Prólogo
Cuando para contentar de nuevo a la aficción y hacer el blog un “poquito” más serio empecé a poner en limpio las ideas sobre la amenaza de una inminente hiperinflación, no me imaginaba que me iba a enrollar hasta el extremo de unas veinte páginas. Sí tenía claro que quería ser lo más ameno posible (para no perder a todos mis lectores) y que precisamente por esto no debía ser un trabajo de investigación sino de divulgación.
Para ello hay que renunciar a los tecnicismos en primer lugar y en segundo lugar, a las citas (en ese sentido el manual del sector público de Stiglitz es magistral: no hay bibliografía al final de cada tema y las citas se suceden de treinta en treinta páginas) y, lo que es más doloroso, también hay que simplificar conceptos, lo que implica, necesariamente, aumentar la imprecisión. A diferencia de los trabajos de investigación en el que se lee, se aprende y se anota dónde se ha leído; los trabajos de divulgación exponen un conocimiento (una forma de ver las cosas) aprehendidas acá y allá, que ahora sería muy farragoso volver a rebuscar(*). Por último, no hay que olvidar que mi idea de un blog es el de una herramienta de propaganda, por lo que (casi) todo debe sacrificarse en torno a este objetivo... Bueno, y ¡al tema! Que diría Aragonés:
I
Un fantasma recorre el mundo: el de la escasez del dinero: o no lo hay, o no se presta; los tipos de interés de los Bancos Centrales al 0% son demasiado altos. Sólo queda regalar el dinero, o pagar a la gente porque se lo lleve.
Y mientras tanto otros tantos agoreros llevan años proclamando un nuevo fantasma: el de la hiperinflación, apoyándose siempre en argumentos que son parcialmente (pero sólo parcialmente) ciertos: que si la escasez de materias primas, que si los bajos tipos de interés aumentan la cantidad de dinero en circulación, que si en Estados Unidos se está dando a la máquina de hacer billetes para pagar los planes de estímulo de Obama... Pero, mientras tanto, el fantasma de la hiperinflación se resiste a manifestarse entre nosotros.
Aunque el concepto de inflación (y de hiperinflación) está claro (“una subida continuada de los precios de las cosas” y “una subida continuada y exagerada de los precios de las cosas” en el segundo caso), las causas que la originan no siempre están claras, ni tampoco cuándo se desata, ni cuáles son las medidas al uso para combatirlas. De hecho, no debe ser muy fácil conocer todo esto cuando el mundo occidental estuvo sumido durante más de dos décadas en lo que se llamó la “stagflation” (estancamiento + inflación) sin saber cómo salir del atolladero. No pretendamos por tanto, que aquí, el listillo que garabatea en este blog (yo mismo) vaya a dar la solución al problema. Pero podemos ver algunas cosillas (lo que inevitablemente, ¡horror! Implica un nuevo post “por capítulos”: ¡cómo los odio!).
Lo primero que tiene que quedar claro es que se considera que una situación de moderada inflación es positiva para la economía, como lo es la brisa que empuja a los veleros de los ociosos que en este momento están navegando por la mar, mientras tú estás leyendo este blog (a lo mejor en el trabajo). Peor sería que las cosas mantuvieran eternamente sus precio y mucho peor que, encima bajaran ¿por qué?
Como explico en clase cuando llega el tema en cuestión, un escenario en el que yo sé que las cosas van a bajar de precio, mañana, pasado o al otro, supone que yo espere a esos días para realizar la compra, viendo como, cada día que pasa, mi poder de compra aumenta. Para qué voy a comprar un coche, una lavadora, o un piso hoy, si dentro de un mes estará más barato (¿os suena?): de esta forma la economía se atasca y las únicas compras que se realizan son las estrictamente necesarias (si, por ejemplo, se me ha estropeado la lavadora).
En ese estado “permanente” (“día de la marmota”) de “día previo al inicio de las rebajas” , nadie se acerca a los comercios y todo el mundo prefiere tener entre sus posesiones el dinero antes que los bienes. No hay economía que pueda soportar esto: las fábricas y los comercios cierran, el desempleo aumenta... Por eso aunque las "marujas", los "abueletes" y el resto de los mortales se quejan de lo que suben las cosas y les gustaría mantener los precios de “amar en tiempos revueltos”, lo mejor que pueden hacer los economistas, es no hacerles caso.
