"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

lunes, 8 de marzo de 2010

El malo, el tonto y el vago

        Entre las teorías que explican el comportamiento de los votantes (preferencias unimodales y bimodales, votante mediano, mayorías cíclicas...) una de especial aplicación a este país es la del “voto de castigo”. Los votantes no transmiten con su voto la ilusión por una propuesta de gobierno atractiva, sino que emplean el voto para castigar a quién nos gobierna (y, a veces, a la oposición): no se “vota para” sino que se “vota contra”.

          Si este factor es el fundamental para determinar el voto, entonces, no nos podemos quejar de los resultados: no esperamos nada del ganador, sólo que desplace o venza al perdedor: ahí se acaba el programa electoral del partido (o persona, ahora veremos) que gana las elecciones.
          Al voto de castigo somos muy aficionados los españoles: en otros países es más raro de ver: En Estados Unidos, desde luego la victoria de Obama no viene como castigo a Bush, ni a Mc Cain, ni siquiera al Partido Republicano, sino que nace de la creación de una ilusión (el tiempo dirá si fundada o no) en el primer Presidente negro de los Estados Unidos(*). La victoria de Tony Blair también fue parecida al vender con éxito su “Nuevo Laborismo” (tan nuevo que ya de laborismo no tenía nada). Sarkozy no obtuvo su victoria con un voto de castigo contra Royal, sino porque los franceses (¡pobres!) creyeron que era el mejor para solucionar sus problemas. Y así podríamos citar a Lula, Chávez...
         ¿Por qué España es diferente? Baste recordar el “Váyase, Señor González”, el castigo a las mentiras del 11-M, el miedo a la vuelta de la caverna...

         Se me ocurren dos razones para entender la diferencia: Por un lado creo que algo tiene que ver con la limitación de mandato de otros países que permite la renovación de las personas en política y diluye el voto de castigo. Por otro lado creo que ayuda el que el partido tenga identidad propia frente al líder de cada momento, de forma que no se “manche” con las acciones de su caudillo. ¿Hay algo de esto en España?¿Por qué se habla del PSOE de González, del PP de Aznar, del PP de Rajoy o del PSOE de Zapatero?¿Son o no son los mismos partidos políticos? Si el líder influye tanto en el partido es lógico que las tortas le caigan al partido aunque el jefe ya no se presente...

           Y, a todo esto, ¿dónde queda la ideología?


(*)Sí pudo haber voto de castigo cuando Carter perdió la reelección por el asunto de los rehenes en su embajada en Irán y cuando Bush padre fue desbancado por Clinton ("la economía, estúpido, la economía").

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