"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

jueves, 29 de abril de 2010

Griego. Completo. También domicilios I

          Una aproximación a las causas y consecuencias futuras de la convulsión en los mercados de deuda puede explicarse, de forma irónica, como hice en el post huevos de oro , pero también puede hacerse de una forma más técnica (y más pesada), como me propongo realizar ahora, aunque ello suponga utilizar más de un post, con el objeto de no aturdir al personal. Análisis más ligeros, desacreditaciones o alabanzas a Zapatero, a Merkel, a S&P, a Grecia, a la UE... podéis encontrarlos fácilmente en otros blogs. En idioma gili-bursátil, diré que les dejo a ellos el “análisis técnico” y yo voy por el “análisis fundamental”.

          El primero de la serie, éste, se centra en las causas originarias de todos estos problemas: el análisis de la infraestructura económica. Los siguientes se centrarán en dos superestructuras relevantes al caso: la jurídica y la ideológica. Por último veremos las consecuencias que tales estructuras y relaciones producen. Prometo ser lo más ameno posible, pero no garantizo nada.
            En época precapitalista, el dinero servía como instrumento para facilitar el intercambio de bienes. El fabricante de levitas (*) acudía al mercado, vendía una levita y con el importe obtenido compraba una biblia. El vendedor de biblias vendía un ejemplar al sastre y con el dinero obtenido compraba una botella de aguardiente. La ventaja de utilizar el dinero en lugar del trueque es obvia: facilita los intercambios exactos de bienes que no tienen el mismo precio (restando o suplementando la cantidad de dinero correspondiente) y además permite diferir compras y ventas al momento preciso, sin tener que cargar con las mercancías a todas partes y sin miedo a perder las perecederas. Es la conocida ecuación M-D-M en la que el dinero (una clase especial de mercancía) es un “puente de paso” entre una mercancía (la que produzco) y otra mercancía (la que necesito): en el ejemplo, la mercancía que produzco es la levita y la que necesito es la biblia para calmar mi sed espiritual. A su vez el vendedor de biblias vende lo que produce (biblias) y compra lo que necesita para calmar su sed espiritual (el aguardiente). El incipiente capital de entonces buscaba producir bienes para venderlos en los mercados y obtener así los beneficios. Parte de esa producción era agrícola en cuyo caso el capital empleado eran las tierras.
          El capitalismo supone un paso cualitativo: el dinero y su dueño acuden al mercado para incrementar su cantidad, para reproducirse y tener crías: el capitalista compra mercancías, por ejemplo levitas, esperando venderlas, posteriormente a un precio mayor, cuando llegue el invierno. Igualmente otro capitalista acude al mercado para comprar biblias, esperando venderlas a mejor precio, cuando llegue el momento vaticinado por mi hermano en su blog (colapso). La ecuación es ahora D-M-D, o como dice una estrofa de una canción del grupo radical “Disidencia”: “lo que ahora se compra/ para más tarde vender”. Tampoco tuvieron que descabezarse mucho los capitalistas porque esta es la base del comercio desde tiempo de los fenicios, por lo menos en lo que se refiere a vender mercancías “en otros sitios”. El proceso de acumularlas para venderlas más tarde, cuando haya escasez de ellas, es también antiguo, y, obviamente, es la génesis de la especulación.
           Pero el capital, siempre pendiente de obtener su máxima rentabilidad, considera que lo de ir al mercado a comprar es bastante sucio, lento y enojoso, por lo que desarrolla fórmulas alternativas para conseguir los mismos efectos sin “mancharse”. A su alcance tiene la tradicional “industria de la usura” (el préstamo con interés), estigmatizada en tiempos precapitalistas, ahora sacramentada con tres o cuatro hisopazos de todas las iglesias cristianas. De esta manera se presta a alguien un capital (normalmente numerario) y se espera sentado a que te lo devuelva con el correspondiente añadido derivado del interés pactado: limpio y cómodo.
          En un estadio más evolucionado el capitalismo descubre también las bondades de las compras y ventas a futuro, con las que ya no se hace preciso tener que comprar o vender físicamente las mercancías: basta con decir que las vas a comprar dentro de tres meses a un precio determinado (100) y decir que las vas a vender a otro precio superior (110) ese mismo día o poco despues. Siempre debes encontrar a otra persona que coincida contigo a la inversa (que quiera vender dentro de tres meses esas mercancías a 100 y comprarlas a 110). Como no hay nadie tan tonto para ello (aunque se me ocurren varios candidatos a la vista del ebay) lo normal será acudir a personas distintas que sí tengan interés en hacer, cada una, una parte del trato (posiblemente porque, a su vez, esperan obtener beneficios con otras contrapartes) De esta manera consigo el D-M-D sin tener que andar moviendo carros y carretas, tranquilamente desde casa. Sigue estando el fastidioso problema de tener que “soltar la pasta” aunque, enseguida me doy cuenta de que realmente no me hace falta tener todo el precio de las mercancías. De hecho no tengo porque tener dinero: llegado el momento basta con llegar al vendedor, decir “dame las mercancías, espera un momento, te dejo a mi hijo en prenda, es sólo un momento”, salir zumbando hasta el puesto del comprador, venderle las mercancías, cobrar, volver a la primera tienda, pagar la cuenta, recuperar al hijo, subirnos a la “fregoneta” y asunto concluido. En el bolso los 10 (millones de) euros de beneficios.
          El problema es que, de camino para hacer el “bisnes” el crío repara en que esa misma mercancía con la que voy a jugar, se vende en plaza por 80. De saber eso no hubiera firmado una obligación de compra a 100, hubiera esperado al día, hubiera comprado la mercancía a 80, hubiera ido al comprador con esa mercancía, y se la hubiera colocado a 110 quiera que no (ese pacto sí lo habría firmado). Otro día me pasará que esa mercancía, llegado el momento, tiene compradores a 150, pero que yo, por haber firmado la obligación de vendérsela a ese “pájaro” a 110, me veo imposibilitado de venderla a otro cliente, que me la hubiera pagado a un precio mayor.
          Como perdiendo se va aprendiendo en los siguientes contratos pondré una claúsula que diga “las compraré (o las venderé), si me da la gana”, es decir, me reservo la opción de hacerlo o no, en función de como vea el mercado ese día. Asistimos al nacimiento de las opciones. Esta claúsula añadida no es gratis, tiene un pequeño coste. Con el tiempo me daré cuenta de que mejor que andar con la furgoneta y con mi hijo en prenda de acá para allá, es mejor endosar los contratos al vendedor y al comprador y que entre ellos se apañen, previo pago, eso sí, de mi margen correspondiente.
           La ventaja de estos dos sistemas (futuros y opciones) solos o combinados es que, aparte de no requerir almacenes ni camionetas, tampoco requiere dinero, o al menos, grandes cantidades (recuerdo la existencia de la prima de las opciones y futuros), con lo que yo puedo apostar “a lo grande” con tal de cubrir las primas o dicho de otro modo puedo “traficar con talegos, pagando sólo el precio de las posturas” (y me autocensuro la explicación de la frase, cada uno que entienda lo que quiera). Tampoco es nuevo el producto: futuros y opciones tuvieron su origen como forma de asegurar la venta y compra de las cosechas, permitiendo, incluso anticipar el importe de las mismas para que el agricultor pudiera comprar semillas, abonos, aperos... que sólo podría pagar cuando recogiera los frutos. La habilidad del capitalismo no está en la invención, sino en la perversión: es capaz de “reciclar” cualquier instrumento y convertirlo en la antítesis de lo que debería ser: probad a darles la batería de un coche y te devolverán una picana (esta vez casi me autocensuro).
          ¡Bienvenidos al capitalismo financiero!

