"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

domingo, 29 de enero de 2012

Trick or treason

 
            Los sindicatos “al uso” han llegado a un acuerdo sobre la reforma laboral: se reúnen, hablan con medias palabras, en voz baja, pactan “a regañadientes”... Buscan la “concertación nacional”, la reedición de los “Pactos de la Moncloa”: ¡Vamos! ¡Qué nos den por culo a la clase trabajadora, a la que dicen representar!(*)
          Hace ya un par de meses, durante unas jornadas organizadas por CC.OO. tuvimos la ocasión de ver enseñar la “patita” a Miguel Ángel García, jefe del Gabinete Técnico económico del sindicato, o algo así. Tras un repaso sobre los “lugares comunes”: origen de la crisis, burbuja inmobiliaria, desafuero de los mercados financieros... y el consabido nosotros ya lo dijimos (¿alguien lo oyó?¿algún sindicato dijo algo en la época de la “championsligui”, o soy yo el que me he quedado sordo?), llegó la hora de exponernos las soluciones, “sus” soluciones, las de un “keynesiano”, como se autodefinió:
              La “primera”: aprender a vivir con menos. Textualmente dijo que con mil euros se puede vivir, un trabajador debe acostumbrarse a vivir con esa cantidad, siempre, claro, está, que no destine al vivienda más de un 30% de esa cantidad. Silencio sepulcral entre el auditorio.
                La “segunda”: subida del IRPF: a “to'quisqui” un dos por ciento: del más pobre al más rico: todos a arrimar el hombro en la misma medida. Luego, unas gotas de progresividad “un 50% para los que ganan más de 150.000 euros” (no sé si se ha mirado las tarifas actuales). Las rentas de capital, se pueden apañar hasta un 23 o un 25% si se quiere: más de eso no, porque se van. El IVA no se toca. Del Impuesto sobre Patrimonio ni se habló; la “tasa tobin” (todavía emplea esta terminología) era una mera curiosidad académica. Montoro debió escuchar sus sabias palabras, porque quince días después, cumplió el mandado.
              La “tercera”: aumento de la productividad, como no.
              La “cuarta”: lucha contra la inflación como sea: perjudica al obrero porque encarece “los medios de reproducción de su fuerza de trabajo” (lógicamente no usó este término, la traducción es mía, según el diccionario Keynes-Marx, Marx-Keynes de los fascículos “aprenda economía (crítica) en diez días”)
                En el turno de (pocas) preguntas (estos de los sindicatos no saben lo que es una mesa redonda ni un debate), tres preguntitas:
              ¿Qué va a hacer el Partido Popular?¿Es optimista?: No lo sé, no soy ni optimista ni pesimista.
               ¿Es partidario de aumentar el gasto público, como dijo Keynes? A ver, Keynes está muy “sobrevalorado”: elaboró sus teorías cuando el Sector Público Norteamericano representaba poco más de un 10% del PIB. Hoy el Sector Público español representa un 37,5%, así que de más gasto nanay. Además, Keynes no hablaba sólo de la demanda, su teoría era también una teoría de la oferta y no se puede coger sólo lo que nos interesa.
 
                 ¿Respecto de Europa, cuál es la solución? Ceder más soberanía. Soberanía fiscal, que elaboren ellos los presupuestos... Cualquier cosa con tal de salvar el euro y evitarnos la crispación actual.
 
                Visto lo visto creo que está todo meridianamente claro: Lo siento por la derecha cavernícola que quería ver a los sindicalistas “degollados”: creo que ya han pactado el reparto de poderes con el Partido Popular: yo te justifico tu política y tú me justificas las subvenciones... ¡Sólo falta Fidalgo en el Ministerio de Trabajo!
 
