"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

sábado, 28 de abril de 2012

¿Cara o cruz?

             ¿Qué deberíamos hacer bajo el supuesto de que los ciudadanos de este país fuéramos soberanos (risas)? ¿Seguir en el euro o salirnos y volver a la peseta? Es la pregunta del millón, especialmente para el especulador de moneda. Para él, acertando, se lleva directamente  el premio de "atrapa un millón".

             Esta pregunta me la han planteado tanto en la presentación de ATTAC Castilla y León como en las jornadas del Ateneo Republicano de Astorga. Mi opinión personal, que allí manifesté, es que abandonar el euro o continuar en él nos lleva al mismo punto: supone un aumento de precios al doble y una disminución del poder adquisitivo a la mitad. La diferencia está en el tiempo: abandonando el euro tenemos este empobrecimiento en diez minutos y continuando en él llegaremos a esa situación de pobreza en 10 años.

             Siendo esa la diatriba parece preferible la segunda opción: 

            - En primer lugar porque el cuerpo se acostumbra al hambre mejor en 10 años que en 10 minutos; 

             - En segundo lugar  porque el escenario de 10 años podría ser reversible si los países que "de facto" dirigen la UE cambian de opinión, lo que podría resultar de un cambio político interno de Alemania y Francia. 

              Para que prospere esta segunda vía realmente no hacen falta grandes cambios, nos basta un "Obama germano", un "Schwarzpresident". Si esto no se consigue y Merkel u otra marioneta que represente el poder económico centroeuropeo sigue al frente del "Tercer Reich económico", habría que pensar en una política de alianzas antialemana en la que, necesariamente, habría que implicar al Reino Unido, política que, entre otras cosas, llevara un cambio de las políticas fiscales. 

              Como las políticas obsesivas de control de déficit y de "blindar la máquina de hacer dinero" son autodestructivas, es posible que el factor tiempo juegue a nuestro favor: diez años dan para que el mito de la contención del déficit afecte a países que hoy lo defienden (se acaba de ver en Holanda) y que los mercados asedien con la prima de riesgo a la deuda pública francesa lo que puede hacer "bajar de la burra" al bloque llamado Mercozy o a sus herederos.

              Mi posición es de permanencia activa en el euro, tratando de facilitar el cambio de rumbo en el plazo fatídico de esos 10 años. Se deberá quizá a la debilidad humana de dejar de fumar, hacer ejercicio y seguir una dieta, hoy no... ¡mañana!

miércoles, 18 de abril de 2012

Don't cry for me, Argentina!


      Respecto del “tema”, es decir, de la nacionalización parcial de la empresa REPSOL, por lo que respecta a su filial argentina, YPF, lo primero que me viene a la cabeza, en un blog tan pedante como éste es el término “jingoismo”, que ya he comentado en otros posts: viejo vicio inglés que los españoles hemos copiado porque ya sabemos que un rasgo diferencial de la idiosincrasia de este país es copiar todo lo malo que viene del exterior, y renegar de todos los avances extranjeros. ¡Qué bonito hubiera sido ver el mismo empeño del gobierno español en defensa de los intereses de justicia que exige la familia de Couso que en los intereses económicos de la empresa privada Repsol! Pero se conoce que esa familia no tiene pozos de petroleo.

       Dicho esto, conviene analizar con calma algunas circunstancias que, difícilmente vais a encontrar en otros blogs:

           En primer lugar tenemos las circunstancias jurídicas. La Constitución Española de 1.978, en su artículo 132.2 dice que “son bienes de dominio público estatal los que determine la ley, y, en todo caso, la zona marítima-terrestre, las playas, el mar territorial y los recursos naturales de la zona económica y la plataforma continental”. En esa misma línea el Código Civil indica que es de dominio público tanto el vuelo como el subsuelo de los predios. Así, por ejemplo, cuando un propietario excava un pozo en su finca y obtiene agua, ese agua y ese pozo NO son de su propiedad, sino del Estado. Si quiere aprovecharse de ese agua tendrá que solicitar una autorización para su uso, que se le podrá o no conceder. Otro tanto sucede con las minas, que son también bienes de dominio público que se explotan, en régimen de concesión, por empresas privadas. Es frecuente que la gente de la calle, el común ignore estas cosas y crea que todo lo que está “debajo” de su propiedad, es suyo (por encima tiene más dudas, aunque podría reclamar la propiedad de alguna estrella (aunque sea en multipropiedad), pero lo ve más lejano (y sin beneficio económico de momento).

