"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

domingo, 28 de febrero de 2010

Los brotes verdes de junio.

         La economía española conocerá sus primeros brotes verdes en junio. ¿Por qué? Por la subida de los tipos de IVA. ¿Cómo? Porque los consumidores finales adelantarán sus compras todo lo posible para evitar ser gravados a los nuevos tipos. ¿Cómo lo sé? Porque lo mismo sucedió en Alemania  y otros Estados de la Unión (como ahora veremos) cuando decidieron subir los tipos de este impuesto.

          La doctrina de la Dirección General de Tributos es clara: incluso los pagos anticipados en la compra de un bien o servicio realizados antes del 1 de julio de 2.010, se beneficiarán de los tipos actuales aunque la puesta disposición del bien o servicio se produzcan después de esta fecha: dicho de una manera que entienda el común de los mortales: si vas a irte de vacaciones en Agosto, procura pagar a la agencia de viajes antes de julio (ya veréis la cantidad de ofertas del tipo “ahórrese el IVA pagando ahora sus vacaciones”). Por cierto la regla contraria no funciona: si compras ahora y vas a pagar dentro de un año el tipo de IVA es el de hoy y no el de dentro de un año(*).
           ¿Cuánto consumo se adelantará? El que se pueda. La parte del león es el consumo público: las Administraciones Públicas tratarán de adelantar todo lo que puedan sus compras, sobretodo si prevalece la opinión de la Dirección General de Tributos contra la de la Intervención General del Estado respecto a que el aumento del coste derivado de la subida de tipos en entregas posteriores al 1 de julio debe asumirla la Administración aún cuando se hubiera contratado antes de esa fecha. Se producirán incluso subterfugios, como la compra y pago  por adelantado de la provisión de medicamentos para los siguientes cinco años... Así sucedió en otros países: la Sentencia  del Tribunal de Justicia de Comunidades Europeas, en el llamado caso BUPA (STJCE 21.2.2006) es buena prueba de ello: STJCE BUPA

         Si las compras de bienes y servicios se adelantan de esta manera viviremos unos brotes verdes en junio que servirán para que el Gobierno nos venda la llegada de la recuperación económica. Pero, como la realidad es tozuda, en la segunda mitad del año veremos que esto no sólo no es así, sino que además, una vez adelantadas nuestras compras, a los nuevos tipos no se venderá ni un clavo. Pero de estas ilusiones viven los gobiernos y políticos de turno...

(*) Salvo en los contratos de tracto sucesivo, en los que el IVA se devenga con la exigibilidad: ya estoy viendo a las asociaciones de consumidores protestando en cuánto vean en los recibos de luz y teléfono que los consumos de junio se gravan a los tipos de julio. Otro follón más para alimentar “la noria” de la clase política.

sábado, 27 de febrero de 2010

¡A por ellos! ¡oé! ¡A por los funcionarios! ¡oé!

        Año 2.010 D.C. Toda España está dominada por los dictados de los mercados financieros internacionales que piden un recorte presupuestario de dónde sea. ¿Toda?: no, una pequeña aldea resiste y seguirá resistiendo al invasor con una poción secreta que les hace invencibles. ¿Cuál es el secreto de esa poción?: la dignidad.

          Se ha abierto la veda de la caza del funcionario, ese “ser vago de habilidad indefinida”. La primera estrategia de las legiones neoliberales es crear en el imaginario colectivo la idea de que un funcionario es algo parecido a lo que sale en las viñetas de Forges: un “tío” (o "tía") calvo y gordo, puesto en la ventanilla para cabrear al personal la mitad de los días; la otra mitad tumbado a la bartola en su casa pretextando cualquier enfermedad. Pero lo cierto es que funcionarios son los maestros, los jueces, el policía y el guardia civil, el médico y la enfermera (aun cuando se consideren personal estatutario), el barrendero (si no se ha privatizado el servicio), el bombero, el asistente social... y así un largo etcétera de profesiones que gozan de un gran respeto por la sociedad y que sí, son ejercidas por funcionarios.
          La segunda idea falsa es que al funcionario hay que reducirle el sueldo: ¿pero no se le ha reducido ya lo suficiente? Si en una fábrica hay dos trabajadores, uno de ellos se jubila y el otro continua haciendo el trabajo de los dos por el mismo sueldo, lo cierto es que le han rebajado el sueldo a la mitad. Por la misma regla de tres ¿qué está sucediendo cuando no se reponen las jubilaciones en las plantillas de la Administración Pública? Pues que, de hecho, ya se están bajando los sueldos a los funcionarios: los que quedan tienen que hacer el trabajo de todos. No debería ser extraño que, en algún momento, alguien se equivoque de medicamento en un Hospital o algún barrio quede sin protección policial.
          Los sueldos de los funcionarios no son dinero tirado: el funcionario, como todo ser vivo, consume: parte de su sueldo (si no todo) se emplea en la adquisición de bienes y servicios provistos por las empresas cuyos dueños habitualmente despotrican en contra de ellos: consciente o inconscientemente estos empresarios muerden la mano del que les da de comer.
          Los funcionarios no están bien pagados: el mayor número de “mileuristas” se encuentran entre este colectivo y está situación no se ha corregido ni siquiera en las épocas del “boom” económico. Y entre los niveles superiores de la Administración un funcionario cobra entre tres y diez veces menos que el puesto directivo equivalente en la empresa privada. Y por si los datos no fueran elocuentes mirad los comportamientos: el paso de un funcionario siempre es hacia la empresa privada (esa que reparte dividendos) y casi nunca es hacia la Administración Pública (esa que reparte dividendos sociales).
          En España no hay demasiados funcionarios: en Francia o en Alemania el número de funcionarios en proporción a la población es mucho mayor que en España, justo al revés de lo que sucede en Senegal o Mozambique. ¿con quién nos queremos comparar?
          Los funcionarios tampoco se beneficiaron de la burbuja del crecimiento, no incurrieron en los vicios de estos años, no se vendieron por un plato de lentejas... Pero, pese a todo, hay que ir por ellos ¿por qué?
          Evidentemente porque, en una situación como la actual, resisten al invasor: siguen estando más o menos organizados sindicalmente, gozan de una estabilidad laboral (que no hay que eliminar sino extender a los demás colectivos de trabajadores), son independientes, en muchos casos accedieron a sus puestos de trabajo por un principio de capacidad y mérito, administran los resortes necesarios para que funcione un Estado Social y Democrático de Derecho... Todo esto es, sencillamente, imperdonable.

