinero suficiente para comprar el dichoso helado de chocolate. Luego la satisfacción de nuestros deseos no se produce sólo por la existencia de un mercado sino, además, por la posibilidad de que cualquiera que quiera algo tenga dinero suficiente para comprarlo, pues, como dijo Marx, todo se puede comprar, pagando un módico precio en sangre (ni en esto fue original, se le había adelantado “Chéspir” con su mercader de Venecia y su libra de carne).
          Resulta consolador poder decirle a un ciudadano de un país libre y con economía de mercado, como Ruanda, que su sistema económico asigna los recursos de forma eficiente y que le permite comer helado de chocolate en lugar de helado de vainilla, si aquél le gusta más que éste. Sólo los obcecados podrían pretender una cartilla de racionamiento con acceso a productos que no les gustan: los obcecados y los que se resisten a morirse de hambre.

         Parece que en este caso una economía planificada es más eficiente en salvar vidas que una de mercado, aunque, claro está, para muchos esas vidas son carentes de valor: de ahí la ineficiencia de una economía planificada.

(*) Stiglitz, J.E. La Economía del Sector Público. 3ª edición. Antoni Bosch. Barcelona 2.006 (pp. 75-76)

Raza y razón (bis)

         Bueno, un extra que no estaba previsto: en medio de la que está cayendo media España vive mirando al tema de los abucheos del "día de la Raza" (la otra media sigue la muerte de no sé que "macarra"). La primera España es la seria, conviene aclarar.
        
         El problema de fondo, la impertinencia del día y del acto que indiqué en el post anterior Raza y razón pasa desapercibido. Muy bueno el comentario de "SDL" que resume perfectamente la idea que tenía en la cabeza cuando escribí el post: "Que en un día en el que se supone se celebra la hispanidad, un día en el que deberíamos salir todos a la calle a celebrar aquello que compartimos y que nos identifica lo más importante que se haga sea una parada millitar no es otra cosa que una demostración de fuerza y opulencia de la capacidad coacertiva del estado: "españoles, más vale que os atengais a las reglas..."". No se puede expresar mejor.

         Pero mi "post" tenía una trampa adicional, en la que lamento decir, ha caído tanto el lector como alguien más importante. Empezaba diciendo "Este martes, como todos los años, otra vez se ha vuelto a celebrar el Día de la Raza, efeméride que ha conocido diversas denominaciones (ignoro cuál es la actual)..." Realmente no la ignoraba: el nombre de la "parranda" o lo que sea, es de acuerdo con su Ley de creación Fiesta Nacional de España. Nada de "Día de la Hispanidad", "de las Fuerzas Armadas"...

          Lo del "otro" que no se ha enterado, ya "tie'delito", pero en fin, "la cabra siempre tira al monte": rtve. Sin comentarios.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los siete pecados capitales



            En la introducción que el economista “fabiano” Tawney hace en su ensayo “La Sociedad Adquisitiva”, escrito en 1.921, se puede leer(*): “ Es ya un lugar común afirmar que la virtud característica de los ingleses es su capacidad para llevar a cabo una actividad práctica continuada, y su defecto característico, una falta de disposición para probar la calidad de esa actividad refiriéndola a unos principios”. Me ahorro la comparación entre los ingleses y ciertos animales cuadrúpedos porque ya la hace  el propio Tawney por mí: “Las anteojeras que llevan los ingleses les permiten trotar por el camino trillado aún con mayor constancia, sin sentirse perturbados por la curiosidad respecto a su destino”.


         Y puestos a sacar defectos a los demás, ¿qué tal si analizamos los nuestros? ¿Cuál es el mayor pecado de los españoles? La opinión convencional (al menos desde Díaz-Plaja) contesta que la envidia es nuestro mayor defecto: vamos, que somos un pueblo corroído por la bilis.