               Claro que, también puede ser un espejismo. Mi sindicato de clase no es ese. Siempre digo que CC.OO. es, como decía Forrest Gump, una caja de bombones: nunca saber lo que te puedes encontrar: desde un comunista convencido (¡un saludo, camaradas!, si es que queda alguno) a un neoliberal “encamado” (¿o encaramado?). Está claro: ¡De la iglesia no puede salir nada bueno!

lunes, 23 de enero de 2012

Menos por más


                Decía el compositor Luis de Pablo que un italiano, en lo musical me imagino, era un “español logrado”. Siguiendo esa regla de tres un francés, intelectualmente hablando, es un “español pluscuamperfecto”. Mientras aquí el populacho debate intelectualmente sobre Mourinho o la Sentencia del asesinato de Marta del Castillo y nuestras élites entre Chacón y Rubalcaba, la propuesta electoral de François Hollande de adelantar la edad de jubilación pasa desapercibida: si acaso la típica discusión sobre la renovación del mercado laboral y la sostenibilidad del sistema de pensiones…. ¡Para más -como el tal Joseba-, no nos da!: el punto clave, que es el reparto del trabajo ni lo olemos.
                Lo cierto es que algo hay que hacer para repartir el trabajo. Admitido más o menos a regañadientes la derivada del cambio en la composición orgánica del capital que supone que, a medida que avanza la tecnología, es posible producir más cosas con menos “mano de obra”, el problema es qué hacer con  esa fuerza de trabajo que queda desocupada. La teoría clásica nos dirá que se absorberá con un aumento de la producción, al parecer infinito. Pero sabemos que ese aumento de la producción infinito es imposible porque los recursos son limitados y agotables, y porque, aunque no lo fueran, la producción aparece condicionada por el consumo: “producir pa’ na’, es tontería” parafraseando a Mota. Indefectiblemente se producirá un excedente de mano de obra que no puede ser absorbido: lo que todos terriblemente conocemos como “paro” y que para unas escuelas económicas es un “fallo de mercado” (un factor que no se emplea completamente) y para otras una tendencia inherente al sistema capitalista.
                Las soluciones difieren también según la orientación ideológica y la posición dominante que se ostente: para el capitalista y su ideología la situación ideal es precisamente ésa: la existencia de paro en forma de “ejército de reserva” que permita imponer sus condiciones (básicamente el robo de la plusvalía al trabajador) a los obreros empleados: “si no te gusta ahí tienes la calle, hay muchos que están deseando tu puesto de trabajo y trabajarán por mucho menos”, es la frase que todo capitalista tiene en mente cuando se dirige a “sus” obreros. De ahí que, no nos engañemos, la prioridad del empresario no es crear empleo: es, en realidad, crear desempleo.
                 Por eso mismo las soluciones “de izquierdas” pasan por repartir el trabajo existente entre las “manos” disponibles. Con una estrategia de reparto se consigue que no haya excluidos y que se relaje la presión en tu puesto de trabajo de verte sustituido por otra persona que está dispuesto a hacer lo que tú haces por menos (porque tiene menos cargas familiares, mejor salud, la hipoteca pagada…) Por eso mismo las ideologías capitalistas (conservadores, liberales, neoliberales…) se resisten “como gato panza arriba” a cualquier medida de este tipo: Francia fue pionera en implantar la jornada de 35 horas; bastó con que llegara al Gobierno la derecha para que la primera medida a derribar fuera ésa, pretextando ineficiencia, pérdida de productividad....
                No es casual. Una clase trabajadora sin parados-excluidos, con un Estado de Bienestar que los respalde e, incluso con una Renta Básica de Ciudadanía, es una clase prácticamente invencible, que, en primer lugar, puede imponer un mejor reparto de los beneficios/plusvalías que se producen en el proceso productivo: Si se habla de trabajar menos horas por el mismo salario no se trata de encarecer la producción trabajando más personas para hacer lo mismo, como quieren hacer ver las ideologías capitalistas: se trata de repartir mejor la plusvalía: conseguir aumentar la parte de tarta que recibe el factor trabajo frente a la que recibe el factor capital, algo que con cinco millones de parados es inimaginable: ¿A alguien le han subido el sueldo este año, aunque trabaje en una de las grandes empresas que han aumentado beneficios?
                Es un buen punto de partida para un líder, Hollande, que me parecía indistinguible de los líderes de la derecha francesa, al igual que sucede con los políticos de aquí. Por eso me ha sorprendido. No sé qué componente “electoralista” hay en su propuesta, pero ha tocado un punto clave para resolver la paradoja que existe entre aumentar la productividad (producir más en menos tiempo) y el resultado práctico que, a la vista está, lleva a que los trabajadores cada vez trabajen más horas, a cambio de que muchos otros no puedan trabajar ni una sola.
              Lo que decía, un debate, el del reparto de trabajo, que aquí  nos pilla muy lejos. Mucho más lejos que el enésimo “derbi” que tenemos dentro de menos de cuarenta y ocho horas. Así que ¡hala!¡A distraerse!