El escenario inflacionista, por simetría con el anterior, cualquier lector podría dibujarlo: si las cosas valen más cada cierto tiempo, no se puede retrasar la compra, porque, con el mismo dinero en la mano podremos comprar menos cosas, o cosas de menor valor: el dinero en las manos y no las cosas es lo que “quema” y todo el mundo tratará de tener en su patrimonio, la menor cantidad de dinero posible y el mayor número de cosas posibles, incluso, si el escenario es muy inflacionista, para ir vendiéndolas a medida que se necesite. Esta situación inflacionista, si es moderada, “espolea” al comprador para que realice sus compras con celeridad y ayuda a la producción de bienes y servicios porque, normalmente, van a encontrar demanda. De ahí las predicadas bondades de una inflación, repito, moderada.
Pero el tema que nos ocupa no es la “inflación moderada” o “brisa”, sino la inflación descontrolada, hiperinflación o “huracán kondor de las inflaciones”. Tendremos que esperar al próximo post para ver sus causas.
(*) Pero sí hay un artículo que me interesa citar: a su debido tiempo.
Bueno, esperamos ansiosos la continuación...
ResponderEliminarPues si ... Mientras tanto a "usar la fuerza"
ResponderEliminarPara que el dinero "se mueva", hay otra opción que se está planteando seriamente Japón: cobrar por no gastarlo, básicamente, meter intereses negativos a los depósitos y cuentas bancarias.
ResponderEliminarDe hecho, ya lo pusieron en práctica hace unos 12 años, si bien la consecuencia lógica era una retirada masiva de fondos, al menos el fajo de billetes físicos no menguaba debajo del colchón... lo que redundaba en un agravamiento del problema de liquidez del sistema.
Sin embargo, este "pequeño" problema, gracias al avance de las "nuevas tecnologías", ya no es tal. Ahora Japón se plantea, simplemente, la desaparición de todo el dinero físico y la generalización del "dinero digital". Gasta o pierde...
Ojo, esto también vale en países con economías más "fuertes", que han conseguido colocar el dinero con tipos que, en la práctica, pueden ser negativos. ¿Dónde? En USA, hace un par de días...
Es sintomático que los inversores se conformen con perder "sólo un poquito" en relación a la inflacción ¿preludio de una hiperinflacción? Veremos el 2 de noviembre cómo reacciona el dólar ante el trillón y medio (unidades USA) del quantitavie easing number 2... igual hay suerte y se rompe la máquina de imprimir a medio camino con tanto estrés.
Parece que no va a ser pa tanto, segun dice expansion hoy. "solo" 500.000 frente al billon que el mercado tenia descontado. El dola se ha apreciado levemente
ResponderEliminar..yo me esperaría unos días antes de lanzar las campanas al vuelo de la apreciación del dólar. Parece que por allí también aprenden técnicas comunicativas de ZP (lanzar primero un globo sonda para que la realidad sea un poco menos mala que la impresión inicial).
ResponderEliminar¿Qué debe pasar por la mente de un inversor para que compre por primera vez en la historia un bono que, de partida, promete un interés real negativo? Romper esa barrera psicológica no debe ser fácil y no va en línea con esa apreciación del dólar.
En realidad, si piensas con la mente de un tipo de Wall Street, es posible que hayan visto en los bonos negativos la mejor inversión a tipo fijo posible.
El bono "normal" a cinco años se está cotizando a un 1,25% mientras que el negativo garantiza la inflación menos un 0,55%, con lo que, simplemente, suponiendo una inflación superior al 1,8% ya sale a cuenta el negativo... de ahí para arriba todo es ganancia, ¿qué tal si la inflación se pone en un 5%? Nada da un 4,45% a tipo fijo. ¿Y al 10%? ¿mensual?
Si, desde luego puede pasar de todo, como el mismo Bernake ha reconocido. Me temo que solo vamos a salir de dudas sobre la marcha, aunque todo esto pinta como una huida colectiva hacia adelante
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