jueves, 25 de febrero de 2010

Lobos por corderos... el debate

         Ni ocho horas ha tardado en responder algún alumno a la cuestión de quién es el autor de estas palabras: “Estoy muy interesado en el desarrollo social de América. Creo que el Presidente Roosevelt ha elegido el camino correcto. Estamos lidiando con los más graves problemas sociales nunca conocidos. Millones de desempleados deben recuperar sus empleos y esto no puede dejarse a la iniciativa privada. Es el Gobierno el que debe afrontar el problema” Por sorprendente que pueda pareder el autor es........ el miembro del partido nazi y Ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbels.

          El debate que se abre a continuación tiene aspectos interesantes, que escapan de lo que es una clase de Hacienda Pública o de Economía Politica. Una contestación simple (aunque probablemente no falta de verdad) es que los discursos “se los escribían” y que de lo que se trataba en esos momentos era agradar a la Administración Norteamericana y favorecer las relaciones económicas entre ambas naciones, de las que la linea regular de zeppelines era una buena muestra.

            Esa contestación, con ser simple, abre un debate de más calado: ¿hacia donde miraban las democracias occidentales mientras se consolidaba el nazismo?, cuestión en la que no voy a tratar en este comentario probablemente porque estaban mirando hacia el mismo sitio que el joven hitleriano que más tarde llegaría a Papa.
             Pero el debate que yo quiero provocar es otro:
         En primer lugar hay que cuestionarse si “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”, es decir si hay verdades que lo son, independientemente de que salgan de la boca del mayor criminal de la historia. Si Goebbels hubiera dicho que “dos más dos son cuatro”, por más execrable que sea el personaje, la afirmación no dejaría de ser cierta. En este caso la cuestión rechina más porque no se trata de una verdad matemática (o de un hecho observable del tipo “ahora es de día”) sino de un juicio de valor: el gobierno americano debe ayudar a los parados. ¿esto convierte en nazis a todos los partidarios de la intervención pública en la economía o a los partidarios del gasto social? Evidentemente, no.
           En segundo lugar estas opiniones advierten de la diferencia que hay “del dicho al hecho”: cualquiera puede manifestar unas opiniones y su conducta ser totalmente opuesta a lo que dice. Si uno de los mayores criminales de la historia dijo esto y luego hizo otras cosas bastante alejadas de la preocupación por los más desfavorecidos ¿qué podemos esperar de los políticos actuales, o de nuestro Presidente, que permanentemente “pone el intermitente hacia la izquierda y gira a la derecha”? Lo que estas frases ponen de manifiesto es lo que ya está escrito en el Evangelio: “por sus hechos les conoceréis”, pero no por sus palabras.
           Por último, y esto es lo que más me interesa resaltar, supongamos que la posición de Goebbels sobre los desempleados se hubiera llevado a cabo en Alemania. De hecho, así fue (para los arios, claro): con seis millones de parados el Reich llevó a cabo políticas de gasto público, realizó grandes obras arquitectónicas, reconstruyó una industria militar y, de una forma u otra, ayudó a los alemanes arios más desfavorecidos. Lo importante no es lo que hizo, sino el fin que pretendía, que no era otro que la imposición de un régimen de terror basado en la supremacía de la raza aria sobre las demás y de la figura del líder (Führer) como depositario del espíritu y voluntad del pueblo alemán.
          Para lograr ese fin, cualquier medio empleado resulta abominable aunque se trate de repartir pan o recoger a los niños huérfanos. Se produce una inversión de la maquiavélica frase “el fin justifica los medios” si se admite que “los medios justifican el fin”, frase que sigue siendo igual de maquiavélica, pues ni el fin justifica los medios ni los medios justifican el fin.
          Y llegamos a donde quería llegar: con frecuencia se equiparan ideologías de extrema derecha con ideologías de extrema izquierda, o, si se quiere atemperar, ideologías de “derecha extrema” con ideologías de “izquierda extrema”. Pero lo cierto es que unas y otras no tienen nada que ver en cuanto a sus fines: las ideologías de extrema derecha (el nazismo, el fascismo y la versión de las anteriores que en España conocemos como franquismo) persiguen, por los medios que sea, el establecimiento de un sistema de dominación de unos seres humanos (por la raza, la fortaleza física, la inteligencia, el poder económico...) sobre otros. Las ideologías de extrema izquierda persiguen, también por cualquier medio, el fin de la explotación del hombre por el hombre. Otra cosa es que, en la consecución de sus fines, ambas hayan cometido atrocidades que debemos condenar: pero eso no las hacen iguales.
          Por cierto: el cristianismo ¿qué persigue? ¿qué medios ha empleado para lograr sus fines?¿lo ha conseguido?
           Como veis, hoy la cuestión va filosófica...

martes, 23 de febrero de 2010

¿Expulsión o empujón?

          Entre los defensores de la austeridad del gasto público incluso en épocas de recesión se emplea frecuentemente el argumento del “efecto expulsión” financiero o “crowding out” (en inglés que queda más fino). Conviene saber qué es esto y si es de aplicación a la crisis que nos ocupa.