P.D. El tema de la sostenibilidad del sistema de pensiones se resuelve por sí sólo si se observa el aumento del número de cotizantes en un modelo de reparto de trabajo, más aún si se complementa con la imposición general, en vez de seguir con esa cerrilidad celtibérica de tratar de financiar las pensiones sólo con las cotizaciones a la Seguridad Social.

viernes, 20 de enero de 2012

Vada a bordo, Cazzo!


           Entre los daños estructurales que el Gran José Luis ha causado al socialismo español, ocupa lugar destacado el cambio de mentalidad de la izquierda respecto de los impuestos. Un error que ahora se agudiza con la negativa cerril de Rubalcaba a una subida de la imposición directa que el PSOE no fue capaz de acometer.
          Frente a la idea de que bajar los impuestos “es de izquierdas” se ha prostituido una de las ideas básicas de la socialdemocracia: los impuestos, progresivos, son una potente herramienta para hacer una sociedad más justa. Hace veinte años, el profesor e Inspector Cesar Albiñana, en la inauguración del Curso en la Escuela de nuestra promoción nos dijo que se sentía orgulloso de “haber contribuido, de forma pacífica, a la redistribución de la riqueza”. Esa frase se me quedó grabada, entre otras cosas, porque da soporte ideológico y moral a mi trabajo. A esta idea podríamos llamarla “principio de redistribución
           Pero hay más: los impuestos guardan relación directa con la participación del Estado en la economía. A mayor recaudación impositiva mayores recursos goza el Estado para poder realizar sus tareas lo que supone mayor asistencia social, mayor intervención en la economía, mejores infraestructuras… crecimiento, en definitiva, del bien común (los servicios de la comunidad) en detrimento de lo individual (el bolsillo de cada uno). Este es el principio ideológico del socialismo
            El Estado elabora periódicamente sus presupuestos: “así es la cuerda y así se estira”: si dispone de más ingresos es indudable que podrá hacer más cosas, gastar e invertir más. Si los ingresos no alcanzan a los gastos, se produce un déficit que habrá que “compensar” de alguna manera: las fórmulas clásicas (como explico en clase) son el endeudamiento, la subida de impuestos (incluyendo exacciones extraordinarias, requisas…) o, finalmente,  el llamado en la Hacienda Pública, “botín de guerra”, cuyo nombre es bastante ilustrativo. En un Estado moderno, a la larga, la única solución posible para mantener un nivel de gasto público, de asistencia, sanidad, educación, desempleo, pensiones… es “pagarlo” mediante impuestos. Este es el principio de necesidad, suficiencia, sostenibilidad financiera o como quiera llamarse.
            El Gobierno de derechas actual no tiene más remedio que subir impuestos: lo hace amparado en el tercero de los principios: no le queda más remedio, porque lo necesita para disminuir el déficit. Si el déficit desapareciera, bien porque se sale de la crisis bien porque se ahoga al Estado Social en una bañera, la derecha enseguida bajaría los impuestos hasta el mínimo de suficiencia.
               ¿Alguien de izquierdas debería pensar lo mismo?¿Un gobierno de izquierdas debería comportarse igual? ¡Desde luego que no! Alguien verdaderamente de izquierdas debería contemplar también los dos principios complementarios: la redistribución y el socialismo. ¡Más Estado y más justo! Eso sólo puede lograrse con los impuestos. La gente verdaderamente de izquierdas pensamos que el dinero está mejor en el fondo común que en el bolsillo de cada uno; la gente verdaderamente de izquierdas creemos que los impuestos sirven para obligar a los que más tienen a que contribuyan en favor de los que más lo necesitan. En consecuencia, la gente verdaderamente de izquierdas tenemos que defender los impuestos, impuestos elevados y progresivos en las épocas de crisis(*)  y de crecimiento.
              A nadie (a mí el primero) le gusta pagar impuestos: de ahí el nombre de “impuestos” (sino se llamarían donativos). Pero es inadmisible que, en torno a un “falso progresismo”, unos cuantos ojeadores de nubes de clases medias o acomodadas hayan hecho “bandera de izquierdismo” de la bajada de impuestos o incluso de la defensa de la imposición indirecta (regresiva, IVA) frente a la directa (progresiva, IRPF). Ya es hora de decir a estos iluminados, que se creen de izquierdas, el famoso “Vada a bordo, cazzo!”.
             O eso, o que se embarquen en el paquebote de la FAES.

