"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

domingo, 24 de junio de 2012

Crisis de la Deuda Pública (y III)


 

10.- La otra opción para restablecer el neto patrimonial es la generación de beneficios. En el sector bancario los beneficios se generan al prestar a un “tipo superior” al que captan el pasivo. Ese “tipo superior” podría ser incluso inferior en los casos en los que se crea “dinero bancario”. Como se indica en la pantalla el pasivo entra al banco por el BCE, por la recapitalización descrita anteriormente (que reviste forma de dinero), por fondos estatales (esta vez en forma de préstamos) y por otras fuentes “convencionales”. El activo se obtiene por los préstamos “convencionales” y por la compra de deuda pública. El pasivo captado y aplicado a la compra de deuda pública se ha convertido en el producto estrella: otorga rentabilidad (obtienen más que lo que van a pagar de intereses) y es más seguro. Entre sus inconvenientes está el daño a la sociedad que realizan por especular contra nosotros (prima de riesgo), obtener beneficios a nuestra costa y expulsar al sector privado como destinatario (en posición de prestatario) del dinero captado. Con estas operaciones tampoco se crea “dinero bancario” con lo que se genera iliquidez en el sistema financiero.




11.- Hay tres problemas especialmente graves en esta forma de ayudar a la recapitalización que conviene señalar en un aparte: por un lado la posible ventaja de una ayuda a más largo plazo (y por tanto menos gravosa que concederla “de golpe”) se contrarresta con el posible progresivo deterioro de sus activos que el propio mecanismo autoalimenta (al golpear contra la economía real, por ejemplo con la falta de financiación de inversiones productivas). En segundo lugar, al especular contra la deuda, agravan los problemas de financiación y déficit del Estado, abocándolo a la quiebra. Por último es dudoso que los beneficios obtenidos se destinen a restablecer el neto, pues la tradición bancaria los deriva hacia el pago de dividendos (un banco “vende credibilidad” y un banco que no da o reparte beneficios está muerto) y la exorbitante remuneración a los directivos.



12.- Falsas soluciones: estas soluciones están basadas en mantener el “statu quo” de acreedores y deudores, por lo que no solventarán el problema. Podemos citar las dos siguientes: los eurobonos y el rescate bancario.

Ésta última, que es la que se ha elegido (o impuesto), plantea exactamente los mismos problemas que la recapitalización con deuda pública ya expuesta: lo único que difiere es que el dinero nos lo prestan sin necesidad de ir al mercado a cambio de dos tipos de condiciones: financieras (interés) que pudieran ser más beneficiosas, y políticas (reformas, desmantelamiento del Estado de Bienestar...) que son mucho más onerosas. Aunque este segundo grupo de condiciones no estén explícitamente presentes, el hecho de que se trata de préstamos que hay que devolver, con intereses, implica, con independencia del carácter presupuestario o extrapresupuestario que se quiera dar a los flujos financieros de este rescate, que “habrá que quitar de otras cosas”, pues lo primero (actual mandato constitucional) es pagar nuestras deudas.

La otra falsa solución son los “eurobonos” en cualquiera de sus modalidades: en los casos más “tibios” lo que ocurre es que los países de la U.E. son responsables subsidiarios del pago de la deuda pública española, lo que no altera la naturaleza del problema ya planteado, aunque pueda relajar las consecuencias (prima de riesgo) derivadas del miedo a un posible “default”. El Eurobono más “fuerte”, es decir, aquél emitido por la U.E. Cuyo dinero luego se reparte a los países necesitados de financiación al mismo tipo e incluso se devuelve por la propia U.E. A partir de aportaciones de los países menos necesitados, en el mejor de los casos provocará transferencias de rentas de los países ricos a los pobres, lo que supone que serán todos los ciudadanos de la Unión los que paguen las pérdidas del sector privado bancario.



13.- La solución: la solución al problema bancario, de deuda o, en general, la salida de la crisis económica actual pasa, COMO ÚNICA ALTERNATIVA por una redistribución de rentas: se necesita un “new-new deal”, la transferencia de riqueza desde los más ricos a los más pobres. Con el problema de la deuda, la solución es fácil de aplicar: se trata de quitar renta a los acreedores y dársela a los deudores; se trata, en definitiva, de CONDONAR DEUDA: la condonación de todas las deudas existentes, supone de hecho, ver perder a los acreedores parte de su riqueza y ver recuperar a los deudores parte de la suya. En ese momento los segundos podrán empezar de nuevo a consumir y se recuperará la producción de bienes y servicios.