          Pues yo no estoy de acuerdo: creo que el “pecado nacional”, no es la envidia sino algo mucho peor para una economía de mercado: nuestro mayor vicio es “aparentar lo que no somos”. A mi favor juega la historia, que ya refleja, en el Lazarillo, la estampa del hidalgo que se espolvoreaba la pechera con migas de pan antes de salir de casa, para parecer que había comido.


         “Aparentar lo que no somos” provoca tres efectos económicos indeseados: en primer lugar fomenta un tipo de consumo ostentoso ("ostentóreo" según para quién) claramente improductivo; en segundo lugar huye de las transformaciones profundas en las personas y la sociedad, pues siendo lo importante aparentar, es la forma y no el fondo lo que importa. En tercer lugar (“last but not least”) aparentar lo que no se es introduce una inseguridad en los contratos y en las transacciones que perjudica notablemente el comercio, pues nunca sabes con quién estás tratando, ni su credibilidad, seriedad o solvencia.


          En estas circunstancias sería mucho mejor para nuestro desarrollo económico destacar en el pecado de la envidia: éste hubiera espoleado la rivalidad y el intento de sobrepasar a los demás o de destruirlos: después de todo, si la avaricia (“greed”) es, para los neoliberales, el sano motor de la economía de mercado, la envidia, es, desde luego, un buen sucedáneo.





(*) Existe edición en castellano de Alianza Editorial, Madrid 1,972.

martes, 12 de octubre de 2010

Raza y razón

             Este martes, como todos los años, otra vez se ha vuelto a celebrar el Día de la Raza, efeméride que ha conocido diversas denominaciones (ignoro cuál es la actual) pero que viene a demostrar que el “Estado franquista amejorado” sigue firme, impasible el ademán, exhibiendo, con su desfile anual, cuáles son sus poderes: las armas, las mismas que se impusieron a la razón en 1.939.


            Los recortes presupuestarios alcanzan a todo lo público, excepto a este “magno” acontecimiento, ni siquiera a sus ensayos: los que el pasado jueves estuvimos trabajando en alguna de las oficinas del Paseo de la Castellana, tuvimos que interrumpir nuestros quehaceres ante la estridencia de los cazas que, surcando el cielo de Madrid, se preparaban para el desfile, con varias pasadas, para acá y para allá, a eso del mediodía.


             Al final, el despilfarro presupuestario que supone poner en marcha “sin ton ni son” esos cacharros, me acaba molestando menos que esa manía, tan española, de hacer ruido para demostrar quién manda aquí: ¡si ya lo sabemos! ¡aquí mandan los de siempre!

lunes, 11 de octubre de 2010

Ghost writer y II

         La novela sigue hasta finales de 2.007 en que la economía mundial se desploma. La mano neoliberal que mece la cuna de Moncloa y Ferraz, mira a Bush y a sus economistas para ver como se desatasca el desagüe (“rebate”, ayudas a la banca, incentivo al consumo...). Nada. 


           Se empieza a trazar el Plan B: mantener a toda costa las tres líneas, que ya suponen un saldo favorable a cualquier liberal, y mirar para otro lado. 


            Y esto es precisamente lo que sucede hasta la primavera del 2.010, donde por presiones del resto de la "basca" neoliberal europea y mundial se pasa al Plan C que consiste en otras dos líneas, un escenario y, esto es importante, un corolario derivado de lo anterior, especialmente del escenario


          Primera línea.- Mantener las conquistas neoliberales en política económica: nada de reforma fiscal, aumento de ingresos sólo lo necesario para mantener el equilibrio presupuestario "en el año" como proponía Aznar y no "en el ciclo" como proponía Keynes, y por supuesto, con impuestos regresivos, como los impuestos al consumo. 


           Segunda línea.- Recortar todos los gastos, sean del tipo que sean (obra pública, gasto social, I+D...), para conseguir el equilibrio presupuestario en el año conforme con la primera línea. 


            Escenario.- De la crisis no se sabe cuándo saldremos, pero en 2.012 gobernará el PP. 