(*) Dejo fuera la consideración de que por razones económicas, una subida de impuestos en la fase descendente del ciclo agudizará la recesión, mientras que una bajada de impuestos en fase de crecimiento “recalentará” la economía: de nuevo el sentido común dicta lo contrario que las políticas neoliberales de PSOE y PP.

miércoles, 18 de enero de 2012

Ibertrén

                
                  Los publicistas deberían hacer una estatua a Serrano Suñer: su frase “Rusia es culpable” es, sin duda un gran invento para políticos y medios de comunicación. La última: se habla de déficit público y a continuación se apunta: “las autonomías son culpables” y a partir de ahí se pone en marcha la división azul del nacionalismo españolista, a toque de tambor, cantando “yo tenía un camarada”, rumbo a combatir en Barcelona, Valencia o Valladolid.
                 Ya he comentado en otros posts que la razón esencial por la que las autonomías son deficitarias se debe a que prestan parte de los servicios del Estado de Bienestar (educación y sanidad) y que esos servicios son siempre deficitarios “en términos económicos”. Se financian con impuestos, impuestos que, en su mayor parte, ellos ni recaudan ni gestionan, sólo participan en ellos: ponen el cazo y el Estado les enchufa la pasta.
                Esta esquizofrenia entre ingresos y gastos supone que las autonomías hayan desarrollado el síndrome de los Reyes Magos, mezclado con el síndrome del hijo gorrón: el hijo gorrón cree que el dinero que gasta no cuesta ganarlo (porque a él no le cuesta, evidentemente) aunque lo cierto es que su padre, camionero, duerme cinco días a la semana en ruta para que el niño se lo funda en copas el fin de semana, o se compre la “amoto”. El síndrome de los Reyes Magos consiste en que, como ese dinero no cuesta ganarlo, yo lo gasto haciendo regalos a los demás.
               Esos son precisamente los vicios de las Comunidades Autónomas: cuando bajaban “sus” impuestos (los cedidos: Sucesiones, Patrimonio, su parte del IRPF (*)), regalín a los ricos, (que también lloran y se mueren); cuándo daban subvenciones, regalo para el “emprendedor”… claramente síndrome Reyes Magos. Cuando construían palacios, aeropuertos, ciudades de las ciencias, artes y letras (las tres cosas que este país da con la misma abundancia que el olmo da peras), autovías, mausoleos… actuaban bajo el síndrome del hijo gorrón.
                Ahora hay que recortar, porque ese modo de vida es insostenible: ¿por dónde empezamos? Como en todas las casas: por el “gasto corriente”. Las inversiones ahí están “behind the musgo”, aunque hay que seguir pagando lo que se debe; las subvenciones ya se fundieron en manos del vivillo “emprendedor”…. ¿Qué nos queda para recortar?: el sueldo del funcionario, la calefacción de las escuelas, la iluminación de las calles, los contratos laborales de los profesores, la anestesia del hospital…
               Propongo para la Administración Central del Estado, Administración autonómica y local,  la “solución ibertrén” (o mejor “lego”, pero es que el primer nombre me trae recuerdos: exin castillos, tente…): Se recogen todas esas inversiones inútiles (o que no nos podemos permitir), se guardan en la caja y se devuelven al que nos las vendió… ¡y que nos devuelva el dinero! Y, si se niega, se las metemos por el culo: me da igual que ese culo sea español (Hank, vete preparando lubricante) o alemán: ¡Ya está bien de vivir a nuestra costa en las épocas buenas y en las malas!

