"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

miércoles, 20 de octubre de 2010

El Cossío (tomas falsas)

     Mi manía de escribir "por adelantado" los posts, guardarlos y después ir publicándolos en cómodos plazos, me ha jugado una mala pasada. Este era el post de hoy:

           De todas las artes de Cúchares nuestros políticos parecen abonados a la del Don Tancredo: que lo vamos a hacer, ¡se ha puesto de moda!

           El líder de la oposición lleva años componiendo la figura: ¡Duerme, Mariano, duerme! Despertarás gracias a un beso en la boca de tres o cuatro desesperados que, con su voto te llevarán a la Moncloa.

            Nuestro Presidente también se apunta al tancredismo: aguantando hasta el final, porque ¡oye! Los milagros ocurren: ahí está él (o Letizia) para corroborarlo (*): la situación económica puede dar un brusco giro, las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, los votantes, como el viejo amor, pueden reverdecer sus anhelos ante el talante del jefe, los pajaritos cantan, las nubes se levantan...

           Los dirigentes de los dos sindicatos del régimen, exhaustos de los esfuerzos de la huelga general, guardan reposo en cama (¿alguien los ha visto recientemente?) esperando que el Parlamento apruebe la reforma de la edad de jubilación y de las pensiones, se publique en el B.O.E. y entonces y sólo entonces, cuando sea Ley, representar otra “charlotada”, ¡y a por la siguiente vuelta de tuerca!
          Y entre tanta estatua, el toro del neoliberalismo, tan campante por la plaza, corneando a diestro y siniestro a los pobrecitos ciudadanos que, como en aquel veraniego concurso del “Grand Prix”, tenemos que servir de bolos, quietos, en el medio de la plaza, esperando que pasen los minutos.



(*) ¿Quién le iba a decir a él, una mañana fría de febrero, cuando levantaba la tapa del váter de la habitación del destartalado Hotel Inglés para echar la primera meada del día, que, a la vuelta de unos añitos, acabaría siendo Presidente del Gobierno? ¿Quién le iba a decir a ella, la noche del día en que firmó los papeles del divorcio y todo quedó repartido, que su destino era ser la Reina de España? Los milagros, como los de la películas de “Jolivud”, existen.

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