          El efecto expulsión supone que el Sector Público, con su gasto y, en general con el consumo de recursos que hace, expulsa (de ahí el nombre), es decir quita recursos al sector privado.
          No tiene por qué ser, necesariamente, un efecto expulsión financiero: imaginad un pueblo con un único trabajador al que le llueven ofertas de trabajo: por un lado un pastor le reclama para ordeñar sus ovejas; por el otro el Ayuntamiento le ofrece una plaza de jardinero. En estas circunstancias el hombre elegirá el trabajo mejor remunerado (incluyendo en la “remuneración” el más descansado y el más seguro) que probablemente sea el de jardinero, o, en el peor de los casos, empezará una subasta entre el pastor y el alcalde en la que seguramente gane este último, porque el pastor, en algún momento, verá que no puede contratar a ese trabajador a un precio que no le salga rentable.
         Si en vez de tratarse de un trabajador estuviéramos hablando de un maletín con medio millón de euros, en manos de un banquero, y de nuevo dos personas que necesitan que imperiosamente que se les preste ese dinero (el pastor para reponer y ampliar su rebaño y el Ayuntamiento para sufragar su déficit) ya tenemos el concepto de “efecto expulsión financiero”.
         ¿Qué pasará en este segundo caso? Que normalmente en la pelea ganará  otra vez el Ayuntamiento: se quedará el maletín a cambio de pagar al prestamista un tipo de interés más alto(*), un tipo que el pastor no puede asumir porque entonces la inversión no sería rentable.

          Pasados unos años cuando el Ayuntamiento tiene que devolver el préstamo, intentará recaudar dinero entre sus contribuyentes y se encontrará con que al pastor se le han muerto todas las ovejas y no tiene ingresos sobre los que pagar impuestos: igualmente el PIB del pueblo habrá descendido, el pueblo será menos rico y todo ello como consecuencia de que en la lucha por la financiación que en su día hubo, el Ayuntamiento venció sobre el sector privado. Se ve así, con un ejemplo, las terribles consecuencias del “crowding out”.
         ¿Pero eso es siempre así?: si en los casos anteriores resultara que las opciones del trabajador fueran estar en el paro o trabajar de jardinero, y en el segundo caso, el único que estuviera interesado en tomar a préstamo el dinero fuera el Ayuntamiento, parece claro que no habría efecto expulsión. Más bien, incluso habría “efecto empujón”: el gasto público serviría para animar la economía, máxime si este préstamo se emplea en la construcción de un centro de día o de una nueva escuela.
         Este es el efecto benéfico del déficit público que se produce cuando en una economía existe “subutilización de los recursos” (concepto al que se refiere Stiglitz en su manual “El Sector Público”). Desde luego, es algo muy parecido a lo que está pasando ahora. En estas circunstancias el endeudamiento público no produce efecto expulsión sino que las inversiones que financia esta deuda producen un efecto empujón. ¡Y qué esto no lo vean los mercados!

lunes, 22 de febrero de 2010

Estos tipos chiflados en sus locos cacharros.

         De lo visto y oído, clasificaría a los “expertos” en esta crisis en los siguientes grupos:

          En primer lugar están los ingenuos y/o malintencionados: son gente que cree que la crisis se ha producido por la avaricia desmedida de unos pocos (los directivos de la banca americana, ¡nosotros no, por supuesto!..). La crisis es un problema de valores y ni siquiera de la falta de valores de toda la sociedad, sino sólo de los de arriba. Una vez que se les reemplace por otros directivos "con valores", el modelo, con sus recetas neoliberales, puede funcionar perfectamente. Es la tesis de los abadías y compañía, pero no sé si es ingenua o simplemente malintencionada. Que el capitalismo se autorregule o que puede haber capitalistas con ética me parece  como dejar libre a un psicópata asesino que se comprometa sólo a “apiolar” a los enfermos terminales que han pedido la eutanasia. No sé si tanta ingenuidad no es prueba de mala fe...


          El segundo grupo lo forman los alquimistas: creen que la crisis es puramente financiera y que, se soluciona con medidas de política monetaria. Es el “gastad, gastad, malditos” de nuestro Presidente y de los que creen, como él, que restableciendo el crédito, todo está solucionado. Por supuesto, no se plantean que para que exista consumo, o aumenta la renta real de los consumidores, o se les endeuda hasta que no pueden más (sobretodo pensando que este dinero ¡hay que devolverlo!). Son como alquimistas porque, al igual que éstos, piensan que con unos polvos se convierte el plomo en oro, o que impregnando de alcohol una piedra se consigue que arda. No aspiran a nada más profundo. Desgraciadamente los gobiernos y partidos de la izquierda parlamentaria europea están plagados de estos individuos.


           El siguiente grupo lo forman los keynesianos: reconocen que el sistema capitalista a veces “se cala” porque no hay consumo para tanta producción. Proponen que cuándo esto pasa se puede “embragar” mediante la acción pública con grandes programas de gasto y con una cierta redistribución de rentas: lo que se llama una política fiscal. Una vez puesto en marcha el motor, pues nada: primera, segunda, tercera... así hasta el siguiente parón. Este grupo de apuntaladores está formado por “viejas glorias”, pero hay que decir en su favor que, al igual que pasa en el fútbol con Pushkas, Di Stéfano, Pelé o Maradona, lo que ha venido luego ha sido bastante peor.


          Finalmente está el grupo de los marginados: estos creen que estamos ante una crisis “sistémica”, en la que confluyen factores polìticos, sociales, económicos, medioambientales... pero saben que el verdadero problema es el capitalismo: no se puede basar todo en un modelo de producir-consumir, con un crecimiento ilimitado a partir unos recursos limitados, aumentando las desigualdades y enviando directamente a la mayor parte de la humanidad a la pobreza... Como esto no es sostenible por algún lado tiene que estallar: puede ser que el detonante de esta crisis sean las hipotecas ninja, pero, si salimos de ésta, habrá otras nuevas originadas por los samurais o por los daimíos: así hasta el hundimiento del sistema capitalista o la extinción del ser humano, lo que primero suceda.