Los mecanismos para condonar las deudas son dos: por un lado el “mecanismo concursal”, que establece quitas (condonaciones parciales) y esperas (diferimientos en los pagos). Este mecanismo privado puede y DEBE aplicarse, por un lado a los bancos (dejarlos caer, que entren en concurso y sus acreedores cobren lo que puedan) pero también a los Estados.

El segundo mecanismo pasa por la emisión de moneda por parte del BCE y su distribución a los Estados miembros. Esto supone una erosión del valor real de las deudas que beneficia al deudor y perjudica al acreedor (aparte de otros beneficios derivados de la inflación como es el aumento del consumo y la huida de la liquidez...).

En definitiva y como conclusión, la ÚNICA salida de la crisis económica, financiera, de deuda... es un nuevo reparto de la riqueza y una CONDONACIÓN de las deudas públicas y privadas generadas (muchas veces de forma ilegítima) en la última época de crecimiento.



miércoles, 20 de junio de 2012

Crisis de la Deuda Pública II


 

5.- Soluciones mercantiles a la crisis del sector bancario: La solución a un problema de fondos propios negativos (“maxima insolvencia”) es, en el ámbito empresarial la misma: por un lado el concurso y por el otro lado o bien la ampliación de capital y, por el otro la generación de beneficios.

Esto en este sector y momento se ha definido como “recapitalización” la primera, y como “especulación con la deuda pública” la segunda. Ahora veremos cómo y por qué.



6.- Recapitalización: Consiste en aumentar el neto patrimonial participando en los fondos propios de la entidad. Cuando una empresa tiene este problema los propios accionistas desembolsan esa cantidad con el fin de que la empresa pueda continuar con la actividad una vez restablecido el equilibrio entre masas patrimoniales. Por supuesto de ese dinero que se inyecta no se puede garantizar en absoluto su recuperación: se han convertido en fondos propios de la entidad de los que el accionista no conserva ningún derecho de recuperación (“arriesga en la inversión). Cuando los accionistas no quieren o no pueden realizar esa aportación buscan otros inversores que lo hagan.

Esto es exactamente lo que ha sucedido con el sector bancario: se intentó en primer lugar la recapitalización entre los propios socios, o con otros socios privados (SIP, fusiones, salidas a bolsa...) con el desastroso resultado que se ve ahora, porque todos mintieron: mintieron al cuantificar la necesidad de recapitalización al mentir sobre lo dañados que estaban sus balances, y mintieron también buena parte de los nuevos “socios” (en las fusiones) que estaban tan mal como ellos pero que aparentaban buena salud.

Ahora sólo queda el sector público para recapitalizar. Lo hará a través de los fondos (FROB...) de la misma manera que hemos visto antes: dinero a cambio de participaciones/acciones (activos financieros), en algunos casos especialmente garantizadas (por insolventes reconocidos): es lo que se llama “nacionalización”: el Estado pasa a ser propietario de la mayoría de las acciones de un banco, pero, “pequeño truco”, no por su valor real (0 o negativo) sino por la cantidad que ha tenido que inyectar para que el banco se tenga en pié.



7.- ¿Pero de dónde saca el Estado el dinero?: No lo tiene, por lo que lo tiene que pedir prestado a los “mercados”. Pero, con la crisis actual el Estado también tiene que pedir prestado “para lo suyo”. Lo suyo es para cubrir el déficit que surge por la diferencia entre los gastos “propios” del Estado y los ingresos que obtiene. En el gráfico se ve perfectamente, a partir del proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2.012, lo que la Administración Central del Estado necesita pedir prestado “para lo suyo”: la diferencia entre los ingresos y los gastos por operaciones no financieras: unos treinta mil millones de euros (a esto habría que añadir el déficit de las demás administraciones, autonómicas y locales) para llegar al déficit del conjunto del Estado).