          Más cosas jurídicas: la constitución también indica, en su artículo 45.2 dice que “Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva”. Respecto de las expropiaciones el artículo 33 somete el derecho a la propiedad privada a la función social (33.2) y, en el artículo 33.3 dice que “nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes”.

       En definitiva, nuestra Constitución y todas las constituciones de nuestro entorno contienen clausulas que garantizan el poder del Estado sobre los recursos naturales del país y la posibilidad de expropiaciones por utilidad pública o interés social (conceptos jurídicos indeterminados muy amplios). Lo que sucede en el presente caso es que lo que queremos para nosotros no queremos que lo quieran para ellos los países menos desarrollados: es decir, la ley del embudo. Mientras Noruega o el Reino Unido explotan de esta forma los recursos petrolíferos del Mar del Norte sin que nadie diga nada, si los Estados latinoamericanos quisieran aplicar ese modelo jurídico les declararíamos la guerra. Sólo nuestras leyes son las buenas (las de los otros deben ser una especie de “mandados tribales”) y nosotros decretamos lo que es de utilidad pública e interés social para los argentinos. Es una bonita forma de confirmar el punto de vista de los que creemos que el colonialismo no ha terminado.

Atendamos también a los factores económicos. La extracción de petroleo, corresponde a una actividad económica que, en toda tierra universitaria de garbanzos, se denomina “monopolio natural”, concepto del que ya hemos hablado en otros posts. Este tipo de actividades tienen el “pequeño” problema de que requieren tal cantidad de costes fijos (inversiones de mucha cuantía) que no están al alcance de cualquiera, por lo que el mercado no garantiza la competencia perfecta. De hecho el caso de los monopolios naturales es objeto de estudio en cualquier asignatura que trate de la Economía del Sector Público, pues es un caso de fallo de mercado conocido desde Adam Smith (el mismo lo analiza en su libro “La Riqueza de las Naciones”) y que resulta incuestionable para todos, excepto para imbécil de Rallo. Pero, como aquí no estamos para enseñar a imbéciles sino para ilustrar al público en general, baste citar al conservador Rosen, que, en su Manual de Hacienda Pública califica al monopolio natural como la “situación en la que los factores inherentes al proceso productivo conducen a que sea una única empresa la que suministre toda la producción de la industria”. Este autor y todos (salvo el grupito ultramontano de irreductibles antisistema(*)) exponen las soluciones a este problema que van desde las subvenciones, los gravámenes, la regulación hasta la nacionalización. Esta última solución ha desaparecido de los manuales modernos (y del pensamiento único): por ejemplo, el manual de Stiglitz lo comenta, como de pasada, al decir, “Cuando hay un monopolio natural con costes enterrados, existe el riesgo de que el monopolista se aproveche de su posición y cobre un precio elevado. Una manera de resolver este problema es, como hemos visto, la producción estatal”. Enseguida recula, para no salirse (por lo menos en la fecha en la que escribió esto) de la línea ortodoxa de pensamiento, de los que curiosamente dicen no tener línea ortodoxa, por lo que añade “pero cada vez preocupa más que el Estado no gestione bien la producción. En lugar de intentar producir el bien directamente, puede dejar la producción al sector privado, pero regulando los precios para asegurarse de que la empresa no se aprovecha de sus posición monopolística. También puede recurrir a subvenciones para animarla a suministrar servicios que no le resultaría rentable suministrar pero que se consideran socialmente deseables, como los servicios de correos en las zonas rurales”. Hoy día, sin duda, lo más preocupante es cómo gestiona el sector privado estos servicios públicos, pero cuando el autor escribió esto todavía no se había caído del caballo.

            Pues bien, lo que está haciendo Argentina (y Bolivia y Venezuela...) es aplicar una de las posibles soluciones para evitar que el monopolista se “aproveche” de su posición, como dice Stiglitz. En ese sentido económico su actuación es irreprochable. Aún más, lo que están haciendo estos Estados Latinoamericanos es deshacer el erróneo camino de las privatizaciones de los servicios públicos. No hay que olvidar que durante siglos, las empresas de servicios públicos y las de monopolios naturales eran empresas públicas y, todo funcionaba con solvencia y estabilidad. Fue precisamente el proceso privatizador de los ochenta y noventa el que nos arrojó al turbulento mar en el que ahora estamos sumidos. Enhorabuena a los argentinos por reconocer el error y dar marcha atrás. ¡Ojalá pudiéramos seguirlo y volver a tener el control público de Telefónica, Iberia, Enagás, BBVA, Repsol... y tantas y tantas empresas públicas que, en la vorágine del neoliberalismo, regalamos a amigos y compañeros de pupitre!