          De lo que se trata no es de apuntalar el capitalismo como quieren los grupos anteriores, sino de sustituirlo por algo mejor. Y en esto, de nuevo, hay dos grupos: los que sabiendo lo que sucede se dedican a contemplar el hundimiento del sistema como el abuelo y el niño del último capítulo de “La guerra de las salamandras” ante la anegación de Praga, o bien, los que tratan por transformar el sistema: aquí desde luego podemos incluir a los marxistas, pero también a los pocos socialdemócratas que saben que socialdemocracia es una abreviatura que quiere decir “hacia el socialismo por la democracia”.

domingo, 21 de febrero de 2010

Lobos por corderos

Propongo en este blog la misma adivinanza que he puesto a mis alumnos en el blog de la asignatura:

El que sepa quién dijo estas frases tiene DOS puntos más en el parcial:
"Estoy muy interesado en el desarrollo social de América. Creo que el Presidente Roosevelt ha elegido el camino correcto. Estamos lidiando con los más graves problemas sociales nunca conocidos. Millones de desempleados deben recuperar sus empleos y esto no puede dejarse a la iniciativa privada. Es el Gobierno el que debe afrontar el problema".
El título de la entrada os puede dar una pista. 

¿Alguien más se atreve a encontrar la respuesta?

sábado, 20 de febrero de 2010

A corto plazo, para hoy. A largo plazo, para mañana.

         A los que salimos de la Universidad hace ya más de veinte años se nos inculcó un esquema de planificación basada en el corto, el medio y el largo plazo. El corto plazo marcaba un horizonte, no sólo de un año, sino frecuentemente de hasta tres años. El medio plazo iba de los tres a los cinco, y el largo plazo se consideraba a partir de los cinco años. Así se calificaban las deudas en el Plan Contable, así se recogían en las técnicas de planificación presupuestaria... así en definitiva se vivía la vida. De ahí la famosa frase de Keynes: “en el largo plazo, todos muertos”

          Poco a poco, todo esto fue cambiando: en primer lugar los plazos se fueron acortando: el corto plazo se convirtió en lo que pasaría hasta dentro de un año; en segundo lugar el medio plazo fue desapareciendo, de tal forma que en los noventa y en la primera década de este siglo nos encontramos con sólo dos segmentos de planificación: el corto plazo (hasta un año) y el largo plazo (más de un año). Especialmente curioso es el tránsito de estos periodos en el ámbito fiscal: al principio las ganancias patrimoniales (mejor tratadas) eran las generadas a más de cinco años, luego bajaron a dos, luego a uno y finalmente... a 0: desde 2.006 la ganancia especulativa en bolsa en el intradía tiene una tributación mejorada, aunque se haya generado en un minuto, ventaja que no tiene, por ejemplo, la ayuda que los Servicios Sociales puedan darte para la compra de la sillita para tu bebé.

         Este cambio tiene profunda importancia ideológica: está claro que favorece la improvisación y la falta de previsión en el futuro, pues si lo que pasa a partir de un año es largo plazo... ya me dirás qué es lo que pasará dentro de cinco.

          Indudablemente el ciclo político determina la planificación: lo que importa es lo que se haga para ganar las siguientes elecciones, con el problema adicional de que, en un ámbito u otro, elecciones hay, prácticamente, cada año.

         Todo esto conlleva la creación de la cultura del “cortoplacismo”: las decisiones se toman para solucionar problemas inmediatos sin pensar en planificaciones de futuro: por eso ya estamos en “la antesala de la recuperación”, con “tres o cuatro medidas” hemos salido de la recesión... En el ámbito privado sucede otro tanto: todo lo queremos para ya, que la gripe se nos cure en dos horas tomando un frenadol, aprender inglés en 10 días, la economía en dos tardes, el MBA en un mes...

         Todo el mundo está dominado por esta idea... ¿Todo?: no. Una pequeña aldea resiste y seguirá resistiendo al invasor: la enología. Todavía los vinos (en España, que no en Francia, por cierto) se dividen en joven, crianza, reserva y gran reserva. De nuevo resulta cierto el proverbio de Plinio el Viejo “in vino veritas”.

jueves, 18 de febrero de 2010

¿Krugman o Krueger?

         ¡Krugman ha dicho que en España hay que bajar los salarios un 30%! ¡Krugman ha dicho que toda Europa saldrá de la crisis menos España!... Pero ¿de quien estamos hablando de Krugman (Paul) o de Krueger (Freddy).

          Conviene saber qué es lo que realmente piensa el auténtico Premio Nobel sobre la crisis en España:

          Krugman lleva diciendo desde que empezó la crisis que el problema de España, es el típico que siempre tiene este país: falta de competitividad (no quiere decir que seamos tontos sino que hacemos trabajos poco especializados (albañiles y camareros) o con escasos medios tecnológicos (100 personas barriendo a mano, mientras que en Alemania hay 1 con una máquina que barre 100 calles). Hasta ahora cuando pasaba esto España ajustaba el tipo de cambio: devaluaba la moneda: con eso conseguía recuperar competitivad: los productos que vendía al extranjero con escasa productividad (planos hechos a mano en lugar de con plotter, zapatos con suelas de goma hechas con máquinas de la epoca de la guerra) les resultaban más baratos a los extranjeros y se restablecía el "equilibrio". Claro a costa de que todos los españoles nos hacíamos más pobres respecto del extranjero (nuestra moneda valía menos).

           Realmente esto supone algo muy parecido a una bajada de salarios: con nuestro dinero podíamos comprar menos bienes: desde luego los de importación y los interiores en la medida que lleven incorporados factores exteriores o simplemente porque ahora se destinan a la exportación y para comprarlos hay que pagar lo mismo que lo que pagarían en el extranjeto por ellos.

    Krugman dice que con el euro no podemos devaluar y ante una pérdida de competitividad la única medida equivalente es bajar los salarios. Eso es lo que propone Krugman. Suena bastante a conservador pero el planteamiento es correcto económicamente.