8.- A ese dinero a pedir prestado hay que añadir lo que se pide prestado “para los bancos”. Si repasamos los ingresos y gastos presupuestados para 2.012 siguiendo la clasificación económica, nos encontramos con la “ausencia” de los llamados ingresos del capítulo 9 (pasivos financieros) que siempre se disimulan de forma que no podamos saber, hasta el final del ejercicio, en cuánto nos hemos endeudado, pues ese capítulo es el que indica la deuda pública que hay que emitir y colocar. Pero si “apilamos” los ingresos y gastos financieros y no financieros conocidos y sabemos que el presupuesto debería presentarse formalmente equilibrado, ya sabemos que no deberíamos endeudarnos en más de los ochenta y cinco mil millones de euros que se indican ahí, de los que, en mi opinión sólo son legítimos los indicados para cubrir el déficit no financiero del estado, y, como mucho, renovar la deuda pendiente (gasto capítulo 9), aun cuándo este capítulo ya llevará una parte de ilegitimidad. Si finalmente nos endeudamos, como me temo, en el entorno de los ciento cincuenta mil millones (ya el rescate nos va a acercar a los doscientos mil millones), nos encontraríamos con el caso que muestra la pantalla: otros sesenta y cinco mil millones de deuda ilegítima que habría que asumir.



9.- Endeudarse no es gratis. Al menos hay tres efectos que hay que denunciar: por un lado tenemos lo que se llama el “servicio de la deuda”, que consiste en pagar intereses y devolver el principal. El pago de intereses se contabiliza en el capítulo 3 del presupuesto de gastos y ese capítulo SÍ afecta al déficit del Estado, con las consecuencias conocidas (control de la U.E. Que obligará a reducir otros gastos como la Sanidad, la Educación...). La devolución del principal se articula a través del capítulo 9 del presupuesto de gastos que, como hemos visto, también precisa de financiación en un escenario como el actual: habrá pues que volver a pedir prestado para pagar los préstamos vencidos en un ciclo sin fin.

El segundo riesgo es de la desconfianza hacia el Estado, que aumenta a medida que pide más dinero porque, al igual que sucede en el mundo “micro”, cuánto más debes más riesgo hay de que acabes no pudiendo pagar tus deudas: esto es lo que hace aumentar la prima de riesgo, o, dicho de otra forma, es lo que hace que se nos pida un interés más alto porque existe un riesgo mayor de insolvencia. E incluso, llegará un momento en que no se nos preste a ningún tipo, por elevado que éste sea, porque se piense, a ciencia cierta, que lo prestado no va a ser devuelto.

El tercer riesgo es con la Unión Europea: lo que se se está haciendo, sustituir al sector privado (que no prestaría a ciertos bancos a ningún tipo) por el público al que prestan a regañadientes, es una AYUDA DE ESTADO, prohibida por la Unión Europea: si esto se acaba considerando así, el Reino de España debería asumir un expediente de infracción y pagar la sanción correspondiente. Esto tras el rescate parece que se abandona, o por lo menos convierte en cómplice a la Unión Europea de las ayudas de estado que a este sector se están concediendo.

(Continuará...)

martes, 19 de junio de 2012

Crisis de la Deuda Pública I


¿Cómo hacer frente a la deuda? Estrategias financieras frente a la crisis a nivel regional, estatal y europeo.


(Jornadas organizadas por FEANSAL y ATTAC Andalucía. Parlamento de Andalucía. 15 de Junio de 2.012)

 
1.- Crisis...¿Qué crisis?: Los expertos tratan de explicar el origen de la crisis actual a partir de distintos factores: psicológicos, financieros, de valores, de escasez de recursos... Probablemente todo esto haya influido pero, en mi opinión, nos encontramos ante la “típica” crisis económica que genera el capitalismo: exceso de producción, o más bien, desplome del consumo debida al deterioro de las rentas reales de la mayoría de la población sostenidas artificialmente por el crédito y por el abaratamiento de los productos derivado de la globalización.

Dos explicaciones “novedosas” de la crisis actual, aunque incorrectas en parte, me parecen especialmente interesantes: por un lado las que hablan de “crisis de deuda (pública)” porque describen el actual estado de cosas, olvidando que se trata de una nueva etapa de un proceso de traslación de pérdidas del sector privado al público. La otra interpretación es la de que “esto no es una crisis, es una estafa”... y tiene un punto de razón: la socialización de las pérdidas (y la privatización de los beneficios) del sistema económico en el que vivimos muestra los aspectos que coinciden con los del tipo legal de la estafa.




2.- La actual crisis de deuda en España: Las causas de lo que está pasando con bancos, créditos, deuda pública, prima de riesgo... en España tiene su origen en el endeudamiento de sector privado en este país en los años del “espejismo de la riqueza y el crecimiento”, originado, a su vez, por la liberalización del suelo, la entrada en el euro, el crédito barato y la falta de alternativas de inversión. La crisis económica (mundial y capitalista) convierte ese endeudamiento en insostenible y traslada sus costes al sector público. ¿Cómo lo hace? Mediante la concentración de las deudas en el sector financiero y la posterior intervención del Estado en su salvamento.