            Otro factor a considerar es el laboral y tributario. Repsol, como la mayoría de nuestra “multinacionales” dan la espalda a la creación de empleo en el país en el que tienen su sede, o su centro gestor de negocios. Por eso no es sorprendente que cuándo se realizan los análisis de los empleos directos e indirectos (los más importantes) que estas empresas generan en España, el resultado es nimio respecto del que crean fuera de nuestro territorio. En suelo patrio únicamente se emplea a un puñado (apenas dos o tres mil) lacayos de cuello blanco que vivaquean en lo que hoy modernamente se conoce como los “headquarters” de estas compañías destinando la mitad del tiempo al apoyo en la toma de decisiones por las que se aniquilan pueblos enteros “allá en el tercer mundo” y la otra mitad dando por saco en internet, defendiendo a su amo por la cantidad de puestos de trabajo cualificados (debe ser por el uso de corbata) que aquí se crean, como truco para justificar el ser ellos unos de los pocos privilegiados que todavía trabajan en esas compañías.

           Respecto de lo tributario, el excelente artículo de Alberto Garzón describe la cantidad de impuestos que Repsol paga en España. En realidad, estas empresas no pagan impuestos ni aquí, ni allí, ni en ningún sitio: en parte porque aprovechan todos los agujeros habidos y por haber en la red de Convenios internacionales para arrastrar la rentas al territorio de más baja tributación posible, en parte y por lo que se refiere al Impuesto sobre Sociedades Español, por lo que comenté en otro foro: Repsol es una de las empresas que más se aprovechan de la regla “un euro ingresado y un céntimo pagado en impuestos” explicada en dicho artículo.

       “Last, but not least” están los factores productivos y tecnológicos. Para estos recomiendo leer el post de mi hermano sobre el tema. Es indudable que la industria del petroleo está en decadencia y que, como tal decadencia, nadie está dispuesto a soltar un duro si no va a obtener rentabilidad por ello. Es una prueba evidente de lo que Antonio lleva diciendo años: la falta de inversiones, de mejoras, en un sector que ya está muerto. Es normal en el sistema capitalista, donde todo está guiado por su valor económico y por la tasa de retorno económico (TAE) en lugar de, por ejemplo, la de Retorno Energético (TRE)(**), eso sea lo habitual y que Repsol, conociendo lo ruinoso que sería seguir invirtiendo capital en pozos cada vez más secos, prefiera arreglar las máquinas ya existentes con esparadrapo y papel de cello, antes que comprar otras, que es de lo que, inicialmente, le acusaba el Gobierno de Argentina. Es posible, incluso, que Repsol haya preferido librarse de un negocio que lleva camino de ser ruinoso, de la misma forma que intentamos vender el coche en cuanto empieza a dar problemas. En este caso todo sería un montaje, un tongo de plató de Telecinco, para, por un lado, demonizar al enemigo extranjero (al “progre latinoamericano”) y por el otro distraernos de nuestros problemas diarios y de los políticos que los agravan. Es curioso porque eso es, precisamente, de lo que acusamos al gobierno argentino, de desviar la atención de sus problemas.

          En cualquier caso, dicho lo dicho y volviendo a la idea del nacionalismo exacerbado del Señor Holyoake, para el caso de Argentina la solución de nuestro gobierno es clara: “send a gunboat”

(*) Demsetz y Stigler.
(**) y, desde luego, para nada con la tasa de retorno social (TRS) que desde aquí reivindico.

sábado, 14 de abril de 2012

Acción Republicana

                 Queridos lectores: 

                A continuación os escribo el guión de la charla que impartí en las VI Jornadas Republicanas en el Ateneo Republicano de Astorga, el pasado 12 de abril. ¡Salud y República!



Alternativas económicas al libre mercado. Desmontando los mitos del neoliberalismo

El mercado. Todo gira en torno al mercado. Mercado ha habido siempre pero el capitalismo ha convertido el mercado en el lugar dónde el capital se multiplica hasta la saciedad. Hasta el momento de la eclosión del capitalismo como sistema económico dominante el mercado era un lugar de intercambio de bienes y servicios como instrumento para satisfacer las necesidades de los individuos.

A partir del capitalismo el mercado es el instrumento para la acumulación de riqueza. Debemos combatir el absolutismo moral de “todo por y para el mercado” para poder ser libres.