(*) Y, por si fuera poco, llegó el idiota con bigote y quitó a los Ayuntamientos el IAE; luego llegó el otro idiota y les quitó Patrimonio.

viernes, 13 de enero de 2012

Ladillas

              
                ¡Hay que fomentar las energías renovables! ¡Hay que conseguir la soberanía alimentaria!¡Hay que impulsar la repoblación de nuestros bosques!¡Hay que cambiar el modelo productivo!¡Hay que, hay que, hay que…!
                 Detrás de cada “hayque” que la Sociedad a través de los políticos demanda, o que los propios políticos se inventan, está la dura realidad del sistema económico sobre el  que todo el chiringuito de la civilización se sostiene: en su desarrollo práctico el “hayqueismo” se basa en la concesión de subvenciones, desgravaciones, bonificaciones, concesiones, etc…. al sector privado para que ejecute nuestras voluntades. Si hay que reforestar se dan subvenciones a los propietarios que se acojan al programa, si hay que desarrollar la energía fotovoltaica se pone a precio de oro (pagado por todos, “of course”) el kilowatio producido por el tenedor del panel solar, si queremos farmacia en el pueblo, venga, todos a apoquinar, para pagar la renta al casero del farmacéutico para que a éste le salga gratis el alquiler y el pobre arrendador se lleve algo a la boca. Si, finalmente, queremos que nuestros hijos se larguen ya de casa, cojamos del fondo común llamado Hacienda Pública (ese fondo que no es de nadie) unos fajos de billetes, metámoslos en la mochila del chavea (junto con la ropa recién lavada y la comida de la semana), para que el crío, directamente, se lo transfiera al dueño del piso o leonera en el que vive el guaje(*).
                Por eso mismo  es normal que el “emprendedor” celtibérico esté acostumbrado a buscar y encontrar oportunidades “en torno a” o “chupando de” lo público: ese es el perfil del empresario español: un “cazaprimas” (que diría Bono): el ingeniero que monta una empresa de reforestación (por las tardes, por la mañana es funcionario de la autonomía), el otro ingeniero que monta su empresa fotovoltaica (por las tardes, porque también es funcionario autonómico), el  economista que monta empresas fotovoltaicas como setas para “revenderlas” a inversores (otros pájaros siniestros) en las oficinas de la Banca Privada… Y así suma y sigue, una bandada de “valientes héroes del capitalismo” dispuestos a buscar el sacrificio de su capital (humano y material) para encontrar una oportunidad de negocio incluso bajo las piedras: concretamente entre la piedra y las alfombra de los edificios de Concejalías, Consejerías y Ministerios.
               En un sistema económico serio (el socialismo, por ejemplo, aunque también podría valer una economía mixta, de verdad) si la sociedad demanda una cosa, ésta se hace, sin necesidad de gorrones, comisionistas e intermediarios: si se quiere vivienda para los jóvenes, la Administración dispone de un parque de viviendas para alquilar o incluso regalar su uso (lo que en Derecho Civil y en Saber y Ganar se llama “precario”), si hay que reforestar se manda una cuadrilla de laborales a plantar pinos, si hay que curar se crea un Hospital Público, si hay que educar una escuela pública… y así sucesivamente.
              Lo más curioso de todo es que esta pandilla de chupones, llamados a  sí mismos empresarios, seguramente para distinguirse de los otros bichillos del lupanar capitalista, cuando hablan de “chupar” siempre tienen el dedo señalando al funcionario, en especial al funcionario mileurista, al científico investigador, al policía, al maestro, al médico o al juez… ¡Hay que joderse! (y luego lavarse bien con desinfectante).
(*) Esa es la gran aportación de Chacón al socialismo: la Renta Básica de Emancipación: ¡Ni un neoliberal (con varios pisos para alquilar) lo hubiera hecho mejor! ¡Un fuerte aplauso, Carme!

