Los comentaristas de este blog han hablado sobre la conveniencia de leer muchos libros una vez, pocos libros muchas veces, muchos libros muchas veces... pero creo que todo el mundo coincidirá en que por lo menos hay que leer los libros que sustentan tus convicciones por lo menos una vez(*).
Ya Smith en “La riqueza de las Naciones”(**) indica que para que haya mercado deben existir una serie de condiciones todas ellas, como estamos viendo en la serie K, imposibles de cumplir: pluralidad de oferentes, pluralidad de demandantes, información perfecta... Pero existe una condición previa que se necesita para que exista el mercado: seguridad en el cumplimiento de las obligaciones: no basta que vendedor y comprador se pongan de acuerdo, además hay que cumplir los tratos (“pacta sunt servanda”), para lo que es imprescindible la existencia de un poder organizado que vele por el cumplimiento de los acuerdos entre las partes. Ese poder organizado es el Estado: de hecho, entre los clásicos, esta es una de las pocas funciones que le atribuyen al Estado, la de “policía de mercados”, como a mí me gusta llamar, pero que Adam Smith califica como “gastos de justicia”, de los pocos en que, según ese autor, el Estado debe incurrir (junto con los otros dos que describe en el Libro quinto: defensa, obras públicas).
Para el desempeño de esa función se necesita el monopolio de la fuerza, de la coacción, de la violencia. Por eso mismo suponer ausencia de violencia en la economía de mercado, no sólo es imposible, sino que además impediría el “buen” funcionamiento del “invento”: lo que sucede es que la violencia está institucionalizada, y, como tal, nos hemos acostumbrado a ella.
Saltemos ahora a la Teoría del Estado: Un estado necesita tres elementos: Territorio, pueblo y gobierno. Sobre los dos primeros el gobierno ejerce su autoridad, mediante el “monopolio de la coacción”(***), lo que implica establecer unas normas (ordenamiento jurídico) y tener la capacidad de imponerlas (coerción). Sabiendo eso, suponer que la existencia de violencia institucionalizada (gobierno) es igual a ausencia de violencia es de una simplicidad similar a pensar que el monoteísmo está más cercano al ateísmo que el politeísmo, por la simple razón que al creer en un sólo dios se está más cerca de acabar no creyendo en ninguno que si se cree en varios.
Y esto, sobre la violencia monopolizada por el Estado; sobre la “otra” violencia, que padecemos día a día en estos países paraísos de las libertades, la explicación es más sencilla: ayer, cuando volvía de dar un paseo, una señora rebuscaba en un contenedor para encontrar comida. Seguramente lo hacía porque no tenía otra forma de conseguir alimento. Pero eso, claro está, no quiere decir que vivamos en un sistema violento, ¡qué va!¡si vivimos en una serie de Disney Channel!¡Corre, papá, que viene a Madrid Hannah Montana!
(*)Los católicos cumplen el mandato a rajatabla: todos se saben la biblia de memoria.
(**) No es de extrañar que la derecha lo lea tan poco: ¡es que doscientos años después, los derechos de propiedad intelectual siguen reservados!: eumed.
(***) Por eso es tan difícil distinguir el Estado de la mafia: porque posee los mismos elementos esenciales. Esto se ve sobretodo en aquellos territorios donde la una ha suplantado al otro.