3.- ¿Cómo se realiza este proceso? La pantalla muestra el funcionamiento y tamaño de un banco que, es, en realidad, la suma de todos los activos, pasivos y netos que las entidades de crédito declararon en el Impuesto sobre Sociedades en 2.006. Es curioso, porque el conjunto de los activos bancarios declarados ese año se situaba en el entorno de los dos billones de euros, en 2.002 estaba en el billón de euros, mientras que en 2.009 (último dato disponible) rebasa los tres billones: esto supone que en ocho años el tamaño del sector bancario se ha triplicado, lo que da una idea de la hipertrofia que tiene nuestro sector financiero.

Del gráfico me interesa destacar dos aspectos clave: contra lo que la gente realmente cree un banco no está contablemente “en quiebra” por su actividad (aunque sí en peligro constante): se observa un neto patrimonial (la diferencia entre activos y pasivos exigibles), exiguo pero existente. Mucho más pequeño que en el sector no financiero porque no necesita “retener beneficios para realizar inversiones” con lo que su política es la del inmediato reparto del beneficio obtenido. Como tampoco pensaron que necesitarían retener beneficios pensando en insolvencias futuras, la ridícula franja de fondos propios que la gráfica muestra demostraba, ya entonces, su vulnerabilidad.

La otra idea en la que quería insistir es que los activos del sector financiero son especialmente volátiles a diferencia de los de otras empresas (almacenes, máquinas, instalaciones, explotaciones...): basta una mera insolvencia de los agentes que se muestran a la izquierda de la pantalla para que la situación cambie radicalmente.




4.- ¿Y como cambia?: Lo que se ve en esta pantalla es un simulacro (más bien realidad) de lo que en las masas patrimoniales de un banco sucede cuándo se deterioran los activos: éstos se “encojen” (disminuyen), mientras que los pasivos (los agentes a los que el banco debe dinero) siguen ahí: ahora el pasivo exigible supera a los activos, los fondos propios pasan a ser negativos y se produce el conocido “agujero” bancario que hay que tapar. El “agujero” será mayor cuánto mayor sea la caída de los activos. Pero como además los activos no se “caen” todos al mismo tiempo, ni sabemos siquiera cuántos lo harán (dependerá entre otras cosas de la gravedad y duración de la crisis), ni sabemos tampoco lo que realmente valen muchos de ellos, es por lo que es IMPOSIBLE saber las necesidades de refinanciación del sector bancario en España. Si fuéramos tan catastrofistas como para pensar que todo el sector se hundirá, entonces sí tendríamos la cifra de los tres billones de euros, y sabríamos también que no hay dinero en el mundo para solucionarlo.

(Continuará...)

miércoles, 13 de junio de 2012

Duty Free y V


            Las pensiones, otro caballo de batalla que el neoliberalismo quiere reducir a la condición de pony, gatito o cucaracha en función de la rama de pensamiento (único) de esta corriente ideológica. Las pensiones son, también, una cuestión DE REPARTO: no se trata de “lo que sea sostenible”, “lo que se pueda pagar”, del ratio pensionistas/retirados, del volumen de cotizaciones sociales y demás zarandajas: se trata de la parte de producto obtenido que QUEREMOS destinar a nuestros mayores (e incapaces), ni más ni menos. Lo discutiremos a partir de dos falsas ideas extendidas entre el común: una ingenua y la otra siniestra.

           La idea ingenua identifica a los que creen que el sistema de pensiones depende de la esperanza de vida de las personas y entiende que, puesto que la “gente vive más” es normal que no haya dinero para pensiones y que la edad de jubilación debería aumentar. En esta corriente, por haber, hay hasta gente “que se cree de izquierdas” simplemente porque vota (o milita) en el PSOE (yo una vez me apunté a un gimnasio y no me considero un deportista, pero, en fin, allá ellos...).

              El entuerto se deshace con facilidad: en 1.995 la renta nacional neta disponible ascendía, en España, a 388.029 millones de euros y la esperanza de vida se situaba en 78,09 años (datos INE). En 2.010 el mismo concepto de renta se situaba en 854.880 millones de euros y la esperanza de vida había subido hasta los 81,95 años. Si la renta disponible en esos quince años largos se ha multiplicado por más de dos veces y media y la edad de jubilación no llega a subir un 5% está claro que la sostenibilidad del sistema no depende de lo que viva el pensionista, sino de otra cosa.

