Epílogo: Efectos:
La hiperinflación, a mi entender, como todo fenómeno crítico, se produce de forma intempestiva (como una tormenta o un cabreo) y ahí es dónde radica su poder destructivo: un crecimiento de los precios de las cosas de un 1000% diario, durante una década, supone una adaptación de la economía a ese hecho sin consecuencias traumáticas: simplemente se indexarían todas las remuneraciones de los factores a esos precios diariamente (con claúsulas de compensación) y, a efectos nominales todo seguiría igual.
Imaginemos que nuestro gobierno nos obligara, cada mañana, antes de salir de casa, a añadir tres ceros a cada billete que tengamos en la cartera, mientras los bancos hacen lo mismo con los saldos de nuestras cuentas (deudores y acreedores), los deudores y acreedores, hacen lo mismo, los comercios igual...
Lo verdaderamente doloroso en este caso es que la “indexación” no sea perfecta (y nunca lo es porque mientras los productos del supermercado se pueden reetiquetar cada hora, las pensiones no se van a revisar cada minuto) con lo que unos ganan y otros pierden: y pierden siempre los “pobres”: los que en su bolso tienen dinero y no bienes y los que fundan su sustento (y el de sus familias) en una retribución monetaria periódica (salario). De ahí que muchos economistas consideren la inflación como un impuesto sobre el dinero en efectivo, y un impuesto, por cierto, regresivo, pues son los más pobres los que, lo poco que tienen, normalmente es lo que llevan en la cartera (o en la cartilla de ahorros)(*).
Es posible que una acción concertada, como la que cada día se produce por parte de los poderosos a través de los Bancos Centrales tratando de controlar la inflación para evitar que sus activos patrimoniales (dinero que otros les deben) se deterioren indirectamente suponga un beneficio para el “paria de la tierra”. No debe sorprendernos: ya Marx dijo que pobre era el sino del obrero: cuando la economía crece ( y el capitalista se enriquece) al obrero le va mal, pero cuando la economía se desmorona al obrero le va bastante peor.
(*) No siempre: ahí está el caso de las ancianitas con su piso en propiedad, o su casa en el pueblo, cobrando la pensión mínima.
Ahí está el riesgo, efectivamente, en la indexación imperfecta; aparte de que la hiperinflación te obliga a vivir al día (nada de ahorros en dinero, tendrá que ser en tangibles). En cuanto al cabreo, un rápido vistazo por internet te muestra que el espectro de la hiperinflación es denunciado por cada vez más gente... y como todo el sistema se basa en la confianza, y hasta cierto punto en el miedo (miedo a ser el último en salirse del juego), en un momento concreto se podría desencadenar la avalancha. No lo sé; seguiremos atentos. Y con un ojo en el precio del petróleo, que si sigue subiendo está claro que nos dará otra bofetada.
ResponderEliminarFeliz Navidad, por lo demás.
Con el oportuno recuerdo en este hilo del inolvidable economista Antony Sutton, se felicita al autor y a sus lectores el año entrante.
ResponderEliminarhttp://es.wikipedia.org/wiki/Antony_Sutton http://vimeo.com/15988545