Entre los defensores de la austeridad del gasto público incluso en épocas de recesión se emplea frecuentemente el argumento del “efecto expulsión” financiero o “crowding out” (en inglés que queda más fino). Conviene saber qué es esto y si es de aplicación a la crisis que nos ocupa.
El efecto expulsión supone que el Sector Público, con su gasto y, en general con el consumo de recursos que hace, expulsa (de ahí el nombre), es decir quita recursos al sector privado.
No tiene por qué ser, necesariamente, un efecto expulsión financiero: imaginad un pueblo con un único trabajador al que le llueven ofertas de trabajo: por un lado un pastor le reclama para ordeñar sus ovejas; por el otro el Ayuntamiento le ofrece una plaza de jardinero. En estas circunstancias el hombre elegirá el trabajo mejor remunerado (incluyendo en la “remuneración” el más descansado y el más seguro) que probablemente sea el de jardinero, o, en el peor de los casos, empezará una subasta entre el pastor y el alcalde en la que seguramente gane este último, porque el pastor, en algún momento, verá que no puede contratar a ese trabajador a un precio que no le salga rentable.
Si en vez de tratarse de un trabajador estuviéramos hablando de un maletín con medio millón de euros, en manos de un banquero, y de nuevo dos personas que necesitan que imperiosamente que se les preste ese dinero (el pastor para reponer y ampliar su rebaño y el Ayuntamiento para sufragar su déficit) ya tenemos el concepto de “efecto expulsión financiero”.
¿Qué pasará en este segundo caso? Que normalmente en la pelea ganará otra vez el Ayuntamiento: se quedará el maletín a cambio de pagar al prestamista un tipo de interés más alto(*), un tipo que el pastor no puede asumir porque entonces la inversión no sería rentable.
Pasados unos años cuando el Ayuntamiento tiene que devolver el préstamo, intentará recaudar dinero entre sus contribuyentes y se encontrará con que al pastor se le han muerto todas las ovejas y no tiene ingresos sobre los que pagar impuestos: igualmente el PIB del pueblo habrá descendido, el pueblo será menos rico y todo ello como consecuencia de que en la lucha por la financiación que en su día hubo, el Ayuntamiento venció sobre el sector privado. Se ve así, con un ejemplo, las terribles consecuencias del “crowding out”.
Pasados unos años cuando el Ayuntamiento tiene que devolver el préstamo, intentará recaudar dinero entre sus contribuyentes y se encontrará con que al pastor se le han muerto todas las ovejas y no tiene ingresos sobre los que pagar impuestos: igualmente el PIB del pueblo habrá descendido, el pueblo será menos rico y todo ello como consecuencia de que en la lucha por la financiación que en su día hubo, el Ayuntamiento venció sobre el sector privado. Se ve así, con un ejemplo, las terribles consecuencias del “crowding out”.
¿Pero eso es siempre así?: si en los casos anteriores resultara que las opciones del trabajador fueran estar en el paro o trabajar de jardinero, y en el segundo caso, el único que estuviera interesado en tomar a préstamo el dinero fuera el Ayuntamiento, parece claro que no habría efecto expulsión. Más bien, incluso habría “efecto empujón”: el gasto público serviría para animar la economía, máxime si este préstamo se emplea en la construcción de un centro de día o de una nueva escuela.
Este es el efecto benéfico del déficit público que se produce cuando en una economía existe “subutilización de los recursos” (concepto al que se refiere Stiglitz en su manual “El Sector Público”). Desde luego, es algo muy parecido a lo que está pasando ahora. En estas circunstancias el endeudamiento público no produce efecto expulsión sino que las inversiones que financia esta deuda producen un efecto empujón. ¡Y qué esto no lo vean los mercados!
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