Los mitos del neoliberalismo:


    • El primer pilar del neoliberalismo es que TODO está sometido al mercado: todo es mercancía (las leyes, la Sanidad, el agua, la vida...) Pero lo cierto es que la mayoría de los bienes, de las personas y de las cosas que tienen valor deben permanecer fuera del mercado: reinvindicar el viejo concepto jurídico de loinalienabley delres extracomercium. Nuestra tarea debe sersacar todo lo que se pueda del mercado: las personas, lo recursos naturales, los bienes de primera necesidad, la cultura, las relaciones entre personas... Cuánto menos mercancías sean objeto de mercadeo, más pequeño y menos fuerza tendrá el mercado, y más las personas y las sociedades.

    • El segundo pilar del neoliberalismo es que el mercado es un instrumento perfecto de asignación y distribución de recursos. Pero la doctrina económica enseña que el mercado falla más que una escopeta de feria (bienes públicos, monopolios naturales, las externalidades, recursos comunes, competencia imperfecta, mercados complementarios, selección adversa, el paro, la inflación, la falta de información...) Debemos denunciar los fallos del mercado y convenir que el mercado sólo puede funcionar si está sometido al control público y a la voluntad de los ciudadanos.

    • El tercer pilar del neoliberalismo es que la eficiencia es más importante que la justicia, que crezca la tarta, aunque solo se la coma una persona: la igualdad, la solidaridad la redistribución no sólo no importan sino que perjudican el funcionamiento de la economía. Pero lo cierto es que aunque exista un antagonismo entre eficiencia y equidad no siempre hay que resolverlo es con un 100% de una sola de los dos conceptos, y, en cualquier caso tenemos que tener dos cosas claras:

      • a veces no hay incompatibilidad, de hecho existen unidades de producción eficientes y equitativas (familias, kibutzs, conventos, cooperativas...);

      • en segundo lugar, tenemos que darnos cuenta de que la composición del cóctel entre eficiencia y equidad, en una sociedad democrática de verdad no la deciden los técnicos, ni los políticos, sino los ciudadanos.

    • El cuarto pilar del neoliberalismo se basa en confundir libre mercado con democracia. Parte de que el libre mercado es libertad y de que en un mercado la gente compra o vende lo que quiere. Pero no es cierto, por dos razones:

      • En primer lugar porque libertad no es igual que democracia: de hecho en total libertad (la jungla) no hay democracia: el más grande se come al chico.

      • En segundo lugar porque en el mercado sólo es libre el que tiene dinero. Una democracia convencional en la queun hombre es un votoes incompatible con la economía de mercado en la que un hombre es uno, cien o cien millones de votos en función del dinero que tenga. De hecho la economía de mercado y el capitalismo son incompatibles con la democracia porque funcionan en un plano de desigualdad: el que tiene y el que no tiene, el que tiene dinero y el que no, el que tiene los medios de producción y el que sólo tiene su fuerza de trabajo.

    • El quinto pilar del neoliberalismo es presentar al capitalismo y a la economía de mercado como el estado final de la economía y de la historia: el sistema económico que nos acompañará hasta el final de los tiempos. Pero lo cierto es que el mundo, la sociedad, las relaciones económicas son dialécticas: el capitalismo no existió desde el principio de los tiempos (aunque lo pretendan retrotraer mediante cuentos como los de Robinson Crusoe) y en algún momento deberá desaparecer. Es nuestra tarea acelerar el proceso de superación, por un sistema económico mejor, más justo, más respetuoso con el medio ambiente.

¿Cómo ha conseguido implantar en la sociedad , entre nosotros, estas ideas el neoliberalismo?

Mediante cuatro estrategias:

  • El individualismo: el triunfo del yo frente al nosotros. La idea de que la sociedad no existe, de que sólo somos la suma de unos individuos compitiendo contra otros individuos: la exacervación del egoismo, de la avaricia, entronando lo que durante siglos se consideraron pecados capitales. La creación del mito del héroe de película que salva él solo a su familia, si acaso a toda la humanidad (blanca y burguesa). No hay concesiones, nadie cede nada de lo suyo, ni siquiera a los familiares directos: vivimos y morimos aislados de todos, solos con nuestras cosas (cuánto más tiene el hombre y más cosas posee, menos es y su vida menos representa).

