A los que salimos de la Universidad hace ya más de veinte años se nos inculcó un esquema de planificación basada en el corto, el medio y el largo plazo. El corto plazo marcaba un horizonte, no sólo de un año, sino frecuentemente de hasta tres años. El medio plazo iba de los tres a los cinco, y el largo plazo se consideraba a partir de los cinco años. Así se calificaban las deudas en el Plan Contable, así se recogían en las técnicas de planificación presupuestaria... así en definitiva se vivía la vida. De ahí la famosa frase de Keynes: “en el largo plazo, todos muertos”
Poco a poco, todo esto fue cambiando: en primer lugar los plazos se fueron acortando: el corto plazo se convirtió en lo que pasaría hasta dentro de un año; en segundo lugar el medio plazo fue desapareciendo, de tal forma que en los noventa y en la primera década de este siglo nos encontramos con sólo dos segmentos de planificación: el corto plazo (hasta un año) y el largo plazo (más de un año). Especialmente curioso es el tránsito de estos periodos en el ámbito fiscal: al principio las ganancias patrimoniales (mejor tratadas) eran las generadas a más de cinco años, luego bajaron a dos, luego a uno y finalmente... a 0: desde 2.006 la ganancia especulativa en bolsa en el intradía tiene una tributación mejorada, aunque se haya generado en un minuto, ventaja que no tiene, por ejemplo, la ayuda que los Servicios Sociales puedan darte para la compra de la sillita para tu bebé.
Este cambio tiene profunda importancia ideológica: está claro que favorece la improvisación y la falta de previsión en el futuro, pues si lo que pasa a partir de un año es largo plazo... ya me dirás qué es lo que pasará dentro de cinco.
Indudablemente el ciclo político determina la planificación: lo que importa es lo que se haga para ganar las siguientes elecciones, con el problema adicional de que, en un ámbito u otro, elecciones hay, prácticamente, cada año.
Todo esto conlleva la creación de la cultura del “cortoplacismo”: las decisiones se toman para solucionar problemas inmediatos sin pensar en planificaciones de futuro: por eso ya estamos en “la antesala de la recuperación”, con “tres o cuatro medidas” hemos salido de la recesión... En el ámbito privado sucede otro tanto: todo lo queremos para ya, que la gripe se nos cure en dos horas tomando un frenadol, aprender inglés en 10 días, la economía en dos tardes, el MBA en un mes...
Todo el mundo está dominado por esta idea... ¿Todo?: no. Una pequeña aldea resiste y seguirá resistiendo al invasor: la enología. Todavía los vinos (en España, que no en Francia, por cierto) se dividen en joven, crianza, reserva y gran reserva. De nuevo resulta cierto el proverbio de Plinio el Viejo “in vino veritas”.
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