          Como el capital, igual que la grasa en los michelines, tiende a acumularse de forma indeseada y como la avidez del capitalista no tiene límites, cada vez se apuestan cantidades mayores, se utilizan como “subyacente” cualquier clase de mercancía (incluso acciones, bonos, deuda pública...) y se amplía el número de juegos disponibles, con sus correspondientes reglas y premios, todo ello encaminado a tratar de obtener una mayor tasa de rentabilidad. Y todo ello en este casino global, pomposamente llamado “mercados financieros”. Y al igual que en los otros casinos, los personajes que por allí pululan habitualmente, corresponden a lo menos recomendable de la sociedad. Eso sí, tienen dinero y, lo que es peor, capacidad de influencia sobre nuestras vidas.
           Mientras apuran en un último trago su vaso de whisky, babeando la punta de sus pestilentes habanos, bien sea en asépticas salas decoradas con suelos de marmol, fuentecillas y jardines zen, bien sea en sucios tugurios de densa atmósfera formada a partes iguales por tabaco, sobaquina y olor a pies (estos tipos frecuentan tanto unos garitos como otros), deciden qué país debe caer y cuántos tienen que morir, pasar hambre, quedarse sin pensiones, sin sanidad o sin escuela, para llevarse el bote con su póquer de damas, o su escalera de color (negro).



          (*) Con esta explicación ahorro a los lectores acudir a El Capital, al que alguno de ellos jamás se acercará, debido a nosequé prejuicios. El ejemplo (levitas, biblias, aguardiente) es el mismo para que sirva de barniz cultural, (cultura “trivial pursuit”) a ese tipo de lectores.

6 comentarios:

  1. Qué bárbaro. Esperaba una explicación más específica, pero este cursillo acelerado sobre el sistema financiero seguramente puede ser útil a más de uno. ¿Explicarás aquello de que "el dinero es deuda"?