          Corolario.- En consecuencia con todo ello, teniendo en cuenta que quién gobierna en el PSOE (y en el Gobierno) es la derecha neoliberal (que recordemos, nunca, NUNCA, pone todos los huevos en la misma cesta, sino que por el contrario, prende una vela a dios (el PP) y otra al diablo (PSOE) y que, desde el 35º Congreso, esa derecha controla al PP y al PSOE plantea lo siguiente: que el Gobierno en presencia realice, además y "de gratis" todas las demás reformas que gustan a los neoliberales, lo que supone desmontar el Estado de Bienestar, reformas que, por cierto, a los "mercados internacionales" se las "refanfinflan" porque con tal de cobrar sus préstamos, lo demás les da igual.


           En este plan C es en el que nos encontramos a estas alturas de la “película” digo novela. Pero lo sucedido en las primarias de Madrid da un nuevo giro argumental: podría haber una versión C2 del Plan: en 2.012 gana las elecciones y gobierna el PSOE, pero con otro candidato.


            A ZP sólo se le echa “con agua hirviendo”. Ese agua hirviendo podría ser la pérdida de CUATRO elecciones: las primarias de Madrid, las catalanas, las autonómicas y municipales de 2.011 y las andaluzas. En ese escenario, viendo la que se le avecina, podría retirarse para quedar “invictus”, sin haber sido derrotado en un proceso electoral, por encima incluso de su odiado y a la vez envidiado Aznar, que perdió elecciones contra González. Zapatero no, Zapatero quedaría todavía mejor: nunca perdió nada, los que perdieron fueron los demás, sus inútiles compañeros de partido.


             El suspense en este momento del libro está en saber si el sucesor de ZP será también, como él, un neoliberal. El “prota” de este capítulo, Gómez no nos despeja las dudas: es verdad que frente a la Trini, parecía “más del pueblo llano”, “más de izquierdas”(*); pero, después de todo, el “Gran Timonel” le puso ahí, y la sombra de la “vieja guardia felipista” es alargada... Ya veremos.


               En cualquier caso tampoco habrá un “happy end” si tenemos otro ZP en Moncloa en 2.012, habiendo hecho el actual el trabajo sucio, “de zapa” neoliberal, para que no se desgaste. Lo que los lectores (ingenuos) esperamos es un plan I: que el PSOE y sus dirigentes vuelvan a la izquierda y que “desfagan” todos los entuertos en que este “quijotillo de avellaneda” nos ha metido sirviendo a su señor, el mercado.


           Por menos que esto Blair tuvo que pasar los “trastes” a Brown mientras Polanski le montaba una película sobre “submarinos”, traidores y traición, que da título a este post(**). Pero ¡claro! Aquello es otro tipo de democracia, no lo de aquí...


(*) Era curioso ver los figurantes que aparecían en las comparecencias después de la batalla: Trini arropada por Zerolo y por la “genovesa”; mientras que en la partida de Tomás, todo parecía más “de barrio”, como si estuviéramos viendo la serie “Pelotas F.C.”: ¡si hasta estaban brindando con sidra “El Gaitero”!


(**) Un guiño para destrozar la “peli” a los que no la han visto aún: ¡a ver si la culpable de todo va a ser Sonsoles!

jueves, 7 de octubre de 2010

Ghost writer I

          El domingo, con las primarias del PSM, se ha escrito un nuevo capítulo en esta novela de intriga y terror que comenzó con el 35º Congreso del PSOE. El alcance del giro argumental es desconocido como en toda obra de ese género que se precie. Pero de lo que llevamos leído, podemos hacer la siguiente sinopsis:

          
            La historia se inicia con un plan de la derecha neoliberal de hacerse con el control de todos los partidos con opción de Gobierno en España. Uno  (el PP) ya lo tienen, del otro (PSOE) saben, por la experiencia de la etapa de González, que puede ser fuente de tensiones, si recuperaran el poder. Corre el año 2.000. Con la experiencia de los gobiernos felipistas saben que para poder llevar a cabo sus planes necesitan tener controlado gobierno Y partido. 


