Es
un elemento constitutivo (¿constituyente?) en el ser humano su
capacidad para flotar en ensoñaciones, y sobre esas ensoñaciones
construir castillos en el aire. Por eso no nos extraña la habilidad
de los arquitectos sociales de, desafiando a la ley de la gravedad,
empezar las casas por el tejado. Nada mejor que recordar la frase
de Marx y Engels:
“ese hombre
que ha dejado de vivir en la realidad para transportarse al
cielo vaporoso de la fantasía filosófica ”.
El
movimiento del 15M,
del que he hablado en otro “post”
(en el que denunciaba lo que, a mi juicio, eran sus dos principales
puntos débiles: la falta de organización y la confianza en
soluciones “pacíficas”),
sigue dando muestras de la ensoñación.
Desde
luego es impactante la pintada en las paredes del Congreso: “abajo
el régimen”,
pero no es menos impactante concluir que el régimen “político”
caerá o no caerá como consecuencia del cambio previo del régimen
“económico”: cuando cambie nuestro sistema económico, el
capitalismo, “todo
lo demás se os dará por añadidura”.
Lo
contrario, desgraciadamente, no funciona: podemos cambiar el
“régimen”
incluso, si somos menos ambiciosos podemos contentarnos con algo de
“chapa y pintura” (Ley d'Hondt, supresión del Senado, rebaja del
sueldo a los políticos...), pero, en el fondo, nada habrá cambiado.
Respeto a los bienintencionados que, de nuevo, confían en cambiar
las cosas “por
la punta”
(“renovadores
por la punta”)
en lugar de “por
la base”
(“renovadores
por la base”)
y prevengo de la existencia de aventureros que, emboscados en el
descontento sobre “el
todo socio-económico-político”,
pretenden sólo cambiar el tejado dejando intacto todo lo demás. El
fin de estos aventureros no es eliminar la dictadura de los mercados
o del capital, sino, por el contrario, “homogeneizar”:
establecer la dictadura también en lo político, como siempre lo han
hecho: bajo los términos “verdadera
democracia”,
“democracia
real”,
“libertad
constituyente”...
Es
común a estos “movimientos”
legitimarse “ex
post”:
compartir postulados y visiones de lo pasado, para operar como “lobos
entre corderos”
(sobre esta frase también escribí un post). A estas alturas de la
película es lugar común hablar de una crisis mundial, más o menos
sistémica, basada en la hipertrofia del sector financiero y de la
burbuja inmobiliaria (salvo para algunos tarados que siguen creyendo
que la crisis se debió al exceso de regulación), así como darse
cuenta que las estructuras políticas, los gobiernos, los partidos,
los sindicatos... no han sabido, podido o querido evitarla
(¡pobrecillos!, ¡pero si son lacayos del poder económico!). Pero
convenir en ese análisis no acredita, “per
se”
la legitimidad de las soluciones propuestas: si se cree que el simple
cambio político, de régimen político, de sistema político,
soluciona el problema económico, o se es un imbécil o se es un
filibustero, que es el término que empieza por “f”
más cercano a lo que realmente estoy pensando.
Un
buen método para averiguar a qué categoría pertenece cada uno de
esas personas, grupos, movimientos o como se les quiera llamar, es
sencilla: aquellos que aborrecen del capitalismo y la economía de
mercado y creen que el cambio de régimen político transformará el
sistema económico están en la categoría de los imbéciles; los que
creen que el modelo armónico es el cambio de régimen político
dejando el sistema económico como está, o incluso aumentando el
poder del mercado y del capital están en la casta de los
filibusteros.
Esto
es lo que hay: a este sistema económico (capitalismo) corresponde
este sistema político (democracia parlamentaria) y no hay más. Son
lentejas: ¡o las tomas, o las dejas!
Y,
por cierto, tampoco se precisa solución activa para destruir el
capitalismo: de eso ya se encarga el propio capitalismo él solito.
Para lo que se necesitan soluciones activas es para tomar las riendas
del proceso de destrucción/superación del sistema capitalista,
conducirlo hacia dónde queremos (al socialismo) y evitar que nos
explote en la cara, a costa, como siempre de los más desfavorecidos.
O eso, o acabar todos como en Guinea Ecuatorial...
Amén AMT,
ResponderEliminarSi yo entendiera que el origen de la crisis es el sistema financiero también estaría con los reformistas "por la punta".
A mi entender, uno debe esforzarse en hacer comprender a la gente que el origen de la crisis es más profundo y que la del sistema financiero solo es la fiebre, un síntoma de algo que va mal y que afecta a los cimientos. La financiarización ha sido la respuesta del sistema capitalista de producción al verse forzado a abandonar su crecimiento exponencial.
La sistema financiero y sus burbujas se han ido mostrando como síntoma desde los 70. Pero no son la causa primera de nuestra crisis.
El libro de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón ha sido un buen intento, ojalá no se quede aquí.
La mayoría de nosotros solo vemos puntos y algunos trazos sueltos, no somos capaces de ver el dibujo. Alguien se debe esforzar en unirlos para hacer evidente el cuadro y la única respuesta posible si no queremos caer en la barbarie, LA REVOLUCIÓN!
"Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza"
ResponderEliminarAntonio Gramsci
¿"F", de "the 'F' word" en inglés o estás pensando en latín?
ResponderEliminarYo dejaría que la reforma la hiciese el Marqués de Rodiezmo, que aunque progre y republicano, una vez liberado del peso del liderazgo seguro que tiene mejores ideas.
ResponderEliminarYa me imagino a uno sacando del cajón aquello de "pido a todos la mayor serenidad en las circunstancias extraordinarias que en estos momentos estamos viviendo" o, en su defecto, eso de "manda huevos".
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ResponderEliminaroff-topic
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