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  2. Quedan otras tres entregas, igual de extensas hasta llegar al caso griego y la predicción de futuro. "dinero es deuda",con su documental que seguramente has visto, http://www.socet.org/php_BB3/viewtopic.php?f=78&t=260472&hilit=debt requiere otra serie aparte. Siempre que escucho este término recuerdo a un economista que defendía el fraude fiscal y el dinero negro, amparándose en ese concepto: los billetes de 500 euros guardados en la caja fuerte del defraudador eran, en realidad, títulos de deuda pública del Estado a tipo de interés cero, por lo que el Estado tenía que estarle agradecido. Y lo publicó en una columna de El País. Me costará buscar el artículo, pero lo encontraré. Y hablaremos de ello.

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  3. Puff... te dejo sólo unos días y mira la que has liado ;)

    A ver por dónde empiezo. No sé si hasta el M-D-M te parece bien y todo lo demás es el MAL en sí mismo ya que presupone la existencia del plusvalor, con todo lo "malo" que ello tiene.

    1- al principio el ser humano vivía consiguiendo alimentos como podía, cazando, recolectando,... siempre día a día sin saber si comería al siguiente. Y entonces descubrió la agricultura y la ganadería. ÉSE, querido amigo, es el origen de lo que tú llamas despectivamente ESPECULACIÓN.

    2- Obviamente, los "capitalistas" no se rompieron el coco porque el comercio ya existía desde antes de los fenicios, sí, de hecho, ¿acaso ha habido una ruptura alguna vez? No entiendo porqué ese empeño por marcar un origen de tiempos en el que etiquetar a quien comerciaba como "capitalista malo, malo, malo".

    3- los préstamos, tan malos ellos, son una forma de anticipar la satisfacción de una necesidad. Permiten tener casa antes de haber ahorrado la totalidad de su precio, comprar semillas antes de vender el trigo, etc.

    El préstamo con interés es la única forma viable sin existencia de coacción de traspaso de capital entre dos personas (coacción también es cuando alguien presta sin interés a su familia porque están en apuros). Si antes estaba demonizado era porque al noble de turno le salía mejor la coacción que pagar por el servicio.

    En cualquier caso la solución es fácil: quien no quiera vivir a crédito que no lo haga. El capitalismo y el libre mercado conceden, incluso, esa posibilidad.

    4- sobre opciones y futuros, ¡qué decir! Realmente lo pintas como la panacea del enriquecimiento infinito de unos pocos respecto a los pobres que están al margen de esto. Estando bastante de acuerdo contigo en que estos instrumentos extremos de capitalismo financiero pueden ser muy perjudiciales, mis razones son otras. En mi opinión te equivocas en dos cosas:

    a)las primas por "equivocarse" no son pequeñas y no es fácil hacerlo a lo grande sin arriesgar bastante.

    b)no es tan fácil acertar ni mover los índices o valores al lado que te interesa para ganar siempre. Esos instrumentos son de altísimo riesgo y en caso de cagarla puedes perder mucho.

    Precisamente, parte de las raíces de la crisis actual es el haber tratado estos productos como mercancías en sí mismas vendiendo estos servicios sólo por las comisiones de los brokers haciendo creer a los compradores que esto era el chollo padre.

    El hecho de llamar "subyacente" al activo real que sustenta la operación demuestra una falta de respeto por el mismo a la vez que le resta importancia. Da igual que sea el precio de alguna materia prima, un índice bursátil e incluso daría igual apostar por la temperatura exacta o por la dirección del viento del día de cierre de la operación.

    En eso te doy la razón, se ha tratado como el casino y ese menosprecio por el "subyacente" es causante de algún que otro crack. Para invertir en algo hay que saber un mínimo y si no, como tal casino, se puede perder MUCHO. Que se lo pregunten a Jerome Kerviel.

    Pero el problema NO son los instrumentos financieros en sí mismos, sino el uso que se ha hecho de ellos y el que muchos insensatos se hayan lanzado a jugar a lo grande sin pensar en las consecuencias.

    Lo que tampoco entiendo es ese interés en nombrar al capitalismo causante de todos los males. En realidad todo el tinglado capitalista está al servicio de quien lo quiera, es decir, si alguien busca enriquecerse puede hacer uso de él y si no le interesa puede, también, buscar un modo de vida razonablemente bueno en libertad.

    El capitalismo sólo es la manifestación social de la naturaleza humana, permitiendo que cada cual progrese en función de su interés. Por mi parte, tampoco defiendo un modelo descorazonado en el que se excluya a quienes tengan menos posibilidades y defiendo un estado de bienestar con políticas sociales adecuadas y bien enfocadas. De hecho, la parte social y el estado de bienestar se apoyan en el capitalismo y dependen de él.

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  4. BUEEENOOOO. Creo que lo que has descrito en el post son los INSTRUMENTOS.

    Los instrumentos de por sí no son malos, son útiles,pero pueden utilizarse de muy mala manera.

    Ningún sistema es perfecto (y el comunismo da buena fe de ello), pero seguramente es el comportamiento de los hombres el que acaba perviritiendo el funcionamiento del sistema, por bueno que sea

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