             Se nos dirá que se debe a que ha aumentado el número de bocas (que además son más viejas)... ¡Pues tampoco! Porque si se analiza lo que suponían las pensiones de vejez en 1.995 nos encontramos con que representaban un 8,3% del PIB mientras que en 2.008 (último dato del que hay serie en INEBASE) vemos que representaban ¡un 6,8%!(*). Es verdad que se pagan más pensiones de vejez, pero también es cierto que, en proporción a lo que ha crecido el PIB, el reparto es menor. Entre tanto alguien se ha comido el queso.

             Como los datos son contundentes al neoliberal sólo le queda recurrir a la imaginación, a la videncia y a aterrorizar con el futuro: pinta escenarios futuristas siniestros, en el que la gente vive doscientos años (¡viva!), nadie trabaja (casi cómo ahora) y todos pululamos macilentos, con heridas purulentas y los ojos inyectados en sangre, tullidos, enfermos como los zombis de “the walking dead”. Esta profecía según ellos llegará, seguro, si no se recortan hoy las prestaciones: pero esto ya no entra en el campo de la razón sino de la literatura de catástrofes, de la que mi hermano es avezado escritor.

              La segunda línea de opinión, la siniestra, busca la sustitución del actual sistema de pensiones, de solidaridad intergeneracional (aunque poca solidaridad, ya se ve) por otro absolutamente insolidario: el mecanismo de capitalización: cada uno se busca la manera de ahorrar para su jubilación como pueda: es el sistema “pinochetista”: el que está en el paro, el cien, quinientos, mil eurista la mayor parte de su vida, llegará a la edad de jubilación con una “mochila” en la que, con suerte, habrá liendres y chuscos de pan; el hijo de papá, alto directivo, heredero de empresas, controlador de AENA, directivo de banca, político de alfombra y coche oficial se jubilará con una mochila llena de latas de caviar, “moetchandon” y fruslerías de este tipo. Este es el modelo de Estado de Bienestar que gracias a tirios (PP) y troyanos (PSOE), cada vez se ve más cercano.

           Volviendo al hilo, sólo me queda insistir en que las pensiones, también las pensiones, son una cuestión de reparto: si quisiéramos dar a nuestros jubilados un mayor trozo de tarta de lo que produce nuestra economía (un 6% más de nuestro PIB, sesenta mil millones de euros, por ejemplo, para situarnos como Alemania) no pasaría nada. Se financiaría con cotizaciones, con impuestos, con lo que fuera y seguiría sin pasar nada... 

              Nada, nada... ¡Miento! Otros se quedarían sin ese trozo de pastel, los ricos: pero, a estos también les haríamos un favor: con la cantidad de tarta que ya comen, al quitarles un pedacito, quizá les salvemos de la diabetes.




(*) Eurostat nos adjudica un 25% de gasto social (que incluye todo tipo de prestaciones sociales) sobre nuestro P.I.B. en 2.008, que es superior a los datos del INE (22,7%, me sale a mí en INEBASE): con ese porcentaje nos colocamos por debajo de la media de la UE-27 (la que recoge a pobres, ricos, países del este y occidentales) que es el 29,5%, por detrás de Dinamarca, Francia, Suecia, Países Bajos, Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Italia, Reino Unido, Grecia, Irlanda y Portugal. Mirando hacia abajo es posible que el Gobierno (anterior, actual y futuro) trate de colocarnos en la línea de países como Eslovenia, Hungría, Luxemburgo (aquí todos son ricos, no les hacen falta las pensiones), Lituania, Chipre, República Checa, Malta, Polonia, Estonia, Eslovaquia, Bulgaria, Rumanía y Letonia. Creo que a gobierno y patronal el modelo de Rumanía (17,1%) les parece el mejor... Un poco alto, quizá. Descartado, desde luego, el de Laponia (30,3%).

jueves, 7 de junio de 2012

Duty Free IV


              España... El país del ladrillo, las autovías y el AVE... el gusto por el hormigón en posición horizontal y vertica... Vamos a analizar la cuestión de los caminos, senderos, carreteras, carreterillas, autovías y autopistas.