          Preparan su Plan A (es importante seguir las "letritas" de los planes, para no perderse): la toma del control del partido con vistas a que se "turne en el poder" en un escenario de ocho a diez años vista. Acuden al 35º Congreso y, para el golpe de mano necesitan un "enemigo" y un "mirlo blanco". El "enemigo" al que vencer ya lo tienen, el nacionalsindicalista católico Bono, parece de suficiente entidad para asegurar ciertos votos (catalanes) a cualquier opción que no sea la de Bono, pero falta un "mirlo blanco" capaz de engañar a los guerristas y asegurarse la victoria neoliberal en el partido: no tienen a mano ningún "mirlo blanco" pero sí está disponible un "pato mareado" que, como en las recetas de la abuela, puede hacer las veces: a fin de cuentas "todo lo que vuela, a la cazuela" (*).


          Con la toma del poder en el PSOE de los (economistas) neoliberales el proceso de "reeducación" del partido hacia el pensamiento único sufre un sobresalto: por una serie de azarosas y lamentables circunstancias (atentado del 11M y "mentira de Estado"), el PSOE alcanza el poder antes de estar maduro el proyecto neoliberal de cambio de partido (el "nuevo laborismo", a.k.a "tercera vía", a.k.a "nueva vía", a.k.a "nueva tontería"). Se pasa al plan A1 (el escenario se adelanta a lo previsto): hay que acelerar el cambio, para lo que se trasplanta al equipo económico neoliberal del último gobierno felipista, que, entonces se definía como socioliberal y que acabará siendo "nosequé"liberal. El Plan A1, contempla tres líneas y un escenario: 


           Primera línea.- Política económica neoliberal: bajada de impuestos a los ricos, sobrecalentamiento de la economía, práctica de políticas procíclicas antikeynesianas, alimentamiento de la burbuja inmobiliaria, privatizaciones, desrregulaciones... Es lo que Moraleda llamaba "hacer políticas económicas con la mano derecha". 


          Segunda línea.- Política social avanzada: unos pasos (varios) detrás de la política económica y siempre que ésta lo permitiera (economía en crecimiento) desarrollo de políticas sociales: dependencia, pensiones y sobretodo "chequés a gogó", políticas en parte sufragadas a costa del ahorro de otras prestaciones "anticíclicas": el desempleo, que entonces no constituía un problema. Es lo que el mismo Moraleda denominaba "hacer políticas sociales con la mano izquierda". 


           Tercera línea.- Política de distracción: avance en derechos civiles (homosexuales, minorías, políticas de género, educación para la ciudadanía, libertad religiosa...) y en materias de Justicia Universal (memoria histórica) a ser posible con estridencias, para conseguir crear una visión de gobierno "progresista" y siempre siguiendo el principio de Ricky Martín: "un pasito p'alante María, un pasito p'atrás". Finalidad de esta línea: Moraleda calla pero se intuye: desviar la atención del personal de las dos primeras líneas. 


           Escenario.- Crecimiento ilimitado hasta el fin de los tiempos: el ciclo vencido por los mercados, la globalización y el liberalismo económico: "el fin de la historia" en la versión filosófica de Fukuyama, la "championligui de los países europeos", en la versión del idiota de aquí. En lo político, el escenario es "gobierno psoe para largo", mientras los perros (jota) sigan lamiéndose las heridas del 11-M. 

          La novela da un giro inesperado en 2.007... Pero eso lo veremos en el capítulo siguiente...



(*) Por entonces, por no tener, no tenía ni "logo". De ahí que, a las puertas del  35º Congreso, los lacayos "de vía estrecha" corearan: "¡el Zapa, el Zapa es cojonudo,! ¡cómo el Zapa no hay ninguno!" Por lo menos ya había enterrado su mote de facultad: "Papes"