Una vez aceptada de grado o por la fuerza ("a la griega") la idea de que hay que reducir el déficit presupuestario como sea, sacrificando cualquier posibilidad de crecimiento y salida de la crisis a ese nuevo becerro de oro que es el euro, sólo nos queda reconocer que esa reducción se puede hacer de dos maneras: aumentando los ingresos o recortando gastos.
En esto, hay que reconocerlo, existen diferencias dependiendo de la facción del bipartito de los poderosos que nos gobierne: el PSOE, de momento, parece proclive a no tocar el gasto social, mientras que el PP, aunque no lo diga (no son tan tontos), precisamente ve en esas partidas las primeras que se deben recortar para conseguir el fetiche del "presupuesto equilibrado". En resumidas cuentas: el partido del Gobierno se prepara a aumentar los ingresos públicos mientras que la oposición afila la guadaña del recorte social para cuando le toque gobernar, en el 2.012.
Evidentemente, de los dos males, aumentar el ingreso (los impuestos) es menos malo que recortar el gasto. La pena es la oportunidad perdida: los impuestos que hay que subir, Señor Presidente, no son lo indirectos sino los directos. Y no me diga que no tiene campo para ello: puede, desde luego, eliminar determinadas deducciones (cheque-bebé, vivienda...) a los más pudientes. Puede también elevar la tributación "del ahorro": los dividendos, los intereses de los usureros y las ganancias "en el intradía" de los especuladores tributan a un tipo fijo del 19% o 21% (los trabajadores empiezan en el 24%). Puede también eliminar la exención o bonificación del 50% de las rentas de los ricos propietarios que arriendan pisos o chabolos a los jóvenes, inmigrantes... Puede subir, como han hecho en Portugal (45%) o Reino Unido (50%) el tipo marginal de los que declaran más de 150.000 euros y, por supuesto, haga tributar a los pobres futbolistas a este tipo. También puede recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio e incluso redenominarlo "de grandes fortunas" para gravar a los contribuyentes que tienen patrimonios superiores al millón de euros (eso sí, sin quitarles "bienes afectos"). Puede replantearse la tributación de las SICAV's (cuyos beneficios tributan al 1%, pero eso sí, hágalo antes de que entren en pérdidas) y de las SOCIMI (que tributan al 18%). Persiga, pero esta vez de verdad, el fraude fiscal. Y por favor deje de decir la tontería de que en el Impuesto sobre Sociedades se rebajan los tipos para aliviar la tributación de las empresas que lo están pasando mal, porque en ese impuesto, como en el IRPF se gravan rentas: si una sociedad o un empresario no obtiene beneficios no tributa porque, que yo sepa, todavía no se pagan impuestos por las pérdidas.
Y si después de hacer todo esto (más otro tanto que se me queda en el tintero) resulta que los ingresos no alcanzan a los gastos, entonces, y sólo entonces, suba el IVA, pero, ¡por Dios Bendito!, no me sea tan vago, ni tan cobardón...
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