            Como ya he comentado en este post, la empanada que debajo de la boina llevamos los españoles nos hace creer que el progreso viene a causa de las infraestructuras en lugar de ver que primero es el progreso y luego las infraestructuras: plantando un aeropuerto en Villarriba o una estación de AVE en Villabajo habremos convertido estas dos villas en polos de desarrollo mundial; si no ponemos esas “cosillas” en estos pueblos ya sabemos cuál es la causa de su atraso: no es que estén todo el día de fiesta, haciendo paellas y jugando con las burbujas del “fairy": es que precisamente por no tener AVE y aeropuerto no pueden desarrollarse. ¿La culpa? De los políticos naturalmente, que no han traído inversiones para su pueblo.

             De esa época y forma de pensar viene la maraña de carreteras de doble vía que inundan nuestro país. El beneficio social de poder transitar en vehículos de transporte individuales a toda pastilla y de favorecer (subvencionar) el ineficiente transporte de mercancías por carretera, se compensa con el coste social que supone que, por donde pasa una autovía, se destruye un paisaje y se consigue que, lejos de atraer inversiones, los paisanos de los pueblos por dónde pasa huyan a toda velocidad de sus lugares de origen, bien para no volver, bien para volver sólo a dormir, convirtiendo lo que hasta entonces eran núcleos agradables para vivir (con su tienda, su farmacia, su plaza, bar...) en cárceles en régimen abierto.

           Pero, en fin, hecho el daño, vamos a ver cómo lo pagamos: identificamos beneficiarios en primer lugar. Aquí es difícil encontrar otros que no sean los usuarios, bien a título particular, bien bajo la forma de empresas que trasladan sus mercancías, sin olvidar la propias empresas de transporte de mercancías y de viajeros.

             Apartándome de la ortodoxia “progre” habitual, la verdad es que no veo problema para que sean los usuarios las que paguen su construcción y mantenimiento, bien vía peaje, bien vía impuesto especial (sobre hidrocarburos). Incluso se puede ir más lejos: imposición adicional sobre los vehículos de más cilindrada, o sobre los que más destrozan la infraestructura (camiones). Lo que no acabo de ver es por qué una autovía de Granada o una autopista de Cataluña la tiene que pagar una ancianita en una residencia de Lalín.

             Económicamente el precio del peaje, si el que lo soporta es un empresario, lo trasladará, vía precios en la venta de sus productos, que reflejarán, de mejor forma los costes que ha supuesto su movimiento, que no es sólo el combustible y la amortización de la caja y la cabeza tractora sino también el suelo que pisa el camión y el medio ambiente que destroza. Con un poco de suerte el consumidor se dará cuenta, por el bolsillo, de lo caro que resulta el tomate de Almería respecto del de Mansilla, viviendo como vive en León, algo de lo que hoy no se entera: el producto autóctono le parece caro respecto de un producto lejano, más barato porque entra con “dumping” derivado de que parte del coste de transporte lo pagamos entre todos.

            Respecto de los consumidores finales que transitan por esas vías y que pagan o pagarán peajes tampoco me parece que puedan alegar nada en su favor: después de todo conducen un medio de transporte individual (que, por cierto, contribuye como nada a crear una conciencia individualista), insolidario y agresivo (contra el medio ambiente y contra todo lo demás): tendrán que valorar lo que supone esa forma de moverse. 

           A estas alturas de la película, muchos de los lectores que todos los días, para ir a trabajar, pagan peajes sin cuento se habrán indignado: después de todo su posición varía algo respecto del “turista accidental”: se ven “obligados” a pagar para ir a trabajar, bien porque no podían vivir en otro lado, bien porque no podían vivir en régimen de propiedad (como buenos franquistas) en otro lado, bien porque no valoraron bien los costes de vivir en el saludable e individualista ambiente de una urbanización. Cada caso será un mundo pero, siendo coherente con lo que he indicado en capítulos anteriores, aparece aquí un nuevo beneficiario de que el factor trabajo se sitúe, el solito, a pie de fábrica: pues tendrá que contribuir también a costa de que el viajero-trabajador habitual obtenga una tarifa plana o que pague el peaje con reducción de precio, aunque siempre será mejor la de potenciar el transporte colectivo con exención, incluso, de peajes para los autobuses.

             Aunque claro, eso implica “bajarse de la burra” y empezar a compartir conversaciones y sudores con los demás: algo inaceptable, ¡hasta ahí podíamos llegar!