miércoles, 11 de enero de 2012

Un hombre, una casa

           
              Un hombre una casa… Hacer de cada españolito un propietario. Esa era la versión del Caudillo para hacer de esta gran nación un pueblo próspero, justo y sobretodo en paz. Esta era la política del régimen en materia de vivienda: la propiedad.
              Con el paso del tiempo, sus herederos (UCD, PSOE, PP, de nuevo el PSOE, otra vez el PP) han seguido con la consigna, entendiendo que, cuando se habla de acceso a la vivienda se habla de acceso a la propiedad de “tu” vivienda: lo otro son conceptos de pueblos salvajes como Alemania o los países escandinavos: lo que tienes que hacer, chaval, es, antes de casarte, encontrar un “curro” y comprarte una vivienda, aunque sea en la villa de “donde cristo perdió el mechero”, hoy más conocida como Seseña, contratar una hipoteca a cincuenta años y, a partir de ahí, a vivir acojonado toda tu vida (a perder el empleo, a romperte un brazo, a que te dé un infarto, a que la parienta se separe y se quede con la casa…) y a votar siempre al partido conservador (partido único) de turno.
              En apoyo certero de esta política de ingeniería social ovejuna, el “monosabio fiscal” prepara la faena con la consabida deducción fiscal por adquisición de vivienda habitual en el Impuesto Sobre la Renta de las Personas Físicas: una medida “popular”, para todas las familias (después de todo, todas tienen una vivienda en propiedad), barata (no hay que soltar “pasta” en subvenciones) y que además incentiva el sector inmobiliario dado que, al parecer esto (y el turismo) es lo único que sabemos hacer, gracias a la inestimable ayuda de los políticos que gestionan el sistema educativo y de los capitalistas que prefieren colocar sus inversiones en otros lugares y dar al españolito trabajador una bandeja o una llana. Vamos que esta deducción es “no sé, algo así como muy cool, ¿me entiendessssss?” que diría Ana Mato.
             Lo cierto, queridísimos “hippies” que leéis esto, es todo lo contrario. Accediendo a las publicaciones estadísticas de la Agencia Tributaria, se observa que la deducción media en IRPF por adquisición de vivienda entre el colectivo de mil euristas (entre 6 y 12.000 euros de rendimientos), en 2.009 se situaba en unos 600 euros, mientras que la deducción media en el colectivo VIP (más de 600.000 euros de rendimientos) era de prácticamente el doble: más de 1.200 euros. Tampoco hacía falta acudir a los datos, bastaba con leerse la Ley: una deducción cuya base son las cantidades invertidas en la adquisición de vivienda (y asimilados) habitual será mayor en la medida que “metas más dinero” en la vivienda: puesto que los ricos, como Matas, compran palacetes y los pobres compran cajas de cerillas, hay que deducir, querido Sherlock, que invierten y se deducen más.
               Lo cierto, también, es que la deducción no es gratis: tanto monta, monta tanto, que yo dé una subvención (saque “pasta” de la cartera) o que renuncie a cobrar algo a lo que tengo derecho, de la misma forma que sea porque pague los gastos familiares o porque no me paguen la nómina el resultado es que tengo la cuenta corriente temblando. ¿Y sabéis, por cierto, cuánto nos cuesta la broma?……………………………..(suspense, tiempo para decir algo, como en “el precio justo”)…..¡Más de cinco mil millones de euros (*)! Esto fue, al menos lo que nos costó la broma en 2.009 entre la parte de deducción estatal y la autonómica.
                Lo cierto, por último es que el sector inmobiliario se mueve por parámetros distintos a los fiscales. Es una tentación muy conocida de los fiscalistas pensar que todo gira en torno a nuestro ombligo y que la economía toma sus decisiones por motivos tributarios, lo que no es así: esta deducción, en “different flavors”, ha estado presente en nuestro IRPF desde la reforma tributaria de Fernández Ordoñez (el hermano listo de la familia, el tonto es el del Banco de España, el que decía que no había burbuja inmobiliaria) y desde entonces hemos visto al sector inmobiliario subir y bajar por otros motivos: la especulación, la liberalización del suelo, los bajos tipos de interés… Y básicamente por la concepción ibérica de que los pisos son un activo financiero más y que si uno tiene unos ahorros lo mejor que puede hacer, en términos de rentabilidad, es comprar uno de ellos y especular con él, aunque sea mi propia vivienda habitual (el siguiente paso podría ser jugarnos la pensión en el casino)… Nada que ver con una deducción fiscal.
                Y así, llega el PP y rescata esta joya de familia que los otros no se atrevieron al liquidar. Es normal: muchos cuadros de ese partido estaban en las manifestaciones del 15M. Yo los ví: llevaban una pancarta que ponía “Tengo derecho a una vivienda en propiedad, y en la Moraleja, y un BMW, y un yate, y un chalet en Marbella, y un caballo…¡Y lo quiero ya!”

