El lenguaje es también un arma. Eso hace tiempo que lo aprendió el capitalismo, y nosotros, que somos más tontitos, lo vamos aprendiendo con el tiempo. He aquí cinco líneas de actuación para ir pensando:
1.- Mirar a nuestros "primos del sur". El castellano (ellos dicen español) no es el idioma de Castilla, ni de la "Castilla ampliada" que muchos entienden que debería ser el Estado Español. Es también el idioma de Sudamérica, que, como son más y más listos, en muchos aspectos ya lo han mejorado: al tradicional "enfrentar" por "afrontar", propongo que adoptemos el término "transnacional" para referirnos a las multinacionales, pues, realmente, no son "multi" sino que tienen país, ejército y bandera. En clase hemos sustituido el termino "lobby" y derivados, términos que tienen un aire romántico y respetable por su origen anglosajón por el de "cabildo", "cabildeo" , "cabildero", término sonoramente más despreciativo "en nariz", con "retrogusto" a oscurantismo curil. Por lo mismo creo que deberíamos llamar al portavoz del Gobierno (o de la patronal, y, en general a todos los portavoces) "vocero". Lo que ya no tengo tan claro es si deberíamos ir mucho más allá, hasta llegar a la "pachamama", que, todavía se me resiste.
2.- Rebuscar entre los clásicos: las palabras se han ido pervirtiendo con el paso del tiempo por acción del sistema capitalista, conviene recurrir a los orígenes: en este blog sistemáticamente se alude a "Ministerio de la Policía", de sabor bonapartiano, en lugar de "Ministerio de Interior". También hablo del "Ministerio de la Guerra", denominación clásica, en lugar de "Ministerio de Defensa". En algunos casos no hay que recurrir a muchos años atrás: mucha gente ignora que el "Ministerio de Agricultura" no existe: en su lugar está el "Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino" ¿alguien ha notado la diferencia?.
3.- A las cosas por su nombre: Empecemos por los "anti": si somos anticapitalistas somos anticapitalistas, no "antineoliberales", por más que con eso tratemos de conseguir un manifiesto "de base amplia". Si somos "anticuras" somos "anticuras" (yo lo soy), no laicos, seglares, ateos, agnósticos o cualquier otra cosa. Lo mismo rige para otros términos: obrero (y no trabajador, u operario como decía Franco), socialista, de izquierdas o simplemente "rojo" (y no progresista, o por el progreso), etc, etc, etc.
4.- Utilizar los nombres de las cosas, conceptos o instituciones similares, o que más se asemejan a lo que queremos denominar (metáforas): gracias al maestro, desde este fin de semana ya no digo que imparto clases en la Facultad de Derecho, sino en la Politécnica de Derecho (donde enseñan cómo hacer las cosas, pero no se preguntan por qué se hacen), ni tampoco "subo" a la Universidad: subo al Instituto Politécnico de mi pueblo.
5.- Finalmente recurrir al juego fonético (homófonas): determinadas palabras se prestan a ello y basta cambiar una sílaba para tener un término mucho más acorde con lo que se quiere definir: ¿cómo se llama una corriente ideológica que, instalada en el capitalismo, recorta derechos sociales, instaura el despido libre, amplia la edad de jubilación y rebaja las pensiones, mientras que, con golpecitos en el pecho, en la parte del corazón, te dice que te tiene dentro y que sólo piensa en tí? ¿Socialdemocracia? No hombre no, eso es "socialidiocracia"
En inglés, lobby es vestíbulo, lo cual probablemente refiere a los negocios que se cerraban en esta estancia del palacio. No es tan diferente del cabildeo...
ResponderEliminarSi, lobby es hacer pasillo, y asi siguen funcionando las cosas
ResponderEliminar"Tecnoburrocracia" también es una palabra divertida, a la par que cada vez más presente en estos foros de dios.
ResponderEliminarBueno, "lobby", por sus connotaciones fonéticas con cierto tipo de cánido de nuestros montes, suena bastante apropiado para su significado.
ResponderEliminarPor cierto, al gabinete del ministro Perez, le queda como anillo al dedo el nombre de "Ministerio de la Porra".
Hemos hecho del eufemismo el arte de conformarnos con el absurdo adornado.
ResponderEliminarEl "lobby", de hecho, hace referencia a uno en concreto: el del Hotel Willard en Washington DC, que está a pocos metros de la Casa Blanca y donde el presidente Ullysses Grant, allá por la década de los 1870's, acudía tras su dura jornada laboral para tomarse una copita y echar un cigarro. Así pues, con la certeza de encontrarle ahí, empezó a ser asaltado por todo aquel que quería algún favor legislativo.
ResponderEliminarLo curioso es que primero se acuñó el término "lobista" (lobbyist) por, al parecer, el propio Grant quien estaba un poco hartito del asunto. Y de ahí al colectivo "lobby".
He ahí el lobby y la historia del término.