           ¿Qué es lo que se debería hacer desde una posición progresista? Lo primero es evitar que estas situaciones se produzcan; para ello hay que mejorar la competitividad de los trabajadores (eso lo proponen UGT y CCOO por ejemplo): no quiere decir aumentar las horas de trabajo o cosas así, idioteces que se oyen incluso en boca de nuestro Presidente: lo que hay que hacer es obligar al empresario a que realice las inversiones y forme a los trabajadores y se dedique a actividades de valor propias de un Estado desarrollado.

          La segunda medida consiste en "proteger" los efectos de una bajada de salarios para mejorar la competitividad: realizar medidas sociales para compensar (guarderías gratuitas, mejoras en las prestaciones...). Para eso no hay que dudar en redistribuir rentas desde el capital hasta el trabajo, y desde el que tiene más al que tiene menos: es decir aumentar los impuestos directos progresivos.

          Por último queda solucionar el problema del paro, que es endémico en España: se debe a que no tenemos "motor económico" para absorber tanta mano de obra: España es como una vespino y dos mil litros de gasolina, habrá gasolina que quede sin usar. Tradicionalmente esto se solucionaba con la emigración (por eso España es un país de emigrantes, porque aquí no había trabajo para todos): pero resulta que con la burbuja inmobiliaria se nos hizo creer que no teníamos una vespino sino una flota de Ferraris y que podríamos gastar no sólo los 2000 litros de gasolina sino también los de los demás (de ahí la entrada de inmigrantes extranjeros). Al final el chiringuito se ha caído y hemos vuelto a tener el motor económico habitual de España: el de una vespino.

          Krugman dice que este problema, la burbuja inmobiliaria, que ha pasado en Florida y California sobretodo, en EEUU no es excesivamente preocupante para estos territorios por tres razones: la primera porque hay programas de transferencias de rentas de unos a otros Estados (por ejemplo la pensión del jubilado de Miami la pagan todos los estadounidenses), la segunda porque hay bastante movilidad de los trabajadores en EEUU y si ya no hay trabajo en la construcción en Los Angeles, pues se irán a Seattle. La tercera es porque en EEUU hay un verdadero presupuesto federal con capacidad para gastar en esa zonas donde la burbuja ha explotado.

          Ninguna de estas tres cosas suceden en España en relación con la Unión Europea: ni hay transferencia de rentas entre personas e individuos de los estados, ni movilidad ni presupuesto federal. Una solución obvia parecería ser construir más Europa, pero no bajo el modelo burocrático que conocemos sino una verdadera Europa social y de los ciudadanos que dé respuesta a estos problemas (¿os imagináis unas pensiones "europeas" pagadas por una caja única de todos los europeos?). Pero esto, tal como van las cosas, es una utopía.

            Por eso Krugman pinta tan negro el futuro económico de España. Pero si le preguntáramos a Krugman qué prefiere para España si bajar los salarios o hacer una Europa política y socialmente unida, no cabe duda de que preferiría lo segundo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Empezar la casa por el tejado... El euro

         La moneda, los impuestos y el ejército han sido los tres emblemas de la Soberanía de un Estado: primero un Estado se independizaba y una vez conseguida la unidad política se forjaba el nuevo ejército y la nueva moneda. Incluso hasta bastante tiempo después de haber conseguido la unidad un Estado no empezaba a acuñar su propia moneda, sino que subsistía la propia de cada territorio. Así sucedió en España, Francia, Imperio Germánico... Una visita al olvidado museo de la Casa de la Moneda en Madrid es bastante ilustrativa (además de gratuita). Tampoco está mal darse una vuelta por el Archivo de Indias de Sevilla para ver cómo el primer dólar se “inventó” en territorios que hoy forman pare de Estados Unidos pero que en aquel momento pertenecían a la Corona de España. Cosa distinta es que en diversos territorios circulara como moneda para las transacciones la acuñada en un territorio distinto, pero esto sucede hoy en día si uno viaja, por ejemplo a Rusia, con una maleta llena de dólares.

          Lo que la Unión Europea consiguió en los albores del siglo XXI fue “el mundo al revés”: sin unión política de los Estados, sin cohesión social,  sin apenas transferencias entre Estados, sin impuestos que vayan al mismo “saco”, sin instituciones verdaderamente democráticas...  en fin, sin tan siquiera rey ni ejército, embarcó media Unión en un viaje cuyas consecuencias en forma de de mareo empezamos a vislumbrar a ahora: impuso una moneda común, el euro, una moneda para dominarnos a todos.

    Lo que iba en contra de la Historia se ve ahora que también va en contra de la economía: imposibilidad de devaluar para recuperar competitividad, imposibilidad de animar la economía con gasto público ahora que el gasto y la inversión privada ni están ni se les espera, imposibilidad de “dar  a la máquina de hacer billetes”, imposibilidad de acudir al endeudamiento.... imposibilidad, en definitiva, de hacer cualquier política monetaria que ayude a salir de la crisis.

          Ahora es fácil criticar lo que en su momento fue un logro histórico(*). Yo también creo que fue un gran logro: pero no se hizo lo suficiente: además de una unión monetaria se tendría que haber logrado una unión política, una Europa “Social y democrática de Derecho” por copiar los términos que nuestra Constitución aplica al Reino de España. Los problemas, ahora, serían menos.

          (*) ¿Qué opinión merecen ahora mis amigos, los británicos, que han seguido con su vetusta libra?

martes, 16 de febrero de 2010

Cementerio... nuclear

         El debate sobre la ubicación del futuro ATC, unas siglas eufemísticas(*) de lo que es un cementerio nuclear pone en evidencia el amaestramiento de una opinión pública tipo “consumidor”: todos los derechos (a tener energía regalada, ropa barata, telefonía móvil...) y ninguna de las obligaciones o consecuencias (residuos nucleares, degradación medioambiental, antenas que producen cáncer...). Atrás quedan los tiempos en que se cantaba: “no habrá deberes sin derechos, / ningún derecho sin deber”. Hasta en esto La Internacional sigue siendo un himno revolucionario.