(*) Más de ochocientos cincuenta mil millones de pesetas, casi un billón con “b” de pesetas, que diría Rajoy, que sigue echando la cuenta en “rubias”, aunque en esas magnitudes descomunales nadie tenga conciencia de su medida.

lunes, 9 de enero de 2012

Trolling

              En estos días de vacaciones, y, a cuenta de las reformas tributarias, he tenido tiempo de trolear otros blogs. Este es un ejemplo de ello:
              "Muchaizquierdaporhacer.

             Querido Escolar:

             Es sorprendente cómo ha calado el neoliberalismo entre la población.

             El Estado de bienestar sólo es sostenible mediante los impuestos. La idea de que “bajar los impuestos es de izquierdas” o que las políticas de bienestar se sostienen sólo sobre la voluntad y la ilusión (o burbujas) es mentira: Una vez que decidimos el nivel de servicios del Estado hay que buscar la vía de financiación: los impuestos.

               Estos impuestos deben ser progresivos, para, de esta forma lograr una doble redistribución de la riqueza: por el gasto social y exigiendo su pago proporcionalmente más al que más capacidad económica. La imposición progresiva es la Imposición Directa: el paradigma de impuesto directo y progresivo es el IRPF. Luego es mucho más “de izquierdas” subir el IRPF, que, por ejemplo, el IVA: los neoliberales, por las razones antes dichas, que no comparten, prefieren, sin embargo, subir el IVA, e incluso teorizan sobre una “progresividad” de la Imposición indirecta, que es delirante.

           Nos guste o no, el gobierno neoliberal de ZP y Salgado optaron por la imposición indirecta. Estos han optado por la directa.

         Pero aún hay más: para que el IRPF sea progresivo debe contar con una base amplia y con una escala progresiva. Los neoliberales intentaron “violar” el IRPF, de dos formas: en primer lugar rompiendo la base en dos (base dual): las rentas del trabajo y de actividad económica por un lado, a escala progresiva y las rentas pasivas de capital y las ganancias, por otro, a tipos fijos y más bajos. Esto lo consiguió el gobierno ZP en 2.006. La segunda vía era el “impuesto de tipo único” de Sebastián, pregonado en tu periódico por su vocera Amparo Estrada (“nos merecemos un tipo único”): gracias a dios no ha habido tiempo de implementarlo.

            En cualquier país del mundo la Recaudación del IRPF se asienta sobre las clases medias (mira el manual de Stiglitz), en España, además sobre las clases medias con rentas de trabajo dependiente. Esto se debe a la ausencia de la lucha contra el fraude que haga tributar a las otras rentas que no son del trabajo. Según el discurso de investidura de Rajoy la lucha contra el fraude no es relevante. A ZP se le llenaba la boca con la lucha contra el fraude, pero en realidad, su Gobierno, no movió un dedo en ello, e incluso, en la AEAT, nos persiguió a los Inspectores (llamados “talibanes”) que protestábamos por la indecencia de decir una cosa y hacer otra… Por lo que ahora tampoco sería sorprendente que no se diga nada y se haga mucho, aunque en mi opinión, seguirá sin decirse ni hacerse nada.

             Para complementar la progresividad del sistema tributario se precisa esa lucha contra el fraude y, además una estructura de TODOS los impuestos progresiva: El ISS es también un impuesto directo y no se ha tocado cuando se sabe que las grandes sociedades (Movistar, BSCH, Puleva…) tienen tipos efectivos de tributación “irlandeses” del 15-18%. El IP que ZP destruyó, debe potenciarse y reformarse. Las CCAA deben recuperar Sucesiones y Donaciones, elevando, en todo caso, los mínimos exentos y desterrando la idea de que de padres a hijos nada debe tributar aunque se trate de la herencia de Emilio a su hija Ana Patricia… Existen además errores de estructura que permiten que en IRPF los rendimientos de los fondos de inversión no tributan hasta que no se venden las participaciones, las SICAV’s (no es tanto problema de tipo sino de uso fraudulento de la figura…)…

             Mucho sistema tributario por hacer… Pero, en cualquier caso, pagar impuestos progresivos es… “de izquierda”… No en vano Marx, en el Manifiesto Comunista reclama un Impuesto sobre la Renta progresivo…

              Ahora bien, que si aquí creemos en los Reyes Magos… Lo lamentable es que también la izquierda crea en ellos…"


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