IV.- Dinero, dinero, dinero... y créditos.
Las tres clases de dinero (oficial, comercial y financiero) cumplen el mismo papel y, desde ese punto de vista, son indistinguibles. Pero mientras el dinero legal se crea a través de la máquina de hacer billetes y se destruye mediante la trituradora, (en cualquier caso mediante un proceso perfectamente planificado de quién debería saber lo que se trae entre manos), los otros dos tipos de dinero se crean y destruyen mediante el complejo e ineficiente mecanismo de la dichosa mano invisible, que, al menos en el caso del dinero financiero aparece visible e identificada.
El dinero comercial es o debería ser el reflejo de las operaciones comerciales que se llevan a cabo, porque no ha perdido el subyacente: si se compra algo y se deja a deber, para lo que se libra una letra de cambio que después acaba circulando, de acá para allá, hasta el momento del vencimiento, como si fuera dinero, parece claro que de no haberse producido la primera operación comercial ese dinero no habría nacido(*).
Por esa misma regla hay que pensar que a medida que la actividad comercial es mayor se creará mayor cantidad de este tipo de dinero y que si las transacciones se contraen, este tipo de dinero se destruirá: va acompasado con la actividad económica y por ello no debería preocupar; incluso en el caso de que el deudor no pueda hacer frente al pago de la deuda llegado el vencimiento (cuando se declara insolvente ese tío que me debía dinero porque le vendí una partida de ladrillos) ese dinero “desaparece” con el impago, sin más efectos sobre la masa monetaria, aunque con efectos devastadores sobre la economía real y sobre el sistema financiero edificado sobre este tipo de dinero.
El dinero comercial es o debería ser el reflejo de las operaciones comerciales que se llevan a cabo, porque no ha perdido el subyacente: si se compra algo y se deja a deber, para lo que se libra una letra de cambio que después acaba circulando, de acá para allá, hasta el momento del vencimiento, como si fuera dinero, parece claro que de no haberse producido la primera operación comercial ese dinero no habría nacido(*).
Por esa misma regla hay que pensar que a medida que la actividad comercial es mayor se creará mayor cantidad de este tipo de dinero y que si las transacciones se contraen, este tipo de dinero se destruirá: va acompasado con la actividad económica y por ello no debería preocupar; incluso en el caso de que el deudor no pueda hacer frente al pago de la deuda llegado el vencimiento (cuando se declara insolvente ese tío que me debía dinero porque le vendí una partida de ladrillos) ese dinero “desaparece” con el impago, sin más efectos sobre la masa monetaria, aunque con efectos devastadores sobre la economía real y sobre el sistema financiero edificado sobre este tipo de dinero.
Ahora bien, el dinero financiero, al viajar libre de su subyacente, puede aumentar o menguar sin más límite que la existencia de demandantes de prestamos (prestatarios), con independencia de a qué destinaran esos préstamos. Cuando estos prestatarios pidieron dinero para comprar cosas la situación de ese dinero se asemeja al “dinero comercial”, con el agravante de que ahora, si no se paga, el perjudicado es el “banco” y no el “comerciante”. Y esto es peor porque el “banco” cumple un papel “social” que no tiene ningún otro agente: hacer fluir la sangre de la liquidez que alimenta a toda la economía real y, además, concentra buena parte de los riesgos de impago, lo que sucede, por ejemplo en el caso de las hipotecas “subprime” concedidas para comprar una casa a quién no puede pagarla: los afectados son los bancos pero no las inmobiliarias, que, en su día, cobraron con el dinero prestado por el banco a los “negritos de alabama”. Pero ese dinero bancario también se destruye con la insolvencia del prestatario y arrastra, en su caída al banco que insensatamente lo prestó.
Pero parte del “dinero financiero” no se ha empleado para la compra de bienes y servicios “a crédito”: se ha empleado, como nunca en la historia, como “dinero de casino” y ahí, en ese “intercambio de cromos” tipo Madoff se ha producido la hecatombe. El “dinero financiero” ha crecido hasta generar una “burbuja financiera” en la que se pedían préstamos para financiar a su vez nuevos préstamos o productos derivados de estos préstamos, que a su vez servían para garantizar o financiar paquetes de inversiones cuyo contenido se desconocía... todo ello para generar unos beneficios inexistentes pero que se hacían efectivos a medida que el papel cambiaba de manos. La burbuja financiera que hemos padecido no era más que un esquema de estafa piramidal (tipo Ponzi) que, a diferencia de otras burbujas, (en la inmobiliaria había inmuebles, en la de los tulipanes(**) había bulbos) en esta debajo no había nada.
El casino era la única salida que le quedaba a una sociedad en la que las desigualdades se habían extendido hasta el infinito y en la que unas pocas manos controlaban tanta cantidad de dinero (de todos los tipos) como les era posible. Y todavía querían más; y como la economía real no provee las tasas de rendimiento a las que ellos aspiraban, en su proceso D-M-D' (dinero, mercancías, más dinero) eliminaron la M que les estorbaba y les constreñía al mundo real y pasaron a un modelo D-D' en el que, entre medias, había una ruleta, en la que por arte de birbibirloque (sólo al alcance de unos pocas mentes privilegiadas) la bola siempre caía en el número de la apuesta que habían realizado. Así hasta que la realidad, siempre tan terca, se impuso.
Pero, por lo que nos interesa a efectos de “hiperinflación”, que de esto iba el post, lo cierto, lo cierto es que “desmantelada la timba” y “declaradas las insolvencias” lo único que realmente ha podido pasar es un hundimiento del “dinero comercial” y del “dinero financiero”. ¿Entonces por qué auguran una era de “hiperinflación”? A esperar al siguiente capítulo.
(*) A salvo los procedimientos de “picaresca” como el “peloteo de letras” que ya se conocía en la Inglaterra siglo XVII.
(**) Puesta de moda por la película “Wall Street”
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