         Una solución imaginativa pasa por entregar un kilogramo de residuos nucleares (convenientemente empaquetado eso sí), a cada uno de los españoles favorables a este tipo de energía, para que lo pusieran en sus mesitas de noche: de este modo tendríamos fácilmente colocados unas 35.000 toneladas de esos desechos y no habría que construir el cementerio. Pero me temo que si así se hiciera el número de españoles favorables a la energía nuclear (que en el ejemplo yo estimo en unos 35 millones) descendería de forma asombrosa.


          En realidad el problema de los residuos nucleares es lo que en economía se denomina una externalidad negativa: algo que genera efectos nocivos para la sociedad pero que el productor no tiene en cuenta a la hora de calcular sus costes. La solución a este fallo de mercado pasa por la intervención pública, y entre otras, cabe desincentivar la producción de este tipo de bienes que generan externalidades (o economías externas) negativas: por eso la postura de los ecologistas que abogan por la construcción del dichoso ATC a cambio de un calendario de abandono de la energía nuclear en España parece lo más razonable. Y ya puestos, si tuviéramos peso internacional, podríamos recomendar ese abandono a los demás países. O esto, o empezar a empaquetar residuos para las mesillas de noche.



            (*) ATC: almacén temporal centralizado. Terminología ideológicamente afín a CTR (centro de tratamiento de residuos) para hablar de basurero, empresa de seguridad para hablar de mercenarios, Ministerio de Interior en lugar de Ministerio de la Policía, Ministerio de Defensa en lugar de Ministerio de la Guerra, Ministerio de Igualdad... y lo que vendrá...

jueves, 11 de febrero de 2010

Déficit público: ¿y si empezamos por los ingresos?

         En el lenguaje vulgar la palabra “déficit” se emplea como sinónimo de “falta de” o escasez: se habla de déficit de guarderías, de déficit de ideas del Gobierno... hasta, en el ámbito futbolístico se llega a oír que tal o cuál equipo tienen déficit de goles, de canteranos o de medias puntas. Por supuesto, el término déficit así empleado siempre tiene una connotación peyorativa: nadie dice que ha tenido déficit de catarros si ha pasado el invierno en un estado saludable.

         En el lenguaje científico (no sólo económico), sin embargo, la palabra déficit va asociada a la idea de un doble flujo: el de entrada (input) y el de salida (output): si las salidas superan a las entradas hay déficit; por el contrario si las entradas superan a las salidas hay superávit. De esta forma se entienden los diferentes apellidos que acompañan a la palabra déficit según a lo que nos estemos refiriendo: déficit de caja o tesorería, déficit en la balanza de pagos, déficit en transacciones por operaciones corrientes...

         En el caso que nos ocupa si los gastos públicos (salidas) superan a los ingresos públicos (entradas) hablamos de déficit público.
          Con un poco de sentido común es fácil deducir que si de lo que se trata es de solucionar cualquier déficit siempre hay dos opciones: aumentar las entradas o disminuir las salidas.
          Si estamos hablando del déficit de la cisterna del retrete de nuestra casa, pues resulta que pierde más cantidad de agua que la que entra por la cañería, lo razonable parece ser tapar las fugas, es decir disminuir la salida, antes que aumentar la entrada de agua, aunque, en lógica estricta, también la segunda medida serviría para volver a llenar la cisterna.

          Ahora bien, si tenemos un déficit porque por el grifo llega menos agua que la que necesitamos para ducharnos, ¿dejaremos de asearnos?, ¿y si llega menos de la que necesitamos para beber?¿también dejaremos de beber (y pasar a mejor vida)?

          Se puede predicar lo mismo de las cuentas públicas. No se debe rechazar la medida de aumentar los ingresos, las entradas, sobretodo si estamos en un país con una economía sumergida del tamaño del 25% del P.I.B. junto con unos tributos que gravan a las clases medias, pero no a las clases altas, y que se apoyan, sustancialmente, en la imposición indirecta, esto es, aquella que grava al que come pan, con independencia de que el que come pan sea Emilio Botín o el pobre de la esquina.

         Antes de recortar gastos para solucionar el déficit público tratemos de ver si podemos aumentar los ingresos: otra cosa es que a los “amos de los mercados” no les guste que toquemos sus bolsillos, no sea que empecemos por ahí y sigamos hacia arriba (o hacia abajo según se mire).

miércoles, 10 de febrero de 2010

¡Haz que parezca un accidente!

         Se nos pretende hacer creer que el mundo financiero (y el económico en general) no se mueve gracias a los hilos que manejan unos pocos. No sé que visión se puede tener de los mercados financieros pero, por un momento, cierra los ojos e imagínatelo: ¿a qué se parece más? ¿al rastro donde un montón de oferentes y demandantes rebuscan entre calcetines, calzoncillos, medias y tangas o a un circulo reducido de personas sudorosas, en un ambiente saturado de humo, jugando una partida de poker?. Si en tu imaginación los mercados financieros se parecen más al segundo escenario que al primero, está claro: eres un conspiranoico.

          Pero, pese a lo que digan, los mercados financerios siguen siendo un antro oscuro (formalmente aséptico e informatizado, eso sí) donde no se cumple ninguna de las reglas del mercado de competencia perfecta, a saber:

          En primer lugar no hay pluralidad de oferentes ni de demandantes: como otro día explicaré mediante determinados productos "de destrucción masiva" una única mano puede vender o comprar lo que no es suyo mediante contratos de opciones y futuros o mediante el préstamo de valores, consiguiendo, de esta forma alterar el precio de las cosas.
 
         En segundo lugar no hay transparencia en las trasacciones. A título de ejemplo ¿alguien sabe lo que es una venta de acciones "fuera del horario de mercado"?: la que se realiza cuando el mercado ha cerrado a un precio convenido entre las partes siempre que se trate de grandes paquetes de acciones y de grandes accionistas.

         En tercer lugar no existe información alguna de lo que se compra o se vende. De esto no hace falta poner ejemplo desconocido alguno, basta citar los paquetes financieros construidos con las hipotecas subprime y otras yerbas.

