Por imperativo del Ministerio de Distracción Pública, tenemos que interrumpir la serie sobre la hiperinflación.
Mucho se “runga” por las cloacas de la política (las tertulias y los medios) sobre los pactos secretos PSOE-PNV sobre ETA, cuando un mínimo esfuerzo de análisis los haría evidentes: ¡Claro que existe un pacto secreto entre los dos partidos! Es más, existe un pacto secreto entre los tres “reyes del mambo” del País Vasco: PSOE, PNV y también, como no, el PP.
Cuando ZP compró al PNV sus “gastos pagos” hasta marzo de 2.012 y más allá (hasta el último día que constitucionalmente sea posible seguir chupando del Presupuesto, lo que incluye el periodo de traspaso de poderes), se pensaba que los de Urkullu tenían la sartén por el mango y que poco podían ofrecer los “socialistas”, digo los “zapateristas”, que no en vano, son de otro género y especie.
Pero nos olvidábamos de un pequeño detalle: la capacidad del Gobierno y Parlamento de reformar la Ley Electoral antes de las elecciones locales y forales ("¡ahí está el detalle!" que diría Cantinflas(*): el dinero que manejan) de 2.011. Y ahí está la moneda de cambio que el Gobierno puede ofrecer al PNV: que la izquierda abertzale no se pueda presentar a los comicios, ni aunque, previamente, haya tenido que jurar bandera y cantar el “Cara al Sol”.
La lógica es evidente: “el pastel es el que es y se toca a más tarta cuántos menos comensales se sean”. Arrojar fuera de la mesa a uno de ellos (que podría llevarse un diez o un quince por ciento de la tarta) supone acrecer la ración de los demás, amén de menos problemas a la hora de repartir, si hubiera que llegar a acuerdos y coaliciones de gobierno en cada uno de los Ayuntamientos o Diputaciones Forales. En este juego están interesados todos (PNV, PSOE y PP) y además tienen al árbitro comprado: No bastará, ya lo veréis, con condenar la violencia para ser legalizado, habrá que pedir además “limpieza de sangre de los candidatos”, avales, informes de buena conducta expedidos por la Guardia Civil y, finalmente, un arrepentimiento público en la plaza de cada pueblo, con “sambenito” incluido, para demostrar que son más españolistas que los más españolistas de los demás partidos: y luego, si quiere alguien, que los vote.
¡Cuánta miopía! Si lo que hay que hacer con los independentistas es sentarlos a la mesa, darles su ración y esperar a que se comporten exactamente igual que nosotros, imitando nuestros vicios y groserías en la mesa. Entonces ya quedan desacreditados ante su electorado y desaparecen o se reducen a la mínima expresión. Y eso sin contar con el placer en la conversación que supone tener un nuevo comensal sentado a la mesa...
A estos lerdos les hace falta leer a los clásicos: pueden empezar con “Rebelión en la Granja”. Y si no les gusta leer, que, por lo menos, viajen, y no muy lejos: a Galicia (Bloque) o a Cataluña (Esquerra) mismo vale.
(*) Que gran Ministro de Zapatero sería el pobre.
Doy fe de lo del bloque.....
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