  • El miedo: el miedo físico, a perder tu vida o a perder tus propiedades (a empobrecerte, a arruinarte). Este segundo miedo cobra un papel preponderante en las sociedades occidentales, porque es quedarse sin nada, cuando ya hemos olvidado las relaciones personales. El miedo a perder la vida es mayor cuando hemos olvidado el dar la vida por los demás, por los seres queridos, por el cónyuge o por los hijos (nada hay más dulce que morir por la patria, quizá por la patria no, pero por el amor de tu vida puede ser distinto): en muchos casos no estamos dispuestos a la más mínima concesión. El miedo se inculca bajo la forma de amenaza: el neoliberalismo tiene la fuerza (ejército, policía...) y se convierte entonces en neoconservadurismo (neocons), y tiene también la posibilidad de privar del sustento a las personas, el despido, el endurecimiento de las condiciones laborales, la supresión de derechos, de ayudas para los más débiles...

  • La propaganda:la publicidad cumple el mismo efecto en democracia, que la violencia en la dictadura). Los medios de comunicación actúan creando un pensamiento único, no sólo mediante mentiras sino también acallandootras vocesde forma que parezca que no hay otra forma de ver las cosas: si alguna voz disidente accede se la ridiculiza o criminaliza.

  • La resignación: se hace creer a la gente que no hay alternativas, que no hay otra forma de hacer las cosas: se recurre a supersticiones, a atavismos o a religiones mal entendidas: hay que hacer sacrificios, penitencias para purificarnos, apretarse el cinturón, mortificarse... para llegar a la tierra prometida

¿Qué debe hacer el ciudadano/republicano consciente?

En primer lugar debemos resistir: resistirse ante al avance del pensamiento único, de la forma de pensar y actuar como se espera por parte del mercado, el capital, los poderes económicos y políticos.

En segundo lugar debemos organizarnos: quizá debamos dejar de lado pequeñas incompatibilidades y juntarnos para elaborar un proyecto en común y una unidad de acción. La primera victoria del neoliberalismo es la división de sus oponentes (proletarios del mundo, uníoslos capitalistas ya lo han hecho y van ganando).

En tercer lugar hay que actuar: hay que abandonar la cómoda posición del que todo le parece mal o no lo suficientemente bueno para implicarse, para colaborar o hacer algo. Actuar implica perder la inocencia (y algo de pureza moral), implica perder batallas, cometer errores, deshacer lo andado, volver a empezar, desesperarse, desilusionarse... Actuar de forma colectiva, además de todo esto, implica ceder en parte de nuestras ideas en favor de la unidad de acción. Pero la acción frente al neoliberalismo no es opcional: es una necesidad: o ganamos o perdemos; y si perdemos, la Humanidad, tal y como la conocemos, desaparecerá.

¿En qué podemos estar de acuerdo?

    • En que el sistema capitalista y la economía de mercado deben ser superados por un sistema económico mejor, más justo, más humano y más respetuoso con el medio ambiente: y ese sistema será, además de más justo, sin duda más eficiente. Y hay que empezar poco a poco: demostrando que la gestión pública puede ser tan buena o mejor que la privada, que determinados bienes son demasiado importantes para que queden en manos del mercado, que el mercado debe ser regulado SIEMPRE, para evitar que se convierta en un arma de destrucción masiva, que la competencia es más costosa en términos de recursos que la cooperación pues, trabajando en paralelo se duplican costes, se dividen fuerzas, mientras que trabajando en equipo se producen sinergias. Aunque los neoliberales lo nieguen muchos seres humanos unidos son más que la suma de sus individuos.

    • En que los modelos políticos construidos a partir de las relaciones económicas capitalistas deben ser superados también por otros modelos de participación política de todos los ciudadanos. Y, también se puede empezar poco a poco: aprovechando las instituciones existentes en nuestro favor, regenerando partidos y sindicatos, devolviendo el interés de los ciudadanos por la política...

    • En que allí donde podamos y esté a nuestro alcance tenemos que presentar batalla al neoliberalismo: en casa, en nuestra vida (no podemos ser el paradigma de aquello que contra lo que luchamos), en nuestro puesto de trabajo, en las fábricas, en las escuelas, en las universidades; explicando y resistiendo: explicando a los demás, que hay alternativas, otra forma de hacer las cosas, demostrando y denunciando las injusticias, barbaridades y muertos que, silenciosamente, provoca este sistema. resistiéndonos de forma pacífica a los empujes neoliberales, siendo consumidores exigentes, viviendo con menos, castigando a las empresas (no comprando) y a los políticos (no votándolos) que defienden el modelo neoliberal, ejercitando nuestros derechos de forma activa, construyendo sociedad civil...