          Por último y a diferencia de lo que sucede en el "rastro" no hay ni rastro de policía (ni local, ni autonómica ni Guardia Civil) que vigile qué es lo que se vende y si la mercancía está o no averiada, o si, directamente, como en el "top manta" es ilegal.
 
         En este escenario, llamado por algunos "mercado de competencia perfecta", ¿es extraño que surgan contubernios, conchaveos, o directamente mafias que impongan su voluntad en el mercado y que decidan a quién hay que encumbrar o hundir? Si alguno todavía sigue cantando las excelencias de este tipo de mercados, le invito a que acuda a cualquier subasta pública de bienes en un juzgado y que descubra, de primera mano, las excelencias de la figura del "subastero".

          Así pues será conspiranoico, ingenuo o simplemente imbécil el que se atreva a denunciar cualquier asociación gangsteril de este tipo y se expondrá a ser ridiculizado por un periódico come el Financial Times, que, como sabemos, su capital social está íntegramente repartido, por partes iguales, entre todos los habitantes de las favelas de Rio de Janeiro, dirigido por un representante democráticamente elegido por los habitantes del Reino Unido, que se financia sólo con las aportaciones voluntarias que hacemos los ciudadanos europeos, y que, es obvio decirlo, no mantiene interés ni implicación alguna con el mundo financiero.

          Conspiración, conspiración... Pero si el primer conspiranoico de la historia fue aquel profeta tan venerado llamado Adam Smith cuando habló de "la mano invisible del mercado".

martes, 9 de febrero de 2010

Afeitado con triple hoja.

          Algunos aspectos del plan del Gobierno para aumentar  de 15 a 25 años el periodo de cotización a la Seguridad Social necesario para la obtención de una pensión contributiva, son bien conocidos: otros, sin embargo, permanecen ocultos a un primer análisis.

          Al igual que, según la publicidad, las modernas maquinillas de afeitado  mejoran con la triple hoja todo lo conocido hasta ahora, las "ventajas" de este "afeitado social" son también tres:

           La primera hoja afeita: es algo conocido: si antes había que cotizar quince años para tener derecho a una pensión y ahora se necesitan 25, se ha encarecido el "precio" de la pensión; para conseguir el mismo derecho hay que trabajar y cotizar más.

           La segunda hoja apura: menos conocido: en el cálculo de las pensiones se tienen en cuenta los últimos años de la vida laboral para el cálculo de la pensión. Normalmente los últimos años de un trabajador son los mejor pagados y los que presentan cotizaciones más elevadas. Si ahora se aumentan los años necesarios para el derecho y el cálculo de la pensión se incorporan al cómputo parte de los años más jóvenes, peor pagados y cotizados (de ahí las pretensiones de ciertos círculos neoliberales de calcular la pensión teniendo en cuenta toda la vida laboral del trabajador). Se consigue así un segundo efecto de rebaja en las prestaciones.

         Y la tercera hoja consigue un afeitado perfecto: una economía desahuciada, donde todavía no sabemos qué hacer ni qué producir, con más de cuatro millones de parados...¿cuál es el número de privilegiados que van a poder tener un "vile" (vida laboral) de 25 años? ¿no estamos condenando a un buen número de ciudadanos a no tener pensión? Probablemente haya que rescatar el "¡vente pa' Alemania, Pepe!" para todos aquellos que, en el futuro, quieran  tener una pensión: "vente pa' Alemania, Pepe, si quieres tener pensión!".

lunes, 8 de febrero de 2010

3 falacias 3 por las que nos quieren subir la edad de jubilación.

          Primera.- Porque ahora los españoles vivimos más: se confunde esperanza de vida con más vida. V.Navarro pone un ejemplo que voy a adaptar para que se vea más claro: un país, con la edad de jubilación a los 65 años y con cinco habitantes resulta que tres se mueren a los 65 años, uno a los 60 y el último sobrevive hasta los 70. La esperanza de vida es de 65 años ((60+65+65+65+70)/5). Pensión, lo que se dice pensión, sólo se la pagamos durante cinco años a uno de los habitantes.

           Supongamos que podemos, como Michael J. Fox, alterar el pasado y conseguir que el de 60 no se muera hasta los 65: en esa nueva realidad la esperanza de vida ha pasado de 65 a 66 años, pero, al igual que en el caso anterior, las pensiones que tenemos que pagar son las del que vive hasta los 70: 5 años de pensión. Según los gurús de la Seguridad Social,l a segunda situación es insostenible(1) para el sistema de pensiones. Moraleja: hay que aumentar la edad de jubilación.
 
          Segunda.- Porque la Seguridad Social entrará en déficit: habrá mas pagos de pensiones que cotizaciones. Pero ¿dónde está escrito que las pensiones se deban sufragar con cotizaciones?. Si no alcanzan la diferencia se pagará con otras vías de financiación. Toda la vida hablando de que los tributos no deben ser finalistas (se recauda lo que se recauda y se destina indistintamente a cualquier partida de gasto) y nos encontramos con que las cotizaciones sociales, aparte de impuesto sobre nóminas, es impuesto finalista: se dedica a las pensiones, y si no alcanzan no se pagan pensiones. 

          Hasta los sectores más neoliberales del PSOE, como Jordi Sevilla, están planteando financiar las pensiones con cotizaciones y con impuestos (un nuevo impuesto sobre el gasto, que, aunque ya no lo estudiamos ni en la Universidad, para Sevilla, resurge de sus cenizas tras el fracaso de su implantación en la India en los años 70, ¡lo que hay que ver!). Como dice un compañero, si no hay para nuestras pensiones, ¡que vendan los cuadros del Museo del Prado!.

           Tercera.- Porque no puede haber una relación de un cotizante para cada tres jubilados. ¿Y
por qué no?: si el cotizante es un controlador de AENA, o es Adolfo Domínguez, o un Notario y los tres jubilados cobran pensión mínima, ¿cómo que un cotizante no puede sostener a tres pensionistas? Todo dependerá, en definitiva de cuál sea la riqueza del país (en términos de PIB), cómo aumente en el futuro y cómo se reparta. A diferencia del agotamiento de los recursos naturales (el petroleo no se puede fabricar), la "tarta" de la riqueza nacional sí puede crecer y entonces sí se pueden pagar pensiones: lo que escuece es que para ello esa "tarta" deberá repartirse mejor y esto es lo que no quieren los que auguran el crash del sistema de pensiones.
 
          No se me quita de la cabeza la idea de que ahora, cuando por primera vez empiezan a llegar a viejos la gente de la clase trabajadora (y no sólo Manuel Fraga o Leopoldo Abadía), cuando ya no todos se nos quedan por el camino atrapados debajo de un tractor o precipitados desde  un andamio, ahora, sí ahora, hay que cambiar las reglas del juego... La jubilación ya no puede estar al alcance de todos. ¡Faltaría más!.

(1) Sin embargo es mejor esta situación porque el que se moría a los 60 ahora cotiza cinco años más y ¡caramba! tampoco le toca pensión.

domingo, 7 de febrero de 2010

Grandes Mitos y Leyendas: Hoy, el déficit público.

          ¿Qué es esto del 3% como porcentaje del PIB, de déficit presupuestario máximo anual?. Uno de los criterios de convergencia para la Unión Monetaria (porque se trataba de dar "solvencia" al euro), se revela, en realidad, como una chorrada parecida a la del presupuesto equilibrado anualmente (cada año los ingresos y gastos del Sector Público) de nuestro insufrible expresidente Aznar. 

         Esto en el mejor de los casos, porque, probablemente además de una chorrada, esta claúsula puede ser también un problema para la recuperación económica.

         El equilibrio del presupuesto, o dicho de otra manera, limitar el déficit público, puede ser defendible en determinadas circunstancias. Es dudoso cuando existe un profundo déficit social, y, desde luego, es indefendible sin relacionarlo con el ciclo económico.

         ¿Qué quiere decir esto del equilibrio en el ciclo económico?: que en épocas de crecimiento el Sector Público debe "ahorrar" mediante superávits presupuestarios (más ingresos que gastos), sin "devolver" ese ahorro al sector privado (mediante bajadas de impuestos, por ejemplo). Con esta política consigue dos efectos: evita el recalentamiento de la economía y ahorra para la época de vacas flacas.

        En épocas de recesión, el Sector Público puede incurrir en déficit presupuestario, con lo que consigue animar la economía. Si, además, ha hecho bien sus deberes, contará con los ahorros de la época de superávit presupuestario para enjugar ese déficit. Si estos no son suficientes se endeudará para cubrir el déficit y ya se saneará en la época del nuevo crecimiento. Es la fábula de la cigarra y la hormiga: se ahorra en verano para gastar en invierno. El problema es que ya veremos cuando acaba el ciclo y cuál es el resultado.

          Con este planteamiento ¿qué sentido tiene establecer un 3% del PIB como límite al déficit presupuestario? Ningún economista dirá que es mejor una economía que arrastra un déficit permanente (estructural) del 3% de su PIB, que otra que, en épocas de crecimiento arroja superávits del 15%, y en épocas de recesión déficits del 12% de su PIB.

          Entender así el déficit es como si vas a un médico porque te duele la cabeza y te dice que no abuses de los calmantes y que te tomes una aspirina. Cuando vuelves a casa te cae encima una maceta y te abre la cabeza, pero el médico sigue diciendo que no abuses de los calmantes y que te tomes una aspirina. No tiene sentido: a situaciones graves medidas graves.

sábado, 6 de febrero de 2010

El Palacio de la Bolsa de Madrid bombardeado

    La bajada de la bolsa el jueves ha sido un verdadero bombardeo financiero.
 
    Las condiciones para la rendición han sido publicadas en en la editorial de EL PAIS del viernes 5 de febrero.
 
    Paradójicamente el Reino de España es de los Estados menos endeudados de la Unión mientras que las empresas del IBEX están entre las más endeudadas del mundo, en parte gracias a que pidieron prestado al exterior para, a su vez comprar empresas "de fuera", con el beneplácito y beneficios fiscales de nuestro gobierno (régimen ETVE, deducibilidad del fondo de comercio financiero...).
 
    Así paga el capital a sus lacayos.

Saludo de inicio

Que mejor que una canción para empezar el blog: Reincidentes "Todo no da igual". Toda una declaración de lo que debería ser este blog:

Pasa el tiempo y parece que va pa atrás
Y cada vez hay menos ganas de luchar
Van retrocediendo el respeto y la igualdad
Los que más tienen cada día quieren más

Alimentando nuestra apatía
Con dosis de superficialidad
Poniendo altares a sucios engaños
Y a una feroz individualidad

No vale la pena desquiciarse por nada
Es mejor pasar y desviar la mirada
Me quema la rabia viendo tanta ceguera
Palo y zanahoria, y sálvese quien pueda.
 
Todo no da igual

Tienen los medios pa ocultar y deformar
Lo que se cuece en frente de nuestra nariz
Se va estrechando el poder de decisión
Y medio mundo de desangra en televisión

Se están arrasando cultura y vida
Crítica, variedad y trasgresión
Se van muriendo nuestros recursos
Esos que nos permiten respirar

No vale la pena desquiciarse por nada
Es mejor pasar y desviar la mirada
Me quema la rabia viendo tanta ceguera
Palo y zanahoria, y sálvese quien pueda

Se está matando día tras día
Todo lo que no se puede pagar.
Seguimos comprando la gran mentira
Esa que llaman felicidad.

No señor, no me cuadra
Esta mierda de democracia
Que ahoga a mis putos deseos
De justicia y libertad
Tírenla a la basura
Y a construir algo nuevo
Pa contener tanta ambición
Tantas ansias de poder.